sábado, 5 de junio de 2010

El sentido oculto de las premoniciones

Fuente: “Enciclopedia Popular”, Año 1, Nº 7.

¿Cuántas veces hemos pensado en un hecho que después, detalladamente, se cumplió en la realidad? Los psicólogos más reconocidos han admitido la existencia de fuerzas ocultas dentro de nuestros cerebros que serían las responsables de generar la facultad de predecir algunos hechos.
Luego de varias noches de pesadillas, el joven David Boot (23 años, nacido en Cincinati, Ohio) telefoneó a la Federal Aviation Authority en el aeropuerto del Gran Cincinati, luego a la American Airlines y una hora después a un psiquiatra de la Universidad. Fue escuchado con atención y silenciosamente: era el 22 de mayo de 1979. Días antes había comenzado a despertarse gritando, empapado en sudor. Soñaba que un gran avión de la American Airlines daba un giro brusco y se estrellaba contra el suelo entre llamas rojas y anaranjadas. Obsesionado, David recordaba el sueño durante todo el día. El viernes 26 de mayo de 1979, un DC-10 de la American Airlines se estrelló al despegar del aeropuerto internacional O’Hara, de Chicago.
Hubo 273 muertos y fue el peor desastre de la aviación de los Estados Unidos. Con horror, David escuchó la noticia por televisión y esa misma noche dejó de tener pesadillas: “Nunca dudé que algo iba a ocurrir -dijo-; no era como un sueño. Era como estar allí mirando todo...”
Mientras los escépticos afirman que es imposible conocer el futuro a menos que algo falle en nuestros conceptos de espacio y tiempo, y la existencia de las premoniciones no se demuestre en un laboratorio, abundan historias como las de David Booth, inexplicables según las leyes de la ciencia convencional.
Desde que el ser humano existe, busca formas para conocer aquello que no puede a través de sus cinco sentidos y la inquietud hizo que hasta hoy perduren métodos de “adivinación” milenarios -increíbles y no tanto- para evitar que el destino sea irremediable. Pero de algo no hay dudas: ver el futuro a voluntad no es cosa corriente.
Durante los últimos 50 años, los investigadores emplean el término “percepción extrasensorial”, cuya abreviatura es PES (del inglés extrasensory perception), para describir el fenómeno, entre otros como la Telepatía y la Clarividencia, por ejemplo. El doctor Carl Gustav Jung -nacido en Suiza en 1875, discípulo disidente de Sigmund Freud- se refirió al Principio de Sincronicidad al intentar explicar la naturaleza de los hechos ocultos. Utilizó, precisamente, la expresión “sincronicidad” para indicar “sin tiempo” (debe recordarse que Cronos fue el mitológico dios griego del Tiempo), y sostuvo que en el tiempo medido por nuestros relojes existen elementos con otros vínculos. Esto podría aclarar que por el fenómeno extrasensorial de la Precognición se conozca algo que ocurrirá en días o meses siguientes.

