Con la perspicacia propia del psicoanálisis, este artículo nos pone a pensar sobre la forma en que el dinero influye, a veces poderosamente, en nuestra forma de ser, al punto que incluso tipifica nuestro temperamento y conducta respecto de él. Aún cuando no sea realmente ni un bien ni un producto, es bastante difícil permanecer indiferente ante las cuestiones y problemas que nos plantean las finanzas personales, y en perspectiva, nuestro desempeño en los negocios, el trabajo, el ahorro y el bienestar. “Poderoso caballero es Don Dinero” decía don Francisco; sin embargo, como nos lo señala el autor, es bueno que nos evaluemos en este ámbito, porque conociéndonos mejor podremos, en consecuencia, actuar mejor.
Autor: Marcelo Elbaum, Director de Convexity S. A., m_elbaum@convexity.com.ar
Fuente: www.revista-noticias.com.ar, 6 de junio de 2009
Conocer nuestras “fortalezas” y “debilidades” frente al dinero, nos permitirá tener un mejor bienestar económico.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer expresó hace más de 150 años que: “La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna”. Esto es así porque el dinero no es una cuestión aséptica, que se pueda abordar en situación de laboratorio, sino que, por el contrario, genera intensas emociones y reacciones en las personas. Para algunas, es fuente de seguridad; para otras, de libertad; para muchas es la medida de su autoestima y para otras tantas, causa de ansiedad o dependencia. Esto es así porque cada uno de nosotros posee una personalidad y un temperamento diferentes, que dan una impronta especial a nuestros actos. Tímidos, expansivos, comunicativos, retraídos, explosivos, medrosos, alertas, aventureros, vamos por la vida con nuestros defectos y virtudes tratando de sacar provecho de unas e intentando disimular o modificarlos otros. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las personas no suelen tener en cuenta estos rasgos a la hora de analizar sus finanzas. Por extraño que parezca, en general no se detienen a sopesar cuánto ha influido su personalidad en los resultados financieros que obtienen o han obtenido, ni mucho menos a pensar cómo podrían modificar sus actitudes negativas y explotar al máximo las positivas para que redunden en beneficio de su economía. Algo que, sin duda, les permitiría avanzar con mayor solidez en la búsqueda de sus objetivos. A grandes rasgos, los tipos extremos para las tres dimensiones de la riqueza (adquisición, uso y administración) serían: respecto de la adquisición, la “personalidad esquiva” se opone a la “personalidad insaciable”: en el primer caso, el esquivo piensa que el dinero es la raíz de todos los males. En el otro extremo, está el insaciable, que sería aquel que, en el extremo máximo, rompería cualquier ley y torcería las reglas para ganar más y más. Respecto del uso, la “personalidad miserable” se opone a la “personalidad derrochadora”: en el extremo izquierdo está el miserable que vive muy por debajo de sus posibilidades y se priva de cualquier placer con el solo objetivo de atesorar. En el otro extremo se encuentra el despilfarrador, que es un gastador compulsivo. Respecto de la administración, la “personalidad gerencial” se opone a la “personalidad caótica”: en uno de los extremos está el obsesivo compulsivo que gerencia y administra hasta el último centavo e intenta obtener rentabilidad hasta en lo más mínimo. En el otro, se halla la persona caótica que es extremadamente desordenada y posterga pagar las cuentas hasta que queda quebrado o no destina nada de tiempo a analizar sus inversiones. De seguro, usted no se ha reconocido estrictamente con ninguno de estos tipos. Con certeza algunos ejemplos le ha resonado en su interior. Es que siempre, aunque nos cueste admitirlo, estamos un poco más inclinados hacia un extremo que hacia el otro. Y allí, en nuestras carencias y en nuestras fortalezas es donde debemos trabajar para acercarnos cada vez más al justo medio. Sería bueno que usted realice algún “test de identidad de la riqueza” para evaluar en cuáles de los factores de los que se relacionan con el dinero posee “fortalezas”, en cuáles está “equilibrado” y en cuáles tiene una “debilidad” por resolver. Los factores a evaluar serían: a) autoestima y seguridad; b) confianza en las relaciones personales; e) administración y legado; d) estilo de vida y e) conciencia financiera. Después de todo, “…la vida es una moneda, quien la rebusca la tiene, ojo que hablo de monedas y no de gruesos billetes...”
