sábado, 21 de julio de 2012

Piedra de sol – Paz

Aunque es innecesario aludir el genio de este poeta nunca es excesivo resaltar sus dotes casi inigualables de creador eximio de las letras hispanoamericanas.

El escritor mexicano Octavio Paz es, en la actualidad, una de las figuras más destacadas del quehacer literario en lengua española. La excepcional calidad de su obra poética ha sido completada gradualmente en el ejercicio del ensayo, y ha llegado a tener tanta importancia como poeta cuanto como ensayista. Los campos en los que incursiona, los temas que aborda y las materias que trata son tan variados que lo convierten en casi obligada referencia en la vida literaria de Hispanoamérica.
La vasta obra poética de Octavio Paz se desenvuelve en etapas bien definidas y se encuentra reunida en tres volúmenes, “Libertad bajo palabra” (1935-1957), “Salamandra” (1958-1961) y “Ladera Este” (1962-1968), y dos libritos de poesía especial: “Tapoemas” y “Discos visuales”. El año 1958 divide en parte la tónica de su poesía: antes de ese año, los versos de Octavio Paz tienen un desarrollo menos personal, tal como revela el camino andado desde “Semillas para un himno” hasta “El cántaro roto”. Después de ese año, su poesía adquiere un carácter propio, un acento personal. En medio de ambas corrientes se puede situar al largo e importante poema “Piedra de Sol” que apareció en 1957, último poema del volumen “Libertad bajo palabra” (1935-1957).
En lo que se refiere a su forma, “Piedra de Sol” tiene su origen directo en los ritos de los nahuas. El poema consta de 584 endecasílabos equivalentes a los 584 días del ciclo del planeta Venus. Se nutre de la tradición mexicana aunque el poeta utiliza un marco de referencia de mayor amplitud. El simbolismo de Venus en la leyenda de Quetzalcóatl hizo de ese planeta la base de los cálculos astronómicos y mitológicos en México y Centroamérica. El poema termina con los mismos versos con los que da comienzo, cerrando así el anillo, completando el ciclo. Esta forma cíclica del poema describe la visión de la creación que tenían las culturas del México prehistórico, visión fuera del tiempo lineal y limitado que conoce el hombre moderno. “Piedra de Sol” —poema cuya forma es su contenido— es la revelación de la intuición del poeta de que el tiempo cíclico es más afín a la naturaleza del hombre.
El epígrafe de “Artemisa de Nerval” señala el ritmo siempre repetido, pero siempre único de cada momento de amor, como el planeta Venus que siempre es el mismo aunque continuamente se renueva.
“Piedra del sol” comienza con la descripción de un paisaje revelador del ánimo del poeta, mediante la utilización de elementos descriptivos que sugieren tranquilidad y esperanza:

… un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:
un caminar tranquilo...

Después se entra en forma gradual en la que será la casi constante temática del poema: el universo y la vida del poeta reunidos en un cuerpo de mujer. Peregrinación espiritual y amor erótico se funden en un solo tema:

voy por tu cuerpo como por el mundo,
tu vientre es una plaza soleada,
tus pechos dos iglesias donde oficia
la sangre sus misterios paralelos,
mis miradas te cubren como yedra,
eres una ciudad que el mar asedia,
una muralla que la luz divide...

Y continúa el poeta, casi inmediatamente después:

vestida del color de mis deseos
como mi pensamiento vas desnuda,
voy por tus ojos como por el agua,
los tigres beben sueño en esos ojos,
el colibrí se quema en esas llamas,
voy por tu frente como por la luna,
como la nube por tu pensamiento,
voy por tu vientre como por tus sueños...

La utilización de verbos de movimiento encarna el sentido de doble peregrinación. En la medida en que la mujer se va convirtiendo en una con la realidad exterior, adquiere las propiedades de la fertilidad y del maíz, de la regeneración y del agua:

tu falda de maíz ondula y canta
tu falda de cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus cabellos, tus miradas,
toda la noche llueves, todo el día
abres mi pecho con tus dedos de agua,
cierras mis ojos con tu boca de agua,
sobre mis huesos llueves, en mi pecho
hunde raíces de agua un árbol líquido...

En otras palabras, la imagen de la mujer, identificada con los principios femeninos del universo hace que la regeneración a través de la pasión y de las tuerzas escondidas del cosmos sean una sola cosa.
Pero el encuentro: “voy por tu cuerpo como por un bosque” termina “en abismo brusco”, y el poeta “prosigue sin cuerpo, busca a tientas”. El “invisible camino sobre espejos / que repiten mi imagen destrozada…” le reflejan la esterilidad de la imagen solitaria, y le hacen prorrumpir en una invocación a la feminidad abarcando a todas las mujeres en una completa red de alusiones:

he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno.
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo,
yedra que avanza, envuelve y desarraiga
al alma y la divide de sí misma..