EL PODER DE LA PRECOGNICIÓN.
Un hecho precognitivo (lo que se define como “información de un acontecimiento futuro obtenida por vía extrasensorial”) o una premonición, ocurre espontáneamente, por lo que no puede estudiarse de modo objetivo.
Los primeros investigadores de finales del siglo XIX comenzaron recogiendo y comparando miles de casos, agrupados en libros con testimonios de hombres y mujeres que contaban con cierto grado de cultura y credibilidad (jueces, médicos, psicólogos, abogados). Se recoge un ejemplo protagonizado por la mujer del profesor F.S. Luther, matemático del Trinity College de Cambridge. Una amiga de la señora de Luther le preguntó si había leído al poeta Ralph Waldo Emerson. Respondió que no. Esa noche, la señora Luther soñó que daba un libro del poeta a su amiga y ésta soñó que lo recibía. A la mañana siguiente, cuando el profesor Luther y su mujer caminaban, la señora entró repentinamente en una librería. En un impulso aparentemente inexplicable, tomó una revista que se abrió de inmediato en una nota referida a Emerson.
Las conclusiones básicas de este y otros miles de hechos similares subrayan que la PES es un fenómeno real, y si las premoniciones verdaderas no son muy frecuentes, hay suficientes datos para asegurar que algunas personas pueden “entrever” el futuro, capacidad que según Sócrates es “una especie de santa locura”.
Un aviso publicado en un diario de Buenos Aires el 2 de abril de 1875 dice: “La gran célebre ADIVINA Teresa Meraldi, muy conocida en esta capital por el acierto de sus cálculos científicos adivina el porvenir. Las personas que gusten hacerse adivinar concurran a su casa: calle Piedras Nº 143, entre Belgrano y Moreno, desde las 8 de la mañana hasta las 9 de la noche, que serán atendidas”. La atrevida convocatoria realizada en el último cuarto del siglo pasado tiene remotos y numerosos antecedentes. Supuestas expertas en premoniciones eran las Pitonisas de los oráculos.
El de Delfos, indudablemente, es el más conocido más allá de cualquier conocimiento acerca de los griegos. Estas mujeres entraban “en trance” inhalando vapores (muchas veces se sentaban encima de una falla volcánica) y masticando hojas de morera. Lo que puede rescatarse de viejas crónicas es que el mensaje de los oráculos aparece de modo metafórico: cada palabra exige una interpretación cuidadosa por el símbolo que encierra.
Señala el historiador Herodoto que el rey de Lidia, Creso, realizó hace 2.500 años un experimento psíquico para probar la eficiencia de los poderes de siete oráculos: seis griegos y uno egipcio. Alarmado ante el poder que adquirían los persas, debía tomar decisiones claras y saber en quién confiar. Envió un mensajero a cada oráculo. Durante 100 días debían preguntar: “Qué es lo que el rey Creso, hijo de Aliates, está haciendo ahora?”, escribir las respuestas y llevárselas.
La Pitonisa de Delfos, sin siquiera esperar la pregunta, dijo en verso: “Puedo contar la arena y medir los océanos, tengo oídos para el silencio, y sé lo que el mundo quiere decir, hiere mis sentidos el aroma de una tortuga y su caparazón, hirviendo en un fuego, junto a la carne de un cordero en un caldero. De cobre es el recipiente y de cobre la tapadera que lo cubre”.
Ese día, Creso hizo algo inesperado para desorientar a los oráculos: descuartizó un cordero y una tortuga con sus propias manos y los hirvió en un caldero de cobre con una tapa de ese mismo metal. Por su exactitud, el oráculo de Delfos fue nombrado “médium asesor del rey”. Pero el lenguaje simbólico de la pitonisa trajo sus sorpresas. En una de las consultas, según narra Herodoto, respondió: “Cuando los soldados de Creso vadeen el río Hayls, un gran imperio será derrotado”. La premonición se cumplió: los persas aniquilaron a las fuerzas invasoras y conquistaron Lidia, luego de tomar prisionero a Creso. La pitonisa se refería al “gran imperio” del monarca consultante.
Los gobernantes del siglo XX siguen -casi sin excepciones- los pasos de Creso cuando de pronosticar el futuro se trata. Michael Deaver -ex prosecretario general de la Casa Blanca- escribió en sus memorias que Ronald Reagan y, en particular su esposa Nancy, visitaban a Joan Quigley -astróloga y adivina- antes de viajar en avión, ofrecer una conferencia de prensa, pronunciar un discurso y encarar cualquier actividad presidencial. El presidente del Brasil, Fernando Collor de Mello, concurrió al vidente Ivo Carbajal, quien aseguró -durante la campaña- que sería el primer mandatario de su país. En la Argentina, nadie ha negado las consultas de Juan Domingo Perón (durante las dos primeras presidencias) a la espiritista Virgini Udabe y a la bruja Rosita Pistrelli.