Comenten, comentadores…
Ukamau la cosa...
Autor: Marcelo Elbaum, Director de Convexity S. A., m_elbaum@convexity.com.ar
Fuente: www.revista-noticias.com.ar, 6 de junio de 2009
Conocer nuestras “fortalezas” y “debilidades” frente al dinero, nos permitirá tener un mejor bienestar económico.
El filósofo alemán Arthur Schopenhauer expresó hace más de 150 años que: “La personalidad del hombre determina por anticipado la medida de su posible fortuna”. Esto es así porque el dinero no es una cuestión aséptica, que se pueda abordar en situación de laboratorio, sino que, por el contrario, genera intensas emociones y reacciones en las personas. Para algunas, es fuente de seguridad; para otras, de libertad; para muchas es la medida de su autoestima y para otras tantas, causa de ansiedad o dependencia. Esto es así porque cada uno de nosotros posee una personalidad y un temperamento diferentes, que dan una impronta especial a nuestros actos. Tímidos, expansivos, comunicativos, retraídos, explosivos, medrosos, alertas, aventureros, vamos por la vida con nuestros defectos y virtudes tratando de sacar provecho de unas e intentando disimular o modificarlos otros. Sin embargo, en la mayoría de los casos, las personas no suelen tener en cuenta estos rasgos a la hora de analizar sus finanzas. Por extraño que parezca, en general no se detienen a sopesar cuánto ha influido su personalidad en los resultados financieros que obtienen o han obtenido, ni mucho menos a pensar cómo podrían modificar sus actitudes negativas y explotar al máximo las positivas para que redunden en beneficio de su economía. Algo que, sin duda, les permitiría avanzar con mayor solidez en la búsqueda de sus objetivos. A grandes rasgos, los tipos extremos para las tres dimensiones de la riqueza (adquisición, uso y administración) serían: respecto de la adquisición, la “personalidad esquiva” se opone a la “personalidad insaciable”: en el primer caso, el esquivo piensa que el dinero es la raíz de todos los males. En el otro extremo, está el insaciable, que sería aquel que, en el extremo máximo, rompería cualquier ley y torcería las reglas para ganar más y más. Respecto del uso, la “personalidad miserable” se opone a la “personalidad derrochadora”: en el extremo izquierdo está el miserable que vive muy por debajo de sus posibilidades y se priva de cualquier placer con el solo objetivo de atesorar. En el otro extremo se encuentra el despilfarrador, que es un gastador compulsivo. Respecto de la administración, la “personalidad gerencial” se opone a la “personalidad caótica”: en uno de los extremos está el obsesivo compulsivo que gerencia y administra hasta el último centavo e intenta obtener rentabilidad hasta en lo más mínimo. En el otro, se halla la persona caótica que es extremadamente desordenada y posterga pagar las cuentas hasta que queda quebrado o no destina nada de tiempo a analizar sus inversiones. De seguro, usted no se ha reconocido estrictamente con ninguno de estos tipos. Con certeza algunos ejemplos le ha resonado en su interior. Es que siempre, aunque nos cueste admitirlo, estamos un poco más inclinados hacia un extremo que hacia el otro. Y allí, en nuestras carencias y en nuestras fortalezas es donde debemos trabajar para acercarnos cada vez más al justo medio. Sería bueno que usted realice algún “test de identidad de la riqueza” para evaluar en cuáles de los factores de los que se relacionan con el dinero posee “fortalezas”, en cuáles está “equilibrado” y en cuáles tiene una “debilidad” por resolver. Los factores a evaluar serían: a) autoestima y seguridad; b) confianza en las relaciones personales; e) administración y legado; d) estilo de vida y e) conciencia financiera. Después de todo, “…la vida es una moneda, quien la rebusca la tiene, ojo que hablo de monedas y no de gruesos billetes...”
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