Estos son libros y testimonios antiguos que muchas religiones cristianas no quieren que conozcas pero te los presentamos para que tú mismo elabores tus conclusiones.
These are books and old testimonies that many Christian religions don't want you to know but we present them to you so that yourself elaborates your conclusions.
Otros artículos.
Libros bíblicos apócrifos. Parte 1.
En nombre de Dios.
Los libros condenados.
La vida después de la muerte.
Parece que Jesús realmente tuvo esposa.
LOS TESTAMENTOS DE LOS DOCE PATRIARCAS.
El obispo de Lincoln, Robert Grossatesta, en el San XIII, se procuró de Grecia un manuscrito de esta obra, lo tradujo al latín y de esta manera le dio gran difusión. Disponemos de numerosos manuscritos de la versión griega de los Testamentos, que se presenta bajo dos formas (A y B), y que presupone un original hebreo que también comprende dos recensiones (Ha y Hb). Hay una versión armenia conservada en dos recensiones (Aa y Ab), y una eslava bajo las formas S1 y S2. El Testamento tardío de Neftalí en hebreo contiene fragmentos del original. La Genizáh (sinagoga) de El Cairo y la gruta IV de Qumrán nos han proporcionado restos de un Testamento arameo de Leví distinto de los Testamentos griegos.
El libro seudoepígrafo de los Testamentos pretende relatar las recomendaciones que cada uno de los 12 hijos de Jacob dirigió a sus respectivos hijos antes de morir. El esquema de cada testamento es idéntico. En estos textos aparecen dos Mesías: el uno salido de Judá, el otro de origen sacerdotal, como en Qumrán. El origen del libro es discutido. Los críticos antiguos han admitido durante largo tiempo que la obra había sido compuesta desde el principio por un cristiano. Esta tesis ha sido aceptada de nuevo por de Jonge, para quien habría habido un redactor cristiano del apócrifo, de tal manera que los elementos cristianos y judíos de este escrito quedan unidos entre sí.
Milik está de acuerdo con esta tesis y ve un confirmatur (confirmación) en el hecho de que no se han encontrado los Testamentos entre los manuscritos de Qumrán, pues los fragmentos arameos del Testamento de Leví son bien distintos del de los 12 patriarcas, a los que aquél habría servido de fuente. La tesis clásica comúnmente admitida es que el libro de los Testamentos es un escrito judío con interpolaciones de escritores cristianos. La semejanza con los escritos de Qumrán nos lleva a considerar el conjunto del libro como un escrito esenio del que conviene limitar el número de interpolaciones cristianas, sobre todo a los pasajes cristológicos. Una tesis extrema e inadmisible quiere aplicar al Maestro de Justicia de Qumrán, lo que era considerado como interpelación cristológica.
LOS SALMOS DE SALOMÓN.
Estos 18 salmos conservados en griego fueron editados por primera vez en Lyon, en 1626, por el jesuita español Juan Luis de la Cerda. Durante largo tiempo se los consideró canónicos en muchas iglesias cristianas; también se han conservado en algunos manuscritos de la Biblia griega. El texto original ha debido ser hebreo.
Los acontecimientos que dieron pie a la intervención de los romanos en los asuntos judíos, en el 63 a. C., están en el origen de esta pequeña colección: la lucha entre los hermanos Aristóbulo II e Hircano II, la llamada dirigida a Pompeyo para decidir a favor de uno o de otro, la resistencia de Aristóbulo en el Templo, el sitio y las muertes que se siguieron, la profanación del Templo, la disminución del Estado de Hircano II privado del título de rey.
El poeta ve en los romanos a los instrumentos providenciales del aplastamiento de la dinastía ilegítima de los asmoneos, a los que reprocha el haber “usurpado el trono de David y de reemplazarle con orgullo” (salmo 17, 8), el entregarse a los vicios más abominables (salmo 8, 8 y ss.).
Uno de los salmos describe con rasgos inequívocos la llegada de Pompeyo a Jerusalén como un justiciero (salmo 8, 16); debió ser redactado poco después de los acontecimientos del 63. En el salmo 2 se percibe otro sonido distinto: Pompeyo es considerado el profanador del santuario, y el poeta describe su asesinato “en las colinas de Egipto” (2, 30), acontecimiento que se sitúa en el 48 a. C.
La época de composición de estos salmos es dudosa; unos creen que se trata del 63 y otros del 48. Hay acuerdo en reconocer que el autor es un fariseo (siendo el título Salmo de Salomón, un seudónimo) que encarna el ideal de los fariseos cualificados de “santos” en oposición a los “pecadores”, los asmoneos y sus partidarios. Espera un Mesías davídico que es exactamente todo lo contrario de los asmoneos (17, 37 y ss.).
LOS ORÁCULOS SIBILINOS.
