lunes, 13 de agosto de 2012

Los de abajo – Azuela

Obra narrativa que pinta los problemas sociales mexicanos envueltos en una compleja trama que luego derivara en profundas transformaciones revolucionarias.

En el año de 1910, se inicia en México una revolución social surgida de la inconformidad de las mayorías contra el orden de cosas imperante. Por espacio de treinta años (1880-1910) Profirio Díaz había gobernado el país prácticamente con las prerrogativas de un señor feudal.
La Revolución Mexicana se extiende rápidamente por toda la nación, y durante diez años (1910-1920) va a introducir radicales cambios en la vida de sus habitantes, dando lugar a una realidad que inspira y se impone como tema a la mayoría de los escritores del período. Este confuso mundo de caudillos rivales y muertes inútiles va ser el medio en el que se van a desarrollar las novelas del ciclo de la Revolución Mexicana, del cual Mariano Azuela es uno de los más claros exponentes.
En 1911 Azuela se incorpora a las tropas revolucionarias como médico militar. Convive con campesinos y militares, y participa activamente en las contiendas revolucionarias. Estas experiencias, más su formación positivista, se van a reflejar en sus novelas. Con una especie de determinismo pesimista (no del todo exento de la influencia de Zolá), Azuela muestra a sus personajes condicionados por los ambientes sociales, las situaciones históricas y sus propias pasiones e instintos.
Se pueden considerar tres etapas en la evolución de su obra. Una primera etapa que culmina en 1916, precisamente con “Los de abajo”, caracterizada por la concisión estilística, el análisis psicológico y el tono costumbrista. En la segunda etapa, Azuela se entrega a experimentar con un estilo más complicado y oscuro, en el que se translucen las tendencias dadaístas y ultraístas de la época, a la vez que son más evidentes las intenciones doctrinarias. En este período, Azuela se dedica a criticar la sociedad capitalista, la hipocresía religiosa y la corrupción administrativa. La novela más destacada del ciclo es “La luciérnaga”. Finalmente, un tercer período abarca su producción de 1935 a 1949, y marca el retorno a los cánones estilísticos utilizados en su primera etapa, aunque quizá deteniéndose un poco más en la configuración psicológica de los personajes. “Pedro Moreno, el Insurgente”, tal vez sea la más representativa de esta época creativa.
A pesar de las variantes mencionadas, es preciso reconocer que Mariano Azuela nunca deja de ser un costumbrista, pues en su obra está siempre presente la intención de describir la vida cotidiana del México de la época, y en especial de las consecuencias del impacto de la Revolución en las clases populares y en la vida rural del país.
“Los de abajo” ilustra ampliamente esa intención del autor. Esta obra está escrita en forma de cuadros que se relacionan a través de la presencia del protagonista y que han sido tomados de las experiencias directas del autor.
Demetrio Macías, personaje central de la novela, es un sencillo campesino, víctima de las vejaciones de unos soldados gubernamentales que además incendian su jacal. En venganza, acompañado de su carabina, se lanza a la sierra, donde poco a poco se le van a unir otros amigos y campesinos que se encuentran en situación semejante. La derrota que inflige a las tropas federales le otorga una fama que hace crecer su tropa de alzados a las proporciones de ejército. Esto hace que Demetrio, envalentonado por el triunfo, se autoproclame general. La envidia y la sedición siembran su cizaña en la tropa de Demetrio, y finalmente es traicionado. La novela cierra con la aniquilación del grupo y la muerte del protagonista junto a sus fieles amigos.
La descripción de la catástrofe ostenta una serenidad y una majestuosidad que otorgan a la novela cierta dimensión trágica: “La sierra está de gala; sobre sus cúspides inaccesibles cae la niebla albísima, como un crespón de nieve sobre la cabeza de una novia. Y al pie de la resquebrajadura, enorme y suntuosa como pórtico de vieja catedral, Demetrio Macías, con los ojos fijos para siempre, sigue apuntando con el cañón de su fusil...”
Con este final el autor quiere ofrecer una imagen de permanencia en el hecho revolucionario, como si fuera parte del paisaje mismo de su patria, y por ende, algo atemporal, sin principio ni fin, algo inexplicable, tremendo e inhumano, pero no exento de belleza, como la propia naturaleza.
“Los de abajo” participa de características comunes con otras novelas del ciclo de la Revolución Mexicana, como son su estructuración episódica, el abarcar sólo un aspecto del fenómeno revolucionario y no su totalidad (ninguna de estas novelas lo hace), su técnica narrativa emparentada con el periodismo y de carácter testimonial, y por último el tono amargo y pesimista. En “Los de abajo” los personajes no saben por qué luchan, pero tampoco saben vivir sin luchar. Persiguen la transformación de las circunstancias, pero sin saber hacia qué punto los conducirá esta transformación:
“—¿Por qué pelean ya, Demetrio?— insiste la mujer. Él, las cejas muy juntas, toma distraído una piedra y la arroja al fondo del cañón. Se mantiene pensativo viendo el desfiladero, y dice: —Mira esa piedra cómo ya no se para...”
A pesar de sus rasgos comunes con otras novelas del ciclo, “Los de abajo” se destaca por su simetría en la composición, establecida por el igual tratamiento del paisaje en su relación con el individuo al principio y al final de la obra, por su equilibrio y por su armonía de conjunto. Sin duda se trata de una novela bien pensada que, a pesar de sus deficiencias estilísticas, cumple su cometido de mostrar los móviles de la Revolución Mexicana, la importancia de los intereses personales en el desenvolvimiento de la misma, y las causas que impidieron al movimiento alcanzar una coherencia orgánica que llevara a vías de hecho las aspiraciones de la masa. Quizá sea ésta una de las razones que hace de “Los de abajo” una de las novelas más populares de su autor y una de las más representativas de la literatura de Hispanoamérica.
DF.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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