viernes, 20 de julio de 2012

Los Lusíadas – Luis Vaz de Camoes

 
Una evocación literaria de las tradiciones de navegantes y conquistadores portugueses vista con la mirada creativa y emocionada de ese tiempo de aventura.

Nacido en Lisboa, estudiante de Coimbra, mancebo del rey y viajero incansable, Luis Vaz de Camóes, el poeta lírico por excelencia de su generación, fue a su vez autor de la epopeya portuguesa: “Los Lusíadas” (1572), más emparentada con las Sagas nórdicas que con la épica tradicional de Europa (“Los Nibelungos”, “La chancon de Roland”, “El Cid campeador”) tan terrestre. Pueblo de navegantes, su épica habría de ser marina y no de infantería: como los noruegos, los portugueses viven asomados al mar, de cuyas tormentas extraen fuerzas para el heroísmo.
Cervantes perdió un brazo en Lepanto, y Camóes había perdido un ojo en Ceuta. El misterio que rodea su vida se ha prestado a numerosas especulaciones sobre lances de guerra o amorosos, destierros voluntarios o impuestos. Ese misterio es el que siempre rodea a los autores cuyas obras están destinadas a devorarlos. Camóes vivió el mundo que cantó en su épica: viajes a la India China y África. Y acredita su nobleza haber permanecido siempre tan pobre que, según el cronista Diego de Couto, “sus amigos tenían a veces que darle de comer”. Tampoco le faltó la protección de los dioses, ya que en un naufragio oportuno que lo salvó del arresto en una ocasión, estuvo a punto de perder el único manuscrito de “Los Lusíadas”.
Su caso de poeta cantor, testigo y participante de la epopeya, corazón justiciero y abierto, es comparable con el de su colega español Alonso de Ercilla, autor de “La Araucana”.
Una personalidad literaria sorprendente, considerando que Camóes, como autor de sonetos, canciones, églogas y elegías (“Rimas”, póstumo, 1595) es, además, uno de los más importantes poetas líricos de Portugal. Esta conjunción da un espíritu único a la epopeya portuguesa, plena de lirismo intemporal. El exilio que le impuso su vida de soldado, marcó para siempre de saudade-soledad su producción poética, consagrando la tónica para la tradición literaria de su país. Tanto en la epopeya como en la lírica, el tono de Camóes es vibrante y sincero: desprovisto de retórica hueca y avalado por una emoción genuina. Ello bastaría para destacarlo sobre los creadores de su tiempo.

Sufriendo tempestades y olas rudas
Venciendo torpes frlís en la entraña
Del sur, tierra desnuda de abrigo
De esta suerte el pecho un callo honroso cría
Despreciador de honras y dinero.

“Los Lusíadas” tiene sus antecedentes literarios en “La Eneida”, de Virgilio. Canta las hazañas de los portugueses y sus victorias contra los enemigos del cristianismo; victoria contra los hombres, pero también contra las fuerzas de la naturaleza motivadas por dioses enemigos. Mucho se criticó a Camóes en siglos posteriores —críticos ajenos a las grandes sutilezas del simbolismo— su uso de las mitologías paganas para cantar las hazañas de los cristianos. El propio inquisidor tiene su palabra al principio de la obra, diciendo que como la poesía es fingimiento y los dioses paganos no son más que un recurso ornamental, no hay problema con la publicación de la obra.
Los lusitanos son los nuevos argonautas y su progenie —gracias a Fama— la nueva estirpe de los dioses. Venus hace que los exploradores, de regreso, se queden en su isla, para casarlos con ninfas y que la raza heroica no perezca. Hay en todo ello un temeroso anticipo del ocaso de la edad del héroe guerrero propiamente dicho, que sobrevendría en nuestro tiempo, cuando se requiere un heroísmo muy diferente.
El coraje emprendedor de los descubridores portugueses no pudo tener mejor monumento que esta obra dedicada al príncipe Sebastián. El poema está dividido en diez cantos, con un promedio entre 95 y 145 estrofas cada uno: octavas reales compuestas por versos endecasílabos rimados a la usanza épica (ABABABCC). Suma poética de las glorias lusitanas, el poema describe el descubrimiento de la ruta marítima a la India por Vasco de Gama. Y es en la voz de este gran navegante que Camóes hace desfilar la historia de Portugal (Cantos II al V), con que entretiene a su tripulación durante una escala en las costas de África. De esta épica evocadora surgen los momentos más hermosos del poema:

¿Mas quién puede librarse por ventura,
De lazos que Amor ata suavemente
Entre rosas y nieve humana pura,
Al oro al alabastro transparente?

La muerte de Inés de Castro, la visión del rey Manuel i, la historia de Aldamastor y tantas otras, realzan el interés y la belleza del poema. En los momentos de ocio, durante la travesía, se cuentan más historias y leyendas. Baco y los dioses que quieren preservar la inmortalidad del Este, se conjuran para que naufrague la nave. Venus lo impide (Canto VI, 165-91) y Vasco logra llegar a Calicut donde lo espera su hermano Paolo de Gama. Al regreso de este viaje, una de las ninfas de la isla en que Venus los agasaja canta las futuras glorias de Portugal (Cantos IX a X) y todo concluye con Vasco de Gama y la diosa Thetis describiendo el universo; un universo aun ptolomeico, muy diferente del nuestro; centrado en el hombre y su glorioso planeta.
La perfecta armonía entre su cultura clásica y su experiencia personal, entre su humanismo y cristianismo esenciales, permitió a Camóes lograr una obra que trasciende —en lo que cabe— los gustos epocales. Épica no sólo por el tema y el uso de recursos homéricos, sino por el logro de un estilo epopéyico igualmente efectivo en el pensamiento, la emoción y la expresión.
El ya citado elogio de la vida heroica, en su triple dimensión de coraje, aventura —vida perigosa— y equidad, convierte a “Los Lusíadas” en una obra aun pregnante por su valor estético y ético, cuyo trasfondo advierte contra todo heroísmo vano, mezquino e intolerante.
JRP.

Fuente: Icarito. Editorial Andina. Santiago. 1987.

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