Indiscutiblemente la obra insignia de la literatura castellana no solo
por sus antecedentes e historia sino también por la universalidad de su
contenido.
Miguel de Cervantes y Saavedra nace en Alcalá de Henares en 1547.
Estudia en Madrid y participa, como soldado de Felipe II, bajo el mando de don
Juan de Austria, en la batalla de Lepanto. De las heridas recibidas en este
combate le queda afectado el brazo izquierdo, por lo que haciendo alusión a
este hecho, algunos le llaman “El manco de Lepanto”. Cuando regresa vencedor a
España, lo apresan los berberiscos y lo mantienen prisionero hasta que los
Padres Trinitarios pagan el rescate cinco años después. Las experiencias
vividas quedan transformadas en material artístico en sus obras literarias. El
ejemplo más obvio es la “Historia del cautivo”, una de las novelas intercaladas
en el “Quijote”.
Cervantes, además de sus experiencias vitales, posee una amplia cultura
dentro de los presupuestos de su época. El tiempo que pasa en Italia le permite
familiarizarse con las teorías del pensamiento renacentista.
Don Miguel cultiva todos los géneros, pero en poesía, aunque compone
algunos poemas que pueden clasificarse de logrados, no se destaca de igual
forma que en teatro y en narrativa. En teatro sigue la corriente humanística
anterior a Lope de Vega, es decir, en sus obras hay más énfasis en lo psicológico
que en la acción, elemento de mayor relieve en el teatro de Lope. Deja unos
entremeses que se consideran entre las mejores piezas cortas del teatro
español. “El retablo de las maravillas” y “La guarda cuidadosa” se aceptan,
generalmente, como los mejores modelos.
La primera obra que publica Cervantes es una novela pastoril, “La Galatea” (1585). Esta
novela tiene lodos los elementos de este tipo de creación; amores entre
pastores que en realidad son personajes de la época; paisaje idealizado,
discusiones sobre el amor, y otros.
Dentro de la prosa, don Miguel también cultiva la novela corta. Escribe
doce “Novelas ejemplares”, que constituyen una novedad dentro de este género
por ser completamente originales. Lo usual en el período es la imitación o
traducción de novelas extranjeras, especialmente italianas, pero Cervantes no
sólo se aparta de lo que está en boga, sino que también se separa en el tono,
de la corriente de la novela corta de Italia. Las novelas cervantinas son
relatos bien hechos, con un sano sentido del humor, carente del elemento procaz
tan característico de las italianas. Además de “La Galatea”, ya mencionada,
Cervantes escribe otras dos novelas extensas: el “Quijote” y “Los trabajos de
Persiles y Segismundo”. Esta última, publicada póstumamente, es una novela de
las llamadas bizantinas, por desarrollarse en una atmósfera cargada de
aventuras. La novela está hecha con cuidadosa elegancia y, aunque Cervantes
logra recrear con gran imaginación un ambiente poético y fantástico, de ser “Los
trabajos…” la única muestra de su arte narrativo, jamás le hubiera ganado el
puesto y la trascendencia que alcanza con el “Quijote”.
El “Quijote” es una novela compuesta de dos partes. La primera (1605),
consta de una trama central fragmentada por la inserción de una serie de
novelas cortas que, si bien es cierto que interrumpen la acción, también
guardan una estrecha relación con los temas desarrollados y con las peripecias
del protagonista. En la segunda parte (1615) la acción se concentra en los
personajes mismos, sin que existan otros asuntos que los propios de las aventuras
de Don Quijote y de su escudero Sancho.
“Don Quijote de la Mancha”
es el nombre que adopta un hidalgo de esa región, cuando enloquece como
consecuencia de innumerables lecturas de novelas de caballería. Para revivir la
profesión de los caballeros andantes se viste a la usanza de éstos y se lanza a
lo que él llama “su oficio y ejercicio de andar por el mundo enderezando
entuertos y desfaciendo agravios”. Realiza sus hazañas en honor de Dulcinea del
Toboso, apelativo con que transforma en su dama a la simple aldeana Aldonza
Lorenzo. Se enfrasca en una serie de disparatadas aventuras que concluyen
cuando regresa a su hogar. Ocasión que aprovechan el cura y el barbero del
pueblo para hacer un escrutinio de la biblioteca de Don Quijote y eliminar
aquellos libros que consideran nocivos para el enloquecido caballero. Mientras
tanto, Don Quijote logra convencer a Sancho,
uno de sus vecinos, para que le siga como escudero en su segunda salida.
