martes, 29 de diciembre de 2009

Anatomía descriptiva

Sin duda, la anatomía es una de las asignaturas más exigentes y fundamentales en todo estudio y carrera relacionados con las ciencias de la Salud. Sencillamente, si no se tiene conocimiento amplio, comprensivo y en lo posible profundo de la anatomía, ninguna competencia académica puede considerarse suficiente. Conocer el cuerpo humano es la base para todo otro conocimiento sea en Medicina, Enfermería, Fisioterapia y cualquiera de las áreas similares, por lo que esta asignatura es de las más rigurosas y exigentes en la profesionalización.
Dentro de todo ello, un clásico indispensable, y por ello mismo inevitable, es el Compendio de Anatomía Descriptiva de los meritoriamente archi-conocidos como insignes L. TESTUT – A. LATARJET. Por lo esencial de conocer este volumen compacto, se ha convertido en todas partes en algo así como el Catecismo de la anatomía, por lo que es el compañero infaltable de todo estudiante inicial de carreras médicas o similares.
Ciertamente, este libro es la puerta de entrada al ancho mundo anatómico humano, se dice por eso que sólo es un Compendio, necesario, indispensable y valioso sin embargo; bien lo dice así uno de los autores en su página de presentación:

“No es este libro un tratado didáctico, sino, como indica su título, un simple resumen, lo más sucinto posible, de las nociones de anatomía descriptiva que constituyen la materia del primer examen del doctorado en Francia.
He prescindido de la histología por el doble motivo de que no forma parte del examen precitado y porque en esta colección se le destina un volumen especial. Lo mismo he de decir de la embriología y de la anatomía topográfica.
Tampoco consignaré lo referente a las anomalías y a las variaciones anatómicas, pues, aun siendo muy interesantes en morfología general, tiene un valor secundario para el estudiante que se prepara para sufrir un examen.
Reducido a estos límites, escrito por otra parte en el estilo sumamente conciso que conviene a los compendios, sin ilustración ninguna, ni siquiera figuras esquemáticas, este Compendio de Anatomía Descriptiva, digámoslo desde luego, va destinado, no a los que necesitan aprender la anatomía, sino a los que necesitan refrescar la memoria de lo que aprendieron ya.
Así, pues, no quisiera verlo en manos de un principiante: para éste será siempre un libro obscuro, a veces absolutamente ilegible; al contrario, los que conozcan ya la anatomía lo comprenderán fácilmente y confío que lo leerán con provecho, puesto que ya en los cursos de disección se habrán familiarizado con los mil detalles descritos de nuestros diferentes sistemas anatómicos; sobre un punto concreto encontrarán rápidamente los datos necesarios, y por otra parte, sin recurrir constantemente a las grandes obras, podrán repasar en pocas semanas y hasta en algunos días las materias que necesitan para una conferencia, un examen o unas oposiciones.”

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Como la niña del ojo

La historia que cuenta esta novela no es precisamente placentera. Es casi seguro que hay mucho de autobiográfico es su contenido. Se trata de una época familiar que cualquiera quisiera borrar de su memoria. Sin embargo, su huella es tan profunda que, pasado mucho tiempo, al permanecer en el recuerdo, produce en cualquier espíritu sensible un dejo de calmada melancolía, salpicada incluso con destellos de dolorosa nostalgia, como cuando recordamos algo que, aunque nos dolió en el alma, no por eso puede ser obligadamente aborrecible, algo que solamente pueden sentir quienes han superado sus tragedias entre la transparencia de sus lágrimas y la fragilidad persistente de sus esperanzas.
“Como la niña del ojo” muestra, de modo descarnado a momentos, las vivencias de una familia que poco o nada puede contra una fuerza superior, invisible, inexplicable. Esta fuerza arremete incluso contra el sentido existencial profundo de los personajes, quienes terminan arrastrados hacia un futuro que nunca hubieran pensado.
La explicación del título no podrá encontrarse en la superficie argumental de la obra sino muy por encima, o muy por debajo, como quiera decirse. Se supone que la “niña del ojo” es lo más pequeño y frágil, pero también preciado que se pueda imaginar. Por qué una historia tan dolorosa podrá rotularse así? Talvez el autor nos invita a apreciarla como algo que, aun con sus espinas y el sufrimiento que significaría vivirla, igual ameritaría atesorarla, aun cuando haya sucedido de verdad (que talvez lo fue) no se la puede borrar.
“Como la niña del ojo” cuenta una historia sin final feliz, incluso se podría decir que sin final…, es la historia de una familia que finalmente opta por acatar con decoro un rumbo y destino al que, asimismo decorosamente, trató de resistirse.
Una gran novela, de verdad.
Leamos algo de su prólogo, que brinda la semblanza de su autor:

