Rasgos principales de una hermosa novela de personaje que marca la
genialidad narrativa lograda por uno de los autores insignes de la literatura
francesa.
El año 1848 señala, por una parte, el comienzo de importantes
revoluciones en el campo político europeo y, por otra, el triunfo de nuevas
comentes artísticas y literarias. Frente a la inspiración subjetivista y
apasionada de los románticos, se produce en toda Europa (durante la segunda
mitad del siglo XIX), el movimiento realista.
La filosofía positivista de Auguste Comte y los grandes adelantos de la
ciencia experimental fueron los dos factores determinantes en esta nueva
dirección de la literatura. En Francia el realismo, como movimiento literario,
no aparece hasta mediados del siglo pasado. Entre los precursores de este
movimiento se encuentran los novelistas Honorato de Balzac y Stendhal. No
obstante, el principal representante del realismo francés es Gustave Flaubert,
pues con la publicación de su novela, “Madame Bovary”, consigue imponer dicho
movimiento en su país.
Flaubert dirige sus novelas por la vía de la observación metódica y
objetiva. El autor trata de presentar los hechos que narra con la imparcialidad
del científico. Se limita a registrar los datos sin la intervención de su
individualidad, eliminando así la personalidad del autor en el proceso
narrativo. La mayor parte de las obras de Flaubert se inspiran en hechos
reales, contemporáneos o históricos, que son recreados por el autor siguiendo
el método científico. Como resultado de esa observación cuidadosa de la
realidad, Flaubert hace un análisis pormenorizado de sus personajes y los
diversos ambientes en que se mueven.
El realismo de Flaubert se pone de manifiesto desde el comienzo de su
novela cumbre “Madama Bovary”. Las descripciones que el autor hace en cada uno
de los capítulos son minuciosas y detallistas. El novelista, inspirado en un
hecho real de la vida cotidiana, cuenta la historia de Emma Bovary, la
protagonista. Emma, que es hija de un granjero acomodado, se casa con Charles
Bovary, un médico mediocre de los campos de Norrnandía, que no logra hacerla
feliz. En el caso de Madame Bovary, Flaubert se dedica a estudiar bajo un
poderoso lente clínico la influencia del romanticismo sobre el espíritu de su
personaje principal. Emma, quien durante su juventud se habla embriagado con
las lecturas románticas, sueña con otro tipo de vida rebosante de pasiones y
situaciones idílicas. Aburrida de la vida que lleva, y frustrada con su
matrimonio, decide serle infiel a Charles y buscar afanosamente la felicidad
que ella ha creado en sus fantasías. Flaubert aprovecha esta búsqueda de la
felicidad inasequible para denunciar, a través de Emma, la inconformidad de los
seres humanos y el afán que tienen algunos individuos de “querer ser” y de
vivir una vida que sólo pertenece a los sueños. El mismo Flaubert confiesa
haber experimentado en su juventud ese mismo “mal” de su protagonista.
Curiosamente, desde la publicación de Madame Bovary, esa “facultad de ilusión”
se ha señalado con el término de “bovarismo”.
A través de toda la novela se puede notar una constante interacción
entre las circunstancias de la vida misma, y las irregularidades en el carácter
de la protagonista. En esa perpetua lucha por conseguir la dicha, el motivo principal
que la mueve, Emma se enamora de Boulanger, quien eventualmente la abandona.
Luego, el destino le pone en el camino a León, un joven empleado de un hotel.
Convertida en su amante, vive rodeada de mentiras; contrae deudas que no puede
liquidar y, por último, termina su vida por la vía trágica del suicidio,
envenenándose con arsénico.
Para Flaubert, el cuidado al reproducir con exactitud los ambientes,
costumbres, caracteres y sentimientos humanos es la condición fundamental de su
labor como escritor. Un hecho importante de la vida del autor que no se puede
pasar por alto, es que vivió toda su juventud en un ambiente científico, ya que
su padre era médico. Por consiguiente, para Flaubert, el único medio válido
para llegar a experimentar los grandes efectos de la emoción es el análisis
meticuloso de la vida según el punto de vista médico. Buen ejemplo de esta
objetividad en Madame Bovary es la morbosidad con que narra los efectos
mortales del arsénico. Se sabe que FIaubert estudió rigurosamente todos los
síntomas que sufre la persona que se envenena de esa manera, antes de narrar
este episodio en su novela.
Al perseguir una obra enteramente objetiva, Flaubert “desaparece” de su
novela y deja que sus personajes hablen y actúen por sI mismos. Uno de los rasgos
principales de su técnica narrativa es el uso del impersonal se (en francés “on”):
“Se dice que...” para hacer aun más impersonales su procesos narrativos y
descriptivos.
Otro punto importante de un método creativo del autor es su consagración
a la forma. Flaubert corregía, retocaba y perfeccionaba sus párrafos
continuamente; se cuenta que en una ocasión reescribió catorce veces el mismo
episodio de una de sus novelas, y existe una edición crítica con las primeras
versiones desechadas de los capítulos de Madame Bovary que posee gran calidad y
es aun más voluminosa que la edición definitiva.
El lenguaje que caracteriza a todas sus novelas (“Madama Bovary”; “Salambó”;
“La educación sentimental”; “Bouvard y Pécuchet”), y al resto de su producción
literaria, posee una gran fuerza expresiva y poder evocador. También hacía uso
de una especial técnica descriptiva que trataba los elementos del paisaje como
si estuvieran vivos.
Debido, entre otros valores, a su incansable labor perfeccionista,
Flaubert está considerado como uno de los grandes prosistas de la literatura
francesa. La propiedad de las palabras, la armonía de la frase y el valor
evocador de ritmos y sonidos son otros de los elementos distintivos de su obra.
Sin lugar a duda, Madama Bovary constituye un modelo del realismo francés, pues
en ella encontramos un resumen de las características y de la estética de este
movimiento literario.
NG.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
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