La segunda parte, mucho más larga, consta de setenta y cuatro capítulos.
Aquí el caballero, acompañado de nuevo por Sancho hace su tercera salida. Las
más extrañas aventuras les acontecen, la de la cueva de Montesinos, la de la
corte de los Duques, donde montan el famoso caballo Clavileño y a Sancho lo
nombran gobernador de la ínsula Barataría, o la de la cabeza encantada cuando a
llegan a Barcelona. En el capitulo final, Cervantes da noticia de la
recuperación mental de Álvaro o Alonso Quijano, el Bueno, cuya vida azarosa
como Don Quijote ha dado lugar a la novela.
En el “Quijote” se entrelazan tres temas principales; el literario, el
amoroso y el caballeresco. Aunque éstos son prácticamente inseparables. Desde el
prólogo, Cervantes deja bien sentada la importancia del aspecto literario. “Y así
¿qué podrá engendrar el estéril y mal cultivado ingenio mío sino la historia de
un hijo seco, avellanado, antojadizo y lleno de pensamientos varios y nunca
imaginados de otro alguno?”.
La perspectiva desde donde se construye la narración hace del “Quijote”
la primera novela moderna. Al presentar múltiples aspectos de la realidad entrelazando
“los pensamientos varios y nunca imaginados” que menciona Cervantes, obliga al lector
a interpretar lo narrado. Lo novedoso de este procedimiento es el nuevo papel
que se le asigna al que lee. Por primera vez se le responsabiliza con la creación.
Esto inicia una corriente en la narrativa, de la que Cervantes está plenamente
consciente, de ahí que autorice a quien lo lee a modificar a su antojo la
narración. El autor desaparece del relato convirtiéndose en un mero presentador
del material. El no toma partido, sino que deja abierta su creación a la
interpretación del lector. Por eso declara: “Pero yo, que aunque parezco padre,
soy padrastro de Don Quijote...” Este juego con el material de ficción lo logra
distanciándose de lo que dice; él le atribuye la autoría de su obra a tan
diversas fuentes que, como ya se menciona, es en definitiva el lector el que
tiene que formarse su propio juicio para una interpretación final.
En la primera parte, el prólogo mismo es una de las numerosas
manifestaciones del tema literario en el Quijote, porque aunque éste hoy día no
constituye un género propiamente, en tiempos de Cervantes se cultiva como tal.
Además la inclusión de las narraciones intercaladas dentro de la trama central
de la novela constituye una forma de discusión de la naturaleza de éstas, en
contraste con el Quijote que Cervantes está creando. Entre las ficciones
intercaladas hay ejemplos de la novela pastoril, de la morisca, de la
sentimental, de la psicológica y de la picaresca. Resulta pertinente aclarar
que la relación de estas novelas con la acción central, no puede buscarse a
nivel de la trama, la cual éstas interrumpen, sino que hay que establecer la
conexión a nivel temático. En la historia de Grisóstomo y Marcela, novela
pastoril y primera de las intercaladas, aparece la idea de la libertad de
elección, motivo que se repite en el episodio siguiente, pero en el reino
animal. Se presenta, en este otro plano, cuando Rocinante, caballo de Don
Quijote, pretende conquistar con sus requiebros amorosos a las yeguas de los arrieros
gallegos. Existe un contrapunto en la acción, cuando Rocinante intenta forzar
la voluntad de las otras bestias, lo mismo que Grisóstomo pretendía desconocer
el derecho de Marcela a elegir su vida amorosa.
