lunes, 28 de septiembre de 2015

Evangelio armenio de la infancia de Jesús. Parte 9

Estos son libros y testimonios antiguos que muchas religiones cristianas no quieren que conozcas pero te los presentamos para que tú mismo elabores tus conclusiones.

These are books and old testimonies that many Christian religions don't want you to know but we present them to you so that yourself elaborates your conclusions.

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Evangelio armenio de la infancia de Jesús.

DE CÓMO JESÚS FUE CONFIADO A GAMALIEL PARA APRENDER LAS LETRAS. NUEVOS PRODIGIOS REALIZADOS POR JESÚS.

XX.

1. Y, al día siguiente, José fue con Jesús a casa de Gamaliel. Y, cuando el niño vio al maestro, se inclinó y se prosternó ante él. Y Gamaliel dijo: Bienvenido seas, planta nueva, fruto suave, racimo florido. Después, preguntó a José: Dime, venerable anciano: ¿Este hijo es tuyo o de otro? Y José respondió: Dios me lo ha dado por hijo, no según la carne, sino según el espíritu. Gamaliel interrogó: ¿Cuántos años tiene? José contestó: Siete. Añadió Gamaliel: ¿Lo has llevado, antes que a mí, a otro maestro, para instruirlo, o para hacerle aprender alguna otra profesión? Y repuso José: No lo he llevado a nadie. Gamaliel dijo: Y ahora, ¿qué quieres hacer de él? José dijo: Por orden del rey y con tu aquiescencia, he venido aquí, atraído por la fama de sabio que te circunda. Y Gamaliel replicó: Bienvenido seas, venerable anciano. Guardo hacia ti las mayores consideraciones, y siento mi ánimo sobrecogido y confuso, al conversar contigo, y al hablar en tu presencia. Sin embargo, escúchame y te expondré la verdad. Cuando miro a tu hijo, veo claramente en la hermosa expresión de sus rasgos y en la bella semejanza de su imagen, que no necesita estudiar, quiero decir, que no necesita oír o comprender las lecciones de nadie. Porque está lleno de toda gracia y de toda ciencia, y el Espíritu Santo habita en él, y no puede de él separarse. José objetó: Pero ¿qué haré de él, sin la ayuda de un maestro que le enseñe una sola palabra de escritura? Gamaliel le aconsejó: Dedícalo a un oficio manual, que coincida con tu interés a una que con su inclinación. Al oír estas palabras, José se amohinó profundamente, y, con lágrimas en los ojos, cayó a los pies de Gamaliel, y exclamó, suplicante: ¡Buen maestro, sé paciente con mi hijo, y longánime conmigo! No me trates como a un extranjero sin patria, y no me desdeñes. Encárgate con benevolencia de este niño. Todo lo que Dios se digne concederle del don de ciencia, se lo concederá. Cuanto a mí, te pagaré en cantidad doble el precio de tus desvelos. Y Gamaliel dijo: ¡Basta! Haré lo que deseas.
2. Entonces el maestro tomó las tablillas que había traído consigo Jesús, y dijo: Escribiré doce letras, y, si el niño es capaz de ajustarse y ordenarse las demás en la cabeza, escribiré estas últimas hasta completarlas todas. José dijo: Haz como gustes. Y el maestro se puso a escribir doce letras. Y Jesús, colocándose ante su maestro, comenzó a observar primero las particularidades de la escritura, y después las letras. Cuando el maestro las hubo escrito, entregó las tablillas a Jesús. Y éste, inclinándose, se prosternó ante él, y recibió de su mano las tablillas.
3. Gamaliel expuso: Escúchame, hijo mío, y lee tal como yo te indique. Y comenzó a nombrar las letras. Mas Jesús lo hizo observar: Maestro, hablas de tal suerte, que no entiendo lo que dices. Esa palabra que acabas de pronunciar, me parece un término de otro idioma, y no lo comprendo. Gamaliel repuso: Es el nombre de la letra. Jesús objetó: Conozco la letra, pero dame su explicación. Gamaliel replicó: ¿Y qué interpretación soportaría esta letra por sí misma? Jesús preguntó: ¿Por qué la primera letra tiene otro aspecto, otra forma y hasta otra figura que las demás? Respondió Gamaliel: Es para que, merced a esa circunstancia, hable a nuestros ojos, de modo que la veamos bien, la reconozcamos bien, la discernamos bien, y luego podamos determinar adecuadamente su sentido. Y Jesús dijo: Hablas con cordura y con acierto, pero explícame lo que te pido. Yo sé que toda letra tiene un rango definido, en que se manifiesta su sentido misterioso, que es único y determinado para cada letra. Y Gamaliel advirtió: Los antiguos doctores y sabios no han parado su atención en otra cosa que en la forma de la letra y en su nombre. Jesús dijo: Lo sé perfectamente, y lo que