viernes, 14 de agosto de 2015

Evangelio armenio de la infancia de Jesús. Parte 4

Estos son libros y testimonios antiguos que muchas religiones cristianas no quieren que conozcas pero te los presentamos para que tú mismo elabores tus conclusiones.

These are books and old testimonies that many Christian religions don't want you to know but we present them to you so that yourself elaborates your conclusions.

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Evangelio armenio de la infancia de Jesús.

DEL NACIMIENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO EN LA CAVERNA.

VIII.
1. En aquellos días, llegó un decreto de Augusto, que ordenaba hacer un empadronamiento por toda la tierra, y entregar al emperador los impuestos debidos al tesoro, teniendo cada cual que pagar anualmente un diezmo calculado sobre el estado nominativo de las personas pertenecientes a su casa. En vista de ello, José resolvió presentarse con María al censo, para ser inscritos en él ambos, así como las demás personas de su familia. E inmediatamente enjaezó su montura, y preparó todo lo preciso para su subsistencia corporal. Y, tomando consigo a su hijo menor José colocó a María sobre el asno, y juntos partieron, siguiendo la ruta que se dirige hacia el Sur.
2. Y, cuando estuvieron a quince estadios de Nazareth, lo que hace nueve millas, José miró a María, y vio que su semblante estaba alterado, sombrío y melancólico. Pensó entre sí: Hállase en gestación, y, a causa de su embarazo, no puede sostenerse bien sobre su cabalgadura. Y preguntó a María: ¿Por qué está triste y turbada tu alma? Y María repuso: ¿Cómo podría estar alegre, encontrándome, como me encuentro, encinta, y no sabiendo adónde voy? José dijo: Tienes razón, María. Pero bendito sea el Señor Dios de Israel, que nos ha librado de la calumnia y de la denigración de los hombres. Y María replicó: ¿No te dije tiempo ha, en la esperanza de que me creyeses, que yo no era consciente de falta alguna, y que me juzgabas con ligereza temeraria, a pesar de mi inocencia? Pero el Señor de todas las cosas es quien me ha librado de mortales peligros.
3. Y, después de haber caminado una hora, José volvió a mirar a María, y vio con júbilo que ésta se estremecía de regocijo. Y María lo interrogó: ¿Por qué me miras, y por qué tu insistencia en preguntarme? José dijo: Es que me admiran los cambios de tu rostro, tan pronto triste como alegre. María dijo: Me exalto gozosamente, porque Dios me ha preservado de las emboscadas del enemigo. Mas quiero, para instrucción tuya, revelarte una cosa nueva. José dijo: Veamos. María dijo: Me alegro y me entristezco, porque contemplo dos ejércitos compuestos de numerosos batallones: uno a la derecha y otro a la izquierda. Los soldados del que se encuentra a la derecha, se muestran alegres, y los del que se encuentra a la izquierda, tristes.
4. Al oír esto, José quedó asombrado, y, sumiéndose en reflexión, se dijo: ¿Qué significa tan extraña visión? Y, en el mismo momento, un ángel se dirigió a María, y le dijo: Regocíjate, virgen y sierva del Señor. ¿Ves la señal que te ha aparecido? María dijo: Sí. El ángel dijo: Hoy día, los dolores de tu liberación están próximos. Las tropas que divisas a la derecha las componen todas las multitudes del ejército de los ángeles incorporales, que observan y esperan tu parto santo, para ir a adorar al niño recién nacido, hijo del rey divino y soberano de Israel. Las tropas que divisas a la izquierda son los batallones reunidos de la legión de los demonios de negros vestidos, los cuales aguardan el acontecimiento con gran turbación, porque van a ser derrotados. Y, habiendo oído estas palabras del ángel, José y María quedaron confortados, y rindieron vivas acciones de gracia a Dios.
5. Y así caminaban, en un frío día de invierno, el 21 del mes de tébéth, que es el 6 de enero. Y, como llegaron a un pasaje desolado, que había sido otrora la ciudad real llamada Bethlehem, a la hora sexta del día, que era un jueves, María dijo a José: Bájame del asno, porque el niño me hace sufrir. Y José exclamó: ¡Ay, qué negra suerte la mía! He aquí que mi esposa va a dar a luz, no en un sitio habitado, sino en un lugar desierto e inculto, en que no hay ninguna posada. ¿Dónde iré, pues? ¿Dónde la conduciré, para que repose? No hay aquí, ni casa, ni abrigo con techado, a cubierto del cual pueda ocultar su desnudez.