La estrecha relación existente entre los tres temas del Quijote se puede
ejemplificar con esta misma novela intercalada. El momento en que la pastora
Marcela termina su discurso de defensa contra las acusaciones que le hacen por
desdeñar el amor de Grisóstomo y ser causante de su muerte, da a Quijote
ocasión de proteger el derecho de la joven y exclama: “Ninguna persona, de
cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela,
so pena de caer en la furiosa indignación mía”. El tema literario va dado por
la inclusión de una novela pastoril cuyo acontecer amoroso incorpora este tema
que, a su vez permite a don Quijote participar defendiendo a la dama, como
representante del tema caballeresco. Los tres temas quedan así perfectamente
entrelazados. Tampoco puede olvidarse que la presencia del mismo Quijote en la
primera parte es el eslabón de enlace en este patrón estructural, que da forma
al contenido de las tres acciones principales. Claro está que es necesario
señalar la existencia en la narración de multitud de otros temas secundarios
que enriquecen la dinámica de la obra, creando un universo de relaciones que
hacen de esta novela uno de los más fecundos ejemplos del ingenio humano en la
historia de la creación artística.
En 1614, un año antes de la publicación de la Segunda parte del “Quijote”,
aparece en Tarragona una versión apócrifa, cuyo autor se desconoce por firmar
con el seudónimo de Alonso Fernández de Avellaneda. El “Quijote de Avellaneda”,
considerado aisladamente, es una novela que no deja de tener sus méritos, pero
en comparación con la obra auténtica no logra en ningún momento el alto nivel
de complejidad creativa ni la calidad humana que refleja la obra cervantina.
Cervantes, en la segunda parte del “Quijote”, toma en cuenta la
aparición de esta versión apócrifa para responder en el prólogo con severa
dignidad a los insultos que Avellaneda le infiere; y también para deslucir a su
imitador con ingeniosa elegancia. En la versión de 1605, Cervantes anuncia que
el Quijote irá a Zaragoza, pero le cambia el itinerario, porque el protagonista
de Avellaneda va a esta ciudad. Quijote, el auténtico, se dirige a Barcelona para
que nadie lo pueda confundir con el apócrifo.
La gran sutileza con que Cervantes remata al falso Quijote, va dada en
una de las manifestaciones del tema literario. Don Miguel hace coincidir en el
penúltimo capítulo a Álvaro Tarfe, personaje del “Quijote de Avellaneda”, con
sus propios héroes. De igual manera que en la primera parte toma todas las variedades
conocidas de novela y demuestra por contraste lo que aporta la suya, en la
segunda, enfrenta a un personaje falso con Quijote y Sancho para corroborar la
autenticidad y profundidad del caballero y su escudero.
Pero la máxima agudeza va dada en la forma en que Cervantes elabora las
implicaciones de este encuentro. Las acciones de Quijote en la primera parte
ocurren casi siempre a campo abierto; en la segunda, sin embargo, el escenario
es social. En el Quijote de 1605, el caballero trata de imponer su sentido de
justicia (si se recuerda la cita su “oficio y ejercicio andar por el mundo
enderezando entuertos y desfaciendo agravios”). En el de 1615, don Quijote pone
a prueba su visión del mundo en un contexto más cerrado y urbano. Su existencia
depende completamente del mundo social. De ahí que Quijote se empeñe en dejar
sentado con toda claridad su autenticidad a través de la autoridad.
“Finalmente, el alcalde proveyó jurídicamente; la declaración se hizo
con todas las fuerzas que en tales casos debían hacerse, con la que quedaron
don Quijote y Sancho muy alegres, como si les importare mucho semejante
declaración y no mostrara claro la diferencia de los dos don Quijotes y la de
los dos Sanchos, sus obras y sus palabras”.
Nótese que Quijote no hace justicia como haría un caballero andante;
ahora recurre a la autoridad para “enderezar un entuerto y desfacer un agravio”.
De este modo, Cervantes no es quien condena como individuo a su plagiario, sino
el sistema de justicia que sostiene a toda una sociedad.
Utilizando las fantasías de un loco, Cervantes puede pasearse por la
sociedad de su época, y desnudar de intereses los conflictos que presenta, al
oponer la visión esencial de Quijote con la partidarista de aquellos que le
rodean. De este enfrentamiento brota una pintura abarcadora de su época, pero
más que esto, Cervantes logra la recreación estética de lo que Ortega y Gasset
denomina “la reabsorción de la circunstancia (que) es el destino concreto del
hombre”. Quijote encara su mundo interior (“yo”) con el mundo exterior
(“circunstancia”), de ahí la eternidad de la obra. El hombre siempre tendrá que
darle la cara a esta disyuntiva para cumplir con su destino en el universo.
AG.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
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