quisiera que me procurases es la explicación de la letra. El maestro interrogó: ¿Qué quieres significar con esa petición, que no comprendo? El niño contestó a esta interrogación con otras tres: ¿Qué es la letra? ¿Y qué es la palabra? ¿Y qué es la frase? Y Gamaliel se humilló, diciendo: Dejo a tu cargo la respuesta, porque yo la ignoro. Al oír esto, José se indignó en su alma, y dijo a Jesús: Hijo mío, no repliques así a tu maestro. Comienza por aprender, después de lo cual, sabrás. Y, hecha esta recomendación, se fue silenciosamente a su casa, y contó a María lo que había oído decir, y visto hacer a Jesús. Y ella se entristeció mucho, y le dijo: Ya te advertí de antemano que no se dejaría instruir por nadie. Mas José la tranquilizó, diciendo: No te aflijas, que todo ocurrirá como Dios disponga. Y, al salir de casa del maestro, José había dejado al niño en el mismo lugar que ocupaba. Y Jesús, tomando la tableta, sin decir nada, se puso a leer, primero las letras, luego las palabras, y finalmente las frases. Y depositó la tablilla ante Gamaliel, y dijo: Maestro, conozco las letras que has escrito. Ahora escribe por su orden las demás letras hasta completarlas todas. Y, prosternándose ante Gamaliel, tomó otra vez la tablilla, y leyó de la misma manera primero las letras, luego las palabras, y finalmente las frases. Y nuevamente depositó la tablilla ante Gamaliel, y dijo: Maestro, ¿has acabado la serie de las letras que habías comenzado a formar? Gamaliel repuso. Sí, hijo mío. He aquí sus nombres reunidos ordenada e íntegramente. Y Jesús dijo: Maestro, todo lo que me has escrito, lo he aprendido y lo sé perfectamente. Ahora, para mi instrucción, escríbeme otra cosa, a fin de que la aprenda y la sepa. Y Gamaliel replicó: Pero dame antes la interpretación de las letras, para que la conozca. Respondió Jesús, y dijo: ¿Tú eres maestro en Israel, y no sabes esto? Respondió Gamaliel, y dijo: Todo lo que sé es lo que he aprendido de mis padres. Y Jesús expuso: La letra simple significa por sí misma el nombre de Dios. La palabra que nace de la letra, y que toma cuerpo en ella, es el Verbo encarnado. Y la frase que se expresa por la letra y por la palabra, es el Espíritu Santo. De suerte que, en esta Trinidad, la letra simple o Dios engendra la palabra o Verbo, que se incorpora al Espíritu, el cual, al manifestarse, se afirma en la palabra enunciada.
4. Al oír estas cosas, Gamaliel lo miró, estupefacto ante el saber de que estaba dotado, y le preguntó: ¿Dónde has adquirido la ciencia que posees? Yo pienso que todos los dones del Espíritu Santo se han reunido en ti. Mas Jesús repuso: Maestro, vuelvo a rogarte que me enseñes alguna otra cosa de aquellas que has prometido enseñarme. Y Gamaliel dijo: Hijo mío, a mí es a quien toca convertirme en discípulo tuyo, pues has aparecido en medio de nosotros como un prodigio, hasta el punto de que, poco ha, tus compañeros de enseñanza me han pedido que te restituya a tu hogar, por ser demasiado sabio para continuar entre ellos. Soy yo, repito, quien vuelve a rogarte que me des una explicación de la escritura. Y Jesús dijo: Te la daré, mas tú no podrás comprender este misterio, que está oculto a las intuiciones de la razón humana, hasta que el Señor, que escruta los pensamientos en todo lugar y en todo tiempo, lo revele a todos los nacidos, y reparta con profusión los dones del Espíritu Santo. Porque ahora, por lo poco que has visto de mí, y escuchado de mis palabras, puedes conocerme, y saber quién soy. Empero más tarde, oyendo hablar de mí, me verás y me conocerás. Y Gamaliel murmuró entre sí: Verdaderamente, hijo de Dios es éste. Yo creo que es el Mesías, cuyo advenimiento los profetas han anunciado.
5. Y Gamaliel llamó a José, y le dijo: Venerable anciano, razón tenías al manifestarme que este niño no era hijo tuyo según la carne, sino según el espíritu. Y José preguntó a Jesús: ¿Qué haré de ti, puesto que no te sometes al maestro? Respondió Jesús: ¿Por qué te irritas contra mí? Lo que me ha enseñado lo sabía ya, y a las cuestiones que me ha planteado no les ha dado solución. José repuso: Te he puesto a instruir, para recibir lecciones, y para adquirir sabiduría, y resulta que eres tú quien enseña al maestro. Jesús dijo: Lo que no sabía lo he aprendido, y lo que sé no necesito aprenderlo. Y Gamaliel exclamó: ¡No hables más, porque me afrentas! Levántate, ve en paz, y que el Señor te sea próspero.