Ante los planteos de la existencia cierta de las premoniciones, se enfrentaron cuestiones -para muchos- indiscutibles: ¿cómo desmentir lo que asegura la Biblia? En el libro del Génesis se cuenta que José fue llevado a Egipto como esclavo y hecho prisionero. Por sus poderes para anticipar el futuro, llamó la atención del faraón y se convirtió en su hombre de confianza. Una noche, el monarca tuvo un sueño: siete vacas gordas salían del río y siete vacas feas, flacas y enfermas las seguían y las devoraban. Inmediatamente, veía que siete espigas hermosas salían de un tronco y luego otras delgadas se las tragaban.
El faraón hizo que José fuera llevado hasta él para interpretar la pesadilla: Durante 7 años -le dijo- el país gozará de gran abundancia y luego vendrán 7 años de malas cosechas y hambre. Habrá que acopiar granos y ganado mientras dure la bonanza”, recomendó. Por obra de José, Egipto se salvó del desastre.
A partir de Freud, psiquiatras y psicólogos señalan que hay quienes son capaces de experimentar “precogniciones” al recibir de otra persona “determinadas señales” que les hacen entrever hechos futuros y también pasados. Sin embargo, el rigor científico no alcanza para aclarar una tradicional polémica: ¿hasta dónde llega la casualidad?
Ilya Prigogine -Premio Nobel de Química en 1977- se refiere a las premoniciones de José y señala que un estudio del régimen hídrico del Nilo (sus registros abarcan más de un siglo) lleva a la conclusión de que es imposible cualquier previsión acerca de abundancia o sequía. “La naturaleza es imprevisible -afirmó el estudioso belga-; a pesar de satélites de observación y toda la moderna tecnología, los meteorólogos no pueden pronosticar el tiempo. Hay un llamado “efecto mariposa” por el cual una brisa leve en Pekín es capaz de causar un ciclón en el Caribe”, aclara.
Un estudio de las partículas subatómicas de la materia confirmaron -a través de la Física cuántica- que se mantiene en un estado “esencialmente inestable”, a lo que el matemático Warren Weaver agrega que “la suerte no existe”. Según sus cálculos, al tirar una moneda al aire 1.024 veces sólo hay probabilidades de que haya una serie de 8 caras seguidas; dos de 7; cuatro de 6 y ocho de 5. Jung también tuvo en cuenta las coincidencias y sugiere que “hay fuerzas misteriosas, todavía indescifrables”.
Esos enigmas llevaron, a veces, a varias personas a presentir la misma tragedia. La niña galesa Eryl Mai Jones -tenía 9 años en octubre de 1966- fue también una víctima de su propia premonición. Al despertarse, contó a su madre que, en su sueño, llegó a la escuela y “una cosa negra la había aplastado”. Al día siguiente, en la escuela de Aberfan, Eryl y 139 personas murieron cuando el pueblo minero fue cubierto por una avalancha de medio millón de toneladas de carbón de desecho. Tras el desastre, otros afirmaron haber tenido premoniciones. El psiquiatra londinense John Barker investigó cada caso y alrededor de 60 parecieron reales. Las pruebas los conmocionaron tanto, que colaboró en la creación de la Agencia Británica de Premoniciones. En los Estados Unidos existe un organismo similar con objetivos obvios: controlar las premoniciones y evitar las catástrofes.
Mediante un análisis de las premoniciones acerca del desastre del pueblo minero galés de Aberfan (el 21 de octubre de 1966), Barker determinó que aumentaban gradualmente a medida que se aproximaba la fecha y alcanzaban su punto máximo la noche anterior. Sobre esta base, actualmente, dos agencias de premoniciones californianas (en Monterrey y Berkeley) tratan de encontrar pautas entre los relatos del público.
Con sospechosa frecuencia, se repite que las informaciones referidas a precogniciones se conocen sólo después de ocurrido el hecho, y que la gran mayoría se descartan por erróneas: por cada una que se cumple hay mil equivocadas, se dice escépticamente. La Mind Science Foundation de San Antonio (Texas) desarrolló un experimento para tratar el tema con datos precisos. Cuando la estación espacial Skylab comenzó a salir de su órbita, la Fundación invitó a las personas que tuvieran poderes psíquicos a predecir la fecha de caída y el lugar de la Tierra en que tendría lugar. Más de 200 personas participaron en lo que se denominó “Project Chicken Little”. Las premoniciones fueron analizadas y publicadas antes de que cayera el Skylab. Muy pocos se aproximaron a la fecha (11 de junio) y nadie insinuó siquiera que aterrizaría en Australia.
“Mientras la precognición no se demuestre en un laboratorio, no podrá ser tomada en serio”. Coincidieron entonces los pragmáticos científicos. Las posturas críticas y la afirmación de que “es imposible predecir el futuro” se mantienen hasta hoy, junto al fracaso de numerosos experimentos destinados a asegurar que puede conocerse. Desde la Biblia, el oráculo de Delfos y la bola de cristal hasta los brujos modernos del poder, el reino de la anticipación sigue siendo una cuestión metafísica, y allí -todavía- todo es posible.

