Estos son libros y testimonios antiguos que muchas religiones cristianas no quieren que conozcas pero te los presentamos para que tú mismo elabores tus conclusiones.
These are books and old testimonies that many Christian religions don't want you to know but we present them to you so that yourself elaborates your conclusions.
Talvez no has leído aun:
Segundo libro de Enoc. Parte 1.
Primer libro de Enoc. Parte 13.
Primer libro de Enoc. Parte 12.
Primer libro de Enoc. Parte 11.
Primer libro de Enoc. Parte 10.
CAPÍTULO 8.
1 Entonces me sacaron de allí los dos varones y me llevaron al sexto cielo. Y allí vi siete formaciones de ángeles, (todos) muy brillantes y gloriosos en extremo: su faz era más resplandeciente que los rayos del sol en todo su vigor y no se podían apreciar diferencias (entre ellos), ni en su cara, ni en su figura exterior, ni en el atuendo de su vestido.
2 (Su oficio) es formar órdenes y estudiar el curso de las estrellas, la revolución del sol y el cambio de la luna; ellos contemplan la virtud y el desorden del mundo, a la vez que formulan órdenes e instrucciones (y entonan) dulces cánticos y toda alabanza de gloria.
3 Estos son los arcángeles, que están por encima de los ángeles y ponen en armonía toda la vida del cielo y de la tierra.
4 (Hay) ángeles al frente de los tiempos y de los años, ángeles que están sobre los ríos y el mar, y ángeles que tienen a su cargo los frutos de la tierra y el conjunto de plantas que sirven de alimento a cualquiera de los animales.
5 Y (hay finalmente) ángeles para cada una de las almas humanas, (encargados de) consignar por escrito todos sus actos y sus vidas ante la faz del Señor.
6 Entre ellos hay siete fénix, siete querubines y siete ángeles hexaptérigos que son una misma voz y cantan al unísono y cuyo canto es inenarrable.
7 (Mientras tanto) el Señor goza de su pedestal.
CAPÍTULO 9.
1 (Entonces) me levantaron de allí aquellos hombres y me llevaron al séptimo cielo. Allí (percibí) una gran luz y vi todas las grandes milicias de fuego (que forman) los arcángeles y los seres incorpóreos: las virtudes, las dominaciones, los principados, las potestades, los querubines, los serafines, los tronos y diez escuadrones de los ángeles de muchos ojos, así como el orden brillante de los otanim.
2 Entonces cogí miedo y me puse a temblar, lleno de congoja.
3 Luego me asieron los dos varones y me pusieron en medio de aquellos, quienes me dijeron: ?Henoc, ten ánimo y no temas.
4 Y me mostraron de lejos al Señor, que estaba sentado en su altísimo trono. Y (vi cómo) los ejércitos celestiales, después de entrar, se iban colocando en diez gradas según su categoría y adoraban al Señor, retirándose después a sus puestos contentos y alegres, (sumergidos) en una luz inmensa y cantando himnos en voz queda y suave. Pero los gloriosos que están a su servicio no se retiran de noche ni de día, sino que continúan firmes ante la faz del Señor y hacen su voluntad. Los querubines y los serafines se mantienen alrededor del trono y los hexaptérigos lo cubren (con sus alas), mientras cantan en voz baja ante la faz del Señor.
5 Cuando hube presenciado estas cosas me dijeron los dos varones: ?Henoc, hasta aquí teníamos órdenes de acompañarte. Luego se separaron de mí y no he vuelto a verlos.
6 Así, pues, me quedé solo en los confines del cielo y lleno de angustia caí sobre mi rostro y me dije a mí mismo: “¡Ay de mí! ¿Qué es lo que me acaba de suceder?”
7 Entonces envió el Señor uno de sus gloriosos arcángeles –Gabriel–, quien me dijo: ?Ten ánimo, Henoc, y no temas; levántate, vente conmigo para permanecer ante la faz del Señor para siempre.
8 A lo que yo respondí: ?¡Ay de mí!, Señor mío, que mi alma ha huido de mí, (presa) del temor y la angustia; llama de nuevo a mi lado a los dos varones que me trajeron hasta aquí, pues en ellos tenía puesta mi confianza y en su compañía quiero marchar ante la faz del Señor.
9 Entonces me cogió Gabriel como (si fuera) una hoja llevada por el viento, me levantó en vilo y me colocó ante la faz del Señor.
10 Y vi al Señor cara a cara: su faz irradiaba poder y gloria, era admirable y terrible e inspiraba a la vez temor y pavor.
11 ¿Quién soy yo para describir la esencia inabarcable del Señor, su faz admirable e inefable, el coro bien instruido y de muchas voces,
12 el trono inmenso no hecho a mano,
13 los coros que están a su alrededor y los ejércitos de los querubines y de los serafines con sus cánticos incesantes?
14 Y ¿quien será finalmente capaz de perfilar la imagen de su belleza inmutable e inenarrable y la grandeza de su gloria?
15 Entonces caí de hinojos y adoré al Señor.
16 Y él me dijo por su propia boca: ?Ten ánimo, Henoc, y no temas: levántate y permanece ante mí para siempre.
17 Entonces Miguel, jefe de las milicias del Señor, me levantó y me llevó ante la faz del Señor.
18 Y dijo el Señor a los que le servían, como para tentarlos: ?Que se acerque Henoc para permanecer ante mi faz para siempre.
19 Y, postrándose los gloriosos ante el Señor, exclamaron: ?Que se acerque según tu palabra.
20 Entonces dijo el Señor a Miguel: ?Acércate y despoja a Henoc de sus vestiduras terrenales, úngelo con mi buen aceite y vístelo con los vestidos de mi gloria.