6. Y Jesús se levantó sin demora, tomó las tablillas, se prosternó ante Gamaliel, y le dijo: Maestro bueno, otórguete Dios tu recompensa. Y Gamaliel contestó: Ve en paz, y realice el Señor tus deseos en bien tuyo. Y Jesús marchó a reunirse a su madre, la cual lo interrogó: Hijo mío, ¿cómo has podido aprenderlo todo, en un solo día? Y Jesús afirmó: Todo lo he aprendido, en efecto, y el maestro no ha sabido responder satisfactoriamente a nada de cuanto le propuse.
7. Y José, que estaba muy entristecido por causa de Jesús, consultó a Gamaliel, preguntándole: Dime, maestro, ¿qué haré de mi hijo? Y Gamaliel repuso: Enséñale todo lo que concierne a tu oficio de carpintero. Y José fue a su casa, y, viendo a Jesús sentado con las tablillas en la mano, lo interrogó: ¿Lo has aprendido todo? Jesús replicó: Todo lo he aprendido, y quisiera ser profesor de niños. Mas José dijo: Como sé que no quieres estudiar, aprenderás conmigo el oficio de carpintero. Y Jesús dijo: Lo aprenderé también.
8. Y José había empezado a fabricar para el rey un trono magníficamente esculpido. Y una de las gradas era muy corta, y no podía unirse proporcionalmente a la otra grada. Y Jesús preguntó: ¿Cómo piensas arreglar esto? Y José dijo: ¿Qué te importa este asunto? Toma el hacha, corta esta grada perpendicularmente, de arriba abajo, y encuádrala regularmente en sus cuatro ángulos. Jesús observó: Sí, haré lo que me mandes. Pero explícame lo que quieres hacer de esta madera que pules con tanto arte por medio de cuerda, de compás y de medida. José replicó: Tres veces ya me has interrogado sobre este trabajo, que no puedes conocer y comprender. Jesús insinuó: Precisamente por ello, te interrogo y me informo, a fin de saber la verdad. Y José explicó: Quiero construir un trono real para el soberano, y la madera de una de las gradas resulta insuficiente. Jesús dijo: Házmela ver. Dijo José: Es este trozo de madera que ves ante ti. Preguntó Jesús: ¿Cuántos palmos tiene de largo? José contestó: Uno de los lados debe tener doce palmos, y el otro lo mismo. Y Jesús tornó a preguntar: ¿Y cuál es la longitud de esta pieza? José contestó: Quince palmos. Y Jesús dijo: Está bien. Ve en silencio a ocuparte en tu obra, y no temas nada. Y, tomando el hacha, Jesús partió en tres la madera que medía quince palmos. Y, cortándola por la mitad, la dividió en dos troncos, puso el hierro sobre la madera, y se sentó. Y sobrevino .María, y le dijo: Hijo mío, ¿has terminado la obra que comenzaste? Y Jesús no sin indignación, repuso: Sí, la terminé. Mas ¿por qué me forzáis a aprender todo género de labores? Verdaderamente, ¿necesito yo aprender nada? Y a ti, ¿qué cuidado te aprieta a ocuparte de mí a costa de tanta agitación e inquietud? Y, después de hablar así, Jesús se calló.
