Puedo estar equivocado…
Desde la década de los años 70, hasta 2011 el mundo se ha transformado casi totalmente. Por muchas razones, este período comprime acontecimientos, progresos y cambios que en cualquier otra época anterior hubieran tomado incluso siglos. Y aunque el futuro inmediato tendrá la misma dinámica, ese tiempo será memorable por los progresos y nuevos rumbos de la economía, la tecnología, la sociedad y la cultura en general.
Quienes hemos vivido nuestra adolescencia y juventud, incluso nuestra adultez en esta época hemos experimentado personalmente estas transformaciones, y hemos tenido el privilegio de hacerlo “en primera fila”.
En 1975 la computadora personal era poco menos que un sueño. Hoy, cualquier calculadora de estudiante tiene más potencia que las computadoras de la nave Apolo que llegó a la Luna.
En 1975 los viajes al espacio podían durar sólo pocos días. Hoy, salvo la jubilación de los transbordadores norteamericanos, los astronautas pueden permanecer en el espacio por meses enteros.
En 1975 las radios portátiles pesaban, por lo menos, medio kilo. Hoy, cualquier adolescente puede comprar, con su dinero para el recreo escolar, una radio tan pequeña que incluso cabe en el mismo auricular.
En 1975 los mini-casetes de audio eran el standard doméstico para conservar música. Hoy, cualquier chip o dispositivo similar puede conservar lo que miles de esos casetes.
En 1975 las redes de computadoras eran privilegio de grandes empresas y universidades. Hoy, cualquier computadora doméstica puede conectarse al mundo entero, y gracias a Internet nuestro planeta parece más pequeño.
En 1975 los teléfonos móviles parecían maletines de comunicación militar. Hoy, en cada hogar hay, por lo menos, un teléfono celular, incluso en algunas ciudades, hay un celular por cada persona.
En 1975 la radio, teléfono, agenda personal, cámara fotográfica y filmadora eran aparatos diferentes. Hoy, todo eso está reunido en un solo y diminuto aparato, y además, toda una discoteca, videojuego y otros añadidos.
¿Qué ha pasado?
Estos cambios dramáticos no son obra de la casualidad; son la suma y producto de varios progresos pequeños que cuando interactúan entre sí hacen funcionar una sinergia que multiplica las posibilidades y resultados. Pero se necesitan creadores, emprendedores y visionarios que inicien esta dinámica, porque ella no nace de la nada.
Steve Jobs fue uno de ellos.
En 1975, Steve vivía el dilema entre encaminar seriamente su vida universitaria o lanzarse a la aventura de marcar su propio camino, a su modo. Así, finalmente, al año siguiente la decisión se había tomado, y con un amigo terminó por fundar la “compañía de la manzana”.
Lo demás es historia…
Aparte de 12 años de ausencia, entre 1985 y 1997, en que Apple experimentó con el Proyecto Newton, que al final no triunfó como negocio pero de todos modos marcó un horizonte, Steve y su compañía fueron literalmente uno, lo mismo.
En una época en que la compatibilidad computacional era el primer mandamiento para crecer, prevalecer y prosperar, Apple prefirió seguir el suyo, y sin aislarse por completo, evolucionó su propio Standard. En un ambiente que exigía “compatibilizarse o morir”, Apple no sólo sobrevivió sino prosperó.
En tiempos de la Mac la gente común pensaba: “es buena, pero no es compatible con las demás computadoras; además, no hay mucho software para ella”. En ese tiempo, la gente que conozco soñaba, clamaba y reclamaba que los productos de Apple se parezcan a IBM, HP, Epson o Sony. Ahora es al revés, la competencia busca parecerse lo más posible a los productos de Apple.
¿Por qué?
Sin ignorar ni menospreciar la fortaleza de la empresa, los 12 años de ausencia de Apple sin Steve demuestran que el genio, y muchas veces el ingenio de su fundador marcaron la diferencia.
Su estrategia: innovación e integración, eficiencia y calidad. Luchar para crear algo diferente y mejor, aunque resulte costoso, y luego luchar para que sea accesible, con equilibrio entre precio y desempeño. Desarrollar y ofrecer nuevos productos; pero no quedarse ahí sino ofrecer nuevas experiencias. Dar más importancia a lo beneficia al cliente, los beneficios para la empresa llegarán solos, por añadidura.
