Breve semblanza de una de las obras y autor de magnitud universal que ha influido en tantos campos culturales en la historia y lo ha se seguir haciendo en el futuro.
Platón, el más famoso de los filósofos griegos y uno de los pensadores más grandes que ha tenido la humanidad, nació en Atenas en el año 427 A.C. Fue el fundador de la Academia, la institución docente de más larga vida. Su amistad con Sócrates influyó decisivamente en la forma de su pensamiento, el cual volcó en sus célebres Diálogos, compendio de toda su filosofía. En estos diálogos, de los cuales se conocen treinta y seis, Platón desarrolló de modo inigualable las doctrinas de Sócrates y, por la maestría de su pensamiento, en ellos quedó fijada buena parte de la nomenclatura filosófica que habría de utilizarse de allí en adelante. El arte del diálogo conoció con Platón, gracias a la sutileza y la vivacidad de su estilo, una cima insuperable y todo el pensamiento occidental se ha desarrollado a partir de sus conceptos, a favor o en contra de ellos.
La diversidad de constituciones políticas de las ciudades-estado de la Hélade y las crisis internas por las que muchas de ellas venían pasando, llevó a Platón a idear un estado de nueva planta. De esto se ocupó en el diálogo denominado “La República” o “De la justicia”, la obra más perfecta de la colección platónica y en la que resume los conceptos expuestos en diálogos anteriores. Constituido de diez libros, está considerado, junto a Fedón, El Banquete y Fedro, como uno de los grandes diálogos de la madurez que desarrollan los temas fundamentales de su filosofía. La República es, sobre todo, una investigación del concepto do la justicia y un examen de las posibilidades de una sociedad perfecta. A través de la justicia el individuo logra su unidad a pesar de sus múltiples actos, de igual manera que la justicia convierte al Estado en uno en su diversidad. A la luz de su concepto de justicia Platón reflexiona sobre el filósofo, el saber y la educación y la función de éstos en la estructura social.
Este diálogo, en el que un Sócrates imaginado refiere a un oyente anónimo las conversaciones sostenidas el día anterior en casa de Polemarco, representa la más alta expresión de aquella concepción aristocrática de la ática y de la política que Platón intentó oponer a la disolución espiritual de la polis, proceso que ya se había iniciado en la época de los sofistas. En La República, junto al estudio de lo justo y de lo injusto, Sócrates habla del origen y desenvolvimiento del estado, respecto a lo cual afirma que “al formar una república, no nos proponemos como objeto la felicidad de cierta clase de ciudadanos, sino de la república entera”.
Por boca de su maestro, Platón señala que, por carecer el individuo de autarquía para subvenir a sus necesidades, ha de agruparse en la ciudad, la polis, de acuerdo a tres estamentos determinados por la división de funciones: los que dirigen (intelectuales y gobernantes), los que se ocupan de la defensa (militares) y los que producen y comercian. Del ajuste de estos niveles resultará la ciudad justa, donde cada cual aporta y recibe lo que le corresponde. Si no se establece esta constitución donde gobierna el intelectual (o filósofo), surgirá la timocracia (ciudad del honor y del coraje tosco) o, lo que sería peor, la democracia, sistema que Platón identifica con el libertinaje maniobrado por la demagogia, lo que podría dar paso a la tiranía.
“La República” acomete el trazado de una constitución dentro de la condición humana, pero al margen de cualquier condicionamiento histórico, factor que inunda con rasgos de utopía este modelo platónico ideal. A pesar de sus buenas intenciones, “La República”, considerada por muchos como la obra maestra de la filosofía de Platón, expone también claramente algunos procedimientos de despotismo “por razón de estado”, como la “mentira útil” y el control de la crítica al poder. Igualmente, Platón desecha la pintura y la literatura imitativas porque considera que la conducta irritable de los personajes puede despertar hábitos perniciosos en el espectador o lector. En su búsqueda del elogio moral y artístico de una sociedad más justa y armónica, Platón propone la renuncia a la libertad de la literatura.
Otros de los temas colaterales de este diálogo son las recompensas reservadas a la virtud en esta vida, la comunidad de las mujeres, los beneficiosos efectos que producen en el alma las acciones justas y las funestas consecuencias de las injustas.
En la construcción de los Diálogos de Platón, en los que los caracteres se trazan como un drama, el pensamiento apenas se percibe al principio, pero después se perfila y aclara poco a poco, luminoso y sugestivo, para finalizar sin una conclusión determinada, como un caudal abierto de ideas y proposiciones extraordinarias. Platón elige el diálogo como medio expresivo, porque le permite reproducir con la eficacia del discurso hablado el examen incesante de sí y de los demás fundamentos del sistema dialéctico adoptado por su método de investigación filosófica. Por eso se puede decir que la actividad literaria de Platón es un acto de fidelidad a la rebeldía socrática ante la escritura, junto al carácter progresivo y pleno de recursos dramáticos de sus diálogos, es preciso apuntar la riqueza de su estilo que establece una pluralidad de significados a sus vocablos, utilizando varios marcos de referencia y diversos planos semánticos. Sin embargo, esto no enrarece el significado de sus conceptos, sino que contribuye, dándole fuerza emotiva, a aumentar la efectividad de su método.
De igual manera Platón enriquece la labor de la investigación filosófica de una trascendencia social y comunitaria. Para Platón (al igual que para Sócrates), la filosofía era algo útil al desarrollo del individuo y de la sociedad.
Sin duda ha sido Platón el pensador más profundo, más original y espiritual que ha tenido la humanidad. Su obra es la expresión más filosófica y más rica en sugestiones del mundo pagano, con intuiciones que lo convierten en un precursor del Cristianismo. Su influencia continúa a través de los tiempos y su figura constituye, junto a la de Aristóteles, la más alta representación de la filosofía helénica.
OA.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
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