Una novela en que personajes y escenario forman una comunidad argumental
pocas veces lograda en su mayor complementariedad junto a la trama de los
sentimientos personales.
Son muy contados los escritores que han paladeado conjuntamente con el
éxito literario, el éxito en la carrera de la política. Pero aun entre estos
pocos afortunados, el caso de Don Rómulo descuella con singular originalidad;
porque Gallegos es el único del cual puede decirse que obtuvo la más alta
dignidad política de su país: la
Presidencia, en gran parte, gracias a la excelencia de su
quehacer literario.
Los ideales políticos de Don Rómulo se plasman diáfanamente en sus
discursos, ensayos y artículos periodísticos publicados en su natal Venezuela y
en varios países de la América
hispana; pero de una manera más vibrante y emotiva pueden verse estos ideales a
través de la trama de sus novelas.
No podemos apreciar lo que pudo haber sido su ejecutoria en la más alta
magistratura, pues la carrera política de Don Rómulo quedó trunca, pero su
carrera literaria alcanzó niveles muy elevados. Sus ideales no llegaron a
plasmarse en la realidad, sin embargo, nadie como él supo poner en palabras el
sentir y el pensar del pueblo venezolano. Esa capacidad extraordinaria de expresar
el sentimiento colectivo, esa habilidad de plasmar los tipos populares de su
tierra, proviene, más que de sus indiscutibles cualidades literarias, del
profundo amor que sentía por su tierra natal. Es justamente ese amor a su
tierra y a todo lo venezolano lo que hace tan vividas las descripciones de los
paisajes, tan reales los personajes y tan apasionante la trama de sus novelas.
La efectividad de su prosa se destaca en la descripción de personajes, pero
esta efectividad cobra características épicas cuando pasa a describir los
incidentes de la vida llanera:
“Entretanto, levantada por los vaqueros, la hacienda empezaba a poblar y
a animar la sabana, aparentemente desierta hasta entonces. Numerosos rebaños
surgían de las matas y los bajíos distantes, en alegres tropeles, los que
estaban compuestos por reses acostumbradas al pique, adelante los padrotes y
retozando en torno a las madres los becerros mamantones...”
A pesar de que Don Rómulo era muy buen cuentista y un claro ensayista,
no cabe duda de que es en sus novelas donde ha puesto todo el poder de su
talento literario. Y entre sus novelas, aunque no se puede pasar por alto la fuerza
poética de “Cantaclaro”, y el profundo simbolismo de “Canaima”, tampoco cabe
duda de que es “Doña Bárbara” la que ha alcanzado un mayor reconocimiento del
público y de la crítica.
Es que en “Doña Bárbara” existe un elemento que la singulariza dentro de
la producción literaria de Gallegos: la presencia seductora y terrible de una
extraña mujer. Doña Bárbara, con su Ley del Llano, sus artes de magia negra, su
ambición arrolladora y su fama de devoradora de hombres es, no sólo uno de los
personajes más famosos de la literatura de Hispanoamérica, sino una de las
figuras femeninas más atractivas de la literatura universal.
A través de la trama de esta novela podemos ver en movimiento las
preocupaciones de Don Rómulo; porque la lucha entre Santos Luzardo y Doña
Bárbara es un símbolo de la lucha entre civilización y barbarie, la eterna
epopeya del llano venezolano: el abogado capitalino que regresa a la hacienda
paterna descubre que, entre el robo de su ganado perpetrado por los hacendados
colindantes, la administración delincuente de sus mayordomos, y los amañados
pleitos sobre lindes de propiedades sostenidos con la “Cacica del Arauca”, de la Altamira original quedaba
poca tierra y menos hacienda. Para detener la expoliación que merma su
patrimonio Santos debe oponerse no sólo a la temible Doña Bárbara, sino al
inescrupuloso mister Danger, que personaliza la depredación foránea en el
llano; de igual manera deberá enfrentarse a la desidia y a la deshonestidad de
las autoridades locales.
El desarrollo de este conflicto es tan rico en peripecias y ofrece
tantos detalles de la vida llanera, que si no fuera por lo sentido del tono y
lo profundo de las reflexiones sobre el drama del llano, “Doña Bárbara” podría
ser considerada una novela de aventuras o de costumbres.
Pero no es sólo valiosa esta novela por su poderosa descripción o por
sus acertados análisis de la situación imperante en los llanos venezolanos en
las décadas del 20 y el 30, razones por las cuales muchos críticos consideran
esta obra un paradigma de novela regionalista; “Doña Bárbara” es importante
también por la sutileza con que se penetra el pensar y el sentir de los personajes.
El surgimiento y evolución del amor de “La devoradora de hombres” por Santos
Luzardo, así como su posterior transformación en celos, demuestra, por parte de
Gallegos, un profundo conocimiento de las pasiones humanas.
Quizás el amor que ésta siente por Luzardo, símbolo de civilización,
orden y justicia, endulzó nuevamente su corazón de mujer indómita y la impulsó
a reparar con un gesto final toda una vida de maldad y egoísmo. Quizás ese
triunfo del amor sobre el odio, de Santos sobre Doña Bárbara, sea una
manifestación del triunfo de la civilización sobre la barbarie. Pero como todo
en esta mujer, bruja y embrujadora, misteriosa y misterio en si misma, Doña
Bárbara desaparece dejando tras de ella sólo una carta dirigida a Santos en la
que reconoce como heredera a su hija Marisela
Al menos aquí, la justicia triunfa sobre la fuerza y el amor se impone
sobre el egoísmo y el odio. Eran éstos justamente los ideales de Don Rómulo.
Desde el punto de vista del estilo, la prosa de Gallegos es llana y
vigorosa, sin grandes complicaciones que distraigan al lector del objetivo
central, pero con una gran riqueza expresiva lograda fundamentalmente a través
del uso de expresiones coloquiales y de americanismos y regionalismos.
No podemos especular sobre cuán lejos pudo haber llegado su ejecutoria
política, pero no cabe duda de que su labor literaria lo sitúa como uno de los
grandes de la literatura universal.
DF.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
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