martes, 26 de enero de 2010

La ciencia. Su método y filosofía

Realmente, este debiera ser, si no el primero, uno de los primeros libros de lectura obligatoria en cualquier curso inicial universitario. En buena parte de los casos, por no decir en la mayoría, la comprensión de la esencia de la ciencia y, dentro de ella, la investigación científica, es algo que no siempre se aborda con la formalidad que precisaría el estudio y formación en cualquiera de ellas, y de sus especialidades.
Sin generalizaciones pretenciosas, lo que suele ocurrir es que el plan de estudios iniciales universitarios incide preferentemente en los fundamentos de la investigación como componente curricular, y dentro de ella, sólo un abordaje panorámico y por tanto superficial acerca de la ciencia en general y sus elementos, para “cortar” o “acortar” camino iniciando lo que corresponde a las técnicas de investigación en sí mismas. Incluso en algunos países, en realidad muchos, se suele dar por supuesto que los estudiantes ya cuentan, por haber culminado la secundaria, con la suficiente formación como para tener que “repetir” temas y contenidos que, desde el enfoque de los catedráticos universitarios, “ya no les corresponde”. De modo similar, aunque inverso, los docentes de secundaria asumen que, teniendo este nivel educativo un cariz humanístico y amplio, o enciclopédico, casi generalizado en Latinoamérica, eso de “profundizar” en los “adentros” de lo que es la ciencia y la investigación como su herramienta, ya es temática universitaria, desencuentro que tiene en medio, desorientados, a los adolescentes bachilleres.
Como desemboque, no es raro encontrar estudiantes, incluso de cursos superiores de universidad, que a fuerza de “hacer tareas” o de “aprender en el camino”, estudian ciencia, incluso hacen ciencia, estudian investigación, incluso hacen investigación, sin comprender del todo “de qué se trata en última instancia todo ello” (perdón por las redundancias).
Es en los últimos cursos, cuando despunta la necesidad de preparar los diseños, perfiles o protocolos previos a las tesis o trabajos de fin de carrera, que se siente la necesidad imperiosa de “repasar” o talvez “terminar de asimilar” lo que en realidad se debió saber, si no dominar, desde un principio. Es como cuando un pianista que aprendió “de oído” su arte y técnica tiene la necesidad de estudiar teoría de composición o notación musical, cuando a varios años de carrera, o incluso de éxitos, debe enfrentar el desafío de sus propias composiciones. Casos que si bien no son precisamente “mortales”, empero no dejan de ser contradictorios.
Es precisamente en este aspecto que la obra “La ciencia. Su método y filosofía” de Mario Bunge, cumple una función de mucho valor para docentes y estudiantes. Es una introducción escrita en un estilo ameno y comprensible, casi coloquial (incluso cabría decir “colegial” por su extrema facilidad de comprensión, lo que aumenta su valor como recurso educativo sin sacrificar rigurosidad lógica, sistemática y “científica”) a todo lo que es la ciencia, sus características y dinámica, así como la investigación científica y sus rasgos fundamentales.
A diferencia de otros manuales, asimismo respetables, que suelen orientarse a algún campo científico en especial, dando énfasis por tanto a lo que interesa a dicho ámbito, Mario Bunge parece haber encontrado la eclecsis (de “ecléctico”: tendría que escribirse así?) cualitativa por la que lo que escribe valga por igual a quien estudia Derecho, Medicina, Química, Astronomía, Filosofía, Economía o Biología. Su relativa brevedad, lograda por tratar los temas puntualmente, y su lenguaje claro, exento casi por completo de terminologías eruditas que, desde la perspectiva de un estudiante promedio de “veinti-tantos” años, semeja una niebla precisamente donde se necesita la mayor transparencia para alentar la comprensión (y el gusto por aprender a aprender), hacen de “La ciencia…” un libro infaltable en cualquier biblioteca. No a otra cosa parece deberse que se lo cite en “la mitad más uno” de los trabajos de tesis universitarias y/o similares.
Sinceramente, un libro recomendable… Como muestra basten unos párrafos en los que Mario Bunge nos habla del “trato” que se da a la ciencia, como tal, en muchas universidades:

