sábado, 18 de julio de 2015

Evangelio árabe de la infancia de Jesús. Parte 4

Estos son libros y testimonios antiguos que muchas religiones cristianas no quieren que conozcas pero te los presentamos para que tú mismo elabores tus conclusiones.

These are books and old testimonies that many Christian religions don't want you to know but we present them to you so that yourself elaborates your conclusions.

Talvez no has leído aun:

Evangelio árabe de la infancia de Jesús. Parte 3.

Evangelio árabe de la infancia de Jesús. Parte 2.

Evangelio árabe de la infancia de Jesús. Parte 1.

Cartas entre Jesús y Abgaro rey de Edesa.

Carta de Poncio Pilato a Tiberio.


El evangelio árabe de la infancia de Jesús.

LAS FIGURILLAS DE BARRO.
XXXVI.
1. Un día, cuando Jesús había cumplido los siete años, jugaba con sus pequeños amigos, es decir, con niños de su edad. Y se entretenían todos en el barro, haciendo con él figurillas, que representaban pájaros, asnos, caballos, bueyes, y otros animales. Y cada uno de ellos se mostraba orgulloso de su habilidad, y elogiaba su obra, diciendo: Mi figurilla es mejor que la vuestra. Mas Jesús les dijo: Mis figurillas marcharán, si yo se lo ordeno. Y sus pequeños camaradas le dijeron: ¿Eres quizá el hijo del Creador?
2. Y Jesús mandó a sus figurillas marchar, y en seguida se pusieron a dar saltos. Después, las llamó, y volvieron. Y había hecho figurillas que representaban gorriones. Y les ordenó volar, y volaron, y posarse, y se posaron en sus manos. Y les dio de comer, y comieron, y de beber, y bebieron. Y, ante unos jumentos que hiciera, puso paja, cebada y agua. Y ellos comieron y bebieron. Los niños fueron a contar a sus padres todo lo que había hecho Jesús. Y sus padres les prohibieron para en adelante jugar con el hijo de María, diciéndoles que era un mago, y que convenía guardarse de él.

JESÚS EN CASA DEL TINTORERO.

XXXVII.
1. Otro día en que Jesús se paseaba y se divertía con varios niños de su edad, pasó por el taller de un tintorero llamado Salem. Y este tintorero tenía, en su taller, muchos trajes que pertenecían a las gentes de la población, y que se proponía teñir.
2. Y, habiendo entrado en el taller del tintorero, tomó todos aquellos trajes, y los echó en una tina de índigo. Cuando Salem el tintorero volvió, y vio todos aquellos trajes deteriorados, se puso a gritar con voz estentórea, y, agarrando a Jesús, le dijo: ¿Qué me has hecho, hijo de María? Me afrentarás ante todas las gentes de la población. Cada uno desea un color a su gusto, y tú has venido a estropear la obra. Y Jesús le dijo: Cambiaré a cada traje el color que quieras darle. Y, acto seguido, Jesús se puso a sacar de la tina los trajes, cada uno, hasta el último, con el color que deseaba el tintorero. Y los judíos, a la vista de prodigio tamaño, glorificaron a Dios.

JESÚS EN EL TALLER DE JOSÉ.

XXXVIII.
1. A veces, José llevaba a Jesús consigo, y circulaba por toda la población. Porque ocurría que las gentes, a causa de su arte, lo llamaban, para que les hiciera puertas, cubos para ordeñar, asientos o cofres. Y Jesús lo acompañaba por doquiera iba.
2. Y, cada vez que se necesitaba prolongar o recortar algún objeto, alargarlo o restringirlo, fuese en un codo o en un palmo, Jesús extendía su mano hacia el objeto, y la cosa quedaba hecha como deseaba José, sin que éste tuviese que poner la mano en ello. Porque José no era hábil en el oficio de carpintero.

EL TROZO DE MADERA ALARGADO.

XXXIX.
1. En cierta ocasión, el rey de Jerusalén llamó a José, y le dijo: José, quiero que me hagas un lecho suntuoso, cuyas dimensiones sean exactamente iguales a las del salón en que tengo mis asambleas. José repuso: ¡A tus órdenes! E, inmediatamente, se puso a fabricar el lecho, y permaneció dos años en el palacio del rey, antes de terminarlo. Mas, cuando quiso colocarlo en su sitio, se encontró con que una de las piezas era dos palmos más corta, en todos los sentidos, que la pieza simétrica. A la vista de esto, el rey montó en cólera contra él. Y José, en el exceso de temor que el rey le inspiraba, pasó la noche en ayuno, sin tomar ningún alimento.
2. Y Jesús le preguntó: ¿De qué tienes miedo? José contestó: He aquí que he perdido todo el trabajo de dos años. Jesús le dijo: No te empavorezcas, ni te espantes. Y, tomando uno de los extremos de la pieza, añadió: Toma tú el otro extremo. Y Jesús suspendió la pieza, y la hizo igual a la pieza gemela, diciendo a José: Haz ahora lo que te plazca. Y José comprobó que el lecho se hallaba en buen estado y a medida del local. Ante cuyo prodigio los asistentes quedaron llenos de estupor, y alabaron a Dios.
3. Y la madera que sirvió para hacer aquel lecho, era madera de esencias y de cualidades diferentes, como la empleada en la construcción del templo, por el rey Salomón, hijo de David.

