Resumen sencillo explicando los conceptos esenciales de las diversas
modalidades creativas literarias y las corrientes o escuelas que influyeron en
su historia.
LA EXPRESIÓN TEATRAL. SUS ORÍGENES.
El teatro se originó en Grecia. Una de sus manifestaciones más antiguas,
la tragedia, surgió de los festivales anuales dedicados a Baco, dios del vino.
Según algunos, la palabra “tragedia” se derivó del canto (odé) al macho cabrío
(tragós) sacrificado durante esos festivales. Aristóteles, por su parte,
encontró el origen de la palabra en los preludios improvisados por los poetas
antes del canto reservado al coro de sátiros.
La tragedia adquirió carácter de representación cuando Tespis reemplazó
el corifeo del ritual por un actor, cambio que fue luego enriquecido por
Esquilo y Sófocles con actores adicionales.
Las representaciones rudimentarias se fueron enriqueciendo con elementos
cada vez más complejos. El coro vino a simbolizar la voz del pueblo y el
solista comenzó a actuar en vez de cantar. El tema fue ganando estatura y llegó
a reproducir la batalla del protagonista contra el destino, motivo central de
la tragedia una vez que llegó a su completo desarrollo.
La comedia se originó también en los festivales de Dionisos. El tono,
sin embargo, era festivo, y el papel del coro era mucho más activo que en la
tragedia. Las críticas y las burlas a personalidades de importancia eran hechas
con entera libertad. El sentido del humor era tan directo, que ni siquiera en
los escenarios contemporáneos se escuchan comentarios semejantes.
LOS GÉNEROS DRAMÁTICOS.
LA TRAGEDIA.
La tragedia se caracterizó por presentar conflictos sucedidos entre
individuos notables, como héroes, reyes, príncipes y semidioses. Al igual que
la épica, a veces los dioses tomaban parte en los acontecimientos. El tono de
la tragedia era elevado y solemne, dada la dignidad de los protagonistas. El
tema reflejaba la lucha del personaje con su destino, y su final era siempre
catastrófico.
Aunque los espectadores estaban familiarizados con los temas, porque
éstos se inspiraban en mitos y leyendas conocidos, la atracción de la tragedia
residía en la representación misma de la acción dramática. La reacción del
público ante el desenlace fatal contenía una mezcla de horror y compasión por
los personajes. Este horror les permitía, a través de la emoción estética,
liberarse de sus propias pasiones; literariamente, tal liberación se conoce con
el nombre de catarsis o purificación.
El teatro trágico griego tuvo tres grandes nombres: Esquilo, Sófocles y
Eurípides. A Esquilo se le considera el creador de la tragedia. Entre sus
innovaciones se cuentan: la presencia de un segundo actor, lo que disminuyó la
presencia del coro, al centrar la acción en los dos actores; redujo el canto y
dio mayor importancia al diálogo hablado. Entre las siete obras que se
conservan de Esquilo se destaca “Prometeo encadenado”. Escribió trilogías, pero
la única que se conserva completa es “La Orestíada”, cuyas tres obras son: “Agamenón”, “Las
Coéforas” y “Las Euménides”.
Sófocles trajo a la tragedia una nueva dimensión —le añadió el tercer
personaje. Esta invención permitió un desarrollo más complejo no sólo del
protagonista, sino de sus circunstancias. El juego escénico ganó en fluidez al
ser mucho más balanceada la caracterización de los personajes y más complicadas
las situaciones.
Sófocles dio al coro diversas funciones que aumentaron las posibilidades
dramáticas. El coro no sólo vino a ser el espectador ideal que reaccionaba en
el momento apropiado, sino también un personaje que poseía una visión del
protagonista.
Los papeles que interpretaba el coro variaban en cada una de las obras,
lo que indica el grado de desarrollo del arte dramático de Sófocles. Otro
recurso que introduce en la escenografía, fue el de los escenarios pintados.
