domingo, 19 de agosto de 2012

Romeo y Julieta – Shakespeare

La obra dramática de la que todos hemos hablado alguna vez pero que siempre queda mucho por comentar dada la universalidad de su argumento y calidad literaria.

William Shakespeare, considerado el dramaturgo más grande de todos los tiempos, nació en Stratford-on-Avon el 23 de abril de 1564. Su padre desempeñó varias ocupaciones que van desde carnicero y comerciante de lana y cereales hasta alguacil de la ciudad. A pesar de que “el Cisne del Avon” no viajó mucho, se desconocen los detalles de su vida adolescente y se carece de una información exacta acerca de su educación y las circunstancias que lo inclinaron a relacionarse con el teatro. Lo cierto es que en 1594 se encontraba formando parte de la compañía de actores de Lord Chamberlain (posteriormente llamada The King’s men), que funcionaba en el mejor teatro londinense de la época: The Globe.
Su experiencia como actor se refleja en el desarrollo de su arte dramático, pues su uso del escenario, así como de los recursos que tradicionalmente formaban parte del espectáculo (trajes, máscaras, música, canciones), influyó notablemente en los dramaturgos posteriores, a la vez que favoreció la escena isabelina con una agilidad y una soltura desconocida por sus predecesores. Asimismo, Shakespeare enriqueció y contribuyó a darle estructura definitiva a la lengua inglesa. A partir de él el inglés se convirtió en un idioma completo en construcción, significado y vocabulario. Esto sólo bastaría para colocarlo entre los grandes poetas de lengua inglesa, pero en realidad su mayor mérito radica en su genialidad para la creación de personajes dramáticos y su perfección al describir los sentimientos más complejos del alma humana.
Partiendo de tipos populares (Falstaff, el ama de Julieta), o de símbolos encarnados (la indecisión en Hamlet, la ambición en Macbeth; los celos en Otelo), Shakespeare trasciende su intención original configurando seres de carne y hueso que a través de sus palabras y sus actos van a revelar algún aspecto específico del alma humana sin perder por ello su carácter de individuos. Estas características han otorgado a sus obras una popularidad que ha vencido hasta nuestros días las barreras del espacio y del tiempo.
De entre todas sus obras, no cabe duda de que “Romeo y Julieta” es una de las más conocidas y representadas. Esto se debe quizá a que en esta obra, a pesar de su final trágico, se exalta uno de los sentimientos más hermosos del ser humano: el amor. “Romeo y Julieta” es la más compleja de las obras tempranas de Shakespeare, y ostenta una armonía magistral entre las palabras y las imágenes. En esta obra se expone la vida pública y privada de dos familias de hidalgos de Verona, Montescos y Capuletos. La querella existente entre éstas sirve de marco para narrar la historia del amor surgido entre la única hija de Capuleto y el hijo único de Montesco. Los jóvenes se casan en secreto con la ayuda del ama de Julieta y de Fray Lorenzo. Esa misma tarde, Romeo mata en un duelo a Tibaldo (primo de Julieta), y por ello es desterrado. Posteriormente los padres de Julieta deciden casarla con el joven hidalgo Paris. Para evadir el casamiento Julieta toma un elixir, proporcionado por Fray Lorenzo, que la hace aparecer como muerta, y es sepultada en la bóveda de la familia. El emisario de Fray Lorenzo no logra comunicar a Romeo el plan, y el joven llega a Verona de noche a visitar el cementerio. Después de un duelo con Paris, Romeo entra en la cripta y toma un veneno junto a su amada que cree muerta. Cuando ésta despierta y descubre el cadáver de su esposo, se hunde la daga de éste en el pecho. Este gesto convierte a Julieta en uno de los personajes femeninos de Shakespeare de mayor elaboración y fuerza dramática. Es Julieta quien decide su destino, no sólo al casarse en secreto con el hijo del mayor enemigo de su padre, sino también al preterir morir antes que seguir viviendo después de la muerte de su esposo.
Aunque el tema de un amor imposible surgido entre dos jóvenes de familias enemigas había sido tratado anteriormente por diversos autores italianos y franceses, la versión de Shakespeare es totalmente original, no sólo en la configuración de los personajes, sino también en su trágico final, así como en el carácter trascendente de su exposición y solución del conflicto.
Desde el punto de vista formal “Romeo y Julieta” ostenta pasajes humorísticos con juegos de palabras y situaciones de humor fácil, tradicionales en el arte popular, combinados sabiamente con el elevado lirismo de las escenas de amor.
Romeo y Julieta no son personajes propiamente trágicos. Los héroes trágicos de Shakespeare se consumen en su propia soledad y son condenados por sus obsesiones y sus pasiones. Otelo es victima de los celos, Hamlet de la indecisión, Macbeth de la ambición, César de la soberbia, Lear y Corlolano de su obstinación y su deseo de autodestrucción. Sin embargo, no se puede decir que Romeo y Julieta mueren victimas de su amor, pues éste no es una pasión negativa ni destructiva. Ellos mueren víctimas del odio y la irracionalidad de otros personajes. Tampoco se puede decir que sean personajes solitarios. Romeo disfruta de la compañía de varios amigos, y es justamente el haber vengado la muerte de su amigo Mercucio en un duelo con Tibaldo, lo que desencadena el trágico final. Julieta, por su parte, goza del afecto de su nodriza, lo cual es notable para una dama joven de la época. El suicidio de Romeo y Julieta no es la consecuencia de pasiones malsanas, sino la reacción ante circunstancias irracionales adversas.
La lección que ofrece Shakespeare a través de estas muertes no es la de que el amor puede llevar a la destrucción a dos jóvenes amantes, sino que el odio irracional puede acarrear a los hombres la pérdida de lo que quieren. Los personajes propiamente trágicos son los padres de estos jóvenes.
La muerte de Romeo y Julieta, tanto en el contexto de la obra como para el lector contemporáneo, simboliza la muerte del amor en un mundo regido por la violencia, el odio y la soberbia.
DF.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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