AARON APPELFELD es una de las más destacadas figuras de la literatura hebrea moderna. Nació en Chernovitz (1932) (hasta la Primera Guerra Mundial parte del Imperio Austro Húngaro y luego Rumania). A corta edad es arrastrado por los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y deportado por los nazis al campo de concentración de Transnistria. Junto con un grupo de niños que sobrevivieron a la masacre, llega a Israel en 1946, y es enviado a una granja educacional perteneciente a Aliat Hanoar (Inmigración Juvenil) en los alrededores de Jerusalem. Con la declaración del Estado de Israel, se ve envuelto nuevamente en la guerra. En 1950, se enrola en el ejército. Aprende por propias fuerzas el hebreo y completa los exámenes que le permitirán en 1952 ingresar en la Universidad Hebrea de Jerusalem donde estudia Literatura Hebrea y Filosofía. En 1962 publica su primer libro “Humo”; en 1964, “El valle fértil”. Ambos libros de cuentos cortos que le hacen acreedor por dos veces al premio “Ana Frank”. En 1965 publica un nuevo libro de cuentos, “Escarcha sobre la tierra”, que es premiado por la Asociación de Artistas.
En 1967-68 es invitado por la Universidad de Oxford, de Inglaterra, con el título de Profesor Residente en St. Cross College.
Dos libros de cuentos más: “En planta baja” y “Las durmientes del río”, completan su creación en dicho género.
Recibe el alto premio literario otorgado por el Primer Ministro. Publica una novela: “La piel y la camisa” y a fines de 1972, “Como la niña del ojo”, que es recibida con grandes elogios por la crítica y premiada con el premio literario “Brener”.
Sus cuentos son traducidos a la mayor parte de los idiomas europeos. Su obra estudiada en las universidades israelíes y pasa a ser parte integral de los programas de estudios en los Departamentos de Literatura Hebrea en la mayor parte de las universidades del mundo.
Appelfeld nos trae en su obra el “antes” y el “después” del cataclismo de la Segunda Guerra Mundial. Tratando de comprender las mutaciones y metamorfosis de quienes sobrevivieron a la fascinación trágica que arrastró a las víctimas a su fin. Esto lo hace con tono silencioso, íntimo, musical. Frases concisas, contenidas, que nos van envolviendo concéntricamente y nos llevan a otra dimensión, donde el hombre, como parte de la Naturaleza, es cazador y presa, asesino y víctima, prisionero del ciclo vital, más allá del bien y del mal,
En su novela “Como la niña del ojo”, narra Appelfeld en su estilo tan personal, los estertores de una familia judía radicada en una aldea de la Europa Central, poco antes de la llegada de Hitler al poder.
La vida de esta familia, dueña de una vasta heredad, rodeada por sirvientes y campesinos gentiles, es captada como un elemento extraño. Ya desde los primeros capítulos nos encontramos con un mundo idílico en pleno proceso de desintegración. Un mundo bello, acechado por la tragedia y en decadencia
La novela fluye suavemente, pero ya desde su comienzo sentimos una ráfaga premonitoria. Todo ese mundo no tiene futuro, el judío es extraño a la naturaleza que lo rodea. La familia está destinada a la melancolía y, por el contrario, los campesinos llenan con sensualidad las páginas del libro.
Appelfeld es aparentemente un escritor realista, pero su prosa esconde elementos fantásticos, como el grupo de viajantes de comercio encargados de la distribución y venta de los productos de la granja, que llegan a la hacienda cuando ven desmoronarse sus negocios; o los misteriosos “Parientes de la ciudad”, judíos ortodoxos ante quienes la familia también es extraña, o la música, veneno deleitoso al cual se entrega la familia en sus intentos de escape de una realidad amenazante.
La novela transcurre en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, pero cobra dimensiones fuera de tiempo y lugar. Una cultura que ha perdido sus raíces vitales está a punto de ser devorada por fuerzas primitivas y avasallantes.”