Sin embargo, no escribió trilogías como Esquilo; sólo creó obras
independientes, entre las que se conservan: “Ayax”; “Antífona”; “Las Tarquinias”;
“Electra”; “Filoctetes”; “Edipo rey”, y “Edipo en Colona”.
Eurípides fue un dramaturgo diferente a sus antecesores. Aunque se
inspiró como éstos en temas conocidos, también utilizó fuentes ya olvidadas. El
tratamiento dramático estaba basado en una serie de episodios violentos, a
veces sin conexión esencial, que no permitían una reacción por parte de los
personajes. Los personajes eran víctimas, y las afrentas que recibían eran
producto de la misma naturaleza del hombre. Su tragedia pintó al hombre que
sufre, no por destino de los dioses, sino por la insensatez de la propia humanidad.
El hombre era víctima del hombre. En este sentido su teatro es más realista.
Creó grandes personajes femeninos que dieron nombre a algunas de sus piezas: “Medea”;
“Hécuba”; “Ifigenia”; “andrómana”; “Fedra”, y “Electra”.
LA COMEDIA.
La comedia, como se indicó, comenzó en los festivales dedicados a
Dionisos o Baco, en Atenas. Al llegar el siglo V A. C. tanto la tragedia como
la comedia aparecieron regularmente en los festivales de invierno del dios del
vino.
La comedia antigua conservó el coro de la tragedia, pero su función era
hacer burla o parodia de los temas, aunque, a veces, éstos eran serios. El
único comediante clásico que se conoce es Aristófanes, del cual se conservan
trece comedias. Su estilo, a veces obsceno, no tiene punto de comparación con
ningún otro en la literatura occidental, por lo que se le califica, sin otra
medida que la propia, como “aristofánico”.
En sus comedias el coro frecuentemente está formado por ranas, avispas,
aves, nubes, carboneros, etc. Las burlas en estas obras van dirigidas tanto a
lo celestial como a lo terrenal. En “La paz2, se mofa de los dioses; en “Los
acarnienses”, hace blanco en la guerra y en los generales; en “Las nubes”, se
burla del filósofo Sócrates; en “Las ranas”, hace crítica literaria a través de
un tribunal animal para decidir a quién se debe resucitar, si a Esquilo o a
Eurípides. En “Lisístrata”, se ríe de la torpeza humana al preterir la guerra
al amor; hace a las mujeres rebelarse contra el orden establecido e iniciar una
guerra para terminar la que libran los hombres. Aristófanes se burla hasta de
sí mismo, en “Las tesmoforías”; las mujeres deciden desquitarse, y se vengan de
él por las burlas de las que siempre las hace objeto en sus obras.
En el siglo IV A. C., surgió la comedia nueva, que es un teatro en el
que ha desaparecido el coro y que por el enfoque de la psicología de los
personajes y la proyección de sus acciones se acerca mucho a la comedia de
costumbres moderna. El autor más notable del período es Menandro (342?-291 A. C.).
EL TEATRO ROMANO.
Los romanos generalmente imitaron a los griegos. Aunque el teatro romano
se convirtió en una actividad cultural de gran importancia, se volvió muy
popular y perdió su carácter de ceremonial religioso. Se construyeron grandes
teatros, pero la tragedia perdió importancia, y el trágico más importante,
Séneca (l D.C.), escribió para ser leído. En este período surgieron actores
ambulantes (futuros juglares), y floreció la comedia latina con Plauto y
Terencio (s II y III A.C.), cuya influencia trascendió a la comedia humanística
del Renacimiento.
EL TEATRO MEDIEVAL.
Al desaparecer el imperio de Roma, el teatro se fue perdiendo hasta
olvidarse completamente por siglos. El teatro medieval no tuvo raíces en el
grecolatino. Surgió como el clásico en conexión con los ritos religiosos, pero
ahora de tipo cristiano. Dos grandes acontecimientos del cristianismo, el
nacimiento y la resurrección de Cristo, dieron lugar a dos ciclos de producción
alrededor de estos temas. Más tarde se agregaron otros elementos hasta formar
escenas dramáticas, que se empezaron a representar en los atrios de las
iglesias. Al añadírseles giros del habla popular, las escenas se fueron
secularizando más y más, hasta convertirse en obras que tenían a las plazas por
escenario.
