Una semblanza del poeta y su obra que marca el encuentro entre dos tiempos de la literatura hispanoamericana conocida como la famosa generacion del 27.
El más universal de los poetas de la célebre generación del 27, el vallisoletano Jorge Guillén, pasará a la historia de la poesía contemporánea sobre todo como autor de “Cántico”, obra cuya primera edición data de 1928 (setenta y cinco poemas) y cuya versión definitiva, aumentada paulatinamente en varias ediciones (1936, 1945) hasta 334 poemas, no apareció sino en 1950.
Este “Cántico”, por serlo del mundo visible, representa una gran novedad en la lírica hispánica. Así, sus bien pensados y articulados poemas son, como dice el subtitulo de la obra, “Fe de vida”: Regocijo de la palabra ante la reconciliación del hombre y el mundo, de cuya escisión por obra de los elementos negativos —diablos de la historia— dará cuenta luego, la etapa posterior del poeta: “Clamor” (1957-1963), “Homenaje” (1967), “Final” (1981). En la dedicatoria inicia (“A mi madre en su cielo”), y la final a su entrañable amigo Pedro Salinas, Guillén resume admirablemente el espíritu de su obra. Este espíritu expresa mediante el lenguaje pleno y transparente, su afirmación suprema de la vida y su voluntad de comunión con los otros. Por eso, cuando una editorial de Milán publica en 1968 un volumen con la obra compleja del poeta hasta el momento, “Aire nuestro”, la presencia de “Cántico” hace que ese aire sea altamente respirable y que el júbilo esperanzado logre vencer al elemento de ruptura y angustia que inciden en el espíritu (“Clamor”) los dolores personales y las catástrofes históricas.
Cántico es la suma cristalización del espíritu joven y la fe desprejuiciada de la generación del 27: raíces en el Siglo de Oro, intelectualismo y vitalidad, afirmación de su vida y su palabra sin necesidad de rebelarse contra nada o nadie; un grupo de amigos admiradores de todo lo genuino en poesía, desde Bécquer a Baudelaire, y desde Machado a los surrealistas franceses. El “Cántico” expresa una poética de la amistad entre el hombre y el mundo, pero, también, entre el hombre y la palabra una poética de la armonía. Compromiso con la vida y amor por el amor, expresados en un marco de contención emocional y rigor verbal, “Cántico” es un encuentro con la realidad y el sentimiento, pero despojados de las gesticulaciones que conducen, al realismo o al sentimentalismo. Razón por la que se le achaca a veces frialdad, del mismo modo que se cataloga de intelectualismo imaginista lo que no es más que serena maestría en el manejo de la metáfora, esto es: en la auténtica percepción de las analogías.
Uno de los rasgos que convierten al “Cántico” en obra maestra es su compleja y espontánea unidad orgánica. Porque no hubo premeditación —testimonio del autor— al estructurarla, sino que fue surgiendo durante tres décadas: cada poema se relaciona con los demás desde dentro de sí mismo, a pesar de las variadas experiencias que lo enraízan en el tiempo y el espacio a la vida y los temas del poeta. Et otro rasgo maestro es que en todo momento la experiencia es punto de partida para la creación trascendente y el diálogo esplendoroso entre el hombre y el mundo. “Cántico” —ha dicho Guillén— trata de esos momentos en que nada ocurre, sino el fenómeno extraordinario de la normalidad’. Conciencia súbita de todo lo que existe y del equilibrio entre uno y el mundo. Poética del presente plano al que el amor es llave de acceso:
Increíble absoluto en esa mina
Que halla el amor
—buscándose a lo largo.
De un tiempo en marcha siempre
hacia su ruina—
A la cabeza del vivir amargo.
Cántico es una vía ascendente hacia el amor. Para Guillén, sólo a través del amor se puede sentir la unidad de alma y cuerpo. Sólo él da fuerza para afirmar lo creado, desoyendo las voces negativas de la historia que conducen a la aflicción. El amor es a la vida individual lo que la poesía a la comunal: milagro de iluminación creadora.