6. Al cabo de mirar mucho, José encontró una caverna muy amplia, en que pastores y boyeros, que habitaban y trabajaban en los contornos, se reunían, y encerraban por la noche sus rebaños y sus ganados. Allí habían hecho un pesebre para el establo en que daban de comer a sus animales. Mas, en aquel tiempo, por ser de invierno crudo, los pastores y los boyeros no se encontraban en la caverna.
7. José condujo a ella a María. La introdujo en el interior, y colocó cerca de la Virgen a su hijo José, en el umbral de la entrada. Y él salió, para ir en busca de una partera.
8. Y, mientras caminaba, vio que la tierra se había elevado, y que el cielo había descendido, y alzó las manos, como para tocar el punto en que se habían reunido tierra y cielo. Y observó, en torno suyo, que los elementos aparecían entorpecidos y como en estado bruto. Los vientos, inmóviles, habían suspendido su curso, y los pájaros habían detenido su vuelo. Y, mirando al suelo, divisó un jarro nuevo, cerca del cual, un alfarero amasaba arcilla, haciendo ademán de juntar sus dos manos, que no se juntaban. Todos los demás seres tenían los ojos puestos en lo alto. Contempló también rebaños, que un pastor conducía, pero que no marchaban. El pastor blandía su cayado, mas no podía pegar a los carneros, sino que su mano permanecía tensa y elevada hacia arriba. Por un barranco irrumpía un torrente, y unos camellos que pasaban por allí, tenían puestos sus labios en el borde del barranco, pero no comían. Así, en la hora del parto de la Virgen Santa, todas las cosas permanecían como fijadas en su actitud.
9. Mirando más lejos, José vio a una mujer, que venía de la montaña, y cuyos hombros cubría una larga túnica. Y fue a su encuentro, y se saludaron. Y José preguntó: ¿De dónde vienes, y adónde vas, mujer? Y ella repuso: ¿Y qué buscas tú, que me interrogas así? José dijo: Busco una partera hebraica. La mujer dijo: ¿Quién es la que ha parido en la caverna? José dijo: Es María, que ha sido educada en el templo, y que los sacerdotes y todo el pueblo me concedieron en matrimonio. Mas no es mi mujer según la carne, porque ha concebido del Espíritu Santo. La mujer dijo: Está bien, pero indícame dónde se halla. José dijo: Ven y ve.
10. Y, mientras caminaban, José preguntó a la mujer: Te agradeceré me des tu nombre. Y la mujer repuso: ¿Por qué quieres saber mi nombre? Yo soy Eva, la primera madre de todos los nacidos, y he venido a ver con mis propios ojos mi redención, que acaba de realizarse. Y, al oír esto, José se asombró de los prodigios de que venía siendo testigo, y que no se daban vagar unos a otros.

11. Habiendo llegado a la caverna, se detuvieron a cierta distancia de la entrada. Y, de súbito, vieron que la bóveda de los cielos se abría, y que un vivo resplandor se esparcía de alto a abajo. Una columna de vapor ardiente se erguía sobre la caverna, y una nube luminosa la cubría. Y se dejaba oír el coro de los seres incorporales, ángeles sublimes y espíritus celestes que, entonando sus cánticos, hacían resonar incesantemente sus voces, y glorificaban al Altísimo.

DE CÓMO EVA, NUESTRA PRIMERA MADRE, Y JOSÉ LLEGARON A LA CAVERNA CON PREMURA, Y VIERON EL PARTO DE LA MUY SANTA VIRGEN MARÍA.