A la inversa de los magos, que extraen muchas cosas de un sombrero pequeño, Steve nos enseñó que es posible reunir muchos aparatos o dispositivos en un solo objeto pequeño. Antes de él, lo único parecido que conocía la gente común era el venerable “3 en 1”: receptor de radio, reproductor de cintas y tornamesa para discos. Y Steve inició una revolución que le sobrevive y se extenderá por siempre.
En mi país hay un refrán que dice: “lo bueno de los patos es que nadan y vuelan, pero lo malo es que ni vuelan bien ni nadan bien”. Steve nos demostró con el iPhone que ese “pato” hace varias cosas, y muy bien.
Pero ese no es su único legado.
Otra enseñanza de Steve, incluso más profunda que las anteriores, es su testimonio de vida: la entereza del revolucionario que trabaja sin descanso por lo que cree que está bien y es posible, el optimismo para asumir los problemas como desafíos y los imposibles como tareas, la entereza para sobreponerse a las dificultades, y vencerlas; la paciencia para reconocer los malos tiempos como oportunidades y las desventajas como motivaciones; la entereza para mantener un ideal y convertirlo en proyecto de vida; la sencillez para ser como se es y convertir lo sofisticado en cotidiano; y el amor a la vida para seguir viviendo aun a pesar de la muerte…
Steve nos regaló en forma de tecnología e innovación lo que Dios le dio en inteligencia, creatividad y fuerza vital. ¿Qué nos hubiera dado si él hubiera sido economista, poeta, músico, filósofo, sacerdote o político? ¿Acaso no fue Steve algo de esas cosas?
Steve nos enseñó con su ejemplo de vida que no se necesita ser rico para gozar de los progresos materiales, y se preocupó porque todos los jóvenes y adolescentes del mundo accedan a los productos tecnológicos. Ahí está el economista con vocación social.
Steve nos mostró cómo los sueños pueden convertirse en realidades, con trabajo, dedicación y perseverancia. Ahí está el poeta que anuncia y presenta la metamorfosis de la idea que se materializa en realizaciones.
Steve nos enseñó que la música puede llegar a ser verdaderamente universal, traspasar cualquier barrera y reconciliarse con el mundo cibernético lleno de piratas que prosperan con el esfuerzo ajeno, ahí está el músico padrino del artista y compositor que espera una recompensa decorosa por su esfuerzo.
Steve nos enseñó que la vida diaria no tiene que subordinarse a la tecnología, sino que la tecnología debe servir a un mejor bienestar, que la máquina debe servir al ser humano y no al revés. Ahí está el filósofo que nos muestra un mundo en que arte, máquina y cotidianidad aportan por igual a la sensación y alegría por vivir.
Steve nos enseñó que cuando uno desea, espera, trabaja y pide con toda su fuerza y corazón, como decía Santiago, cualquier logro bueno es posible. Además, él también nos enseñó que predicar y practicar lo que se cree no son asuntos separados. Él predicó y practicó. Ahí está el sacerdote que dejó a las nuevas generaciones una lección de amor y compromiso con el ideal que se convierte en trabajo y éxito.
Steve nos enseñó que los progresos deben, y pueden, beneficiar a todos, que el conocimiento es poder, que ese poder bien utilizado contribuye al bienestar, y que el bienestar es un derecho humano. Ahí está el político que trabajó por democratizar el acceso a la tecnología, mucho más, y en silencio, que varios gobernantes o estadistas.
Pero Steve nos dejó algo más. Él creía, como nosotros, que todos somos valiosos, pero nadie es indispensable. Sabiendo que ninguna vida material es eterna, compartió su forma de pensar y de vivir con quienes le rodearon. La compañía Apple seguirá experimentando todavía el influjo de su genio innovador. A diferencia de otros que prefieren llevarse consigo sus virtudes, él se preocupó por “dejar escuela”, y mientras se deslizaba discretamente hacia más atrás de la escena, apoyó a sus seguidores hasta que su salud le dijo que era hora de detenerse.
Y Steve se fue.