“Es fácil advertir cuán modesto es el lugar que actualmente ocupa la filosofía de la ciencia en nuestras universidades. Si se exceptúan los pintorescos cursos de "epistemología de la ingeniería" de años recientes, la filosofía de la ciencia se enseña solamente en las facultades de filosofía, y en éstas no ocupa un lugar importante. ¿Qué importancia puede dársele a uno de los pocos cursos de filosofía sistemática que figuran en un plan de estudios que parece confeccionado a la medida de especialistas en filosofía grecorromana y medieval? ¿Qué importancia puede tener un único curso de filosofía de la ciencia, comparado con todos los cursos de filosofías y de lenguas muertas? Es una de tantas materias, acaso la más humilde de todas.
Tan poca importancia se le asigna a la filosofía de la ciencia en nuestra universidad, que el estudiante es lanzado a ella inerme. No se le dota, por ejemplo, de nociones científicas de nivel universitario; no se le equipa con las herramientas de la lógica moderna y del análisis lógico del lenguaje; ni siquiera se le exige un conocimiento suficiente del inglés, del alemán y del francés. Es claro que a menudo se hallaba consuelo en la circunstancia de que tampoco se exigían estos requisitos elementales a quienes enseñaban la materia o simulaban hacerlo.
La filosofía de la ciencia está arrinconada en el plan de estudios y, en general, en el panorama filosófico del país. Entre nosotros no se considera deseable que el filósofo se inspire en el modo de proceder del científico, quien comienza por los hechos, luego los describe y más tarde formula hipótesis y construye teorías para explicarlos; después deduce de ellas conclusiones particulares verificables, recurre eventualmente a nuevas observaciones o a nuevos cálculos, y contrasta sus conclusiones con estos resultados; y, finalmente, si lo halla necesario, corrige sus conjeturas sin compasión. Este severo carácter autocorrectivo de la investigación científica no suele estimarse superior al carácter oracular habitual en la filosofía tradicional, la que no siempre titubeaba en formular conjeturas sin fundamento y sin verificación.
Entre nosotros apenas se considera interesante la riquísima problemática filosófica que suscita la ciencia: para algunos, dicha problemática es demasiado estrecha, para otros demasiado árida, y para la mayoría de los filósofos y de los científicos ella apenas existe: se cree vulgarmente, en efecto, que la ciencia carece de problemas filosóficos y que no es más que una máquina de buscar datos. Entre nosotros suele encontrarse más cómodo adoptar una postura especulativa y de desprecio por los hechos y por la razón que adoptar una actitud crítica fundada en los hechos y que haga pleno uso de los instrumentos de la razón: es más fácil proclamar la bancarrota de la razón y las limitaciones de la ciencia, anunciando que se está en posesión de fórmulas definitivas, o bien de una peculiar intuición que ahorraría el trabajoso camino de la investigación. Se busca la explicación última de todas las cosas sin atender a las explicaciones provisionales y perfectibles de la ciencia.”

