martes, 21 de agosto de 2012

Géneros y movimientos literarios – Parte 2 de 4

Resumen sencillo explicando los conceptos esenciales de las diversas modalidades creativas literarias y las corrientes o escuelas que influyeron en su historia.

LA LÍRICA DE ORIGEN POPULAR.

EL ROMANCERO.
España, y luego la literatura hispánica en general, cuentan en su historia cultural con una de las mayores colecciones de poesía de tipo popular. Los juglares medievales —cantores del pueblo— que iban de un sitio a otro, difundieron un caudal poético que no tiene igual en la literatura universal: el Romancero. Esta obra es uno de los monumentos poéticos más extraordinarios que haya podido crear un pueblo.
Con la creación de la imprenta y su llegada a España al finalizar el siglo XV, se pusieron de moda los romances eruditos. Desde la mitad del XVI ya través de todo el siglo XVII surgieron los romances artísticos. De este tipo de romances hay bellos ejemplos creados por Lope de Vega, Góngora y Quevedo.
Aunque la corriente popular se agotó durante el Siglo de Oro, la culta continúa viva aún. En el siglo XX se conocen los de Torcuato Luca de Tena, José María Pemán, Antonio y Manuel Machado, Gerardo Diego, Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez, entre otros.
Es necesario apuntar que la lírica popular española produjo varios tipos de composiciones, algunas de las cuales han desaparecido, como la serranilla y la endecha; pero otras son parte de la vida diaria en forma de canciones, como las nanas y canciones de cuna, las seguidillas, las coplas, los cantos de los campesinos celebrando la vendimia o las diversas cosechas, las canciones marineras o los lamentos de las mujeres de los emigrantes.
Este hecho no resulta extraño, si se toman en cuenta los descubrimientos de S. M. Stern, estudioso de la cultura semita, y las investigaciones de don Ramón Menéndez Pidal para probar que España posee la lírica popular más antigua de Europa. Esta tradición se estableció en la vida cultural de España desde que en 1042, Joseph el Escriba cantó a Samuel ben Negrella, visir del rey de Granada y a su hermano Isaac, en una jarcha —cancioncilla en lengua vulgar— añadida a un poema culto árabe. Sin duda, esta riqueza es el signo de la vitalidad lírica del pueblo español, transmitida también a América, como lo demuestra Ramón Menéndez Pidal en “Los romances de América”.

ALGUNOS EJEMPLOS DE ROMANCES.

TRADICIONALES.
“–La bella mal maridada,
de las lindas que yo vi.
véote triste, enojada,
la verdad dila tú a mí.
Si has de tomar amores,
vida no dejes a mí,
que a tu marido señora,
con otra mujer lo vi,
y besando y abrazando
mucho mal dice de ti,
y juraba y perjuraba
que te había de ferir”.
Allí habló la señora,
alIí habló, dijo así:
“–Sáquesme tú, el caballero.
y sacásesme de aquí.
por las tierras donde fueres
bien te sabré yo servir.”
Ellos en aquesto estando,
su marido véislo aquí.

CAROLINGIOS.
En Paris está Doña Alda,
la esposa de Don Roldán,
trescientas damas con ella
pera la acompañar:
todas visten un vestido
todas calzan un calzar,
todas comen a una mesa
todas comían de un pan,
si no era Doña Alda,
que era la mayoral.
Las ciento hilaban oro,
las ciento tejen cendal.
las ciento tañen instrumentos
para Doña Alda holgar.
Al son de los instrumentos
Doña Alda adormido se ha;
ensoñando había un sueño.
un sueño de gran pesar.
Recordó despavorida
y con un pavor muy grande,
los gritos daba tan grandes
que se oían en la ciudad.
Allí hablaron sus doncellas,
bien oiréis lo que dirán:
—¿Oué es aquesto, mi señora,
quién es el que os hizo mal?
—Un sueño soñé doncellas,
que me ha dado gran pesar:
que me veía en un monte
en un desierto lugar;
de so los montes muy altos
un azor vide volar,
tras del viene una aguililla
que lo ahínca muy mal.
El azor con grande cuita
metióse so mi brial;
el aguililla con grande ira
de allí lo iba a sacar;
con las uñas lo despluma,
con el pico lo deshace.
Allí habló su camarera,
bien oiréis lo que dirá:
— Aquese sueño, señora.
bien os lo entiendo soltar:
el azor es vuestro esposo
que viene de allén la mar;
el águila sodes vos,
con la cual ha de casar,
y aquel monte es la iglesia
donde os han de velar.
—Si así es, mi camarera.
bien te lo entiendo pagar.
Otro día de mañana
cartas de afuera le traen;
tintas venían de dentro,
de fuera escritas con sangre,
que su Roldán era muerto
en la caza de Roncesvalles.