Colecciones de oráculos sibilinos han ejercido gran influencia en el mundo pagano antes de la Era cristiana. En estos escritos la Sibila daba a conocer la voluntad de los dioses. Sibila era un nombre propio, pero después pasó a ser una especie de nombre genérico para designar a una profetisa.
Al principio sólo se hablaba de una sibila, pero muchos lugares desde Babilonia hasta Italia se enorgullecían de tener una; Varrón contaba diez de ellas. La sibila de Cumas, cerca de Nápoles, inmortalizada por Virgilio, habría vendido a Tarquino el Soberbio los libros sibilinos que se conservaron en el Capitolio hasta el 83 a. C., en que se incendió el templo de Júpiter. Estos oráculos han desempeñado un papel importante en la historia romana. Después del incendio, fueron reemplazados por otros provenientes de Jonia y Eritrea.
Como no estaban sometidos a ningún control, los judíos helenísticos se sirvieron de ellos para su propaganda; interpolaron los que existían componiendo otros nuevos sobre el modelo de los antiguos. Una de las características de esta literatura, en versos hexámetros griegos, es el predecir acontecimientos ya sucedidos.
Los libros sibilinos, que presentan el aspecto de un caos, son 15. El libro III constituye la parte más antigua y es de origen judío; fue redactado hacia el 140 a. C. Describe el fin de la idolatría cuando reine un nuevo rey, del que concreta varias circunstancias; se trata de Ptolomeo VII Fiscón. Se anuncia también la invasión de Egipto por un gran rey de Asia que es Antíoco IV Epífanes (171-168), y la ruina de Cartago que tuvo lugar en el 146 a. C. El libro III es la primera tentativa de judaización de la sibila en Egipto. Virgilio, en su Égloga IV, parece haber conocido Is 11, 6 ss. a través de los oráculos sibilinos.
LA ASUNCIÓN DE MOISÉS.
Orígenes conocía este libro bajo el nombre de Analepsis Moyseos. En 1861 A. M. Ceriani publicó un fragmento latino de este apocalipsis encontrado en un palimpsesto de la Biblioteca Ambrosiana de Milán.
El libro trata de las predicciones hechas por Moisés acerca de los principales acontecimientos de la historia de Israel. El capítulo 9 introduce un personaje misterioso de la tribu de Leví, llamado Taxo, sobre cuya identificación todavía no hay acuerdo. El libro parece compuesto entre el 4 a. C. y el 30 de nuestra Era. Josefo, que habla de una desaparición de Moisés y deja entender que no ha muerto, supone una tradición sobre la asunción de Moisés.
También hay huellas de esta tradición en el relato de la transfiguración de Jesús y en el Apocalipsis de San Juan (1 1, 1-14). De La Asunción de Moisés, la epístola de San Judas (capítulo 7) ha tomado la extraña tradición según la cual el arcángel Miguel y Satán se disputaban el cuerpo de Moisés.
LA ASCENSIÓN DE ISAÍAS.
Se ha conservado íntegramente en etíope, y en parte en latín. Según R. H. Charles, sería una compilación, hecha por un cristiano, de tres escritos distintos: el martirio de Isaías, de origen judío, el testamento de Ezequías, y la visión o éxtasis de Isaías; estos dos, de origen cristiano. Charles sitúa la obra del compilador en el siglo I d. C. En un pasaje (IV, 3) se menciona el martirio de San Pedro bajo Nerón.
LA VIDA DE ADÁN Y EVA.
Originalmente escrita en arameo, puede ser reconstruida a partir de las versiones griegas y latinas. Algunas veces se le ha designado, equivocadamente, en griego bajo el nombre de Asunción de Moisés. Es una obra judía con interpolaciones cristianas. Se trata de una haggadah referente a las vidas de Adán y Eva. El elemento apocalíptico es poco importante, pero significativo. Adán ve el don de la Ley, el exilio y el retorno, la construcción del Templo. Su composición se fecha antes del 70 de nuestra Era.
EL TESTAMENTO DE ABRAHAM.
Este libro, distinto del Apocalipsis de Abraham, se ha conservado especialmente en griego en dos recensiones A y B, una larga y otra corta. El texto griego fue publicado en 1892, en Cambridge, por Montague Rhodes James, quien estimaba que era de origen cristiano y que se remontaba al s. II d. C. Box lo ha traducido al inglés y ha sostenido con razón su origen judío; le asigna la fecha del s. I y señala algunas interpolaciones cristianas.
El libro es interesante por su enseñanza escatológica. Abraham ve todas las cosas creadas y el mundo, que durará siete edades, cada una de mil años. Después es transportado por Miguel a las puertas del cielo, donde ve tres juicios diferentes. No contiene ninguna alusión clara a la Era mesiánica.
(Continuará...)