21 Miguel obró de acuerdo con lo que le había dicho el Señor y me ungió y me vistió.
22 El aceite aquel tenía un aspecto más resplandeciente que el de una gran luminaria, su ungüento (parecía) como rocío bienhechor y su perfume era como la mirra, resplandeciendo como los rayos del sol.
23 Y me miré a mí mismo y (comprobé que) era como uno de sus gloriosos, sin que se pudiera notar diferencia alguna en el aspecto.
CAPÍTULO 10.
1 Llamó entonces el Señor a uno de sus arcángeles por nombre Vrevoil, más ágil en sabiduría que todos los demás arcángeles y (encargado) de consignar por escrito todas las obras del Señor.
2 Y dijo el Señor a Vrevoil: ?Saca los libros de mis archivos, entrega una pluma a Henoc y díctale los libros.
3 Vrevoil se dio prisa y me trajo los libros –excelentes por la mirra– y me entregó de su propia mano la pluma de taquígrafo.
4 Luego fue recitando todas las obras del cielo, de la tierra y de todos los elementos, su desplazamiento y sus trayectorias, así como su manera de tronar según los signos del zodíaco; asimismo el sol, la luna y las estrellas con sus trayectorias y cambios; las estaciones y los años, los días y las horas, las subidas de las nubes y las salidas de los vientos; el número de los ángeles, las canciones de las milicias armadas, todo asunto humano, toda lengua de los cánticos, las vidas de los hombres, los mandamientos y enseñanzas, los cánticos de dulce melodía y todo aquello que conviene saber.
5 Vrevoil me estuvo dando instrucciones durante treinta días y treinta noches, sin que dejaran sus labios de hablar, y yo no tuve un momento de reposo, consignando por escrito todos los signos de la creación.
6 Y cuando, al cabo de treinta días y treinta noches, terminé, me dijo Vrevoil: ?Esto era lo que yo tenía que contarte y que tú has consignado por escrito.
7 Siéntate y haz un registro de todas las almas humanas, incluso de las que no han nacido, y de los lugares que les están preparados desde siempre,
8 ya que todas las almas están predestinadas desde antes de que fuera hecha la tierra.
9 Yo me estuve sentado el doble de treinta días y treinta noches y apunté exactamente todo, llegando a escribir trescientos sesenta y seis libros.
CAPÍTULO 11.
1 Y me llamó el Señor y me dijo: ?Henoc, siéntate a mi izquierda juntamente con Gabriel.
2 Yo entonces me prosterné ante el Señor, y él me dijo:
3 ?Henoc, todo cuanto ves y todas las cosas, ya sean estables o transitorias, han sido creadas por mí.
4 Yo voy a darte razón ahora, en primer lugar, de todo lo que creé, partiendo de lo no existente, y de lo que (hice visible), partiendo de lo invisible.
5 Ni siquiera a mis ángeles he descubierto mis secretos, ni les he manifestado su propio origen; ellos tampoco han podido comprender mi creación infinita e incomprensible, que yo ahora te explico a ti.
6 Antes de que llegaran a existir las cosas visibles, yo era el único que se paseaba en lo invisible como el sol de oriente a occidente y de occidente a oriente. (Más aún), mientras que el sol tiene su reposo, yo no encontraba descanso, porque todo estaba sin hacer.
7 Entonces pensé poner un fundamento y crear la naturaleza visible.
8 Y di órdenes en las alturas para que descendiera de lo invisible un ser visible. Y descendió Adoil, grande en extremo,
9 y al mirarle (vi) que tenía en su vientre una gran luz.
10 Y le dije: “Ábrete Adoil, y que se haga visible lo que está naciendo de ti”.
11 Al abrirse salió una gran luz y yo me encontré en medio de ella.
12 Y cuando parecía que iba siendo llevada la luz, salió de ella el gran eón, mostrando todas las cosas que yo había pensado crear.
13 Y vi que (esto) era bueno. Luego puse un trono y me senté sobre él,
14 y dije a la luz: “Sube por encima de mi trono, condénsate y sé el fundamento de las cosas de lo alto”.
15 Y no existe cosa alguna por encima de la luz.
16 De nuevo me incliné, eché un vistazo desde mi trono y di por segunda vez una voz en las regiones inferiores, diciendo: “Que salga de lo invisible una cosa invisible y consistente”. Y salió Ar(u)chas, duro, pesado y de un color rojo intenso.
17 Entonces dije: “Ábrete Ar(u)chas, y que se manifieste lo que está naciendo de ti”.
18 Y se abrió y salió el eón tenebroso, extremadamente grande, que llevaba (en sí) la creación de todas las regiones inferiores.
19 Vi que estaba bien y le dije: “Baja ahora a la región inferior y solidifícate”. Y quedó convertido en el fundamento de las cosas inferiores.
20 Mas por debajo de las tinieblas no existe ninguna otra cosa.
21 Entonces mandé que se hiciera una combinación de luz y tinieblas, diciendo: “Sé espesa y rodeada de luz”. Luego la extendí y así fue el agua.
22 Y la extendí por encima de las tinieblas, por debajo de la luz, y así di consistencia a las aguas, esto es, el abismo.
23 Entonces puse un fundamento de luz al círculo del agua y forjé siete círculos interiores, formando algo parecido al cristal, a la vez húmedo y seco, esto es, el vidrio, el hielo y el circuito de las aguas y de los otros elementos.
24 Y yo mismo indiqué a cada cual su camino, a las siete estrellas, cada una en su cielo para que así avanzaran.
25 Y vi que estaba bien. Entonces separé la luz de las tinieblas, esto es, a través del agua, aquí y allá. Y dije a la luz: “Sé tú día”. Y di orden a las tinieblas que fueran noche.
26 Entonces sobrevino la tarde y luego la mañana, esto es, el primer día.
27 De esta misma manera di consistencia a los círculos del cielo. Y mandé que todas las aguas de las regiones inferiores, que están bajo el cielo, se reunieran en un solo contingente y que sus ondas se secaran. Y así ocurrió.