NOVELESCOS.
¡Quién hubiese tal ventura
sobre las aguas del mar,
como hubo el conde Arnaldos
la mañana de San Juan!
Con un falcón en la mano,
la caza iba a cazar,
vio venir una galera
que a tierra quiere llegar;
las velas traía de seda,
la ejarcia de un cendal,
marinero que la manda
diciendo viene un cantar
que la mar facía en calma
los vientos hace amainar,
los peces que andan n’el hondo
arriba los hace andar,
las aves que andan volando
n’el mástel las faz’ posar;
allí fabló el Conde Arnaldos,
bien oiréis lo que dirá:
—Por Dios te ruego, marinero,
digasme ora ese cantar.
Respondióle el marinero,
tal respuesta le fue a dar:
—Yo no digo esta canción
sino a quien conmigo va.

LA ÉPICA O NARRATIVA.
La palabra épica viene del griego epos que significa “narración”. Mientras la historia hace el recuento de los acontecimientos de un período, en la épica se narran los sentimientos que movieron a los hombres de esa etapa a provocar esos acontecimientos o a enfrentarse con sus consecuencias. El poeta es la voz de la colectividad y sus versos alaban a los héroes de esas contiendas. De ahí que a la poesía épica también se le llame heroica.
Los cantores épicos eran poetas errantes que ofrecían sus creaciones a un público muy variado; de igual modo llegaban a los palacios de los nobles, que a las plazas de las ciudades y villas. En Grecia les llamaban aedas o rapsodas, en Alemania scopas, en Escandinavia e Islandia escaldas y en la Edad Media, en el mundo latino, juglares. Estos poetas se acompañaban con instrumentos musicales; en Grecia, con la cítara, y en Alemania con el arpa.
El poema épico desarrolla una historia o fábula que consta de una sucesión de acciones que se relacionan entre sí. La trama se narra, usualmente, en tres partes: una exposición, donde se presentan los antecedentes que permiten seguir la trama; un nudo o núcleo de la acción, parte en que se desarrolla la situación que se plantea, y un desenlace, en el que se resuelve el conflicto y concluye el poema.
Es frecuente la inclusión de tramas secundarias o episodios que se mezclan con la acción principal. La figura central del poema es el protagonista o héroe a quien suele oponerse un antagonista o personaje prominente entre los adversarios. La épica, generalmente, contiene un elemento fantástico o maravilloso que permite la intervención de lo sobrenatural en la acción. Este recurso se designa con el nombre de “máquina épica”. Las composiciones épicas se pueden agrupar en epopeyas tradicionales, cantares de gesta y poemas épicos cultos.