DATA BANK.
Es posible conocer el futuro si revisamos nuestros conceptos de espacio y tiempo.
Carl Gustav Jung señala en su Principio de Sincronicidad que en el tiempo medido por nuestros relojes existen elementos con otros vínculos.
Una premonición ocurre espontáneamente y se define como una información de un acontecimiento futuro obtenido por vía extrasensorial”.
Las premoniciones verdaderas no son muy frecuentes, pero hay suficientes datos para asegurar que algunas personas pueden “entrever” el futuro.
En 1875 había en los diarios de Buenos Aires avisos de personas que adivinaban el futuro.
En la Biblia, en el libro del Génesis, se habla de las premoniciones de José, quien salvó a Egipto de un desastre de hambre y muerte.
Hay personas que son capaces de experimentar “precogniciones” al recibir “señales” que les hacen entrever hechos futuros Se han creado “agencias” de premoniciones en Inglaterra y en los Estados Unidos que tratan de encontrar pautas entre los relatos del público para evitar catástrofes.

LOS CASOS CÉLEBRES.
Si se habla de premoniciones, aparece el nombre de Michael de Nostradamus como algo inevitable, aunque sus anuncios son discutibles debido a un lenguaje simbólico y, a menudo, misterioso. Un ejemplo: “Cerca de la bahía y en dos ciudades habrá dos azotes como no se han visto nunca. Hambre y peste dentro, gente expulsada por la espada llorará pidiendo la ayuda del gran Dios inmortal” ¿Qué está prediciendo? Sus partidarios opinan que es una predicción de las bombas atómicas caídas sobre Hiroshima y Nagasaki en 1945. Los cuestionadores, preguntan: ¿alguien podría haber tenido en cuenta esta “profecía” para prevenir los hechos?, y agregan que lo único que da credibilidad a los escritos de Nostradamus -nacido en Francia (Saint Remy, Provence, en 1503) es su forzada adaptación a hechos que se produjeron luego. Por eso, en sus “Centurias” (libro en el que recopiló todas sus premoniciones) hay mensajes de los que podría deducirse cualquier suceso.
Otras premoniciones que recoge la historia sí fueron notables: la tragedia del Titanic, el transatlántico que se hundió en su viaje inaugural el 14 de abril de 1912. Morgan Robertson -autor poco conocido- publicó una novela en 1898 titulada “El hundimiento del Titán”. Este navío de ficción no podía ser concebido por la ingeniería naval de esa época. Las coincidencias abundan: el Titán chocó en su viaje inaugural con un iceberg en el Atlántico; tiene tres hélices; se hunde totalmente. Robertson se refiere a un barco de 70.000 toneladas. El Titanic desplazaba 68.000. Señala el novelista que la eslora del Titán es de 244 metros. La del Titanic es de 270. En el momento de accidente el Titán marcha a una velocidad de 25 nudos. El Titanic avanza a 22.

FORMAS PARA ADIVINAR.
Muy popular en las cortes reales era el doctor John Dee, nacido el 13 de julio de 1527. Sus padres eran celtas al servicio del rey inglés Enrique VIII. Cuando la princesa Isabel -heredera del trono y encarcelada por la reina María I le encargó que “leyera” su futuro, Dee respondió que la reina María I moriría, no dejaría descendencia y ella ocuparía el trono con el nombre de Isabel I. Así ocurrió exactamente y se transformó en el asesor de la nueva soberana. Todos los famosos corsarios de su Majestad jamás se lanzaban a la mar sin consultarlo. Su popularidad aumentó cuando comenzó a utilizar una bola de cristal para sus vaticinios. “Un cristal tan puro y transparente que proviene del Sol”, aclaraba.
Cinco siglos después se sabe que esa “bola de cristal” de Dee no era más que un elemento de concentración mental, que fijaba su mente en un punto único de atención y facilitaba la producción del fenómeno precognitivo. Desde mucho antes de Dee existían también formas muy llamativas de adivinar el porvenir: el uso de agujas (Acutomancia); a través de los números (Aritmancia); utilizando dimensiones, colores, saltos y desplazamientos de sapos y ranas (Batracomancia); por la interpretación de dibujos que forma la borra del café (Cafeomancia); interpretando los chillidos de ratas y ratones (Miomancia), y mediante un anillo suspendido en un hilo y un abecedario dibujado en círculo (Dactilomancia).

Unos comentarios más, no estarían demás…

Ukamau la cosa...

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