IX.
1. Y, cuando José y nuestra primera madre vieron aquello, se prosternaron con la faz en el polvo, y, alabando a Dios en voz alta, lo glorificaban, y decían: Bendito seas, Dios de nuestros padres, Dios de Israel, que, por tu advenimiento, has realizado la redención del hombre; que me has restablecido de nuevo, y levantado de mi caída; y que me has reintegrado en mi antigua dignidad. Ahora mi alma se siente engrandecida y poseída de esperanza en Dios mi Salvador.
2. Y, después de haber hablado así, Eva, nuestra primera madre, vio una nube que subía al cielo, desprendiéndose de la caverna. Y, por otro lado, aparecía una luz centelleante, que estaba puesta sobre el pesebre del establo. Y el niño tomó el pecho de su madre, y abrevó en él leche, después de lo cual volvió a su sitio, y se sentó. Ante este espectáculo, José y nuestra primera madre Eva alabaron y glorificaron a Dios, y admiraron, estupefactos, los prodigios que acababan de ocurrir. Y dijeron: ¿Quién ha oído de boca de nadie una cosa semejante, ni visto con sus ojos nada de lo que nosotros estamos viendo?
3. Y nuestra primera madre entró en la caverna, tomó al niño en sus brazos, y lo acarició con ternura. Y bendecía a Dios, porque el niño tenía un semblante resplandeciente, hermoso y de rasgos muy abiertos. Y, envolviéndolo en pañales, lo depositó en el pesebre de los bueyes, y luego salió de la gruta. Y, de pronto, vio a una mujer llamada Salomé, que procedía de la ciudad de Jerusalén. Y, yendo hacia ella, le dijo: Te anuncio una feliz y buena nueva. En esta gruta, ha traído al mundo un hijo una virgen que no ha conocido en absoluto varón.
4. Y Salomé repuso: Me consta que toda la ciudad de Jerusalén la ha condenado como culpable y digna de muerte. Y, a causa de su vergüenza y de su deshonra, ha huido de la ciudad, para venir aquí. Y yo, Salomé, he sabido, en Jerusalén, que esa virgen ha dado a luz un hijo varón, y he venido, gozosa, para verlo. Nuestra primera madre Eva dijo: Es cierto, y, sin embargo, su virginidad es santa, y permanece inmaculada. Salomé preguntó: ¿Y cómo has podido enterarte de que continúa en estado virginal, después del parto? Eva contestó: Cuando entré en esta gruta, vi una nube luminosa que se cernía por encima de ella, y se oía, en las alturas, un rumor de palabras, con las que el numeroso ejército de los coros espirituales de los ángeles bendecían al Altísimo, y exaltaban su gloria. Y, hacia el cielo, se elevaba como una niebla brillante. Salomé le dijo: Por la vida del Señor, que no creeré en tus palabras, antes de ver que una virgen que no ha conocido varón ha traído un hijo al mundo, sin concurso masculino. Y, penetrando en la caverna, nuestra primera madre dijo a María: Disponte, porque es preciso, a que Salomé te ponga a prueba y corrobore tu virginidad.
5. Y, cuando Salomé entró en la caverna y, extendiendo la mano, quiso acercarla al vientre de la Virgen, súbitamente una llama, que brotó de allí con intenso ardor, le quemó la mano. Y, lanzando un grito agudo, exclamó: ¡Malhaya yo, miserable e infortunada, a quien mis faltas han extraviado gravemente! ¿Quién ha producido en mí este horror? Porque he pecado contra el Señor, he blasfemado de él, y he tentado al Dios vivo. ¡He aquí que mi mano se ha convertido en un fuego ardiente!

6. Pero un ángel, que estaba cerca de Salomé, le dijo: Extiende tu mano hacia el niño, aproxímala a él, y quedarás curada. Y, cayendo a los pies del niño, Salomé lo besó, y, tomándole en sus brazos, lo acariciaba, y decía: ¡Oh recién nacido, hijo del Padre grande y poderoso, niño Jesús, Mesías, rey de Israel, redentor, ungido del Señor, tú te has manifestado en la ciudad de David! ¡Oh luz que te has levantado sobre la tierra, tú nos has descubierto la redención del mundo!
7. Salomé añadió a estas palabras otras parecidas, y, en el mismo momento, su mano quedó curada. Y, levantándose, adoró al niño. Entonces, el ángel le dirigió la palabra, y le advirtió: Cuando vuelvas a Jerusalén, no digas a nadie la visión que te ha aparecido, no sea que llegue a conocimiento del rey Herodes, antes que el niño Jesús vaya al templo para la purificación, después de cuarenta días. Salomé repuso: Obedeceré, Señor, conforme a tu voluntad. Y, de regreso en su casa, no comunicó a nadie las palabras que el ángel le había dicho.

DE LOS PASTORES QUE VIERON LA NATIVIDAD DEL SEÑOR.

X.
1. Y, cerca de aquel sitio, habitaban los pastores de que ya hemos hablado. Pero sus rebaños de cabras y de ovejas no se recogían más que al caer la noche, en lugares apartados y lejanos, donde pastaban en las montañas y en la llanura. Y, al oscurecer, cada pastor reunía su rebaño, y velaba y guardaba sobre él las vigilias de la noche. Y he aquí que el ángel del Señor vino sobre los pastores, y la claridad de Dios los cercó de resplandor. Y tuvieron gran temor y, lanzando gritos, se congregaron en un mismo lugar, y dijeron los unos a los otros: ¿Qué palabra es ésta que hasta nosotros ha llegado, y que no conocemos?
2. Mas el ángel les dijo de nuevo: No temáis, hombres discretos e inteligentes que os habéis congregado Porque he aquí que os doy nuevas de gran gozo, y es que os ha nacido hoy mismo un salvador, que es el Cristo del Señor, en la ciudad de David. Y esto os será por señal. Cuando entráis en la gruta, hallaréis a un niño envuelto en pañales y echado en un pesebre de bueyes Y, después de haber oído al ángel, los pastores, en número de quince, fueron aprisa al paraje que les indicara aquél. Y, viendo a Jesús, se prosternaron ante él y lo adoraron. Y alababan en voz alta a Dios, diciendo: Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad para con los hombres. Y cada uno de los pastores volvió a su rebaño, alabando y glorificando al Cristo.

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