LAS EPOPEYAS TRADICIONALES.
Los poemas épicos reflejan el modo de vivir y el espíritu de todo un conglomerado humano. A la India pertenecen dos grandes poemas épicos: el “Ramayana” y el “Mahabharata”, atribuidos el primero a Valmiki y el segundo a Vyasa. Los griegos aportaron, a través de Homero — según se cree —, “La Ilíada” y “La Odisea”. Los poemas homéricos son los modelos que han seguido todas las epopeyas cultas de Occidente. “La Ilíada” narra la guerra de los aqueos contra los troyanos para recuperar a Elena, esposa de Menelao. El poema describe la cólera de Aquiles, héroe aqueo, y muestra cómo la guerra no es sino un aspecto de la vida humana.
“La Odisea” presenta la paz después de la guerra y el regreso de los héroes. La acción central gira alrededor del retomo de Ulises a Itaca. Mientras en la “Ilíada” Aquiles elige su muerte como único medio de apaciguar su ira, y la logra por designio de Apolo, Ulises se decide por la vida. Para mantenerse vivo tiene que recurrir a todos los recursos de su inteligencia. Durante los veinte años transcurridos entre la guerra y sus aventuras, las luchas de Ulises no son menos arduas que las de Aquiles. Por estar dotado de una naturaleza resistente, no sólo para la batalla, sino para sortear la tentación, Ulises sale vencedor. La muerte le vendrá en paz, premio que otorga el poeta al que sabe controlar sus pasiones y entender el significado de las fuerzas del hombre.
La contribución de Homero a la literatura griega es fundamental. En estos dos poemas quedó sentado el principio antropocéntrico —el hombre como preocupación esencial del creador—, que va a caracterizar, no sólo la cultura clásica, sino toda la tradición literaria occidental.
“La Eneida” es el otro gran modelo de epopeya tradicional. Virgilio, el poeta de Mantua, la escribe para honrar al emperador Augusto. Este poema está compuesto en doce cantos que narran la trayectoria de Eneas. Aunque “La Eneida” combina los temas de “La Ilíada” y “La Odisea”, esto es, el héroe en la guerra y en la búsqueda del hogar para disfrutar de la paz, respectivamente, el enfoque de Virgilio añade una dimensión que va más allá de los anhelos individuales del hombre. Eneas va a ser el héroe del sacrificio personal, porque su misión es fundar la ciudad donde surgirá el Impeno Romano. La capacidad de renuncia que tiene que desarrollar el héroe es tal, que ni siquiera el amor le puede impedir cumplir con su deber. La soledad a que le condena su destino comunica un sentimiento de tristeza. Esta epopeya es uno de los monumentos de la literatura universal.

LOS CANTARES DE GESTA.
Los juglares compusieron estos poemas para cantar las proezas de los pueblas europeos que se hicieron reinos independientes de Roma. Los juglares o cantores del pueblo que iban de ciudad en ciudad recitaban sus propias composiciones o las de otros juglares. La palabra gesta quiere decir “hazaña”, y se usa para designar estos cantos, porque en ellos se narran las acciones de héroes nacionales.
Los cantares más conocidos son: en Alemania, “Los Nibelungos”; en España, el “Poema de Mío Cid” y el” Poema de Fernán González”; en Francia, “La Canción de Rolando” y en Inglaterra el “Beowulf”.
Al igual que la épica tradicional, los cantares de gesta incluyen el elemento maravilloso. Sin embargo, en España la épica tuvo una característica muy peculiar: su realismo. El “Poema de Mío Cid” o el “Poema de Fernán González” siguen muy de cerca tanto la geografía como la historia. Casi todos los personajes existieron en los mismos lugares indicados por los poemas. Este realismo no impidió que los autores anónimos adornaran la narración con hermosos recursos expresivos.
Si al público le interesaba algún pasaje en especial, los juglares se lo recitaban de nuevo; y es así como, memorizando los fragmentos, surgieron los romances de tema épico. Los versos de estos cantares tenían usualmente dieciséis sílabas con rima asonante, que el pueblo al repetirlos dividió en dos partes de ocho sílabas cada una; dando lugar al verso más típicamente español —el octosílabo.