LOS NIÑOS CONVERTIDOS EN MACHOS CABRÍOS.

XL.
1. En otra ocasión, Jesús había salido por las calles. Y, habiendo visto a algunos niños, que se habían reunido para jugar, se dirigió a ellos. Pero los niños, al advertir que se les acercaba, huyeron de él, y se ocultaron en un horno. Jesús los siguió, se detuvo a la puerta de la casa, y, viendo a unas mujeres, les preguntó dónde habían ido los niños. Y las mujeres respondieron: No hay aquí uno solo. Él les dijo: Y los que están en el horno, ¿quiénes son? Las mujeres le dijeron: Son machos cabríos de tres años. Y Jesús exclamó: Salgan afuera, cerca de su pastor, los machos cabríos que en el horno están. Y del horno salieron cabritillos, que saltaban y brincaban, jugueteando, alrededor de Jesús. Testigos de este espectáculo, las mujeres, presa de admiración y de pavor, corrieron a prosternarse en súplica ante Jesús, diciéndole: ¡Oh Señor Nuestro, Jesús, hijo de María! Tú eres, en verdad, el buen pastor de Israel. Ten piedad de tus siervas, que están en tu presencia, y que no dudan de ti. ¡Oh Señor nuestro, tú has venido a curar, y no a hacer perecer!
2. Y Jesús les respondió: Los hijos de Israel están colocados, entre los pueblos, en el mismo rango que los negros. Porque los negros merodean por los flancos de los rebaños descarriados, e importunan a los pastores, y lo mismo hace el pueblo de Israel. Y las mujeres dijeron: Señor, tú sabes todas las cosas, y nada te está oculto. Pero los hijos de Israel nunca más te huirán, ni se esconderán de ti, ni te importunarán. Rogámoste, y esperamos de tu bondad, que tornes a esos niños, servidores tuyos, a su condición primera. Y Jesús gritó: Corred aquí, niños, y vamos a jugar. Y, en el mismo instante, los cabritillos recobraron su forma, y se convirtieron en muchachos, ante los ojos de aquellas mujeres. Y, a partir de aquel día, no les fue ya posible a los niños huir de Jesús. Y sus padres les advirtieron de ello, diciéndoles: Cuidad de hacer todo lo que os diga el hijo de María.

JESÚS EN PAPEL DE REY.

XLI.
1. Cuando llegó el mes de adar, Jesús congregó a los niños alrededor suyo, y les dijo: Démonos un rey. Y los apostó sobre el camino grande. Y ellos extendieron sus vestidos en el suelo, y Jesús se sentó encima. Y tejieron una corona de flores, y la pusieron sobre su cabeza, a guisa de diadema. Y se colocaron junto a él, formados en dos grupos, a derecha e izquierda, como chambelanes que se mantienen a ambos lados del monarca.
2. Y a quienquiera pasaba por el camino, los niños lo atraían a la fuerza, y le decían: Prostérnate ante el rey, ve lo que desea, y después prosigue tu marcha.

CURACIÓN DE SIMÓN, MORDIDO POR UNA SERPIENTE.. DOS PRODIGIOS MÁS.

