martes, 31 de julio de 2012

Desolación y otros poemas – Mistral

 
Una obra que no necesita comentarios para apreciar su calidad magistral en expresar los sentimientos y emociones que motiva la belleza en sus a veces misteriosos matices.

Gabriela Mistral obtuvo el Premio Nobel de Literatura en 1945. Lo que presupone un indiscutible reconocimiento de su obra poética. Para muchos, como es el caso de Ramón D. Perés, Correspondiente de la Real Academia Española, la poesía de Gabriela Mistral es de un alto nivel de pensamiento. Anderson lmbert y Florit, en su antología “Literatura hispanoamericana” califican su poesía de vigorosa, no por los temas que elige, porque “millares de poetas débiles han elegido temas fuertes. El vigor está en que ella levanta la realidad, se la derrama en las entrañas, la convierte en sangre y luego entona su noble y generoso canto de amor”. Sin embargo, otras autoridades críticas prefieren argumentar que es de los tópicos tratados por ella, de donde se deriva esa profundidad reflexiva. Estos mismos analistas, en particular el poeta y ensayista Eliseo Diego, le atribuyen a sus versos el valor de estar expresados con un ritmo seco, desprovistos de los acostumbrados adornos que utiliza la mujer en este difícil género literario.
La Mistral recuerda, a veces, por el tono elevadamente religioso de su poesía, la personalidad creadora de Santa Teresa. Se puede asociar con la Santa no sólo cuando pide perdón a Dios para el amante suicida, sino también cuando en la frase literaria, grita para exigirle piedad para la adolorida gente de su tierra.
Lucila Godoy, nombre de nacimiento de Gabriela Mistral, constituye como poetisa, la más llana expresión de sensibilidad. Ella utiliza la palabra —en este caso el verso— como un medio para comunicar su angustia, la profunda tragedia de que se percata su espíritu, a través de su vasto universo interior de artista. En esta poetisa chilena se combinan las más diversas obsesiones: su condición de mujer, su vocación de educadora y de madre, expresadas en los dulces poemas para niños que escribiera, así como el amor, la aventura, la incomprensión, la exigencia y la sumisión a Dios.
En “Desolación” (1922) está presente la mujer sensual, arrebatada en su propio verso por el deseo de expresar los sentimientos que la atormentan y la estremecen, fundamentalmente el dolor del suicidio de su primer (y único amor conocido), que le da a su vida un giro inesperado y triste. “Ternura” (1924) es una repercusión del libro anterior, pero aquí aparecen sus sentimientos más perfiladamente y, junto a su sentir de joven enamorada ya aparece la ternura de madre insatisfecha. Su “Tala” (1938) se vuelca sobre el esplendor de la naturaleza y está permeado de sobrios matices místicos. Finalmente “Lagar” (1954) le da a la expresión de su amor una total plenitud; la joven mujer desolada y tierna ya no canta la tristeza de su amor frustrado, ahora canta (y literalmente muchos poemas de este libro son canciones) a los niños y a las cosas bellas de la vida. Su amor de mujer y de madre, así corno su amor a la naturaleza han trascendido en un gran amor por la humanidad y en amor a Dios. Paradójicamente, estos versos, sus más trascendentes, son también sus más sencillos y desenfadados.
A pesar de lo explicado, no queda otro remedio al escribir sobre la poesía de Lucila Godoy, que hacer referencia a la imperfección de sus versos. La poetisa chilena somete las normas y reglas estéticas, propias del género, a la manifestación de su desgarramiento y desesperación.
Después de las exploraciones formales del modernismo, esta gran poetisa decide olvidar o forzar la forma y doblegarla a sus propósitos expresivos. Lo cual logra admirablemente.
Para muchos, su primer libro, “Deso!ación”, es el más hermoso de los que escribió. Este es una especie de iluminación para quienes se enfrentan a su lectura, pero tanto éste, como otros libros suyos, deben ser leídos teniendo en cuenta las libertades que se permite la poetisa en la confección de sus versos. Más que un libro organizado en un determinado tiempo, “Desolación” es una recopilación de los poemas escritos por ella hasta aquella fecha. Las poesías dedicadas a la trágica historia de la mujer, Lucila Godoy, ocupan un lugar especial en el libro. Se hace referencia a éste porque en muchos poemas aparecidos en el mismo, el lector puede percatarse de que Gabriela pudo haber sido, desde el punto de vista formal, un poeta dueño de todos sus recursos y con pleno dominio de la palabra y el ritmo.
Esta reflexión ha hecho pensar a ciertos críticos en una voluntaria imperfección de sus sonetos. Sin embargo, estas imperfecciones no las utiliza la poetisa como una técnica consciente y distanciada. Más bien, lo que se aprecia en poemas de este tipo es la coincidencia del instinto y la formalidad estética del género. Una muestra de ello son estos versos de “Nocturno de la consumación”:

Te olvidaste del rostro que hiciste
en un valle a una oscura mujer;
olvidaste entre todas tus formas
mi alzadura de lento ciprés;
cabras vivas, vicuñas doradas
te cubrieron la triste y la fiel.

La Mistral ofrece un nuevo modo, “su modo” de ver y expresar las cosas. Vive tan atenta de lo sensorial, que se aparta, en cierto modo, de la historia tradicional de la literatura, para incorporarse a la historia de la lengua.
Para concluir, hay que aclarar que las imperfecciones de la Mistral se refieren, principalmente, a los curiosos descuidos que se advierten a lo largo de su obra, como el uso, a veces irritante de la puntuación o a ciertos giros y palabras, que sólo podrían explicarse admitiendo que la poetisa les echara mano, por pura impaciencia.
Gabriela Mistral fallece en 1957, en el hospital de Hamstead, Long Island, Estados Unidos. Su influencia es muy profunda en la poesía femenina chilena y en toda la poesía hispanoamericana posterior. Su nombre es el símbolo de la desolación y el grito que expresa la miseria, la fe y la esperanza de los hombres y mujeres de esas tierras repletas de sombras, que forman la América Hispana.
ELC.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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