28 Y de estas ondas hice piedras duras y grandes.
29 Con las piedras mezclé elemento árido y a (esta) sequedad la llamé tierra.
30 Y al centro de la tierra lo llamé precipicio, esto es, abismo.
31 Al mar lo reuní en un solo lugar y lo sujeté con un yugo. Y dije al mar: “Con esto te doy unos confines eternos para que no queden separadas tus aguas”.
32 Y asimismo forjé un firmamento y lo fijé sobre las aguas.
33 Y a este día lo llamé el primero de la creación. Entonces sobrevino la tarde y luego la mañana y resultó el día segundo.
34 A todas las milicias celestiales las doté de una naturaleza de fuego.
35 Entonces lanzaron mis ojos una mirada a la piedra firme y durísima y con el fulgor de mi vista recibió el rayo una naturaleza acuosa, fuego en el agua y agua en el fuego, sin que aquélla extinga a éste y sin que éste seque a aquélla.
36 Por esta razón el rayo es más intenso y más brillante que el fulgor del sol, así como el agua blanda es más consistente que la dura piedra.
37 Luego hice saltar del pedernal un gran fuego. Y del fuego creé las formaciones de los ejércitos incorpóreos, diez miríadas de ángeles, así como sus armas ígneas y sus vestiduras, semejantes a la llama ardiente.
38 Entonces di órdenes de que cada uno se pusiera en su formación correspondiente.
39 Pero uno del orden de los arcángeles, apartándose juntamente con la formación que estaba a sus órdenes, concibió el pensamiento inaudito de colocar su trono por encima de las nubes que están sobre la tierra para así poder equipararse con mi fuerza.
40 Yo entonces lo lancé desde la altura juntamente con sus ángeles, y él se mantuvo volando en el aire continuamente sobre el abismo.
41 Y así creé todos los cielos.
42 En esto se hizo el tercer día.
43 Y al tercer día ordené a la tierra que produjera árboles grandes, montes, hierbas dulces de todas las especies y toda clase de simientes para sembrar.
44 Y planté el paraíso y lo cerré, colocando (como vigías) armados ángeles de fuego.
45 Y así hice la renovación de la tierra.
46 En esto sobrevino la tarde y la mañana, el día cuarto.
47 Y el día cuarto mandé que surgieran grandes luminarias en los círculos de los cielos.
48 En el primer círculo, el más alto, coloqué a la estrella Cronos; en el segundo, más bajo, coloqué a Afrodita; en el tercero a Ares, en el cuarto al Sol, en el quinto a Zeus, en el sexto a Hermes y en el séptimo a la Luna.
49 Y con estas estrellas de menos magnitud adorné el éter inferior.
50 Y puse al sol para que iluminara el día, y a la luna y las estrellas para que esclarecieran la noche.
51 Y (determiné) que el sol pasara por cada uno de los signos del zodíaco,
52 y los doce signos del zodíaco están (en función del) recorrido de la luna.
53 Y fijé los nombres de éstos, sus presagios de los truenos, sus horóscopos y el cálculo del tiempo según su posición en la órbita.
54 Entonces sobrevino la noche y la mañana, el día quinto.
55 Al quinto día di ordenes al mar, y este engendró peces y pájaros muy diversos, todos los reptiles que se arrastran sobre el suelo, los cuadrúpedos que caminan sobre la tierra y los volátiles (que surcan) el aire, el sexo masculino y femenino y (finalmente) todas las almas que respiran, pertenecientes a cualquiera de los animales.
56 Y en esto sobrevino la tarde y luego la mañana, el día sexto.
57 El sexto día di órdenes a mi Sabiduría para que creara al hombre, partiendo de siete elementos, a saber: su carne de la tierra, su sangre de rocío y del sol, sus ojos del abismo de los mares, sus huesos de piedra, su pensamiento de la celeridad angélica y de las nubes, sus venas y sus cabellos de hierbas de la tierra, su alma de mi propio espíritu y del viento.
58 Y le doté de siete sentidos: oído en relación con la carne, vista para los ojos, olfato para el alma, tacto para los nervios, gusto para la sangre, consistencia para los huesos y dulzura para el pensamiento.
59 Y me ingenié para que hablara palabras sagaces. Creé al hombre partiendo de la naturaleza visible e invisible, de ambas a la vez, muerte y vida; y la palabra conoce la imagen lo mismo que a cualquier otra criatura, pequeña en lo grande y grande en lo pequeño.
60 Y le dejé establecido en la tierra como un segundo ángel, honorable, grande y glorioso.
61 Y le constituí como rey sobre la tierra, teniendo a su disposición un reino gracias a mi Sabiduría.
62 Y entre mis criaturas no había nada parejo a él sobre la tierra.
63 Y le asigné un nombre que consta de cuatro elementos: Oriente, Occidente, Norte y Sur.
64 Y puse a su disposición cuatro estrellas insignes, dándole por nombre Adán.
65 Le doté de libre albedrío y le mostré dos caminos, la luz y las tinieblas. Entonces le dije: “Mira, esto es bueno para ti y aquello [es] malo”. Todo con el fin de ver si me profesaba amor u odio y para (darle ocasión de) declararse en su descendencia como mi amante.
66 Yo conocía bien su propia naturaleza, pero él la ignoraba. Por ello la ignorancia es peor que el pecado, ya que no puede por menos de pecar. Y dije: “Después del pecado no hay otra cosa sino la muerte”.
67 Entonces puse a su disposición un cobertizo, le sumergí en un sopor, y él se quedó dormido.
68 Y, mientras dormía, le quité una costilla y le hice una mujer,
69 para que por la mujer le llegara la muerte.