Predominan en la obra los poemas divididos en cuartetos heptasílabos o decasílabos, con rima asonantada en el segundo y cuarto versos. Pero hay también sonetos y décimas clásicas, así como poemas libres más cortos. En todo caso se observa el rigor expresivo y la palabra justa. Está dividido en cinco partes. “Al aire de tu vuelo” participa del “sabor a vida” que da título a uno de los poemas y contagia al lector el regocijo isleño que culmina con el poema “Salvación de la primavera”, donde la sola contemplación del cuerpo desnudo de la amada consigue anular el tiempo.
Siguen “las horas situadas”, por cuyos últimos poemas soplan ya ráfagas del destierro (Massachusetts), donde la “boba niebla” se interpone entre el hombre y el mundo: “Devuélveme, tiniebla, devuélveme lo mío: / Las santas horas, el volumen con su rocío”. En “El pájaro en la mano” todo lo que el poeta ve y vive se le hace tema: amigos, un avión que pasa, un perro, un paisaje, un rincón de su casa. Abundan los poemas breves y libres. Después regresa a los poemas largos, en “Aquí mismo”: regresa al cántico original, pero ahora con un deseo de recuperación del pasado en juventud plena. En esta cuarta parte aparece el significado “Más vida”, largo poema en que la poética lega su mirada al asombro de su hijo y reitera su afirmación de vida a pesar de las “luchas de Caín”.
Culmina el libro con “Pleno ser”, donde el poeta rechaza de nuevo el viento triste de la historia y reafirma su fe en lo poético como revelación de la profunda armonía de lo real.
No en balde el “Cántico” se reconoce como un clásico de nuestro tiempo, en la mejor tradición de Yeats, Eliot, Rilke y Valéry. Monumento de equilibrio entre la serenidad de la voz y la tensión emocional de las palabras.
JRP.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
Otros artículos.
El cantar de Mío Cid - Anónimo.
Polifemo y romances - Góngora.
La vida es sueño - Calderón de la Barca.
Los días finales de Jesús.
Los misterios de Colón.
(Sería bueno compartir este contenido con nuestras amistades y contactos usando los botones de Redes Sociales que aparecen debajo. Es fácil y toma sólo unos segundos. Gracias)
El más universal de los poetas de la célebre generación del 27, el vallisoletano Jorge Guillén, pasará a la historia de la poesía contemporánea sobre todo como autor de “Cántico”, obra cuya primera edición data de 1928 (setenta y cinco poemas) y cuya versión definitiva, aumentada paulatinamente en varias ediciones (1936, 1945) hasta 334 poemas, no apareció sino en 1950.
Este “Cántico”, por serlo del mundo visible, representa una gran novedad en la lírica hispánica. Así, sus bien pensados y articulados poemas son, como dice el subtitulo de la obra, “Fe de vida”: Regocijo de la palabra ante la reconciliación del hombre y el mundo, de cuya escisión por obra de los elementos negativos —diablos de la historia— dará cuenta luego, la etapa posterior del poeta: “Clamor” (1957-1963), “Homenaje” (1967), “Final” (1981). En la dedicatoria inicia (“A mi madre en su cielo”), y la final a su entrañable amigo Pedro Salinas, Guillén resume admirablemente el espíritu de su obra. Este espíritu expresa mediante el lenguaje pleno y transparente, su afirmación suprema de la vida y su voluntad de comunión con los otros. Por eso, cuando una editorial de Milán publica en 1968 un volumen con la obra compleja del poeta hasta el momento, “Aire nuestro”, la presencia de “Cántico” hace que ese aire sea altamente respirable y que el júbilo esperanzado logre vencer al elemento de ruptura y angustia que inciden en el espíritu (“Clamor”) los dolores personales y las catástrofes históricas.