9. Y llegó José, y, viendo la madera dividida en dos partes, exclamó: Hijo mío, ¿qué estropicio es éste, que tan grave perjuicio me causa? Jesús replicó: ¿Quieres decirme qué he hecho que te perjudique? José repuso: Una de las dos maderas es demasiado pequeña, y la otra demasiado grande. ¿Por qué las has cortado de tal modo que no se adapten apropiadamente en sus dos lados? Y Jesús dijo: Las he cortado de ese modo para que queden simétricas. Dijo José: ¿Cómo puede ser eso? Mas Jesús dijo: No te disgustes. Agarra las piezas por sus dos lados, mide separadamente cada una de ellas, y entonces comprenderás. Y José, tomando una de las dos piezas de madera, la midió, y era doce palmos de larga. Luego, midió la otra pieza, y comprobó que daba la misma longitud. Y la madera no era corta, en verdad, pero, en vez de quince palmos, tenía veinticuatro, divididos en dos piezas de doce pies. Tal fue el milagro que Jesús realizó delante de María y de José y en seguida, saliendo presuroso de la casa, fue a juntarse con los niños de la población, en el lugar en que se encontraban reunidos. A su vista, todos se acercaron alegremente a su encuentro. Y, puestos ante él de hinojos, lo interrogaron, diciendo: ¿Qué haremos hoy, Jesusito? Y éste contestó: Si me escucháis, y si os sometéis a mis órdenes, ejecutad exactamente cuanto os mande. Y ellos clamaron a una: Sí, todos te somos afectos, y estamos sometidos a tu voluntad, en todo lo que te plazca. Y Jesús les habló así: No violentáis a nadie, no devolváis mal por mal, sed caritativos, y conducíos entre vosotros como amigos y como hermanos. Y entonces yo también viviré entre vosotros con un corazón siempre presto a serviros. Y los niños le besaban y le abrazaban con júbilo. Y había allí un muchacho de doce años, que, a consecuencia de violentísimos males de cabeza, había perdido la luz de sus ojos, y no podía andar con soltura, a menos que alguien lo guiase, llevándolo por la mano. Y Jesús se apiadó de él, y, poniéndole la mano sobre la cabeza, le sopló en un oído. Y, en el mismo momento, se abrieron los ojos del niño, que recobró su visión normal. Y los muchachos que a tal milagro asistieron, lanzaron un grito, y marcharon a la ciudad a contar el prodigio insigne de un ciego a quien había devuelto la vista Jesús. Y multitud de gentes acudieron de la ciudad a verlo, mas no lo encontraron. Porque Jesús había desaparecido, y se escondió, para no ser notado del público.
10. Algunos días después, José llevó al rey, ante quien se prosternó, el trono que había construido. Y el rey lo vio, y quedó regocijado y satisfecho. Y ordenó que se diesen a José, en abundancia, los recursos necesarios a su subsistencia. Y, recibiéndolos, José marchó jubiloso a su casa.