70 Luego tomé la última letra de su nombre y le di a ella el nombre de “madre”, esto es. Eva. Adán – la madre = el terrestre y la vida.
71 Y acoté también un espacio dentro del Edén en su parte oriental, por ver si guardaba el compromiso y cumplía el mandamiento.
72 Asimismo hice que le fueran abiertos los cielos de par en par con el fin de que viera a los ángeles que estaban cantando un himno de victoria. Y una luz sin sombras inundó para siempre el paraíso.
73 Entonces comprendió el diablo que yo iba a crear otro mundo, al ver que yo había sometido a Adán todas las cosas que había sobre la tierra para que él reinase y dispusiera de ellas.
74 El diablo es un demonio de las regiones inferiores, pues al huir del cielo quedó convertido en Satanás, después de haberse llamado Satanael. Por ello se desplazó de los ángeles sin cambiar su naturaleza, sino (sólo) su pensamiento –de la misma manera que la inteligencia es común a justos y pecadores– y cayó en la cuenta de su propia condenación y del pecado que había cometido anteriormente.
75 Por ello maquinó contra Adán, adentrándose de esta manera en el paraíso y engañando a Eva, pero sin tocar a Adán.
76 Y por su ignorancia las maldije.
77 Mas a los que anteriormente había bendecido, no los maldije; y a los que anteriormente no había bendecido, tampoco los maldije; ni al hombre maldije, ni a la criatura, sino al fruto nefasto del hombre. Pues de hecho el fruto de la virtud (se obtiene) a fuerza de sudor y de trabajo.
78 Y dije: “Tierra eres y a la tierra irás a parar, de la que te saqué; yo no voy a aniquilarte, sino que te hago volver allí mismo de donde te saqué; después puedo sacarte otra vez con ocasión de mi segunda venida”.
79 Y bendije a todas mis criaturas visibles e invisibles.
80 Y (llegó) el día séptimo, en el que descansé de todos mis trabajos.
81 Y al día octavo fijé yo el mismo día, para que el día octavo fuera el primero, primicias de mi descanso, y para que (éstos) se conviertan en símbolos de los siete mil y para que él sea el principio de los ocho mil; pues así como el primer día cae en domingo, así lo hace también el día octavo, para que el día del domingo pueda repetirse indefinidamente.
82 Y ahora, Henoc, cuanto acabo de decirte, todo lo que tú has comprendido y visto tanto en los cielos como en la tierra y todo lo que tú has anotado en tus libros, todo ello concebí crearlo por mi Sabiduría y (lo) he llevado a cabo desde el fundamento más alto hasta el más bajo (y) hasta el fin.
83 En mi creación no he tenido testigo ni heredero.
84 Yo soy eterno e increado,
85 mi pensamiento es inmutable, no tengo otro consejero que mi propia Sabiduría y mis dichos son (a la vez mis) hechos.
86 Mis ojos escudriñan todo, y cuado dirijo mi mirada al universo, éste se queda quieto, temblando de miedo; y si le vuelvo la espalda, se desintegra.
87 Entiende, pues, Henoc, y date cuenta de quién te está hablando: toma esos libros que tú mismo has escrito,
88 y yo pongo a tu disposición a Samoil y a Ragüil, que son quienes te han traído hasta mí.
89 Baja a la tierra y da cuenta a tus hijos de todo lo que te he dicho y de cuanto has podido ver desde el cielo más bajo hasta mi trono.
90 Todas las milicias y todas las potestades las he creado yo, y no hay nadie que se me oponga o que no me obedezca, pues todos acatan mi monarquía y se rinden a mi poder absoluto.
91 Entrégales los libros de tu puño y letra y que ellos los lean y me reconozcan como Creador del universo, y entiendan que no hay otro (creador) fuera de mí,
92 y transmitan los libros escritos por ti de hijos a hijos, de generación a generación y de parientes a parientes.
93 Y yo te daré, Henoc, como mediador a Miguel –mi archiestratega– para (que custodie) el escrito de tus manos y los escritos de las manos de tus padres, Adán, Set, Enós, Cainán, Maleleil y Ared, tu padre, ya que yo no los destruiré jamás.
94 He dado órdenes a mis ángeles Ariuch y Pariuch –a quienes mandé a la tierra como guardianes de ellos– y he dado asimismo órdenes a los tiempos para que los vigilen, de modo que no perezcan en el futuro diluvio que yo haré sobrevenir sobre tu linaje.
95 Conocida como me es la malicia de los hombres, yo sé que no aguantarán el yugo que yo les imponga, sino que han rechazado (de antemano) mi yugo, aceptando otro distinto; han sembrado semillas hueras, han adorado a dioses vanos y han rechazado mi soberanía, quedando toda la tierra manchada de injusticias, injurias, adulterios e idolatría.
96 Y por esta razón haré sobrevenir un diluvio sobre la tierra, quedando ésta sumida en un lodazal inmenso,
97 y preservaré a un varón justo de tu tribu con toda su casa, el cual estará dispuesto a obrar según mi voluntad.
98 Y de su simiente surgirá al cabo otra generación numerosa, pero muchos de sus miembros serán insaciables en alto grado.
99 Y en el decurso de esta generación les descubriré los libros escritos por ti y por tus padres. Los mismos guardianes de la tierra se encargarán de enseñárselos a los varones fieles –a mis siervos que (no) pronuncian mi nombre en vano–, y éstos se los comunicarán a la otra generación, y aquellos, una vez los hayan leído, serán glorificados en la posteridad más aún que al principio.
100 Ahora pues, Henoc, te doy una tregua de treinta días para que la pases en tu casa y comuniques a tus hijos y a tus domésticos todo esto de mi parte, para que escuchen lo que les digas y para que lean y entiendan que no existe otro (dios) fuera de mí y cumplan tus mandamientos y comiencen (a leer) los libros escritos de tu mano.