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Raza de bronce

La literatura boliviana siempre ha aportado personalidades y obras de verdadero alto nivel al contexto americano y mundial. Varias de ellas merecen contarse entre los modelos de su género, autores como Franz Tamayo, el insigne, Gregorio Reynolds, Ricardo José Bustamante, María Josefa Mujía, Ricardo Jaimes Freyre, Adolfo Costa du Rels, Ramiro Condarco Morales o Pedro Shimose, por citar algunos, figuran con mérito propio en antologías y compilaciones, enalteciendo a las letras de habla hispana.
Alcides Arguedas es considerado un verdadero pionero de la corriente en su tiempo denominada “indigenista” de la literatura americana, inscrita dentro del realismo narrativo que llegó a influir poderosamente en sociología, antropología y, cuándo no, política.
Compuesta sobre la base de un novelín suyo anterior, “Wata-Wara”, Arguedas pinta con singular realismo el despertar hacia una realidad social que a inicios del siglo XX aun permanecía hundido en una suerte de enclave medieval cuya huella aun hoy no puede desaparecer del todo, haciéndolo en un estilo lleno de metáforas no sólo expresivas sino también emotivas, llenas de plasticidad lingüística, trasfondo existencial profundo, cuestionamientos trascendentales, a través de episodios, escenas y actitudes ante las que no se puede permanecer indiferente,.
Gracias a esta novela hoy se puede valorar la situación de un país que en esa época, a casi un siglo de haber logrado su emancipación política, no acertaba a siquiera comenzar a construir su identidad auténtica, encerrando aun contradicciones en las que, como siempre, los humildes llevan la peor parte. Su realismo, a momentos cruel y apasionado, le ha valido a Arguedas críticas y cuestionamientos ácidos, especialmente ideológicos y políticos. Sin embargo, nadie se ha animado –además no lo podría- a cuestionar su visión casi fotográfica de una desigualdad social, de la que muchos no podían hablar, porque no les estaba permitido, y que algunos pocos preferían ignorar, porque no les convenía.
Por la estela de “Raza de Bronce” transitaron luego las letras de Botelho Gosálvez, Mendoza, Guzmán, Céspedes, Paredes y otros más, por lo que esta novela tiene el mérito, no sólo en Bolivia sino en la literatura hispana en general, de haber abierto el camino temático cada vez más cercano a la situación y cotidianidad de la gente, sin desdeñar por ello, empero, el eterno manantial de la fantasía, la emotividad y la inspiración propios de ese hermoso país llamado Literatura.
En lo estético, “Raza de Bronce” tiene atributos que la convierten en ejemplo didáctico a estudiar en las aulas; su estilo, estructura narrativa, recursos expresivos, complejidad argumental, casi todo, invitan a leerla y releerla. Para muestra, baste su página inicial:

“El rojo dominaba en el paisaje.
Fulgía el lago como un ascua a los reflejos del sol muriente, y, tintas en rosa, se destacaban las nevadas crestas de la cordillera por detrás de los cerros grises que enmarcan al Titicaca, poniendo blanco festón a su cima angulosa y resquebrajada, donde se deshacían los restos de nieve que recientes tormentas acumularon en sus oquedades.
De pie sobre un peñón enhiesto, en la última plataforma del monte, al socaire de los vientos, avizoraba la pastora los flancos abruptos del cerro, y su silueta se destacaba nítida sobre la claridad rojiza del crepúsculo, acusando los contornos armoniosos de su busto.
Era una india fuerte y esbelta. Caíale la oscura cabellera de reflejos azulinos en dos gruesas trenzas sobre las espaldas, y un sombrerillo pardo con cinta negra le protegía el rostro requemado por el frío y cortante aire de la sierra. Su saya de burda lana oscilaba al viento, que silbaba su eterna melopea en los pajonales crecidos entre las hiendas de las rocas, y era el solo ruido que acompañaba el largo balido de las ovejas.
Inquieta, escudriñaba la zagala.
No ha rato, al reunir su majada para conducirla al redil, había echado de ver que faltaba uno de sus carneros, y aunque no temía la voracidad de ninguna fiera ni la rapacidad de malhechores, recelaba que fuese incorporado a los hatos de la hacienda colindante, hechos a merodear en los flancos de la colina a orillas del lago o a la vera de los linderos marcados por hitos de adobes o pircas de rocalla, y ya harto conocía el ingrato rondar por entre gente agriada con pleitos, a cada instante suscitados por la posesión de ejidos que los terratenientes aún no habían deslindado.
La noche se echaba encima y pronto se haría difícil ordenar la marcha del rebaño. Al pensar en esto, dejó la zagala sus ovejas bajo el ojo vigilante de Leke, el lanudo y pequeño can, y se dirigió a las rocas que en gradiente coronaban la cima del cerro, cuyos flancos se bañan por un lado en la transparente linfa del lago, y del otro, se tienden con suave declive hacia la llanura, limitada a lo lejos por colinas chatas y altozanos y surcada en medio por la quiebra de un río.
Volvió a trepar a lo alto de una empinada roca, y desde esa atalaya tendió los ojos en torno.
El lago, desde esa altura, parecía una enorme brasa viva. En medio de la hoguera saltaban las islas como manchas negras, dibujando admirablemente los más pequeños detalles de sus contornos; y el estrecho de Tiquina, encajonado al fondo entre dos cerros que a esa distancia fingían muros de un negro azulado daba la impresión de un río de fuego viniendo a alimentar el ardiente caudal de la encendida linfa. La llanura, escueta de árboles, desnuda, alargábase negra y gris en su totalidad. Algunos sembríos de cebada, ya amarillentos por la madurez, ponían manchas de color sobre la nota triste y opaca de ese suelo casi estéril por el perenne frío de las alturas. Acá y allá, en las hondonadas, fulgían de rojo los charcos formados por las pasadas lluvias, como los restos de un colosal espejo roto en la llanura.”