XLII.
1. Mientras tanto, he aquí que se aproximaron a aquel sitio varias personas, que transportaban a un niño de quince años, llamado Simón. Este niño había ido con otros a la montaña para recoger leña. Y, en la montaña, encontró un nido de gorriones, y extendió la mano para coger los huevos. Y una serpiente venenosa, que se encontraba en el nido, lo mordió. Y pidió socorro, y, cuando sus compañeros llegaron, lo vieron yacente en tierra como un muerto. Y sus padres lo llevaban para conducirlo a Jerusalén a que lo viese un médico.
2. Al pasar frente al grupo de niños, en que Jesús se encontraba ejerciendo su papel de rey, con sus compañeros en torno suyo, semejantes a servidores, éstos dijeron a los portadores del niño: Venid a ver lo que el rey desea de vosotros, y saludadlo. Pero ellos se negaron a ir, a causa del disgusto que experimentaban. Entonces los niños los arrastraron violentamente y a pesar suyo.
3. Los padres de Simón lloraban, porque el niño andaba muy mal de su mordedura, y tenía el brazo inflamado y tumefacto. Cuando llegaron cerca de Jesús, éste les preguntó: ¿Por qué lloráis? Y ellos respondieron: A causa de este nuestro hijo, que, habiendo ido a buscar nidos de gorriones, fue mordido por una serpiente. Y Jesús dijo a todos: Venid conmigo a matar la serpiente. Mas los padres del niño dijeron: Déjanos marchar, porque nuestro hijo está a punto de morir. Los camaradas de Jesús replicaron: ¿Os negáis a obedecer, después de haber oído lo que el rey ha ordenado? Vamos a matar la serpiente. Y, sin otro permiso, emprendieron la subida a la montaña.
4. Cuando llegó cerca del nido, Jesús preguntó a los padres: ¿Es aquí donde se encuentra la serpiente? Y ellos respondieron: Sí. Entonces Jesús llamó a la serpiente, que salió sin retardo, y se humilló ante él, que le dijo: Ve a chupar el veneno que has inyectado a ese niño. Y la serpiente se arrastró hasta éste, y le chupó todo su veneno. Y Jesús la maldijo, y la serpiente reventó. Y puso su mano sobre el pequeño, que, aun viéndose curado empezó a llorar. Mas Jesús le dijo: No llores, que con el tiempo serás mi discípulo. Y este discípulo era el mismo de que habla el Evangelio, y que los apóstoles llamaron Simón Zelote o Qananaia, a causa de aquel nido de gorriones, en el cual una serpiente lo había mordido.
5. Poco después, llegó un hombre de Jerusalén. Y los niños fueron a él, y lo detuvieron, diciéndole: Ven a saludar a nuestro rey. Y, cuando el hombre obedeció, Jesús observó que llevaba enroscada al cuello una serpiente, la cual, tan pronto lo sofocaba, como aflojaba sus anillos. Jesús le preguntó: ¿Cuánto tiempo hace que esa serpiente está en tu cuello? El hombre respondió: Hace tres años. Jesús añadió: ¿De dónde cayó sobre ti? El hombre contestó: Yo le hice una buena acción, y ella me la devolvió con otra mala. Jesús insistió: ¿De qué manera le hiciste bien, y ella te lo pagó con mal? El hombre repuso: La encontré en invierno, aterida de frío. La puse en mi pecho, y, llegado a mi casa, la metí en un cántaro de tierra, cuya abertura cerré. Y, cuando abrí el cántaro, para sacarla de allí, se lanzó a mi cuello, y en él se enroscó. Me atormenta, me estrangula, y no puedo librarme de ella. Y Jesús dijo: Has obrado mal, sin saberlo. Dios ha creado a la serpiente para vivir en el polvo de la tierra, y tener alternativamente frío y calor. De ti dependía que hubiese seguido viviendo en el polvo de la tierra, conforme a la voluntad divina. Pero la has agarrado, llevado contigo, y encerrado en un cántaro, sin darle alimento. No has procedido bien al respecto suyo. Y Jesús dijo a la serpiente: Baja de donde estás, y vete a vivir en el suelo. Y la serpiente obedeció, y se desprendió del cuello del hombre, que dijo: En verdad, tú eres rey, el rey de los reyes, y todos los encantadores y todos los espíritus rebeldes reconocen tu imperio, y te obedecen.
6. Advino en seguida un joven montado sobre un asno, y acompañado de un viejo, que, llorando, lo sostenía. Y, Jesús lo vio, se apiadó de él, y le dijo: ¿Qué tienes, viejo, que así lloras? ¿Cuál es la causa de tus lágrimas? Y el viejo dijo: ¿Cómo no llorar y atormentarme? Este hijo mío era quien a mí y a su madre, también anciana, nos sustentaba y nos servía. Pero unos ladrones lo han asaltado, desvalijado, golpeado, herido, y después se han marchado, dejándolo por muerto. Y Jesús sintió compasión por el viejo, y puso su mano derecha sobre el joven, que inmediatamente quedó curado de sus heridas, se apeó del asno, se puso en marcha por su propio pie, y regresó a su hogar con su progenitor.

JACOBO MORDIDO POR UNA VÍBORA.

XLIII.
1. Otra vez, José mandó a su hijo Jacobo a buscar leña al bosque, y Jesús partió en su compañía. Cuando llegaron al sitio en que la leña se encontraba, Jacobo se puso a recogerla. Y he aquí que una mala víbora lo mordió en la mano, y el niño empezó a gritar y a llorar.
2. Y Jesús, viéndolo en aquel estado, se acercó a él, y sopló sobre la mordedura, que quedó cicatrizada. Y la víbora se desecó, y Jacobo se encontró sano y salvo.