101 Y, después de treinta días, yo te enviaré mi ángel para que te saque de la tierra y de entre tus hijos (y te traiga) a mi lado.
(Continuará…)
Fuente: librosapocrifos.blogspot.com
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1 Entonces me sacaron de allí los dos varones y me llevaron al sexto cielo. Y allí vi siete formaciones de ángeles, (todos) muy brillantes y gloriosos en extremo: su faz era más resplandeciente que los rayos del sol en todo su vigor y no se podían apreciar diferencias (entre ellos), ni en su cara, ni en su figura exterior, ni en el atuendo de su vestido.
2 (Su oficio) es formar órdenes y estudiar el curso de las estrellas, la revolución del sol y el cambio de la luna; ellos contemplan la virtud y el desorden del mundo, a la vez que formulan órdenes e instrucciones (y entonan) dulces cánticos y toda alabanza de gloria.
3 Estos son los arcángeles, que están por encima de los ángeles y ponen en armonía toda la vida del cielo y de la tierra.
4 (Hay) ángeles al frente de los tiempos y de los años, ángeles que están sobre los ríos y el mar, y ángeles que tienen a su cargo los frutos de la tierra y el conjunto de plantas que sirven de alimento a cualquiera de los animales.
5 Y (hay finalmente) ángeles para cada una de las almas humanas, (encargados de) consignar por escrito todos sus actos y sus vidas ante la faz del Señor.
6 Entre ellos hay siete fénix, siete querubines y siete ángeles hexaptérigos que son una misma voz y cantan al unísono y cuyo canto es inenarrable.
7 (Mientras tanto) el Señor goza de su pedestal.
CAPÍTULO 9.
1 (Entonces) me levantaron de allí aquellos hombres y me llevaron al séptimo cielo. Allí (percibí) una gran luz y vi todas las grandes milicias de fuego (que forman) los arcángeles y los seres incorpóreos: las virtudes, las dominaciones, los principados, las potestades, los querubines, los serafines, los tronos y diez escuadrones de los ángeles de muchos ojos, así como el orden brillante de los otanim.
2 Entonces cogí miedo y me puse a temblar, lleno de congoja.
3 Luego me asieron los dos varones y me pusieron en medio de aquellos, quienes me dijeron: ?Henoc, ten ánimo y no temas.
4 Y me mostraron de lejos al Señor, que estaba sentado en su altísimo trono. Y (vi cómo) los ejércitos celestiales, después de entrar, se iban colocando en diez gradas según su categoría y adoraban al Señor, retirándose después a sus puestos contentos y alegres, (sumergidos) en una luz inmensa y cantando himnos en voz queda y suave. Pero los gloriosos que están a su servicio no se retiran de noche ni de día, sino que continúan firmes ante la faz del Señor y hacen su voluntad. Los querubines y los serafines se mantienen alrededor del trono y los hexaptérigos lo cubren (con sus alas), mientras cantan en voz baja ante la faz del Señor.
5 Cuando hube presenciado estas cosas me dijeron los dos varones: ?Henoc, hasta aquí teníamos órdenes de acompañarte. Luego se separaron de mí y no he vuelto a verlos.
6 Así, pues, me quedé solo en los confines del cielo y lleno de angustia caí sobre mi rostro y me dije a mí mismo: “¡Ay de mí! ¿Qué es lo que me acaba de suceder?”
7 Entonces envió el Señor uno de sus gloriosos arcángeles –Gabriel–, quien me dijo: ?Ten ánimo, Henoc, y no temas; levántate, vente conmigo para permanecer ante la faz del Señor para siempre.
8 A lo que yo respondí: ?¡Ay de mí!, Señor mío, que mi alma ha huido de mí, (presa) del temor y la angustia; llama de nuevo a mi lado a los dos varones que me trajeron hasta aquí, pues en ellos tenía puesta mi confianza y en su compañía quiero marchar ante la faz del Señor.
9 Entonces me cogió Gabriel como (si fuera) una hoja llevada por el viento, me levantó en vilo y me colocó ante la faz del Señor.
10 Y vi al Señor cara a cara: su faz irradiaba poder y gloria, era admirable y terrible e inspiraba a la vez temor y pavor.
11 ¿Quién soy yo para describir la esencia inabarcable del Señor, su faz admirable e inefable, el coro bien instruido y de muchas voces,
12 el trono inmenso no hecho a mano,
13 los coros que están a su alrededor y los ejércitos de los querubines y de los serafines con sus cánticos incesantes?
14 Y ¿quien será finalmente capaz de perfilar la imagen de su belleza inmutable e inenarrable y la grandeza de su gloria?
15 Entonces caí de hinojos y adoré al Señor.
16 Y él me dijo por su propia boca: ?Ten ánimo, Henoc, y no temas: levántate y permanece ante mí para siempre.
17 Entonces Miguel, jefe de las milicias del Señor, me levantó y me llevó ante la faz del Señor.
18 Y dijo el Señor a los que le servían, como para tentarlos: ?Que se acerque Henoc para permanecer ante mi faz para siempre.
19 Y, postrándose los gloriosos ante el Señor, exclamaron: ?Que se acerque según tu palabra.
20 Entonces dijo el Señor a Miguel: ?Acércate y despoja a Henoc de sus vestiduras terrenales, úngelo con mi buen aceite y vístelo con los vestidos de mi gloria.
21 Miguel obró de acuerdo con lo que le había dicho el Señor y me ungió y me vistió.
22 El aceite aquel tenía un aspecto más resplandeciente que el de una gran luminaria, su ungüento (parecía) como rocío bienhechor y su perfume era como la mirra, resplandeciendo como los rayos del sol.
23 Y me miré a mí mismo y (comprobé que) era como uno de sus gloriosos, sin que se pudiera notar diferencia alguna en el aspecto.