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Historia de la música

Es verdad que antiguamente habían órganos musicales que funcionaban con agua? Cómo nació la ópera? En qué se diferencia una sinfonía de una sonata? Cómo fue la vida personal de Bach? Es verdad que muchos músicos terminaron perdiendo la razón? Y el dodecafonismo? New age? Paganini? Mozart? Eurídice? Magnificat? (y en mi interior, Wagner, Yanni…).
La historia universal de la música es tan amplia que su estudio, sólo somero, excedería el corto tiempo que generalmente se le asigna en escuelas y colegios “estándar”. Menudo problema para profesores de la materia que, por seleccionar lo más importante, a veces terminan por omitir, involuntariamente claro, lo que parece que no lo fuera, pero en verdad lo es.
Otro problema: la mayoría de los libros sobre historia de la música destinados a colegios hacen un tratamiento enciclopédico y, se diría, “literal” del tema que, casi invariablemente, termina cansando si no aburriendo a los alumnos, incluso a quienes sienten inclinación hacia tan bello arte.
Respondiendo a este problema, tres autores, en una iniciativa feliz, aunque muy injustamente ignorada, desarrollaron una “historieta de la música”, en que se muestra, a manera de cómics divertidos, lo más esencial y significativo de cada época musical de la humanidad, desde sus orígenes rudimentarios, pasando por la antigüedad, la Edad Media, Renacimiento, los siglos posteriores hasta casi hoy, comentando escuelas, corrientes estéticas, innovaciones técnicas, clima histórico y cultural, etc., con lo cual, a precio de poco esfuerzo y sin mayor cansancio, se puede tener un panorama amplio sobre lo que fue, es y posiblemente será la música a nivel global.
Su estilo gráfico divertido, su enfoque casual –aunque siempre objetivo y rigurosamente histórico–, la familiaridad con que describe cada época, y las varias anécdotas asociadas a autores, compositores, épocas y episodios, hacen de este libro-revista un valioso recurso pedagógico que se puede usar en cualquier colegio de Buenos Aires, Cochabamba, Madrid o escuelita de aldea, no sólo por lo agradable de leerse -y verse- sino por que la música es, verdaderamente, un lenguaje universal.
Así como los seguros de vida, así como el dinero, es mejor tener un libro y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo. Siendo escasos los textos dedicados a la historia de la música adaptados para adolescentes, no vendría mal contar con esta inmejorable ayuda de aprendizaje.