11. Un día, el rey invitó a José a un banquete, al cual asistieron también príncipes del más alto rango. Y comieron, bebieron y se regocijaron todos en la mayor medida. Y el rey dijo a José: Anciano, voy a hacerte una petición, para que la ejecutes. José dijo: Ordena, señor. Y el rey dijo: Quiero que me construyas un palacio espléndido, con un salón muy elevado y de puertas a dos batientes. Le darás las mismas dimensiones a lo largo que a lo ancho; pondrás, alrededor, lámparas y asientos; lo adornarás con formas, contornos, figuras y dibujos elegantemente esculpidos; representarás, sobre los capiteles, toda especie de animales; con el escoplo pulirás las superficies, y con el cincel formarás ornamentos entrelazados; lo harás accesible por una escalera sólidamente enclavijada; derrocharás todos los recursos del arte decorativo; emplearás profusión de maderas macizas de todas clases; y, por encima, colocarás una cúpula cimbrada, que establecerás sobre el plano de un templo, lo que sabes hacer a maravilla. Y por tu trabajo, te daré el doble de lo que necesitas para tu subsistencia. José dijo: Sí, rey, ejecutaré tus órdenes. Pero manda que me traigan maderas incorruptibles, para que las examine. Y el rey dijo: Se hará como quieres.
12. Y el rey, con los príncipes de alto rango y con José, se dirigió a un sitio pintoresco, en que había hermosas praderas, numerosas fuentes, un estanque en forma de anfiteatro y una elevada colina al borde del agua. Y el rey ordenó a José que midiese el emplazamiento. Y José lo midió a lo largo y a lo ancho, como el rey le había mandado, y se puso a construir.
13. Mas, cuando quiso rematar la labor de la cúpula, halló que una pieza de madera no se ajustaba a ella, por ser demasiado corta. Y José, contrariado, no sabía qué hacer. Y, en aquel instante, el rey sobrevino, y, advirtiendo la turbación de José, le preguntó: ¿Por qué estás preocupado y sin trabajar? Respondióle José: He laborado en este maderamen con gran esfuerzo, y salió fallida mi obra. Y el rey dijo: Mandaré que te traigan madera más larga.
14. Y, estando en esta conversación, he aquí que se les acercó Jesús, el cual, inclinándose, se prosterné ante el rey, que le dijo: Bienvenido seas, hermoso niño, hijo único de tu padre. Y Jesús preguntó: ¿Por qué estáis aquí tristemente sentados, desocupados y silenciosos? Y el monarca repuso: Todo está acabado, como ves, y, sin embargo, falta algo. Jesús dijo: ¿De qué se trata? El rey dijo: Mira esta madera esculpida, y comprobarás que es demasiado corta, y que no encaja en la otra bien. Y Jesús dijo a José: Toma el extremo de esta madera, y tenlo fuertemente asido. El rey, fijando su mirada en Jesús, lo interrogó: ¿Qué vas a hacer? Y Jesús, tomando el otro extremo de la madera, dijo a José: Tira en línea recta, para que no se note que esta madera es demasiado corta. Y los allí presentes creyeron que el niño bromeaba. Mas José tuvo fe en la voluntad de Jesús, y, extendiendo la mano, se apoderó de la madera, y ésta se alargó en tres palmos.
15. Y, cuando el rey vio el prodigio que había hecho Jesús, temió a éste, se prosternó ante él, y lo abrazó. Y lo cubrió con un vestido real, le ciñó la cabeza con una diadema, y lo envió a su madre. Y José terminó todo el trabajo de la construcción. Y el rey, a quien contentó en extremo, gratificó a José con mucho oro y con mucha plata, y lo remitió a su casa lleno de alegría.

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