CAPÍTULO 10.
1 Llamó entonces el Señor a uno de sus arcángeles por nombre Vrevoil, más ágil en sabiduría que todos los demás arcángeles y (encargado) de consignar por escrito todas las obras del Señor.
2 Y dijo el Señor a Vrevoil: ?Saca los libros de mis archivos, entrega una pluma a Henoc y díctale los libros.
3 Vrevoil se dio prisa y me trajo los libros –excelentes por la mirra– y me entregó de su propia mano la pluma de taquígrafo.
4 Luego fue recitando todas las obras del cielo, de la tierra y de todos los elementos, su desplazamiento y sus trayectorias, así como su manera de tronar según los signos del zodíaco; asimismo el sol, la luna y las estrellas con sus trayectorias y cambios; las estaciones y los años, los días y las horas, las subidas de las nubes y las salidas de los vientos; el número de los ángeles, las canciones de las milicias armadas, todo asunto humano, toda lengua de los cánticos, las vidas de los hombres, los mandamientos y enseñanzas, los cánticos de dulce melodía y todo aquello que conviene saber.
5 Vrevoil me estuvo dando instrucciones durante treinta días y treinta noches, sin que dejaran sus labios de hablar, y yo no tuve un momento de reposo, consignando por escrito todos los signos de la creación.
6 Y cuando, al cabo de treinta días y treinta noches, terminé, me dijo Vrevoil: ?Esto era lo que yo tenía que contarte y que tú has consignado por escrito.
7 Siéntate y haz un registro de todas las almas humanas, incluso de las que no han nacido, y de los lugares que les están preparados desde siempre,
8 ya que todas las almas están predestinadas desde antes de que fuera hecha la tierra.
9 Yo me estuve sentado el doble de treinta días y treinta noches y apunté exactamente todo, llegando a escribir trescientos sesenta y seis libros.
CAPÍTULO 11.
1 Y me llamó el Señor y me dijo: ?Henoc, siéntate a mi izquierda juntamente con Gabriel.
2 Yo entonces me prosterné ante el Señor, y él me dijo:
3 ?Henoc, todo cuanto ves y todas las cosas, ya sean estables o transitorias, han sido creadas por mí.
4 Yo voy a darte razón ahora, en primer lugar, de todo lo que creé, partiendo de lo no existente, y de lo que (hice visible), partiendo de lo invisible.
5 Ni siquiera a mis ángeles he descubierto mis secretos, ni les he manifestado su propio origen; ellos tampoco han podido comprender mi creación infinita e incomprensible, que yo ahora te explico a ti.
6 Antes de que llegaran a existir las cosas visibles, yo era el único que se paseaba en lo invisible como el sol de oriente a occidente y de occidente a oriente. (Más aún), mientras que el sol tiene su reposo, yo no encontraba descanso, porque todo estaba sin hacer.
7 Entonces pensé poner un fundamento y crear la naturaleza visible.
8 Y di órdenes en las alturas para que descendiera de lo invisible un ser visible. Y descendió Adoil, grande en extremo,
9 y al mirarle (vi) que tenía en su vientre una gran luz.
10 Y le dije: “Ábrete Adoil, y que se haga visible lo que está naciendo de ti”.
11 Al abrirse salió una gran luz y yo me encontré en medio de ella.
12 Y cuando parecía que iba siendo llevada la luz, salió de ella el gran eón, mostrando todas las cosas que yo había pensado crear.
13 Y vi que (esto) era bueno. Luego puse un trono y me senté sobre él,
14 y dije a la luz: “Sube por encima de mi trono, condénsate y sé el fundamento de las cosas de lo alto”.
15 Y no existe cosa alguna por encima de la luz.
16 De nuevo me incliné, eché un vistazo desde mi trono y di por segunda vez una voz en las regiones inferiores, diciendo: “Que salga de lo invisible una cosa invisible y consistente”. Y salió Ar(u)chas, duro, pesado y de un color rojo intenso.
17 Entonces dije: “Ábrete Ar(u)chas, y que se manifieste lo que está naciendo de ti”.
18 Y se abrió y salió el eón tenebroso, extremadamente grande, que llevaba (en sí) la creación de todas las regiones inferiores.
19 Vi que estaba bien y le dije: “Baja ahora a la región inferior y solidifícate”. Y quedó convertido en el fundamento de las cosas inferiores.
20 Mas por debajo de las tinieblas no existe ninguna otra cosa.
21 Entonces mandé que se hiciera una combinación de luz y tinieblas, diciendo: “Sé espesa y rodeada de luz”. Luego la extendí y así fue el agua.
22 Y la extendí por encima de las tinieblas, por debajo de la luz, y así di consistencia a las aguas, esto es, el abismo.
23 Entonces puse un fundamento de luz al círculo del agua y forjé siete círculos interiores, formando algo parecido al cristal, a la vez húmedo y seco, esto es, el vidrio, el hielo y el circuito de las aguas y de los otros elementos.
24 Y yo mismo indiqué a cada cual su camino, a las siete estrellas, cada una en su cielo para que así avanzaran.
25 Y vi que estaba bien. Entonces separé la luz de las tinieblas, esto es, a través del agua, aquí y allá. Y dije a la luz: “Sé tú día”. Y di orden a las tinieblas que fueran noche.
26 Entonces sobrevino la tarde y luego la mañana, esto es, el primer día.
27 De esta misma manera di consistencia a los círculos del cielo. Y mandé que todas las aguas de las regiones inferiores, que están bajo el cielo, se reunieran en un solo contingente y que sus ondas se secaran. Y así ocurrió.