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lunes, 11 de enero de 2010

Las Centurias de Nostradamus

Desde Waterloo hasta la guerra en Irak, desde el advenimiento de los viajes espaciales hasta la amenaza de un cometa que, se dice, cambiará la vida en nuestro planeta, muchas cosas parecerían haber sido previstas (pre-vistas) y anunciadas, en un lenguaje alegórico al parecer deliberadamente ambiguo, por Nostradamus. Hoy, su nombre implica misterio, ansiedad por descubrir el mensaje secreto de sus palabras, y la coincidencia, forzada o no, que muchos intérpretes hacen entre lo que dijo hace ya muchos siglos y lo que ocurrió, y ocurre actualmente, no haciendo sino aumentar la intriga.
La verdad es que Nostradamus escribió menos, mucho menos que lo que antes y ahora se escribe en torno a él, no sin razón, porque si bien en vida mostró indiscutibles cualidades de vidente, como aquel episodio en que saludó a un novicio sacerdote lo hizo con tanta veneración diciendo que se encontraba frente a un futuro Papa (predicción que se cumplió en realidad); luego de su fallecimiento su fama creció más ya que sus Centurias parecen contener una clave de la historia actual y venidera.
Más allá de adeptos y críticos, lo cierto es que no se puede permanecer indiferente a su obra. Nostradamus vivió en una época en que la adivinación y la “videncia” eran tomadas como cualidad maléfica duramente reprobada, aunque aceptada o incluso “buscada” a ocultas, razón por que seguramente eligió un estilo tan peculiar que aumentó el misterio al mismo tiempo que la fascinación por asociar o “hacer coincidir” lo que supuestamente predijo para una época concreta.
Un ejemplo de ello es la referencia que se hace a un personaje del mundo islámico asociado a la última época de la actual civilización humana: en la década de los 70 del siglo XX, se lo asociaba con Yassir Arafat, aunque otros lo “hacían coincidir” mejor con Muhahar El Gadaffi; a partir de la guerra irano-irakí se pensó que Nostradamus se refería a Sadam Hussein; sin embargo, hoy se dice que el mejor candidato para ese perfil es Bin Laden, en fin … Aunque también, para admiración y mayor intriga, algunas de sus predicciones son casi puntuales y literales, como el apellido de un gran tirano Hister (quiso decir Hitler?)
De todos modos, las Centurias serán el motivo de interpretaciones cada cual ajustada a la situación de los acontecimientos o el juego de fuerzas invisibles que influyen en la historia global.
Hoy que gradualmente parece estarse incrementando la inquietud en torno al año 2012 para el que, según se dice, hay profecías coincidentes del antiguo mundo egipcio, chino y maya, al extremo de que una producción cinematográfica se ocupa específicamente del caso, no estará demás escudriñar lo que este médico y astrólogo francés, Nostradamus, nos ha legado como una tarea de interpretación, escrita en cuartetos rimados de difícil esclarecimiento:

I
De noche, sentado y en secreto estudio.
Tranquilo y solo, en la silla de bronce:
Exigua llama saliendo de la soledad,
Hace prosperar lo que no debe creerse en vano.
II
La vara en la mano entre los sacerdotes de Apolo
Por la onda bañada la orla y el pie:
Un miedo y una voz vibran por las mangas:
Esplendor divino. El divino se sienta a mi lado.
III
Cuando la litera por el torbellino se vuelque.
Y los rostros cubiertos por sus capas.
La república por las gentes nuevas vejadas,
Entonces blancos y rojos juzgarán al revés.
IV
Habrá un monarca para el Universo
Que no estará mucho tiempo en paz y con la vida:
Entonces se perderá la barca pesquera.
Se enfrentará al mayor desastre.
V
Perseguidos lo serán para que dure el combate
Por el campo serán más fuertemente oprimidos:
Burgo y ciudad sostendrán mayores luchas
Carcas. Narbonne acabarán extenuadas.
VI
El ojo de Ravenna quedará destituido.
Cuando fallen las alas de sus pies:
Los dos de Brescia habrán reconstruido.
Torino. Vercelli que Galos arrasaron.
VII
Tarde llegado, la ejecución cumplida.
Los vientos contrarios, cartas tomadas por el camino:
Los conjurados XIII de una secta.
Por Rousseau cercenadas las empresas.
VIII
Cuantas veces tomada la ciudad solar
serán cambiadas las leyes bárbaras y vanas:
Tu mal se acerca. Ya no más tributaria
El gran Adriano recorrerá tus venas.
IX
De Oriente vendrá el corazón Púnico
A hostigar a Adriano y a los herederos de Rómulo
Acompañado de la flota Líbica.
Temblando los Malteses y los de las vacías islas cercanas.
X
Serpientes llevadas en jaulas de hierro
Donde los séptimos hijos del Rey son presos
Los viejos y los padres saldrán de su infierno profundo,
para ver morir su fruto con muerte y grito.
XI
El movimiento de los sentidos, corazón, pies y manos
Estarán de acuerdo Nápoles, Lyon y Sicilia
Espadas, fuegos, aguas luego a los nobles Romanos,
Caed, matad, muertos por su débil cerebro.
XII
A poco dirá la hoz brutal y frágil.
De bajo en alto levantada con presteza.
Luego al instante desleal y lábil.
Quien en Verona tendrá el gobierno.
XII
Los exiliados por ira, odio intestino,
Harán al Rey gran conjura:
Secretamente meterán al enemigo por la galería.
Y a sus viejos deudos contra ellos alzarán.