RESURRECCIÓN DE ZENÓN, CAÍDO DE UNA AZOTEA.

XLIV.
1. Algunos días más tarde, Jesús jugaba con otros niños en la azotea de una casa. Uno de ellos cayó al suelo, y murió instantáneamente. Y los niños se dijeron los unos a los otros: ¡Ea! Digamos que quien lo ha tirado es Jesús, el hijo de María. Y huyeron todos, y Jesús quedó solo en la azotea. Cuando los padres del niño llegaron, dijeron a Jesús: Tú eres quien ha tirado a nuestro hijo desde lo alto de la azotea. Y él les respondió: No soy yo quien lo ha tirado. Mas ellos se pusieron a gritar, diciendo: Nuestro hijo ha muerto, y tú eres su matador.
2. Y Jesús, María y José fueron detenidos por la muerte de aquel niño, y se los condujo a la presencia del gobernador. Y ante éste depusieron los niños contra Jesús, como si hubiera sido él quien tirara al niño de la azotea. Y el gobernador dijo: Ojo por ojo, diente por diente, vida por vida. Cuando le tocó declarar a Jesús, respondió al juez en estos términos: No se me impute tan mala acción. Y, si no me crees, ¿bastará con que interroguemos al niño, para que manifieste la verdad? Si yo resucito a ese niño, y si él dice que no he sido yo quien lo ha tirado, ¿qué harás con los que han dado falso testimonio contra mí? El juez respondió, y dijo a Jesús: Si haces eso, tú serás absuelto, y los otros serán condenados. Entonces Jesús, acompañado del juez y de gran multitud, fue hasta donde estaba el niño muerto, y, colocándose cerca de su cabeza, gritó en alta voz: Zenón, Zenón, ¿quién te ha tirado de la azotea? ¿He sido yo? Y el muerto respondió, diciendo: ¡Perdón, Señor Jesús! Tú no me has tirado, y ni siquiera estabas allí, cuando me tiraron mis compañeros. Estos niños que han depuesto mentirosamente contra ti son los que me tiraron, y yo he caído. Entonces Jesús se aproximó a Zenón, lo tomó por la cabeza, lo irguió sobre sus pies, y dijo a los asistentes: ¿Habéis oído y visto? Y los adversarios de Jesús quedaron cubiertos de oprobio, y los espectadores, sorprendidos, se admiraron de prodigio tamaño, y alabaron a Dios, diciendo: Verdaderamente, Dios está con este niño. ¿Qué llegará a ser con el tiempo? Y Jesús se acercaba a la edad de doce años cuando hizo aquel milagro.

EL AGUA RECOGIDA EN UNA TÚNICA.

XLV.
1. Y María dijo, una vez, a Jesús: Hijo mío, ve a buscarme agua al pozo. Mas, a causa del gran gentío que alrededor del pozo se comprimía, el cántaro, lleno de agua, como estaba, cayó y se rompió.
2. Y Jesús, desplegando la túnica que lo cubría, recogió el agua en ella, y la llevó a su madre. Y María quedó admirada en extremo. Y todo lo que veía, lo guardaba y lo encerraba en su corazón.

EL HIJO DE HANAN CASTIGADO CON PARÁLISIS.

XLVI.
1. Otra vez, Jesús se encontraba cerca de un canal de irrigación, y con él se encontraban otros niños. Y se entretenían en hacer pequeños depósitos de agua. Y Jesús, con barro, había formado doce pajaritos, y los colocó en los bordes de su depósito, tres a cada lado. Y era sábado aquel día.
2. Sobrevino el hijo de Hanan el judío, y, viéndolos así ocupados, les dijo con cólera y acritud: ¡En día de sábado amasáis barro! Y, lanzándose contra ellos, destruyó sus depósitos. Cuanto a Jesús, batió sus manos, se volvió hacia los pájaros que había hecho, y éstos volaron, chillando.
3. El hijo de Hanan se dispuso también a romper el depósito de Jesús, y el agua se desecó. Y Jesús le dijo: ¡Deséquese tu vida, como se ha desecado este agua! Y, en el mismo momento, el niño fue atacado de parálisis.

JESÚS EMPUJADO POR UN NIÑO.

XLVII.
1. Un día, Jesús caminaba con José. Y encontró a un muchacho que corría, y que, tropezando con él, lo hizo caer.
2. Y Jesús le dijo: Como me has hecho caer, así caerás tú, para no levantarte más. Y, en el mismo momento, el muchacho cayó, y murió.

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