28 Y de estas ondas hice piedras duras y grandes.
29 Con las piedras mezclé elemento árido y a (esta) sequedad la llamé tierra.
30 Y al centro de la tierra lo llamé precipicio, esto es, abismo.
31 Al mar lo reuní en un solo lugar y lo sujeté con un yugo. Y dije al mar: “Con esto te doy unos confines eternos para que no queden separadas tus aguas”.
32 Y asimismo forjé un firmamento y lo fijé sobre las aguas.
33 Y a este día lo llamé el primero de la creación. Entonces sobrevino la tarde y luego la mañana y resultó el día segundo.
34 A todas las milicias celestiales las doté de una naturaleza de fuego.
35 Entonces lanzaron mis ojos una mirada a la piedra firme y durísima y con el fulgor de mi vista recibió el rayo una naturaleza acuosa, fuego en el agua y agua en el fuego, sin que aquélla extinga a éste y sin que éste seque a aquélla.
36 Por esta razón el rayo es más intenso y más brillante que el fulgor del sol, así como el agua blanda es más consistente que la dura piedra.
37 Luego hice saltar del pedernal un gran fuego. Y del fuego creé las formaciones de los ejércitos incorpóreos, diez miríadas de ángeles, así como sus armas ígneas y sus vestiduras, semejantes a la llama ardiente.
38 Entonces di órdenes de que cada uno se pusiera en su formación correspondiente.
39 Pero uno del orden de los arcángeles, apartándose juntamente con la formación que estaba a sus órdenes, concibió el pensamiento inaudito de colocar su trono por encima de las nubes que están sobre la tierra para así poder equipararse con mi fuerza.
40 Yo entonces lo lancé desde la altura juntamente con sus ángeles, y él se mantuvo volando en el aire continuamente sobre el abismo.
41 Y así creé todos los cielos.
42 En esto se hizo el tercer día.
43 Y al tercer día ordené a la tierra que produjera árboles grandes, montes, hierbas dulces de todas las especies y toda clase de simientes para sembrar.
44 Y planté el paraíso y lo cerré, colocando (como vigías) armados ángeles de fuego.
45 Y así hice la renovación de la tierra.
46 En esto sobrevino la tarde y la mañana, el día cuarto.
47 Y el día cuarto mandé que surgieran grandes luminarias en los círculos de los cielos.
48 En el primer círculo, el más alto, coloqué a la estrella Cronos; en el segundo, más bajo, coloqué a Afrodita; en el tercero a Ares, en el cuarto al Sol, en el quinto a Zeus, en el sexto a Hermes y en el séptimo a la Luna.
49 Y con estas estrellas de menos magnitud adorné el éter inferior.
50 Y puse al sol para que iluminara el día, y a la luna y las estrellas para que esclarecieran la noche.
51 Y (determiné) que el sol pasara por cada uno de los signos del zodíaco,
52 y los doce signos del zodíaco están (en función del) recorrido de la luna.
53 Y fijé los nombres de éstos, sus presagios de los truenos, sus horóscopos y el cálculo del tiempo según su posición en la órbita.
54 Entonces sobrevino la noche y la mañana, el día quinto.
55 Al quinto día di ordenes al mar, y este engendró peces y pájaros muy diversos, todos los reptiles que se arrastran sobre el suelo, los cuadrúpedos que caminan sobre la tierra y los volátiles (que surcan) el aire, el sexo masculino y femenino y (finalmente) todas las almas que respiran, pertenecientes a cualquiera de los animales.
56 Y en esto sobrevino la tarde y luego la mañana, el día sexto.
57 El sexto día di órdenes a mi Sabiduría para que creara al hombre, partiendo de siete elementos, a saber: su carne de la tierra, su sangre de rocío y del sol, sus ojos del abismo de los mares, sus huesos de piedra, su pensamiento de la celeridad angélica y de las nubes, sus venas y sus cabellos de hierbas de la tierra, su alma de mi propio espíritu y del viento.
58 Y le doté de siete sentidos: oído en relación con la carne, vista para los ojos, olfato para el alma, tacto para los nervios, gusto para la sangre, consistencia para los huesos y dulzura para el pensamiento.
59 Y me ingenié para que hablara palabras sagaces. Creé al hombre partiendo de la naturaleza visible e invisible, de ambas a la vez, muerte y vida; y la palabra conoce la imagen lo mismo que a cualquier otra criatura, pequeña en lo grande y grande en lo pequeño.
60 Y le dejé establecido en la tierra como un segundo ángel, honorable, grande y glorioso.
61 Y le constituí como rey sobre la tierra, teniendo a su disposición un reino gracias a mi Sabiduría.
62 Y entre mis criaturas no había nada parejo a él sobre la tierra.
63 Y le asigné un nombre que consta de cuatro elementos: Oriente, Occidente, Norte y Sur.
64 Y puse a su disposición cuatro estrellas insignes, dándole por nombre Adán.
65 Le doté de libre albedrío y le mostré dos caminos, la luz y las tinieblas. Entonces le dije: “Mira, esto es bueno para ti y aquello [es] malo”. Todo con el fin de ver si me profesaba amor u odio y para (darle ocasión de) declararse en su descendencia como mi amante.
66 Yo conocía bien su propia naturaleza, pero él la ignoraba. Por ello la ignorancia es peor que el pecado, ya que no puede por menos de pecar. Y dije: “Después del pecado no hay otra cosa sino la muerte”.
67 Entonces puse a su disposición un cobertizo, le sumergí en un sopor, y él se quedó dormido.
68 Y, mientras dormía, le quité una costilla y le hice una mujer,
69 para que por la mujer le llegara la muerte.
70 Luego tomé la última letra de su nombre y le di a ella el nombre de “madre”, esto es. Eva. Adán – la madre = el terrestre y la vida.
71 Y acoté también un espacio dentro del Edén en su parte oriental, por ver si guardaba el compromiso y cumplía el mandamiento.