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El conocimiento del universo

De entre los muchos, y buenos, libros que tratan del Universo, no tanto destinado a escuelas y colegios sino orientados a su comprensión más amplia y global, posiblemente este sea uno de los pocos que lo hace de modo integral, tanto histórica como “multidisciplinariamente”. Unos textos se concentran en la parte descriptiva, se diría topográfica, otros en lo concerniente a la cosmogonía, no faltan aquellos que se sumergen o elevan (como uno quiera asumirlo) en el ámbito filosófico; los hay dedicados solamente al aspecto material de la totalidad, otros pocos –realmente pocos– se aventuran por la senda del psiquismo.
Sin embargo, entre los que tratan de abarcarlo todo, sin descuidar empero la rigurosidad sistemática que amerita el tema, está precisamente la pequeña pero importante obra de Jean E. Charon. La debiera leer todo profesor de Secundaria y universitario que enseña lo relacionado con el conocimiento y comprensión de la “realidad total”, porque este libro, con la propuesta de una “teoría unitaria” del universo, que comprenda lo mismo la dinámica atómica, sideral o incluso la de la vida y el psiquismo como realidad y parte del “todo”, efectivamente, es una referencia de primer orden.
En él se encontrará no sólo el debate entre la continuidad de la realidad frente a la discontinuidad de nuestra percepción, el histórico debate entre la Relatividad y la Cuántica, ante la cual Jean E. Charon plantea, ecuaciones generales mediante, su propia idea y principios para una teoría unitaria del universo, sino también la forma o fundamento en que dentro de esta concepción se incluirían el fenómeno de la vida, el psiquismo y la espiritualidad, no sólo como atributo de ciertos seres, como los humanos, sino como una verdadera transversalidad en todo lo que existe.
Por todo ello, y mucho más, se trata de un libro que no debiera faltar en ninguna biblioteca que se precie de serla. Posiblemente por ello, el editor de la traducción impresa de su original francés, prologa esta hermosa obra con estos conceptos:

“Este séptimo volumen de la colección “Microcosmo” debería ser el primero, si nos hubiésemos ajustado a un plan muy riguroso en nuestro estudio de la naturaleza. ¿Acaso la pregunta “¿Qué es el Universo?” no constituye por ventura el alfa y el omega de la curiosidad científica? Cada civilización, cada época y cada generación ha solucionado a su manera este problema, dándole una solución jamás totalmente falsa ni totalmente cierta, un peldaño de la tambaleante escala que ha permitido al Hombre ir progresando, de aproximación en aproximación, en el conocimiento del mundo que le rodea. No hay que juzgar estas soluciones en términos de verdad o de error, sino en términos de ascensión. El peldaño más alto, que permite distinguir un horizonte más amplio, es útil, y. por lo tanto, bueno, o sea provisionalmente verdadero. Cada teoría del Universo, cada cosmogonía señala así una etapa en la ascensión del espíritu humano hacia la cumbre (o el centro) del mundo, hacia el punto desde el cual la mirada ya no descubrirá ni sombras ni misterios.
Esta apasionante aventura intelectual, Jean Charon no nos la hace revivir como un trovador que canta las gestas ajenas, sino como un peregrino, como un hombre que ha seguido el itinerario y que incluso ha avanzado solo, en descubierta, por algunos senderos que aún no han sido hollados. Muchos recordarán la sensación que causó, a comienzos de 1960, su comunicación sobre una nueva teoría unitaria del universo. También muchos recordarán que le fue conferido el premio Galabert de Astronáutica por la aportación que significó esta teoría en el campo de la gravitación. Quien os habla es un precursor, un precursor que regresa dominado aún por el deslumbramiento de lo que ha visto (o de lo que ha adivinado, o soñado) y que ningún hombre antes que él había contemplado. Jean Charon nos revela este deslumbramiento y la difícil búsqueda que lo precedió, y lo hace con la pasión del explorador. Espero que el lector, como yo, le agradecerá no haber desencarnado el más abstracto de los problemas y de haber incluido, en cambio, al Hombre en su síntesis del Universo.”

