jueves, 9 de agosto de 2012

Altazor y poesía – Huidobro

Una personalidad pura y excepcionalmente literaria expresada en la obra que consolida la calidad mundial de este chileno internacionalizado para bien de las letras hispanoamericanas.

Por la cronología de su aparición, Vicente Huidobro es ciertamente el primer poeta contemporáneo destacado en Hispanoamérica. El creacionismo, su teoría poética, precedió con holgura a las llamadas escuelas de vanguardia. Vicente Huidobro, que residía en París desde 1916, llegó a Madrid en el verano de 1918 como portador de teorías e innovaciones poéticas que fueron consolidándose hasta llegar a formar uno de los cuerpos doctrinales estéticos más estructurados y coherentes. De esta forma se constituyó en uno de los abanderados de la franca intención de los artistas e intelectuales de la época, de romper con las viejas formas técnicas, con los estereotipos del lenguaje que circulaban entonces.
Su obra inicial, reducida a unos cuantos títulos: “Ecos del alma”, 1911; “Canciones en la noche”, 1913; “Las pagodas ocultas”, (salmos, poemas en prosa, ensayos y parábolas), 1914, se fue perfilando dentro de una línea rapsódica simbolista-modernista, acorde con la generación chilena que correspondía a Huidobro: Pedro Prado, Daniel de la Vega, Ernesto A. Guzmán y otros.
Sin embargo, Huidobro nunca aceptó ser un mero transmisor; pretendía ser un “creador”, hacer algo distinto. Obras características de esta etapa son el conjunto de poemas impresos en francés, “Horizon carré”, París, 1917, y sus singulares libros poéticos “Poemas árticos”, 1917-1918, “Ecuatorial”.
Aquí se abría ya una personalidad diferente, admirable, aunque todavía no absolutamente original. Sus semejanzas con la poesía francesa eran todavía visibles. Algunos críticos señalaron esta influencia oportunamente, hecho que causó una airada reacción en Huidobro. Entonces el poeta, queriendo demostrar que el creacionismo preexistía en él con anterioridad a su llegada a París, publicó en 1918 en Madrid, un folleto que tituló “El espejo de agua”. En dicho folleto se incluía el poema “Arte poética”, posible germen del movimiento “creacionista”; allí se encuentran las siguientes líneas:

Cuanto miren los ojos
creado sea
y el alma del oyente quede temblando.
Inventa nuevos mundos y cuida tu palabra,...
Por qué cantáis la rosa ¡oh, Poetas!
Hacedla florecer en el poema.
Sólo para vosotros
viven las cosas bajo el sol.
El poeta es un pequeño Dios.

En algunos escritos posteriores pretendió dar algunas explicaciones fundamentales de su “ismo”. Por ejemplo, dividió la historia del arte en tres fases: “arte inferior al medio (reproductivo); arte en equilibrio con el medio (de adaptación); arte superior al medio (de creación)”. También afirmó que “toda la Historia del Arte no es otra cosa que la historia de la evolución del Hombre-Espejo hacia el Hombre-Dios, y que al estudiar ese tránsito se ve claramente la tendencia natural del arte a desprenderse cada vez más de la realidad preexistente, a fin de buscar su propia realidad”.
En todo caso, el punto de partida del movimiento creacionista radica en el propósito antirrealista o desrealizador, común a toda la literatura de las vanguardias. Puede afirmarse que el afán obsesivo de creación se encontraba en todos los sitios, en el “aire del tiempo”. El valor de Huidobro radica en que convirtió en “ismo” una idea tan difundida.
Más allá de la megalomanía que deformó su persona, en vida, su personalidad puramente literaria es excepcional, y la importancia de algunos de sus libros es irrefutable.
Quizá, “el que mejor le representa y el más ambicioso de intenciones sea ‘Altazor’, poema de alcance cosmogónico, ya que tal héroe (alto azor) vierte sobre el universo una mirada global equivalente a la posesión —si no a la creación— y lleva al limite los alardes imaginistas y los juegos verbales”, según afirma Guillermo de Torre.
Altazor, formado por un largo poema, está dividido en siete partes, con un prefacio que también lo integra. Es todo un alarde de juegos técnicos, cambios de frases y división de palabras. Algunos consideran al poema un tanto caótico, una especie de discurso que quiere ser al mismo tiempo poesía y un ejemplo práctico de qué es una obra creacionista, y cómo debe escribirse. El poema no tiene un tema definido, pudiéndose encontrar en él los motivos más diversos. En el drama del hombre moderno, de ese “animal metafísico cargado de congojas”, el otro yo poético y humano, que al negarlo todo y no poder sustituirlo con nada, se precipita vertiginosamente en la incoherencia y el absurdo.
Los elementos formales también representan la caída y el caos: la ausencia de puntuación; tipografía de espacios blancos. Huidobro se lanza a la experimentación, sobre todo con imágenes, y algunas veces con las mismas palabras:

Al horitaña del montazonte
La violondrina y el goloncelo
Descolgada esta mañana de la lunala
se acerca a todo galope,
Ya viene la golondrina,
Ya viene la golontina,
Ya viene la golontrina,
Va viene la goloncima,
Ya viene la golonchina,
Va viene la golonclima...”

Sin embargo, quizá Huidobro se agota en su esfuerzo renovador y se pone su propio epitafio en los últimos versos:

Aquí yace Altazor fulminado por la altura.
Aquí yace Vicente, antipoeta y mago.

Al hacer un balance de la obra de Huidobro, encontramos que el énfasis puesto en la doctrina no le impidió expresar, en medio del ejercicio imaginístico del que hizo gala, toda una desolada visión del mundo, centrada en el vacío, la incomunicación y la soledad. Por su interés teórico y poético, Huidobro ha sido objeto de estudios inteligentes, de injustos ataques y de apologías ardorosas.
AR.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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