La historia del teatro medieval inglés, italiano y francés, así como la
de los reinos de Aragón, Valencia y Cataluña puede trazarse de este modo, pero
no así la del castellano. El arte teatral en Castilla es una historia de
silencio, con dos momentos expresivos: a fines del siglo XII, el “Auto de los
Reyes Magos”, y en la segunda mitad del siglo XV, un par de poemas dramáticos
de Gómez de Manrique.
Muy discutido resulta el tópico de la existencia de una perdida
tradición teatral en castellano. Sin embargo, estudios serios sobre el asunto
parecen indicar que lo único sensato es atenerse a las pruebas encontradas.
Aunque hay menciones sobre juegos de escarnio en “Las partidas” de Alfonso X,
el Sabio, es necesario recordar, como bien apunta el medievalista Humberto
López Morales, que Alfonso X creó “una obra de síntesis y no un reflejo de la
realidad de su momento”. Además, de hablarse de una tradición, habría que
aceptar una idea tan contradictoria como la de un teatro no sólo sin evolución,
sino en retroceso por dos siglos y medio, ya que las primeras obras conocidas
del siglo XV tienen una técnica más rudimentaria que la desarrollada en el “Auto
de los Reyes Magos”.
EL TEATRO RENACENTISTA Y BARROCO.
En toda Europa se desarrolló un teatro religioso y otro profano. En
España se dieron estas tendencias y paralelamente también surgió una corriente
dramática popular.
El teatro litúrgico es consecuencia de las lecturas en las iglesias de
los relatos bíblicos o de las explicaciones de los símbolos y alegorías
cristianas. Cuando estas lecturas se hicieron más estructuradas nacieron los
llamados misterios o autos sacramentales.
El teatro profano siguió los moldes de la tragedia clásica. Durante el
Renacimiento, los escritores se familiarizaron con los clásicos grecolatinos y
con la “Poética” de Aristóteles. De corte clásico, aunque españolizado, son las
obras de Fray Jerónimo Bermúdez, Cristóbal do Virués, Lupersio Leonardo de
Argensola, y Cervantes, cuya “Numancia” muestra el valor del pueblo español.
Estos son ejemplos del teatro humanístico. Junto a esas corrientes brotó una
vena popular de la que Lope de Rueda fue el mayor propulsor. Los pasos, piezas
cortas con diálogo vivo y temas costumbristas, así como los entremeses son
obras de poca extensión y de inspiración popular. En el siglo XVII, Cervantes y
Quiñones de Benavente se distinguieron como los mejores entremesistas del
teatro español.
Lope de Vega creó una fórmula teatral que representó el triunfo
definitivo de la comente popular en el teatro. Esta fórmula dio vida a un nuevo
concepto escénico en que tragedia y comedia iban unidas como en la vida misma.
El drama trajo a las tablas a personajes reales y a dignos hijos del
pueblo, así como a sus sirvientes; de este modo logró una serie de contrastes
entre todos los miembros de la sociedad. Revolucionó la escena al romper las
unidades de acción, tiempo y lugar, y redujo los actos a sólo tres en lugar de
los cinco de la tragedia clásica.
El teatro español se caracterizó por su gran acción, ya que Lope
escribía tomando en cuenta el tipo de público que veía sus obras y, sin duda,
siguiendo su propio gusto por lo natural y lo vital. Aunque el teatro de
Calderón es más complejo en ideas y en la técnica de la puesta en escena, la
acción sigue siendo su mayor motor.
En Inglaterra durante el período renacentista se produjo también un
teatro de gran importancia, con figuras como Ben Jonson, Christopher Marlowe, y
sobre todo, William Shakespeare. Las obras de este dramaturgo siguieron más de
cerca los preceptos de la tragedia clásica. El énfasis en las obras inglesas
recayó en los personajes y en la exposición de su psicología; por eso de este
teatro salieron excelentes pinturas de las pasiones y emociones humanas.