Melusina, ninfa acuática medio mujer y medio serpiente recordada por Breton en su novela Nadja. Laura e Isabel, posibles alusiones a Petrarca y Garcilaso de la Vega, Perséfona, reina del mundo subterráneo dentro de la mitología griega. Esta intrincada red de alusiones y conexiones, junto con el tema del incesto, confrontados por Paz en forma magistral, hacen revivir el mito del retorno cósmico a lo largo del poema. El camino es largo y solitario hasta el instante de la liberación:

No hay nada frente a mí, sólo un instante
rescatado esta noche, contra un sueño
de ayuntadas imágenes soñado,
duramente esculpido contra el sueño,
arrancado a la nada de esta noche,
a pulso levantado letra a letra,
mientras afuera el tiempo se desboca
y golpea las puertas de mi alma
el mundo con su horario carnicero,
sólo un instante mientras las ciudades,
los hombres, los sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi frente ciega,
mientras la pesadumbre de la noche
mi pensamiento humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina más despacio
y mis dientes se aflojan y mis ojos
se nublan y los días y los años
sus horrores vacíos acumulan...

Como tantos héroes el poeta tiene que sufrir la etapa de iniciación antes de tener acceso hacia el ‘‘centro del círculo”, camino lleno de dolor físico y de angustia espiritual. Cuando el poeta logra un punto de iluminación con el ser universal, regresa a los frágiles momentos de su vida cotidiana a través de los cuales ha obtenido el conocimiento de la plenitud. El poeta capta lo eterno con el fugaz instante de la vida diaria, en un proceso de unión y de iluminación con el ser universal:

cómo me llamo yo:
¿hacia planes
Para el verano —y todos los veranos—
en Christopher Street, hace diez años,
con Filis que tenía dos hoyuelos
donde bebían luz los gorriones?,
¿por La Reforma, Carmen me decía:
no pesa el aire, aquí siempre es octubre”,
o se lo dijo a otro que he perdido
o yo lo invento y nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la noche de Oaxaca,
inmensa y verdinegra como un árbol,
hablando solo como el viento loco
y al llegar a mi cuarto —siempre un cuarto—
no me reconocieron los espejos?,
¿desde el hotel Vernet vimos al alba
bailar con los castaños —“ya es muy tarde”
decías al peinarte y yo veía
manchas en la pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a la torre, vimos
caer la tarde desde el arrecife?,
¿comimos uvas en Bidart?, ¿compramos
gardenias en Perote?,
nombres, sitios,
calles y calles, rostros, plazas, calles,
estaciones, un parque, cuartos solos,
manchas en la pared, alguien se peina,
alguien canta a mi lado, alguien se viste,
cuartos, lugares, calles, nombres, cuartos,

Madrid, 1937,
en la Plaza del Ángel las mujeres
cosían y cantaban con sus hijos,
después sonó la alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas en el polvo.
torres hendidas, frentes escupidas
y el huracán de los motores, fijo:
los dos se desnudaron y se amaron
por defender nuestra porción eterna,
nuestra ración de tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz y recobrarnos,
recobrar nuestra herencia arrebatada
por ladrones de vida hace mil siglos,
los dos se desnudaron y besaron
porque las desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y son invulnerables,
nada las toca, vuelven al principio,
no hay tú ni yo, mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...

El amor es la defensa del hombre contra la muerte, contra la rutina diaria. “Piedra de Sol” exalta la libertad del alma frente a las fuerzas que intentan deshumanizar la humanidad, ofreciendo la alternativa de la mayor trascendencia, “lo que llamamos Dios...”
La peregrinación realizada a lo largo del poema parece retornar al final desde la “Indecible presencia de presencias”. Pero este regreso no es un fin, sino un nuevo comienzo, el alucinante viaje subterráneo del alma llega a su final cuando el poeta contempla el paisaje donde ocurrió su despertar original:

un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante
un caminar de río que se curva,
avanza, retrocede, da un rodeo
y llega siempre:

A primera vista, “Piedra de Sol” parece uno de los poemas más complejos de Paz. Su forma es cerrada y depende de un marco de referencia mitológico e histórico muy amplio. Octavio Paz es un poeta cuya poesía es impersonal, poesía no tanto de entendimiento y gozo como de comunión. Los versos de Paz son de valor en la medida en que activan el rito mágico que el poeta quiere oficiar. Sin embargo, una de las pocas excepciones dentro de esa línea general de escritura lo constituye “Piedra de Sol”, poema iluminador de la obra de Paz, por el contraste. Quizá sea también el más atrayente, ya que no exige entrar en ritos mágicos ni participar en instrucciones. Es a través de la recreación de mitos que “Piedra de Sol” cobra un significado universal. Por su solidez de contenido y por la dicción de su zona central es uno de los grandes textos de la poesía contemporánea.
AR.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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La Eneida - Virgilio.

Rimas y leyendas - Bécquer.

Martín Fierro - Hernández.

El verdadero rostro de Jesús.

El nuevo Darwin.


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