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Cómo estudiar y cómo aprender

Este es un libro pequeño pero valioso que debiera figurar entre los más leídos por colegiales y universitarios por igual. Aborda el casi eterno conflicto de entender qué es lo que realmente debe asumirse como estudiar y aprender. Muchos leen, estudian, o dicen hacerlo, incluso con tesón; pero se lamentan de que no aprenden, o, cuando más, pasan los exámenes pero… y más allá qué…?
Reconocido como uno de los psicólogos hispanos más grandes del último siglo, Mira y López aborda en este libro la gran cuestión de lo que verdaderamente significa estudiar y aprender, y cómo hacerlo, con un enfoque que, a pesar de haberse planteado hace más de tres décadas, parece ser un asunto intemporal. Aunque los estudiantes de hoy parecen tener varias veces más posibilidades que ayer para estudiar y aprender mejor, el fondo de la cuestión no ha cambiado mucho: ayer el problema era poca información; ahora con Internet, los videos educativos, la comunicación global, las enciclopedias en línea y todo eso, el problema parece ser el “exceso de información”, sumado a la avalancha de “información basura” o "no-información”; Y así, se podrían citar varios aspectos más.
Sin embargo, cómo se estudia? cómo se aprende? son las grandes preguntas de siempre, tanto para alumnos como para profesores…
El prólogo escrito por la a su vez insigne pedagoga Clotilde Guillén de Rezzano nos da una visión acerca de esta obra del siguiente modo:

“CÓMO ESTUDIAR Y CÓMO APRENDER es un libro destinado primordialmente a la juventud que estudia y, obvio es decirlo, a los adultos responsables de la educación de los jóvenes.
El profesor Emilio Mira y López expone en esta obra la técnica más adecuada para adquirir, elaborar, conservar y evocar, oportunamente, conocimientos y habilidades considerados necesarios para la información formativa del individuo.
En todas las épocas, esta técnica ha constituido un problema para los niños y los jóvenes —y aun para los adultos—, cada vez que han tenido necesidad de incorporar la sabiduría de sus antepasados o contemporáneos a su haber intelectual o práctico. Y todo estudiante, de las épocas pasadas lo mismo que de la actual, ha podido comprobar que, como dice Mira y López, “es posible estudiar sin aprender” y “aprender sin estudiar”, comprobación que si bien no ha resuelto el problema, ha ayudado a encontrar el camino de su solución.
En efecto, el sueño dorado de todos los estudiantes, de aprender sin estudiar, no es un mito: la fijación espontánea del conocimiento se realiza siempre que en el acto de aprender interviene el interés o la emoción, o ambos a la vez, y la pedagogía moderna, que ha hecho del primero el centro de la información formativa, y de la segunda un fermento de dicha información, ha reconocido una verdad empírica, sustentada por el sentido común durante mucho tiempo, y que la observación y experimentación sistemática han incorporado a la ciencia de la educación.
Pero la solución del problema fundamental del aprendizaje implica, a su vez, la necesidad de resolver los problemas secundarios que origina, y que son precisamente los que interesan prácticamente al estudiante, esto es: el qué, el por qué, el para qué, el cómo, el cuándo, el cuánto y el dónde del estudio.
En CÓMO ESTUDIAR Y CÓMO APRENDER, el profesor Mira y López plantea esos problemas y los resuelve con el arte, no muy frecuente, de decir con amenidad aquello que ha sido elaborado con austeridad científica. Las normas que sugiere, para obtener del aprendizaje el máximo resultado, se fundan en las conclusiones de la higiene, de la fisiología y de la psicología, limitadas por las características individuales.
Son de importancia excepcional las su gestiones contenidas en el capítulo titulado “La ayuda técnica al estudiante”. El alumno que fracasa en el trabajo diario, o en las pruebas periódicas reglamentarias, necesita asistencia y ayuda de un técnico del aprendizaje, y no reprimendas y castigos que sólo ahondan el mal, que puede llegar a ser irremediable.
Las oficinas de previsión y de asistencia del aprendizaje, que proporcionan al alumno que lo necesita la técnica que le conviene, de acuerdo con su índice de maduración, peculiaridades psicofisiológicas y circunstancias eventuales, constituyen el complemento indispensable de toda organización de la instrucción moderna. Corresponde a los técnicos del aprendizaje el tratamiento adecuado a los desaplicados y atrasados escolares, para convertir a los primeros en aplicados y normalizar el ritmo adquisitivo de los segundos. Hacer del estudio una fuente de placer y de satisfacciones es tarea que incumbe al pedagogo, pero enseñar a beber en ella, en la medida de las capacidades y necesidades individuales, es tarea que corresponde al técnico del aprendizaje.
Las sugestiones del profesor Mira y López tienen un valor inmenso y un alcance incalculable. Deben ser recogidas por quienes tienen los medios para llevarlas a la práctica, a fin de eliminar de la vida escolar esa dolencia llamada desaplicación, y esa lacra denominada atraso escolar.”

Para descargar el libro completo hay que pulsar AQUÍ.