Fuente: Gran Enciclopedia RIALP. Editorial Rialp. 1991.
These are books and old testimonies that many Christian religions don't want you to know but we present them to you so that yourself elaborates your conclusions.
Otros artículos.
Libros bíblicos apócrifos. Parte 1.
En nombre de Dios.
Los libros condenados.
La vida después de la muerte.
Parece que Jesús realmente tuvo esposa.
LOS TESTAMENTOS DE LOS DOCE PATRIARCAS.
El obispo de Lincoln, Robert Grossatesta, en el San XIII, se procuró de Grecia un manuscrito de esta obra, lo tradujo al latín y de esta manera le dio gran difusión. Disponemos de numerosos manuscritos de la versión griega de los Testamentos, que se presenta bajo dos formas (A y B), y que presupone un original hebreo que también comprende dos recensiones (Ha y Hb). Hay una versión armenia conservada en dos recensiones (Aa y Ab), y una eslava bajo las formas S1 y S2. El Testamento tardío de Neftalí en hebreo contiene fragmentos del original. La Genizáh (sinagoga) de El Cairo y la gruta IV de Qumrán nos han proporcionado restos de un Testamento arameo de Leví distinto de los Testamentos griegos.
El libro seudoepígrafo de los Testamentos pretende relatar las recomendaciones que cada uno de los 12 hijos de Jacob dirigió a sus respectivos hijos antes de morir. El esquema de cada testamento es idéntico. En estos textos aparecen dos Mesías: el uno salido de Judá, el otro de origen sacerdotal, como en Qumrán. El origen del libro es discutido. Los críticos antiguos han admitido durante largo tiempo que la obra había sido compuesta desde el principio por un cristiano. Esta tesis ha sido aceptada de nuevo por de Jonge, para quien habría habido un redactor cristiano del apócrifo, de tal manera que los elementos cristianos y judíos de este escrito quedan unidos entre sí.
Milik está de acuerdo con esta tesis y ve un confirmatur (confirmación) en el hecho de que no se han encontrado los Testamentos entre los manuscritos de Qumrán, pues los fragmentos arameos del Testamento de Leví son bien distintos del de los 12 patriarcas, a los que aquél habría servido de fuente. La tesis clásica comúnmente admitida es que el libro de los Testamentos es un escrito judío con interpolaciones de escritores cristianos. La semejanza con los escritos de Qumrán nos lleva a considerar el conjunto del libro como un escrito esenio del que conviene limitar el número de interpolaciones cristianas, sobre todo a los pasajes cristológicos. Una tesis extrema e inadmisible quiere aplicar al Maestro de Justicia de Qumrán, lo que era considerado como interpelación cristológica.
LOS SALMOS DE SALOMÓN.
Estos 18 salmos conservados en griego fueron editados por primera vez en Lyon, en 1626, por el jesuita español Juan Luis de la Cerda. Durante largo tiempo se los consideró canónicos en muchas iglesias cristianas; también se han conservado en algunos manuscritos de la Biblia griega. El texto original ha debido ser hebreo.
Los acontecimientos que dieron pie a la intervención de los romanos en los asuntos judíos, en el 63 a. C., están en el origen de esta pequeña colección: la lucha entre los hermanos Aristóbulo II e Hircano II, la llamada dirigida a Pompeyo para decidir a favor de uno o de otro, la resistencia de Aristóbulo en el Templo, el sitio y las muertes que se siguieron, la profanación del Templo, la disminución del Estado de Hircano II privado del título de rey.
El poeta ve en los romanos a los instrumentos providenciales del aplastamiento de la dinastía ilegítima de los asmoneos, a los que reprocha el haber “usurpado el trono de David y de reemplazarle con orgullo” (salmo 17, 8), el entregarse a los vicios más abominables (salmo 8, 8 y ss.).
Uno de los salmos describe con rasgos inequívocos la llegada de Pompeyo a Jerusalén como un justiciero (salmo 8, 16); debió ser redactado poco después de los acontecimientos del 63. En el salmo 2 se percibe otro sonido distinto: Pompeyo es considerado el profanador del santuario, y el poeta describe su asesinato “en las colinas de Egipto” (2, 30), acontecimiento que se sitúa en el 48 a. C.
La época de composición de estos salmos es dudosa; unos creen que se trata del 63 y otros del 48. Hay acuerdo en reconocer que el autor es un fariseo (siendo el título Salmo de Salomón, un seudónimo) que encarna el ideal de los fariseos cualificados de “santos” en oposición a los “pecadores”, los asmoneos y sus partidarios. Espera un Mesías davídico que es exactamente todo lo contrario de los asmoneos (17, 37 y ss.).
LOS ORÁCULOS SIBILINOS.