Cántico es la suma cristalización del espíritu joven y la fe desprejuiciada de la generación del 27: raíces en el Siglo de Oro, intelectualismo y vitalidad, afirmación de su vida y su palabra sin necesidad de rebelarse contra nada o nadie; un grupo de amigos admiradores de todo lo genuino en poesía, desde Bécquer a Baudelaire, y desde Machado a los surrealistas franceses. El “Cántico” expresa una poética de la amistad entre el hombre y el mundo, pero, también, entre el hombre y la palabra una poética de la armonía. Compromiso con la vida y amor por el amor, expresados en un marco de contención emocional y rigor verbal, “Cántico” es un encuentro con la realidad y el sentimiento, pero despojados de las gesticulaciones que conducen, al realismo o al sentimentalismo. Razón por la que se le achaca a veces frialdad, del mismo modo que se cataloga de intelectualismo imaginista lo que no es más que serena maestría en el manejo de la metáfora, esto es: en la auténtica percepción de las analogías.
Uno de los rasgos que convierten al “Cántico” en obra maestra es su compleja y espontánea unidad orgánica. Porque no hubo premeditación —testimonio del autor— al estructurarla, sino que fue surgiendo durante tres décadas: cada poema se relaciona con los demás desde dentro de sí mismo, a pesar de las variadas experiencias que lo enraízan en el tiempo y el espacio a la vida y los temas del poeta. Et otro rasgo maestro es que en todo momento la experiencia es punto de partida para la creación trascendente y el diálogo esplendoroso entre el hombre y el mundo. “Cántico” —ha dicho Guillén— trata de esos momentos en que nada ocurre, sino el fenómeno extraordinario de la normalidad’. Conciencia súbita de todo lo que existe y del equilibrio entre uno y el mundo. Poética del presente plano al que el amor es llave de acceso:
Increíble absoluto en esa mina
Que halla el amor
—buscándose a lo largo.
De un tiempo en marcha siempre
hacia su ruina—
A la cabeza del vivir amargo.
Cántico es una vía ascendente hacia el amor. Para Guillén, sólo a través del amor se puede sentir la unidad de alma y cuerpo. Sólo él da fuerza para afirmar lo creado, desoyendo las voces negativas de la historia que conducen a la aflicción. El amor es a la vida individual lo que la poesía a la comunal: milagro de iluminación creadora.
Predominan en la obra los poemas divididos en cuartetos heptasílabos o decasílabos, con rima asonantada en el segundo y cuarto versos. Pero hay también sonetos y décimas clásicas, así como poemas libres más cortos. En todo caso se observa el rigor expresivo y la palabra justa. Está dividido en cinco partes. “Al aire de tu vuelo” participa del “sabor a vida” que da título a uno de los poemas y contagia al lector el regocijo isleño que culmina con el poema “Salvación de la primavera”, donde la sola contemplación del cuerpo desnudo de la amada consigue anular el tiempo.
Siguen “las horas situadas”, por cuyos últimos poemas soplan ya ráfagas del destierro (Massachusetts), donde la “boba niebla” se interpone entre el hombre y el mundo: “Devuélveme, tiniebla, devuélveme lo mío: / Las santas horas, el volumen con su rocío”. En “El pájaro en la mano” todo lo que el poeta ve y vive se le hace tema: amigos, un avión que pasa, un perro, un paisaje, un rincón de su casa. Abundan los poemas breves y libres. Después regresa a los poemas largos, en “Aquí mismo”: regresa al cántico original, pero ahora con un deseo de recuperación del pasado en juventud plena. En esta cuarta parte aparece el significado “Más vida”, largo poema en que la poética lega su mirada al asombro de su hijo y reitera su afirmación de vida a pesar de las “luchas de Caín”.
Culmina el libro con “Pleno ser”, donde el poeta rechaza de nuevo el viento triste de la historia y reafirma su fe en lo poético como revelación de la profunda armonía de lo real.
No en balde el “Cántico” se reconoce como un clásico de nuestro tiempo, en la mejor tradición de Yeats, Eliot, Rilke y Valéry. Monumento de equilibrio entre la serenidad de la voz y la tensión emocional de las palabras.
JRP.
Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.
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