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Diccionario médico etimológico

Para la mayoría de las personas ajenas al mundo de la medicina, y con vital razón, para estudiantes de alguna carrera relacionada con ella, el aprendizaje y uso habitual de la terminología propia de ese campo representa un verdadero desafío. Términos como “aneurisma”, “neoplasia”, “colecistectomía”, “biopsia” y una casi infinidad más que oímos decir a los profesionales del área casi siempre nos producen una sensación de misterio y alguna que otra de temor, especialmente cuando se refieren a nosotros. Incluso, daría la impresión de que se trata de una jerga creada precisamente para “ocultar” a los demás aquello que posiblemente sea difícil o “inconveniente” que lo sepamos. Será ello “tan así”? La verdad, parece que no sea para tanto…
Según se sabe, el uso de términos propios en medicina no es exclusivo; hay tecnicismos de cada ciencia y disciplina (astronáutica, ingeniería, computación, etc.) que resultan bien de la costumbre o, fundamento más sólido, de una cierta universalización de conceptos, unidades o significados que traspasa la barrera de los idiomas y el sentido subjetivo que cada cual puede asignarles. En el caso de la medicina, es evidente que el origen de muchos términos data desde cuando en sus inicios el griego y el latín eran todavía lenguas universales en el intercambio de información, especialmente en los círculos académicos de alto nivel, algo así como lo es ahora, digamos, el inglés. Así, médicos e investigadores tenían un “instrumento comunicativo común” que les evitaba el trabajo, y riesgo, de traducir un concepto, diagnóstico o criterio afín, entre un idioma y otro, campo abierto para las ambigüedades, confusiones y secuelas que ellos pudieran acarrear. Dicho en otras palabras, el fin no explícito pero implícitamente convenido fue evitar una larga procesión de abundamientos y de “donde digo Digo digo Diego…”
Visto de este modo, y aunque al común de los mortales nos resulte incómodo, esta terminología tiene su fin, y noble; por lo que no debe endilgársele falsos ocultismos, ya que sólo se trata de significados expresados a través de herramientas “no tradicionales” o “no corrientes” del lenguaje común. Es como el Spanglish, o la jerga que usan los adolescentes de una época cualquiera, algo no tan familiar para nosotros pero no por eso incoherente, para ellos.
Entendiendo que al respecto puede ser de utilidad, tanto para el público como para quienes se relacionan directamente con el mundo de la medicina, existe un Diccionario Médico Etimológico que aclara y devela casi por completo toda la terminología especializada de esta ciencia. Contando con este recurso, queda aclarado casi cualquier término médico o similar, resultando de gran ayuda en los estudios o la cultura general.
Este útil Diccionario Médico Etimológico está ampliado, además, con un amplísimo apéndice de lexemas (unidades fragmentarias de significado), prefijos y sufijos que, con seguridad, ayudarán a comprender y manejar cada vez con mayor consistencia, coherencia y seguridad el vocabulario, especialmente durante los estudios académicos de medicina, enfermería, odontología, fisioterapia y otras con todas sus respectivas especialidades.
Su organización alfabética y contextual, al estilo web, representa una extraordinaria facilidad de búsqueda, acceso y lectura del término requerido en cualquier momento, además de permitir extracción y copia de contenido para trabajos, documentos, reportes y tareas similares.
Por estas razones, y muchas otras más, contar con este recurso educativo y cultural, “no está demás”, verdaderamente.

