jueves, 16 de agosto de 2012

Ulises – Joyce

Obra cuya trama compleja y monumental hasta hoy unos alaban y otros cuestionan pero indiscutiblemente todos la consideran de importancia meritoriamente universal.

James Joyce es uno de los autores que mayor influencia ha ejercido en la literatura del siglo XX. El uso del tiempo y el espacio en sus novelas, así como su preocupación por la constante experimentación de técnicas y recursos del lenguaje ha servido de inspiración a numerosos escritores contemporáneos.
Joyce cultivó abundantemente la poesía, posee un libro de cuentos: “Dublinenses”, y una obra de teatro: “Exiliados”. Sin embargo, es a través de sus novelas que se manifiesta plenamente su talento creador. De igual manera, es en sus novelas (“Retrato del artista adolescente”, “Ulises”, “El despertar de Finnegan”) que se puede ver con mayor claridad las preocupaciones religiosas y las concepciones estéticas y filosóficas del autor. Toda su obra, y muy especialmente “Ulises”, proyecta un rechazo al cerrado ambiente del catolicismo irlandés en el que fue formado el autor, a la vez que una completa inconformidad con los lineamientos artísticos que se imponían en su país en la poesía y el drama de la época. Estas concepciones que Joyce rechazaba eran la expresión artística del movimiento literario conocido como “renacimiento irlandés”.
“Ulises”, publicada en París en 1922, pretende romper con todo convencionalismo estético, a la vez que se proyecta como una nueva dimensión de la realidad que va más allá del naturalismo y del realismo simbólico; tendencias fundamentales en la novelística de esos años.
La novela utiliza los acontecimientos cotidianos de un solo día, el 16 de julio de 1904, para parafrasear la trama de “La Odisea” de Homero. Los protagonistas: Leopoldo Bloom, Stephen Dedalus y Molly Bloom caracterizan a Ulises, Telémaco y Penélope respectivamente, y a lo largo de la obra van a ir ilustrando los diferentes episodios del inmortal poema griego. Sucesivamente Joyce va paseando a los dos protagonistas masculinos por el Dublín de entonces, mientras realizan diferentes actividades. Ya muy tarde en la noche, Molly Bloom aparece por primera vez en el primer plano de la novela con un largo monólogo interior en el estilo llamado “flujo de conciencia”, a través del cual el autor pretende imitar el fluir inconsciente de los pensamientos de la mente humana. En este largo monólogo de más de 40 páginas sin puntuación alguna, Molly recuerda los hechos más sobresalientes de su vida.
Los momentos de la novela antes mencionados guardan una simbólica correspondencia con episodios de “La Odisea”. Pero la importancia de esta obra no reside únicamente en el parafraseo magistral con el poema homérico. Es preciso considerar otros elementos; primeramente, la descripción naturalista a veces, y a veces surrealista que hace Joyce del Dublin de entonces es tan asombrosa, que se puede seguir el itinerario de sus personajes con un mapa. De acuerdo a Harry Levin, además de “La Odisea”, para una cabal comprensión de “Ulises”, es preciso consultar una guía de Dublin. Se podría agregar otro libro de gran utilidad para desentrañar las claves de esta monumental obra: La Biblia.
En la novela, Stephen acaba de abandonar su catolicismo practicante, mientras que Bloom es judío, estas circunstancias de los personajes dan pie a numerosas reflexiones filosóficas, cuya profundidad y trascendencia pone en evidencia la preocupación del autor por estos temas.
Pero a pesar de los elementos líricos y filosóficos antes señalados, Ulises es una obra épica, una gran épica de nuestro tiempo en el que los acontecimientos de un simple día en la vida de un hombre común se mayusculizan alcanzando una magnitud heroica de matices severos y un tanto poéticos. La historia de Bloom, en el fondo, no es más que la de un hombre en busca de sí mismo a través del piélago de peligros que lo extravían del éxito de esta búsqueda en medio de una ciudad contemporánea.
Específicamente en Bloom, esta pesquisa conlleva las ansias de un hijo que perpetúe su estirpe, que lo enaltezca y que colme de sentido su vida. Stephen también quiere encontrarse a sí mismo, embriagado de alcohol y de las ideas caóticas propias de su edad, para él el éxito de esta aventura interior y exterior sería el encuentro con un verdadero padre (el suyo no ha muerto, pero no existe una comunicación afectiva entre ambos), un padre que le devuelva su seguridad, su confianza en sí mismo y sus raíces.
Pero a pesar del encuentro de ambos al final de la novela y de la mágica atmósfera que los acerca tanto, Bloom y Stephen (Ulises y Telémaco) no se reconocen; la identificación no se produce, y Stephen abandona la casa de Bloom con la misma inquietud, de igual manera que Bloom se queda con la misma soledad.
Y es éste el tema que Joyce ha querido elevar a la monumentalidad épica: la soledad humana, y en especial, la del hombre contemporáneo. Bloom y Stephen, así como Molly en el cálido marasmo de sus sueños, son tres expresiones de la soledad en el mundo contemporáneo.
Pero hay algo más que contribuye a la grandeza de Ulises: el estilo. Baste decir que en esta obra Joyce ha agotado prácticamente todas las técnicas narrativas; desde el monólogo interior hasta los diálogos teatrales, pasando por el uso de titulares de la prensa y de imitaciones y parodias de los más diversos estilos literarios. De igual manera cada episodio de la trama se centra en un órgano o parte del cuerpo humano, dándole matiz diferente a la técnica narrativa.
La riqueza lingüística empleada es tan variada y sorprendente que algunos consideran que es la lengua misma la protagonista de esta novela. En los primeros años de su publicación se consideró que estas características aumentaban su oscuridad y la dificultad de su lectura; pero en la actualidad se acepta esta riqueza estilística como el elemento fundamental que ha hecho tan efectiva su influencia en la literatura posterior en todos los idiomas. Es esto lo que convierte a Ulises no sólo en un gran monumento literario, sino en una de las obras más originales que se hayan escrito.
DF.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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