jueves, 6 de octubre de 2011

Pendrives anti-escritura, fabríquenlos ya

Puedo estar equivocado…
Suponiendo que en esta época en que aparecen nuevos virus cada día, incluso cada hora, todavía estuviéramos usando los venerables disquetes que tenían sus famosas hendiduras o muescas anti-escritura, es posible que al menos la mitad de estos peligrosos enemigos estuvieran bajo control, lejos de nuestras computadoras.
Yo comencé mi vida informatizada hace un poco más de 20 años, cuando los discos flexibles eran todavía grandes y delicados, estaban de moda los de 5.25 pulgadas. Estos discos tenían a un costado una muesca pequeña, y los vendían con una cinta adhesiva para cubrirla y así impedir cualquier grabación o escritura no deseada. Luego aparecieron los disquetes de 3.5 pulgadas que en una esquina tenían un orificio con una diminuta ficha deslizable que lo cubría según se quiera grabar o no. De este modo, si se trataba de información o programas sensibles, que nos interesaban conservar intactos, sólo bastaba con asegurar estos discos contra escritura no deseada. Y eso era todo.
En resumen, el usuario tenía el control total de los que sucedía con sus discos y de la información que se aceptaba conservar.
Sin embargo, los tiempos han cambiado, mayormente para bien; pero también, aunque en menor medida, para mal.
Ahora el recurso natural, indispensable, es el pendrive, que en mi país se lo llama flash-memory o simplemente flash.
Junto a su indudable comodidad, los pendrives suministran gran capacidad de almacenamiento, y gran parte de la portabilidad tecnológica en programas, bases de datos e información masiva, gracias al Standard USB, es posible gracias a estos elementos “de primera necesidad”.
Sin embargo, junto a los beneficios también están los riesgos.
Tanta capacidad de almacenamiento reunida en unos cuantos milímetros cuadrados de circuitos causa admiración. Lo más cercano a esta potencia son los discos DVD, pero aun así los pendrives están creciendo en potencia y reduciéndose en tamaño, acercándose a la última frontera de lo óptimo. A ellos también hay que añadir los discos duros portables, aunque ese es un tema para analizarlo aparte.
Mencionaba los riesgos: a diferencia del antiguo disquete, un pendrive actual “está abierto” todo el tiempo; esto significa que tanto el usuario como quien puede simular serlo manejan arbitrariamente todo lo que hay en él: registrar o modificar datos y documentos (bien), activar y usar sus programas portables (muy bien) o asimilar virus que inmediatamente pueden comenzar a dañar o eliminar todo, contagiándose la infección a todo lo que se le conecte (¿bien?)…
Y aquí está el problema.
En cuanto a programas informáticos, es inevitable que al funcionar necesiten extraer o enviar información (códigos, registros, parámetros, etc.) desde y hacia el pendrive. En cuanto a datos del usuario no siempre se necesite esta versatilidad. En cuanto a las amenazas que vagan por ahí en grandes cantidades, especialmente si acudimos a una computadora de uso público, no hay defensa totalmente eficaz; si la hay, por favor, les pido a mis lectores que me ayuden.
Cuando yo compré mi primer pendrive lo hice para conservar mis documentos y trabajos, o sea como bodega; pero casi inmediatamente volví a usar un disco DVD re-grabable porque no tenía ninguna garantía de que se conservaran íntegros. Y el protocolo de añadir o volver a grabar mis documentos nuevos o modificados, que requiere largos minutos bien valen a pena. En esta vida, todo tiene un precio, en este caso, el trabajo y la demora lo son.
Los virus actuales parecen tener especial predilección por los pendrives, y en general por todo dispositivo portátil (celulares, cámaras, etc.), precisamente porque representan la posibilidad de ir de un lado a otro. Así pueden infectarse incluso equipos desconectados a Internet, con lo cual no hay escondite confiable frente a estas amenazas.
¿Qué podemos hacer?
Revisando algunas antigüedades que conservo por mucho tiempo, encontré mis disquetes antiguos, y mientras yo pensaba sobre qué hacer con ellos reparé es sus famosas muescas o aberturas. A través de ellas un pequeño sensor distinguía una luz que, según el caso, “autorizaba” o no escribir datos al disco. Hoy esta tecnología no se usa, posiblemente por las velocidades fantásticas de procesamiento, por los programas portables o por razones que sería bueno debatir entre amigos interesados en estas trivialidades.
¿Trivialidades? Talvez no…
¿Qué sucedería si algún fabricante lanzara al mercado pendrives con un dispositivo tipo interruptor que, según el usuario lo quiera o necesite, permita o no grabar información?
Yo pienso que no es muy aventurado o loco pensar en esta posibilidad: si un programa portable lo necesita, podría aparecer un mensaje en la pantalla pidiendo autorización para grabar, entonces el usuario decidiría lo que le conviene, lo mismo sucedería con los datos. Así, podríamos usar un pendrive en modo “sólo lectura”.
Yo creo que fabricar este dispositivo no es muy difícil: se tiene que interponer un interruptor en un hilo o conductor particularmente relacionado con la acción de escribir información; no soy experto en electrónica pero estoy seguro de que los habrá varios. Cuando sólo se leen datos no habrá problema; y cuando se intenta escribirlos, entonces sólo será posible si el interruptor está cerrado o se mostraría un mensaje de orientación para el usuario. Aunque decirlo es más fácil que hacerlo, este concepto no es tan descabellado como parece, ¿verdad?
Talvez opino sólo a partir de mi experiencia; pero muchas veces usamos el pendrive sólo para conservar datos, y rescatarlos algunas veces luego de mucho tiempo, con excepción de los programas portables y los archivos que procesan, a muchos nos gustaría tener el poder de decidir qué es lo que se almacena en el pendrive, al menos estaríamos conscientes de que lo que hay allí tiene nuestro permiso.
Ahora bien, cuando expuse mi idea a un amigo experto, él me comentó: “la idea es interesante pero tiene dos defectos: con la velocidad a que ocurren las cosas este interruptor tendría que activarse y desactivarse miles de veces por día, y la otra es que al final terminaría deteriorándose. Además, Windows 7 ya tiene un mecanismo preventivo que alerta al usuario sobre la potencial modificación de datos en la computadora, hay que esperar a que este mecanismo sea más eficiente hasta convertirse talvez en un poderoso auxiliar anti-virus”.
Mi amigo tiene razón, no hay interruptor que dure para siempre, y Windows parece reinventarse con cada versión. Pero el uso de nuevos materiales alarga la vida de los dispositivos, como en el caso de los paneles de videojuegos cuyos contactos se activan miles de veces por hora, y aun está lejos el día en que el vigilante de Windows 7 rivalice con los mejores antivirus actuales. Además, ¿cuántas veces nosotros mismos hemos borrado información por error, confusión o distracción?
Está bien. La idea no parece muy afortunada, sólo es una idea. Sin embargo, si hubiera en el mercado un pendrive así muchos lo agradeceríamos; y si luego de comprarlo necesitamos tenerlo continuamente abierto a todo lo que ingrese, con las ventajas y riesgos que supone, lo usamos eternamente habilitado, y fin de la historia. ¿Verdad?
Ukamau la cosa.

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