Shakespeare escribió también comedias de carácter complejo, pues los motivos de
risa no se derivan solamente de las situaciones, sino también de las
características de los personajes, haciendo énfasis en su astucia, su concepto
sobre la vida y su manera de hablar. Tanto en sus tragedias como en sus dramas
y comedias se reflejan los intereses humanistas propios del Renacimiento; esto
se ve específicamente en su enfoque del hombre como individuo y en el respeto
por las clases populares.
EL TEATRO NEOCLÁSICO EN FRANCIA.
En Francia el teatro tardó más tiempo en lograr una forma definitiva que
el de Inglaterra y España. El interés que se despertó en el Renacimiento por lo
clásico, corría parejo en este país con el gusto tragicómico del teatro español
hasta muy avanzado el siglo XVII. Finalmente emergió el neoclasicismo
—preferencia por lo clásico—, y Corneille en 1636, obtuvo un gran éxito con “El
Cid”, inspirado en la obra del español Guillén de Castro, “Las mocedades del
Cid”.
Los preceptos neoclásicos imponían una observación rigurosa de la unidad
de tiempo, espacio y acción, así como una separación de los géneros trágico y
cómico. En este teatro los temas se diferenciaban de acuerdo con la categoría
de los personajes; los grandes conflictos de la tragedia eran encamados por las
grandes figuras, y los de las comedias les ocurrían a los personajes de menor
relieve; había mayor énfasis en el desarrollo del carácter de los personajes, y
especial detenimiento en el análisis de las circunstancias. Todo dentro de un
marco estructural equilibrado que permitía el planteamiento de los problemas mesuradamente,
de acuerdo con el gusto exquisito de la época. Los grandes nombres del teatro
neoclásico francés fueron: Corneille, Racine y Moliére.
En Corneille la estructura dramática alcanzó niveles de gran
elaboración; la acción servía de elemento propulsor a sus obras, de igual
manera que el verso mantuvo una elegancia nunca antes lograda en la lengua
francesa; sin embargo, Racine estructuró sus obras apoyándose en el conflicto
interno de sus personajes, a los cuales brindó una expresión apasionada con versos
de gran sonoridad.
Finalmente, Moliére fue el gran comediógrafo del período, en sus obras
se caricaturizaron los grandes males de la época a través de la creación de
arquetipos (el avaro, en la comedia del mismo nombre; el hipócrita, en “Tartufo”;
las vanidosas, en “Las preciosas ridículas”). Su verso conserva la elegancia
propia del neoclásico, pero sus temas fueron más contemporáneos y mundanos. En
ocasiones rompió el estrecho marco de la unidad de tiempo y de lugar. Moliére
dio inicio a una forma de teatro más popular, pero de tanta calidad y
perdurabilidad como la de sus antecesores.
EL TEATRO NEOCLÁSICO EN ALEMANIA.
El teatro neoclásico en Alemania se centró en la figura de Lessing que
además fue uno de los fundamentales creadores de la literatura nacional
alemana. En sus obras se estructuró un nuevo tipo de teatro con diferentes
facetas: el drama social (“Los judíos”); el drama burgués (“Minna von Barnhelm”);
y el drama de corte filosófico, (“Emilia Galotti”; “Natham, el sabio”). Para
Lessing era de gran importancia la temática de la obra, y el desarrollo
dramático de las mismas estaba subordinado a la exposición de una idea o
teoría; esta concepción del drama convirtió a este autor en un temprano
precursor del teatro de tesis que siglos más tarde habría de desarrollar el
dramaturgo noruego Enrique Ibsen. Sin embargo, en Lessing se mantuvo el gusto
neoclásico por los temas históricos, la forma pulida y una estructura
equilibrada.
EL TEATRO ROMÁNTICO.
Mientras el Romanticismo se abría paso en el resto de Europa, en España
se intentó el neoclasicismo con poca fortuna, con las excepciones de “Raquel”,
tragedia de García de la Huerta,
y las populares comedias “El sí de las niñas” y “La comedia nueva” o “El café”
de Leandro Francisco de Moratín.