Colecciones de oráculos sibilinos han ejercido gran influencia en el mundo pagano antes de la Era cristiana. En estos escritos la Sibila daba a conocer la voluntad de los dioses. Sibila era un nombre propio, pero después pasó a ser una especie de nombre genérico para designar a una profetisa.
Al principio sólo se hablaba de una sibila, pero muchos lugares desde Babilonia hasta Italia se enorgullecían de tener una; Varrón contaba diez de ellas. La sibila de Cumas, cerca de Nápoles, inmortalizada por Virgilio, habría vendido a Tarquino el Soberbio los libros sibilinos que se conservaron en el Capitolio hasta el 83 a. C., en que se incendió el templo de Júpiter. Estos oráculos han desempeñado un papel importante en la historia romana. Después del incendio, fueron reemplazados por otros provenientes de Jonia y Eritrea.
Como no estaban sometidos a ningún control, los judíos helenísticos se sirvieron de ellos para su propaganda; interpolaron los que existían componiendo otros nuevos sobre el modelo de los antiguos. Una de las características de esta literatura, en versos hexámetros griegos, es el predecir acontecimientos ya sucedidos.
Los libros sibilinos, que presentan el aspecto de un caos, son 15. El libro III constituye la parte más antigua y es de origen judío; fue redactado hacia el 140 a. C. Describe el fin de la idolatría cuando reine un nuevo rey, del que concreta varias circunstancias; se trata de Ptolomeo VII Fiscón. Se anuncia también la invasión de Egipto por un gran rey de Asia que es Antíoco IV Epífanes (171-168), y la ruina de Cartago que tuvo lugar en el 146 a. C. El libro III es la primera tentativa de judaización de la sibila en Egipto. Virgilio, en su Égloga IV, parece haber conocido Is 11, 6 ss. a través de los oráculos sibilinos.
LA ASUNCIÓN DE MOISÉS.
Orígenes conocía este libro bajo el nombre de Analepsis Moyseos. En 1861 A. M. Ceriani publicó un fragmento latino de este apocalipsis encontrado en un palimpsesto de la Biblioteca Ambrosiana de Milán.
El libro trata de las predicciones hechas por Moisés acerca de los principales acontecimientos de la historia de Israel. El capítulo 9 introduce un personaje misterioso de la tribu de Leví, llamado Taxo, sobre cuya identificación todavía no hay acuerdo. El libro parece compuesto entre el 4 a. C. y el 30 de nuestra Era. Josefo, que habla de una desaparición de Moisés y deja entender que no ha muerto, supone una tradición sobre la asunción de Moisés.
También hay huellas de esta tradición en el relato de la transfiguración de Jesús y en el Apocalipsis de San Juan (1 1, 1-14). De La Asunción de Moisés, la epístola de San Judas (capítulo 7) ha tomado la extraña tradición según la cual el arcángel Miguel y Satán se disputaban el cuerpo de Moisés.
LA ASCENSIÓN DE ISAÍAS.
Se ha conservado íntegramente en etíope, y en parte en latín. Según R. H. Charles, sería una compilación, hecha por un cristiano, de tres escritos distintos: el martirio de Isaías, de origen judío, el testamento de Ezequías, y la visión o éxtasis de Isaías; estos dos, de origen cristiano. Charles sitúa la obra del compilador en el siglo I d. C. En un pasaje (IV, 3) se menciona el martirio de San Pedro bajo Nerón.
LA VIDA DE ADÁN Y EVA.
Originalmente escrita en arameo, puede ser reconstruida a partir de las versiones griegas y latinas. Algunas veces se le ha designado, equivocadamente, en griego bajo el nombre de Asunción de Moisés. Es una obra judía con interpolaciones cristianas. Se trata de una haggadah referente a las vidas de Adán y Eva. El elemento apocalíptico es poco importante, pero significativo. Adán ve el don de la Ley, el exilio y el retorno, la construcción del Templo. Su composición se fecha antes del 70 de nuestra Era.
EL TESTAMENTO DE ABRAHAM.
Este libro, distinto del Apocalipsis de Abraham, se ha conservado especialmente en griego en dos recensiones A y B, una larga y otra corta. El texto griego fue publicado en 1892, en Cambridge, por Montague Rhodes James, quien estimaba que era de origen cristiano y que se remontaba al s. II d. C. Box lo ha traducido al inglés y ha sostenido con razón su origen judío; le asigna la fecha del s. I y señala algunas interpolaciones cristianas.
El libro es interesante por su enseñanza escatológica. Abraham ve todas las cosas creadas y el mundo, que durará siete edades, cada una de mil años. Después es transportado por Miguel a las puertas del cielo, donde ve tres juicios diferentes. No contiene ninguna alusión clara a la Era mesiánica.
(Continuará...)
Fuente: Gran Enciclopedia RIALP. Editorial Rialp. 1991.
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