72 Asimismo hice que le fueran abiertos los cielos de par en par con el fin de que viera a los ángeles que estaban cantando un himno de victoria. Y una luz sin sombras inundó para siempre el paraíso.
73 Entonces comprendió el diablo que yo iba a crear otro mundo, al ver que yo había sometido a Adán todas las cosas que había sobre la tierra para que él reinase y dispusiera de ellas.
74 El diablo es un demonio de las regiones inferiores, pues al huir del cielo quedó convertido en Satanás, después de haberse llamado Satanael. Por ello se desplazó de los ángeles sin cambiar su naturaleza, sino (sólo) su pensamiento –de la misma manera que la inteligencia es común a justos y pecadores– y cayó en la cuenta de su propia condenación y del pecado que había cometido anteriormente.
75 Por ello maquinó contra Adán, adentrándose de esta manera en el paraíso y engañando a Eva, pero sin tocar a Adán.
76 Y por su ignorancia las maldije.
77 Mas a los que anteriormente había bendecido, no los maldije; y a los que anteriormente no había bendecido, tampoco los maldije; ni al hombre maldije, ni a la criatura, sino al fruto nefasto del hombre. Pues de hecho el fruto de la virtud (se obtiene) a fuerza de sudor y de trabajo.
78 Y dije: “Tierra eres y a la tierra irás a parar, de la que te saqué; yo no voy a aniquilarte, sino que te hago volver allí mismo de donde te saqué; después puedo sacarte otra vez con ocasión de mi segunda venida”.
79 Y bendije a todas mis criaturas visibles e invisibles.
80 Y (llegó) el día séptimo, en el que descansé de todos mis trabajos.
81 Y al día octavo fijé yo el mismo día, para que el día octavo fuera el primero, primicias de mi descanso, y para que (éstos) se conviertan en símbolos de los siete mil y para que él sea el principio de los ocho mil; pues así como el primer día cae en domingo, así lo hace también el día octavo, para que el día del domingo pueda repetirse indefinidamente.
82 Y ahora, Henoc, cuanto acabo de decirte, todo lo que tú has comprendido y visto tanto en los cielos como en la tierra y todo lo que tú has anotado en tus libros, todo ello concebí crearlo por mi Sabiduría y (lo) he llevado a cabo desde el fundamento más alto hasta el más bajo (y) hasta el fin.
83 En mi creación no he tenido testigo ni heredero.
84 Yo soy eterno e increado,
85 mi pensamiento es inmutable, no tengo otro consejero que mi propia Sabiduría y mis dichos son (a la vez mis) hechos.
86 Mis ojos escudriñan todo, y cuado dirijo mi mirada al universo, éste se queda quieto, temblando de miedo; y si le vuelvo la espalda, se desintegra.
87 Entiende, pues, Henoc, y date cuenta de quién te está hablando: toma esos libros que tú mismo has escrito,
88 y yo pongo a tu disposición a Samoil y a Ragüil, que son quienes te han traído hasta mí.
89 Baja a la tierra y da cuenta a tus hijos de todo lo que te he dicho y de cuanto has podido ver desde el cielo más bajo hasta mi trono.
90 Todas las milicias y todas las potestades las he creado yo, y no hay nadie que se me oponga o que no me obedezca, pues todos acatan mi monarquía y se rinden a mi poder absoluto.
91 Entrégales los libros de tu puño y letra y que ellos los lean y me reconozcan como Creador del universo, y entiendan que no hay otro (creador) fuera de mí,
92 y transmitan los libros escritos por ti de hijos a hijos, de generación a generación y de parientes a parientes.
93 Y yo te daré, Henoc, como mediador a Miguel –mi archiestratega– para (que custodie) el escrito de tus manos y los escritos de las manos de tus padres, Adán, Set, Enós, Cainán, Maleleil y Ared, tu padre, ya que yo no los destruiré jamás.
94 He dado órdenes a mis ángeles Ariuch y Pariuch –a quienes mandé a la tierra como guardianes de ellos– y he dado asimismo órdenes a los tiempos para que los vigilen, de modo que no perezcan en el futuro diluvio que yo haré sobrevenir sobre tu linaje.
95 Conocida como me es la malicia de los hombres, yo sé que no aguantarán el yugo que yo les imponga, sino que han rechazado (de antemano) mi yugo, aceptando otro distinto; han sembrado semillas hueras, han adorado a dioses vanos y han rechazado mi soberanía, quedando toda la tierra manchada de injusticias, injurias, adulterios e idolatría.
96 Y por esta razón haré sobrevenir un diluvio sobre la tierra, quedando ésta sumida en un lodazal inmenso,
97 y preservaré a un varón justo de tu tribu con toda su casa, el cual estará dispuesto a obrar según mi voluntad.
98 Y de su simiente surgirá al cabo otra generación numerosa, pero muchos de sus miembros serán insaciables en alto grado.
99 Y en el decurso de esta generación les descubriré los libros escritos por ti y por tus padres. Los mismos guardianes de la tierra se encargarán de enseñárselos a los varones fieles –a mis siervos que (no) pronuncian mi nombre en vano–, y éstos se los comunicarán a la otra generación, y aquellos, una vez los hayan leído, serán glorificados en la posteridad más aún que al principio.
100 Ahora pues, Henoc, te doy una tregua de treinta días para que la pases en tu casa y comuniques a tus hijos y a tus domésticos todo esto de mi parte, para que escuchen lo que les digas y para que lean y entiendan que no existe otro (dios) fuera de mí y cumplan tus mandamientos y comiencen (a leer) los libros escritos de tu mano.
101 Y, después de treinta días, yo te enviaré mi ángel para que te saque de la tierra y de entre tus hijos (y te traiga) a mi lado.
(Continuará…)
Fuente: librosapocrifos.blogspot.com
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