En Europa surgió el drama romántico a través de los esfuerzos de Goethe,
Schiller y los hermanos Schiegel. En Goethe, la figura máxima de este
movimiento en Alemania, el drama conservó mucho de las preocupaciones
filosóficas y sociales que ostentaban las obras de Lessing, pero su teatro se
centró más en los conflictos del individuo y en la trascendencia religiosa de
los problemas internos de los personajes.
El teatro de Goethe no exponía ideas, sino preocupaciones filosóficas,
sus obras no trataban de exponer una teoría, sino de despejar una incógnita;
esta característica, juntamente con la importancia que se le adjudicaba a los
sentimientos de los personajes, fueron los rasgos fundamentales que
relacionaron sus obras con la estética del romanticismo. En el teatro de
Schiller, los sucesos y los personajes históricos fueron recreados por el poeta
para resaltar la importancia del individuo en el devenir de la historia (“La
doncella de Orleáns”; “Don Carlos”); de igual manera se puso en evidencia el
conflicto entre individuo y sociedad, siendo éstos, dos de los rasgos
característicos del teatro romántico.
En 1830, finalmente comenzó el romanticismo en Francia con el estreno
del “Hemani” de Víctor Hugo, que también enfrentaba al individuo como héroe
ante un medio adverso. También se destacaron en este período en el teatro
francés, Lamartine, Alfred de Vigny y Alfred de Musset. Musset reelaboró la
estructura de la obra dramática, permitiendo una mayor agilidad en el
desarrollo de la trama.
Como en Francia, en España este movimiento llegó tardíamente. Entre 1834
y 1837 se estrenaron: “Macías de Larra” y “La conjuración de Venecia” de
Martínez de la Rosa;
“Don Álvaro o La fuerza del sino” del duque de Rivas; “El trovador” de García
Gutiérrez, y “Los amantes de Teruel” de Hartzenbush. El romanticismo tiene una
etapa posterior que la marca el estreno de “Don Juan Tenorio” de Zorrilla, en
1844.
En Italia, este movimiento artístico tuvo su máxima figura en Alessandro
Manzoni, cuya obra ostentó un marcado carácter patriótico y popular; son
notables sus piezas dramáticas “El conde Carmañola” y Aldechi”.
El teatro romántico generalmente se inspiraba en temas históricos.
Frecuentemente se presentaban conflictos pasionales, y a veces el personaje
rompía con la sociedad y se quejaba hasta de Dios. Las obras “Manfred y Caín”,
del poeta británico Lord Byron, son claros ejemplos de esta tendencia.
Las obras del teatro romántico no observan las reglas clásicas de las
unidades y frecuentemente contienen una mezcla de prosa y verso, de lo trágico
y lo cómico. Víctor Hugo dijo que el liberalismo en la política era el
romanticismo en la literatura. Los grandes héroes de este movimiento fueron los
rebeldes contra toda convención, tanto social como literaria.
EL TEATRO REALISTA.
El teatro realista intentó erradicar la estética romántica y ofrecer una
visión crítica de la sociedad moderna. El principal creador de este tipo de
teatro fue el noruego Enrique Ibsen, que con su “teatro de tesis” dio origen al
teatro de ideas y de actitud crítica que prevalece en la escena contemporánea.
Sus obras expusieron situaciones de ruptura entre un orden de cosas ya caduco y
las exigencias de la nueva sociedad burguesa. Su concepción de los personajes
se inspiró en los conceptos psicológicos de la época, ya que Ibsen pretendía
reconstruir la realidad de la manera más exacta y verosímil que le fuera
posible.
Muy ilustrativas de su técnica dramática son sus conocidas obras “Casa
de muñecas”, “Espectros” y “El constructor Solness”. Durante este período en
España surgió la alta comedia, que tuvo cierto parecido con la comedia burguesa
francesa de Augier y de Dumas hijo. Se distinguieron Tamayo y Baus y López de
Ayala. En Hispanoamérica, el realismo tuvo un carácter regionalista, ya que se
preocupó por reproducir situaciones específicas de determinados ambientes
culturales y zonas geográficas. Sus más altos exponentes fueron Florencio
Sánchez y Ernesto Herrera.