Según su presentación, “Este pequeño diccionario médico etimológico (con preferencia, etimologías griegas) se compone de dos secciones principales, una de términos médicos (más de 1300 en total) y otra de lexemas (más de 500, griegos en su mayoría) que entran en su formación, a la que se añade un apéndice de sufijos. No pretende ser un diccionario de términos médicos usuales, sino sólo un instrumento pedagógico para facilitar la comprensión del vocabulario médico. En efecto, se han conformado estos listados a partir de las necesidades docentes de la asignatura de libre elección Etimologías griegas del vocabulario médico impartida en la Universidad (…) y recogen también algunos de los que propusieron para su explicación los alumnos de dicha asignatura. Debido al título de la mencionada asignatura las etimologías que se estudian son fundamentalmente las griegas, sólo aparecen otras lenguas como latín o árabe en cuanto que entren en la formación de híbridos de dos lenguas. (…) Se han incluido, además, todas las palabras que en el Diccionario de la Real Academia figuran como médicas y griegas”.

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Vida y muerte de José Manuel Pando

José Manuel Pando es, dentro de la historia boliviana, uno de los personajes más representativos e influyentes del período de transición del siglo XIX al siglo XX, encarna el protagonismo y carisma propios de una época en que este país trataba de encontrar su personalidad nacional al mismo tiempo que se debatía entre las secuelas lamentables de dos guerras internacionales que redujeron gran parte de su territorio además de su única salida marítima. A este militar, de verdadera gran talla que la historia posterior no ha podido discutirle, le tocó participar como soldado combatiente, diplomático y gobernante en dichos conflictos. Su impronta abarca un período activo, y casi siempre determinante, de hasta medio siglo, desde los años 1860 hasta su misteriosa muerte, a finales de la primera década del siglo XX. Por lo tanto, conocer su vida es enterarse también de, digamos, una cuarta parte de la historia republicana de Bolivia.
Misteriosa muerte…? Precisamente el libro “Vida y Muerte de José Manuel Pando”, escrito por su sobrino-nieto, el abogado Ramón Salinas Mariaca, hace, además de una apasionante semblanza documentada del Presidente, una verdadera revelación que refuta dramáticamente la versión “oficial” del asesinato político que tanto conmocionó la opinión popular y que condujo al fusilamiento de un –en este caso- inocente que a tiempo del suceso tenía nada más que 16 años…
En fin, son las luces y sombras históricas de un país cuya vida republicana no ha sido necesariamente de las más felices.
Este libro, abundante en detalles sobre el tema, y que no se encontrarán en otras obras históricas similares, guarda detalles que serán interesantes de conocer para quienes tengan interés, aunque sea sólo con afán informativo, la historia boliviana en especial y latinoamericana en general.
El prólogo está escrito por el muy meritorio intelectual Mariano Baptista Gumucio, en estos términos:

“El Dr. Salinas es descendiente del General Pando y no solamente ha tenido acceso a archivos privados sino que, hace muchos años, y ya con la idea de escribir sobre su célebre antepasado, recorrió por tierra y agua, las mismas regiones del noroeste que fueron escenario de las hazañas bélicas y las exploraciones de Pando. Pocas personas pues, tan calificadas como él para escribir sobre el vencedor de la revolución ‘federal’. (…) Me une al Dr. Salinas Mariana una antigua amistad y era yo depositario de una confidencia que él me hizo dos años atrás: la causa verdadera de la muerte del Gral. Pando. Dada su irreprochable honorabilidad y hombría de bien, avalada por toda una vida sin mácula, no tuve duda alguna sobre la veracidad de la confidencia que me confió el Dr. Salinas y en el libro “Yo fui el orgullo” -vida y pensamiento de Franz Tamayo- aludí al asunto sin dar el detalle de los hechos que conocía el Dr. Salinas. La simple mención del tema provocó, como era previsible, la atención de los lectores de esa obra. No era para menos. El llamado “crimen del Kenko” es uno de los misterios que provocó mayor polémica en las primeras décadas del siglo XX boliviano y fue, en buenas cuentas la peor acusación que se esgrimió contra el liberalismo, hasta causar su caída del poder. El juicio, lejos de ser Imparcial, estuvo mancillado por la pasión política y hubo ciudadanos que profesaban hondas convicciones cristianas y que sin embargo buscaron la vindicta implacable y no descansaron hasta ver a un chivo expiatorio frente a un pelotón de fusilamiento: un hombre, que en el momento de la muerte de Pando apenas había ingresado a la adolescencia...
Al comentar mi libro, Don Augusto Guzmán se refirió a la página 348 con estos términos: “En unas cuantas líneas todo un tema para la novelística boliviana. ¿De modo que el general Pando había fallecido por un ataque cerebral y no por los garrotazos del Kenko? Es cosa de quedarse lelo, turulato, afásico, afónico y estupefacto después de haber seguido, hace un montonazo de tiempo, los pasos del escándalo liberorepublicano, las instancias del proceso judicial y las escenas del fusilamiento de Jáuregui, marcado por la muerte a los veinte años en una película especial de cine mudo. Cómo duele este episodio tan siniestro y tan cruel, habida cuenta que nosotros seguimos escribiendo historia con la noticia de que Pando murió víctima de un atentado criminal de móviles oscuros”.
(…) Concluyamos recordando que en la biografía de Abel Iturralde, escrita por Don. Moisés Alcázar, el autor señala que, actuando con el convencimiento del crimen político y dispuesto a que este no quedara impune, Iturralde fue quién volcó la opinión del Congreso y de la opinión pública, hasta conseguir que alguno de los inculpados llegara al paredón.
¿Qué podemos pensar del juez y el fiscal después de conocer las tremendas revelaciones que les hizo el inculpado Villegas y que reiteró en su lecho de muerte al Dr. Salinas Mariaca? Cómo pudieron dejar que un inocente pagara por un supuesto crimen? La muerte se los llevó hace tiempo y esperemos que descansen en paz.
Esta obra esboza la figura de uno de los militares más distinguidos de la historia de Bolivia y cuya vida, sin embargo permanecía en la obscuridad. Uno de los méritos de este libro es precisamente el de traer a las generaciones jóvenes, el recuerdo de quién sirvió a la Patria en los campos de batalla del Pacífico y del Acre, en lides diplomáticas y en las tareas de la administración pública al más alto nivel, y cuya muerte sirvió lamentablemente, de menguada bandera para una parcialidad política.”

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El tabú bolivarista

Fue Simón Bolívar realmente el Padre fundador de Bolivia…? La “historia oficial” así lo señala. Hugo Chávez, seguramente dirá que sí “a capa y espada”; Evo Morales tendría que negarlo, pero quién lo sabe. Entre los historiadores, bolivianos o no, hay opiniones diversas, aunque inclinadas a no discutir demasiado dicha paternidad…
El profesor Marcos Beltrán Ávila, boliviano nacido en Oruro, es de los pocos que desafían esta tendencia que, por lo que se suele enseñar en las escuelas del país Alto Perú hoy Bolivia, realmente se ha convertido en algo intocable, fuera de discusión, en tabú, el Tabú Bolivarista…
Beltrán Ávila, maestro sencillo, humilde pero talvez por eso mismo transparente y valiente en sus ideas, con la valentía de quien no está interesado en que le crean sino en escudriñar la verdad, la verdad ante todo, con todo lo sorpresiva o insólita que pudiera resultar, sobre la base de muchos documentos y fuentes cuya autenticidad no da lugar a dudas, plantea una tesis que hasta hoy, en el país andino se ha preferido pasarla por alto, talvez por pereza analítica o comodidad intelectual. Beltrán plantea que, lejos de ser un Padre, Bolívar fue la mayor barrera para el nacimiento de este país en 1825, planteamiento que no se sabe que haya sido rebatida hasta hoy.
“El Tabú Bolivarista” muestra, como muy pocos libros relacionados con Bolívar, al Libertador de cuerpo entero, con su genio militar y visionario; pero al mismo tiempo con sus vacilaciones, ambigüedades y egoísmo, que a momentos invita a exclamar irónicamente, junto con Fernando Diez de Medina: “Qué pequeños son las grandes hombres…”
Si, más allá de la imagen estereotípica que se tiene, merecidamente por cierto, de Bolívar, se quiere ahondar en su naturaleza humana, si se quiere escudriñar en la maraña de intereses ocultos que, como movimientos subterráneos, remecieron los días en que Bolivia nació como país contra la voluntad de casi todos, incluso del que ahora funge como su padre, es indispensable, urgente, leer este libro casi desconocido aun en la misma Bolivia.
Su prólogo es una muestra adelantada de su apasionante contenido:

