viernes, 17 de agosto de 2012

El paraíso perdido – Milton

Una obra de gran alcance que aborda el tema del destino del ser humano y sus ansias por lograr una realidad que se asemeje al mundo ideal infinitamente bello.

Al igual que los grandes poemas clásicos, “El Paraíso perdido” está escrito en versos libres, llamados heroicos por ser los tradicionalmente usados en la poesía épica. Este vasto poema coincide con sus antecesores con el carácter eminentemente épico de su desarrollo; sin embargo, las implicaciones religiosas y las consideraciones morales y filosóficas en el poema de Milton son mucho más complejas que las de sus modelos. Por esta razón “El Paraíso perdido” se puede clasificar como una obra épico-religiosa.
Milton fue educado en la Universidad de Cambridge dentro de la fe anglicana, pero posteriormente se convirtió al puritanismo, tanto en el sentido religioso como en el político. Durante la revolución de Cromwell escribió un panfleto político sobro el mal gobierno del rey, esto le valió el ocupar el cargo de secretario de Latín (lengua diplomática de la época), el cual ocupó hasta La Restauración. Su prestigio literario y la labor de amistades influyentes impidieron que fuera encarcelado o ejecutado cuando se restableció la Monarquía, y se le puso en libertad después de pagar una multa. Por otra parte, su ceguera, sus problemas financieros y familiares se consideraron como una especie de castigo divino.
Milton escribió a lo largo de su vida numerosas obras en verso y en prosa, en latín y en inglés, de igual manera que tuvo una intensa vida politice y religiosa. Abogó por la reforma eclesiástica anglicana y escribió artículos y panfletos sobre los problemas administrativos y sociales de la monarquía; asimismo escribió un conjunto de artículos sobre el divorcio, una gramática latina, un diccionario de latín y dos trabajos históricos: “Historia de Gran Bretaña” y “Breve historia de Moscovia”.
Historia, filosofía, religión, gramática, política, todos estos temas fueron tratados extensivamente por Milton, pero no cabe duda que su gloria fundamental se debe a su vasto poema “El Paraíso perdido”. Quizás porque en él su autor logró reunir sus preocupaciones filosóficas con sus conocimientos religiosos y su habilidad literaria.
Esta vasta epopeya trata sobre la desobediencia de Adán y Eva y sus ulteriores consecuencias, y está escrita (a la manera clásica) en doce libros.
Al inicio se expone sucintamente el argumento de toda la obra: la caída del hombre en el pecado y la pérdida del paraíso. Después se habla de la causa de la desgracia humana: la Serpiente, Satán, que anteriormente hubo de rebelarse contra su creador, Dios, en compañía de los otros ángeles. Por esta razón todos estos rebeldes fueron arrojados al Infierno, un lugar oscuro llamado Caos. Después de un momento de confusión, Satán se recupera y reúne sus legiones prometiéndoles recuperar el cielo del que fueron arrojados, les habla también de que ha sido creado un nuevo mundo y una nueva criatura de la que las profecías dicen que será aun más excelsa que los ángeles.
Satán decide destruir ese nuevo mundo y sus criaturas. Abandona su reino, y cruzando las esferas y loa abismos, llega al Paraíso donde, en forma de serpiente, persuade a Eva para que coma del fruto del árbol de la Sabiduría.
Uno de los aspectos originales en la concepción de Milton es que Adán no come del fruto prohibido por curiosidad, o por deseo de saber, sino porque, viendo perdida a Eva decide, lleno de amor, acompañarla en su suerte. La declaración de amor de Adán en este episodio es de una hermosura jamás superada en literatura. En medio de su desgracia Adán y Eva se consuelan con la idea de que su estirpe será redimida, y deciden vivir para la oración y el arrepentimiento.
El Hijo de Dios presenta al Padre las oraciones de Adán y Eva. Éste las acepta, pero ordena que éstos sean expulsados del Paraíso. Miguel es enviado a cumplir la orden. Antes de partir, Adán es llevado a una colina en la cual Miguel le muestra en una visión lo que habrá de ocurrir hasta el fin de los tiempos. La visión de la futura redención de la humanidad por el Hijo, y de su segunda venida para el Juicio, consuela a Adán, éste baja de la colina, y acompañado de Eva, abandona el Paraíso.
Del cristianismo católico Milton rechaza la existencia del Purgatorio, la autoridad papal, la Trinidad, los sacramentos y otros elementos. Igualmente se aparta de la iglesia anglicana, puesto que no acata la autoridad eclesiástica, ni la imposición de un culto externo. Finalmente, disiente de los puritanos, pues tampoco acepta la teoría de la predestinación. El hombre de Milton (Adán) es libre y escoge su condenación.
La teología de Milton forma casi una religión aparte; su disposición del Cielo y el Infierno, la relación entre el Padre y el Hijo, y su concepción de Satán dieron lugar a interpretaciones heterodoxas, así como a acerbas críticas provenientes de las diversas religiones cristianas. Esta circunstancia inspiró a Blake su poema “Milton”, en el que el poeta desciende del cielo para explicar su obra.
Desde el punto de vista formal también se le ha tratado duramente. Ezra Pound acusa a Milton de forzar la sintaxis inglesa en los moldes de la sintaxis latina, ya que a veces escribe como si el inglés tuviera declinaciones. En un ensayo de 1936, T. S. Eliot, lo incrimina de apartarse del lenguaje coloquial para utilizar una lengua enrarecida y estereotipada. Sin embargo, otros críticos han defendido la causa de Milton, y hasta el propio Eliot reconoció posteriormente (1947) que el gran poeta fue capaz de crear con sus versos unidades musicales superiores a las de cualquier otro poeta moderno. Eliot rectifica su opinión anterior y considera que el verso miltoniano “podría evitar (al idioma inglés) la sumisión a la lengua hablada y a la lengua corriente”.
La intensa labor política y literaria anterior a sus obras magnas le hubiera granjeado a Milton un lugar en la historia de la política y la religión de su país; pero son sus “Paraíso recobrado”; “Sansón agonista”, y especialmente su “Paraíso perdido” las que le han obtenido una mayor y merecida fama.
DF.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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