EL TEATRO NATURALISTA.
Al igual que el realismo, el naturalismo se preocupó por llevar a la
escena las situaciones tomadas de la realidad, pero su actitud fue mucho más
severa y rigurosa; los ambientes y los personajes frecuentemente eran tomados
de las clases sociales más desposeídas. El naturalismo tuvo un carácter de
denuncia social, y opuestamente al fatalismo del movimiento romántico, su
exposición de los conflictos entre individuo y sociedad pretendió encontrar y
juzgar las causas de esos conflictos.
Gerhard Hauptman, con su obra “Los tejedores”, dio inicio a este
movimiento teatral en Alemania. August Strindberg y Anton Chéjov son otros dos
de los autores más destacados del naturalismo; ambos se preocuparon por
denunciar el carácter alienante de las relaciones entre amo y sirviente, así
como por ofrecer una esmerada elaboración de sus personajes, siguiendo las premisas
de los adelantos científicos de la época en el campo de la psicología.
Strindberg concibió personajes alienados y atormentados en un mundo que
rechaza todo sentimentalismo y en el que la ambición y las pasiones son los
móviles fundamentales (“La señorita Julia”). En cambio Chéjov reprodujo la
imagen de la decadente burguesía terrateniente en vísperas del estallido de la Revolución Rusa (“El
jardín de los cerezos”).
El teatro de Chéjov ejerció una gran influencia en el teatro
contemporáneo, tanto por la delicadeza con que concibió sus personajes, como
por el carácter de crítica social de sus obras. Uno de sus discípulos más
cercanos, Máximo Gorki, continuó el movimiento teatral naturalista en Rusia
después de la Revolución,
dándole a su teatro un carácter militante, en el que la exposición de
conflictos sociales obedeció a la intención de demostrar doctrinas políticas.
Este movimiento artístico iniciado por Gorki se ha desarrollado
fundamentalmente en la
Unión Soviética y es conocido como realismo socialista.
EL TEATRO CONTEMPORÁNEO.
El teatro del siglo XX presenta mucha más agilidad escénica y
profundización en los conflictos. Los temas, en general, son más universales.
En muchas obras la escenografía queda reducida al mínimo; y el vestuario es muy
sencillo o se combina con desnudos. Aunque paralelamente existe una tendencia
que le da mayor importancia a estos elementos. Para estos autores y directores
teatrales los recursos escenográficos, las luces, la música y los efectos
visuales que ofrece la técnica moderna pasan a tomar un lugar de importancia en
el desarrollo de la puesta en escena.
El propio arte teatral, a menudo, es parte de la discusión. El público
juega un papel de tal preponderancia que, con frecuencia, la acción se
desarrolla parte en el escenario y parte en el auditorio. Esto puede verse en
las puestas en escena del movimiento llamado “living theatre” que también
exploró las posibilidades del teatro al aire libre y la ausencia de vestuarios
y decorados. Asimismo, en muchas obras contemporáneas, la iluminación parece
imitar al cine, concentrándose en un punto determinado o alternando luz y
sombra. Este uso de la luz es característico de las teorías escénicas de Brecht
y Piscator.
Las obras de principios de este siglo seguían más la línea realista al
presentar la acción en una secuencia lineal; sin embargo, a medida que avanza
el tiempo, el teatro moderno se hace más complejo estructural y temáticamente.
Algunos teatristas distinguidos de la época moderna en España son:
Unamuno, con sus conflictos existenciales; Valle Inclán, con su genial sentido
de lo grotesco; en nuestros días, Arrabal, con una concepción despiadada de la
realidad, y Buero Vallejo, con una nueva visión de los problemas de las clases
populares.