“El presente estudio es un ensayo de una nueva comprensión histórica a través de muy conocidos documentos, interpretados desde el punto de vista del hombre boliviano. Es una tentativa de acercamiento a la Verdad y un alegato a favor de Bolivia que tiende a reconstruir principalmente la participación del Dictador Bolívar en el Alto Perú, en los momentos en que se estructuraba como república libre y soberana, bajo la denominación de Bolivia.
El plan que nos habíamos propuesto al emprender la investigación histórica de la nacionalidad boliviana, contenía grandes grupos definidos. En la parte realizada, nuestra labor ha sido paulatina y pesada, por el afán de documentarnos frente a la falta de archivos organizados y otros elementos indispensables, y porque no somos escritores profesionales y tenemos obligaciones que cumplir a diario. De ahí que este ensayo tenga irregularidades pero no mentideros. Hecho con el propósito de mostrar aquellos tiempos gloriosos de la contienda separatista y de las zozobras cívicas al nacer Bolivia, se sigue los pasos de don Simón Bolívar en el suelo altoperuano, muy de cerca, guiados por la mano de él mismo, sin recurrir a expedientes foráneos. Se prescinde aquí de la fama de Bolívar americano, de la trayectoria magnífica del Libertador en parte de Sur América, para colocarlo tan sólo en el marco altoperuano. Son campos, teatros y escenas diferentes que no hemos querido abarcar en su totalidad.
Hay pueblos e individuos que miran a Bolívar a manera de un TABÚ, como consideran los salvajes aquello que para ellos es divino, intocable, INJUICIABLE. Hubo algo de esto en nosotros. Pero al sentir una desesperante confusión entre Bolívar americano y Bolívar boliviano, al verle actuar contradictoriamente en uno y otro escenario, nos pusimos ansiosos a discriminar y valorizar según nuestro propio criterio todos los actos bolivarianos. Proceso profundamente penoso porque del suceso al documento emanado de Bolívar, o de la idea al hecho, había una zona de oscuridad, de contradicción, de conceptos predicados y no vividos; mas la verdad pugnaba por imponerse y era urgente investigar y llamar a las cosas por sus nombres, aunque en este cometido tuviéramos que examinar y criticar la actuación de Bolívar en los minutos aurorales de la fundación de la República.
Modernamente parece que la palabra TABÚ se la entiende como algo que produce temor, miedo y acaso cobardía. El libro escapa a estas influencias absurdas y desconoce todo Tabú, sea bueno o malo; encara los hechos de frente, no como los presentan otros historiadores, y los califica sin vacilar con el adjetivo que parece el más cabal.
No puede haber ninguna limitación para juzgar a Bolívar, pera criticar su actuación llegado el caso. Todo juicio pensado con honradez es factible, mayormente si como en el presente libro se ha comentado los sucesos al margen del documento mismo y con el exclusivo objeto de restablecer la Verdad Histórica, tribunal de honor que está por encima de cualquier grandeza humana.”

Para leer el libro por completo se debe cliquear aquí ----->: http://www.mediafire.com/?z5i3fymz2fm