LOS POEMAS ÉPICOS CULTOS.
Estos poemas suelen tener cuatro grandes temas: el heroico, el religioso, el alegórico y el filosófico.
Las composiciones cultas son imitaciones de las epopeyas tradicionales o intentos de superarlas. A diferencia de éstas, hechas para ser cantadas o recitadas, las cultas son, primordialmente, obras para la lectura.
El poema culto, por ser la expresión de un autor individual, es más cuidado, pero carece de la frescura y de la delicada espontaneidad de los que ha pulido la tradición. El patrón clásico de este tipo de poema es “La Eneida” que exalta la grandeza de Roma.
Durante el Renacimiento, con su vuelta a los clásicos y por la conciencia nacional que se desarrolla en los estados modernos, surgió la necesidad de cantar la gloria de las naciones. Portugal, tierra de navegantes, por boca de uno de sus más altos poetas, produjo “Los Lusíadas”, canto a la hazaña marinera de Vasco de Gama. El protagonista, para entretener a sus hombres durante la travesía hacia la India, narra la historia del país lusitano.
En España, Alonso de Ercilla creó “La Araucana” que no sólo es monumento de la conquista española en Chile, sino ejemplo del respeto que sintió el español por un opositor valiente. Un aspecto muy notorio de esta épica es que fue escrita por alguien que participó en los hechos, y que sintió una enorme simpatía por el valor del enemigo para defender su libertad. Tal fue su admiración, que hizo al pueblo araucano héroe colectivo del poema. “La Araucana” es reclamada como propia tanto por España como por Hispanoamérica. Esta obra está traducida a todos los idiomas modernos. Voltaire elogió la forma en que Ercilla presentó las arengas de Colocolo, un bravo araucano, y Menéndez y Pelayo consideró a Ercilla el mejor poeta épico después de Homero.
Otras epopeyas recogieron temas caballerescos pertenecientes a las leyendas que se hicieron populares en las cortes europeas. En éstas los autores se alejaron completamente de la historia, y con una rica vena de fantasía hicieron vivir a sus héroes las más increíbles aventuras. El máximo ejemplo de este tipo de poema renacentista es el “Orlando furioso” del poeta italiano Ludovico Ariosto, en el que se reflejan los intereses humanistas de la época.
Más tarde, cuando la Contrarreforma impuso en Europa un espíritu religioso, y surgieron las críticas a las invenciones sin fundamento histórico, Torcuato Tasso en su “Jerusalén libertada” trató de conciliar estas exigencias. Los héroes de su poema eran caballeros cristianos. A estas cruzadas no las movía el amor y las aventuras, sino una misión religiosa —la de conquistar la Ciudad Santa.
Este es el último gran poema heroico-caballeresco en la historia de la literatura. Los intentos posteriores carecen de valor. En el siglo XIX, se produjo en Hispanoamérica una hermosa muestra de arte épico popular: el “Martín Fierro” de José Hernández, epopeya del gaucho y la pampa argentinos. Hoy se considera este género en decadencia por no ajustarse a las necesidades expresivas del hombre del siglo XX.
Los poemas heroicos de tipo religioso, alegórico y filosófico también cuentan con grandes intérpretes. De la Edad Media se conservan muchas narraciones heroicas de milagros y vidas de santos. En España, Gonzalo de Berceo, primer poeta castellano conocido, escribió las vidas de San Millán, Santa Oria y Santo Domingo de Silos. En el Renacimiento, también en España, fray Diego de Hojeda compuso “La Cristíada” inspirada en la pasión de Jesús.
En el mundo protestante, en 1667 el poeta inglés John Milton publicó “El Paraíso perdido”, una de las grandes obras de la literatura universal; y en Alemania, en el siglo siguiente, Klopstock escribió “La Mesíada” basada en la doctrina y la muerte de Cristo.

LA POESÍA ALEGÓRICA.
La alegoría expresa una relación de correspondencia entre una idea y una imagen; por eso hay una gran variedad de intenciones y de temas entre los poemas del género. En el siglo IV Prudencio escribió la “Psychomachia”, de asunto religioso-moral, que narra las luchas del alma para decidir entre el vicio y la virtud. Del siglo XIII se conserva el “Roman de la Rose”, que para algunos es de tema amoroso —la amada es una rosa difícil de alcanzar— mientras que para otros el simbolismo amoroso es una alegoría de enseñanzas espirituales esotéricas; el lenguaje encierra un mensaje oculto. La “Divina comedia” de Dante Alighieri es la obra más lograda entre las alegóricas. De tema filosófico-religioso, es un homenaje a la Santísima Trinidad; de ahí su división en tres partes: Infierno, Purgatorio y Paraíso. Esta composición es una de las cumbres de la literatura occidental.
El “Fausto” de Goethe es también una obra maestra, del tipo alegórico-filosófico. Utilizando la estructura del drama, Goethe expuso en esta obra su concepto del hombre y del universo.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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