En Norteamérica se destacan Eugene O’Neill, por su genial
caracterización de los personajes típicos estadounidenses de principios de
siglo, y con un vigor descriptivo de las pasiones humanas rara vez alcanzado en
la literatura dramática; Tennessee Williams, que incluye los conceptos freudianos
en la configuración psicológica de sus personajes, y más recientemente, Edward
Albee, que sumerge sus personajes en atmósferas de profunda crisis social y
espiritual.
Es preciso destacar los aportes hechos al teatro contemporáneo por el
alemán Bertolt Brecht, que cambió el concepto de la representación teatral. Su
famosa “técnica de distanciamiento” incita al espectador a un análisis crítico
de los hechos expuestos, en lugar de la tradicional identificación a nivel
emocional. Para lograr esto, Brecht utiliza una serie de recursos escénicos que
abarcan desde la música (canciones explicativas), hasta el uso de vestuarios
(máscaras) y decorados especiales (proyecciones cinematográficas). La
importancia y trascendencia de sus innovaciones sólo es comparable con la
transformación que sufrió el teatro con la llegada del Renacimiento.
Otros autores modernos y contemporáneos como Bernard Shaw, Luigi
Pirandello, Jean Giradoux, Jean Paul Sartre, Jean Anouilh y Eugéne Ionesco, han
utilizado el teatro como tribuna de ideas; sus obras les han servido para
expresar a través de sus estilos personales sus conceptos filosóficos o sus
ideas acerca del hombre y sus relaciones con la sociedad.
Las corrientes actuales más representativas en el teatro contemporáneo
son el absurdo, con figuras como lonesco, Piñera y Becket; en este último, a
través de situaciones irreales se da una visión crítica de la sociedad
contemporánea. Este teatro suele tener intenciones humorísticas.
El teatro político, creado por el italiano Erwin Piscator en un libro
del mismo nombre, establece diversas técnicas para la puesta en escena que
buscan realzar el contenido de crítica social en toda obra teatral, tanto
contemporánea como de épocas anteriores. Buero Vallejo, Friedrich Dürrematt e
lgmar Bergmann se han servido de esas innovaciones.
El teatro de la crueldad, que sigue las premisas planteadas por Antonin
Artaud en “El teatro y su doble”, busca un nuevo tipo de relación con el
público, no sólo por la representación de situaciones grotescas, sino por una
actitud de agresividad hacia el espectador. De esta forma se logra agudizar la
conciencia crítica del público. Este teatro está desprovisto de todo elemento
embellecedor de la realidad y se especializa por mostrar los aspectos más
marcadamente sombríos y crueles de la realidad. Los autores Peter Weiss, Jack
Gelber, Edward Albee, Alexandro Jodorowski y José Triana han desarrollado obras
muy interesantes en este tipo de teatro.
Recientemente ha surgido el llamado teatro pobre, partiendo de las
premisas enunciadas por el polaco Jerzy Grotowski en su libro “Hacia un teatro
pobre”, que persigue desnudar la representación teatral de la mayor cantidad de
elementos colaterales. El decorado y el vestuario se reducen a veces a meros
símbolos o son totalmente inexistentes, lo cual hace que la acción y los
diálogos reciban toda la atención del espectador, quien nunca podrá perder
conciencia de que se encuentra ante una “representación”.
La intención de Grotowski es llevar la teoría del distanciamiento
brechtiano a sus últimas consecuencias, pues el “empobrecimiento” de la escena
conlleva un énfasis inevitable en el contenido de la obra en cuestión. De igual
manera, Grotowski ha desarrollado un método de preparación del actor que
persigue despertar sus habilidades extrasensoriales para establecer relaciones
totalmente inéditas entre los actores, y entre éstos y los espectadores.
Como Piscator, Grotowski considera que su método puede aplicarse a
cualquier obra teatral de cualquier época, enriqueciendo el contenido de la
misma con intenciones contemporáneas. Sus teorías y sus puestas en escena en el
Teatro laboratorio de Wroclaw han tenido gran repercusión en el teatro mundial
de la actualidad.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
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