¿Steve murió? No, sólo se fue…
La muerte material, comparada con la inmensidad de la Vida, es sólo una circunstancia. Steve vive y vivirá por siempre porque se ha hecho eterno. Es verdad, se hablará del él sucesivamente menos, como casi no se habla de los otros genios de la Historia, pero cuando se lo hace, se lo hace en presente y no en pasado. En esto, otro grande a quien admiro más cada vez que lo vuelvo a leer, José Ortega y Gasset, dice que ser eterno no consiste en extenderse en el tiempo, longevidad imposible, sino quedarse en el presente de uno mismo, de modo que la gente del futuro regrese a esa época para aprender de ella, y de su protagonista. Entonces, hacerse eterno no es prolongarse hacia el futuro sino que el futuro dirija la mirada hacia ese presente, por mucho que pertenezca al pasado.
Steve se ha convertido en un inevitable referente de esta época; no es el único, verdad, pero quizás es el que más ha tocado el corazón de quienes nos hemos quedado aquí y estaremos un tiempo más.
1975, 2011. Dos épocas distintas, dos realidades distintas, y Steve tuvo mucho que ver en eso...
Su partida no me llena de dolor sino de nostalgia. No se puede, no se debe sentir dolor por la partida de alguien que ha vivido intensamente, y nos ha enseñado a hacerlo. No lo conocí personalmente, pero es como si lo hubiera conocido. Al final, como me dice Gaboshi cuando escribo estas líneas con el corazón más que con la razón, los buenos tiempos son los que quedan, como si fueran fotografías. Personalmente yo guardo muchas “fotografías” como un tesoro inmaterial: Ariel pellizcándome el cuello sus primeros días de kinder, Carola ufanándose de haber salvado la cuchara aunque se haya roto el plato, o Gabo apurándose a su primer día de kinder “para estar en problemas”. Sí, así es, Gaboshi, en la ingenuidad de tu niñez tienes mucha razón…
Y mientras Steve intercambia bromas con Newton, Leonardo, Pascal, Von Neumann, Edison y sus demás amigos, nos corresponde a nosotros aprender lo bueno y positivo de su vida, persiguiendo nuestros ideales como él lo hizo, y lo logró.
Chau, Steve, es lo menos que podemos hacer en tu memoria…
Ukamau la cosa.
Desde la década de los años 70, hasta 2011 el mundo se ha transformado casi totalmente. Por muchas razones, este período comprime acontecimientos, progresos y cambios que en cualquier otra época anterior hubieran tomado incluso siglos. Y aunque el futuro inmediato tendrá la misma dinámica, ese tiempo será memorable por los progresos y nuevos rumbos de la economía, la tecnología, la sociedad y la cultura en general.
Quienes hemos vivido nuestra adolescencia y juventud, incluso nuestra adultez en esta época hemos experimentado personalmente estas transformaciones, y hemos tenido el privilegio de hacerlo “en primera fila”.
En 1975 la computadora personal era poco menos que un sueño. Hoy, cualquier calculadora de estudiante tiene más potencia que las computadoras de la nave Apolo que llegó a la Luna.
En 1975 los viajes al espacio podían durar sólo pocos días. Hoy, salvo la jubilación de los transbordadores norteamericanos, los astronautas pueden permanecer en el espacio por meses enteros.
En 1975 las radios portátiles pesaban, por lo menos, medio kilo. Hoy, cualquier adolescente puede comprar, con su dinero para el recreo escolar, una radio tan pequeña que incluso cabe en el mismo auricular.
En 1975 los mini-casetes de audio eran el standard doméstico para conservar música. Hoy, cualquier chip o dispositivo similar puede conservar lo que miles de esos casetes.
En 1975 las redes de computadoras eran privilegio de grandes empresas y universidades. Hoy, cualquier computadora doméstica puede conectarse al mundo entero, y gracias a Internet nuestro planeta parece más pequeño.
En 1975 los teléfonos móviles parecían maletines de comunicación militar. Hoy, en cada hogar hay, por lo menos, un teléfono celular, incluso en algunas ciudades, hay un celular por cada persona.
En 1975 la radio, teléfono, agenda personal, cámara fotográfica y filmadora eran aparatos diferentes. Hoy, todo eso está reunido en un solo y diminuto aparato, y además, toda una discoteca, videojuego y otros añadidos.
¿Qué ha pasado?
Estos cambios dramáticos no son obra de la casualidad; son la suma y producto de varios progresos pequeños que cuando interactúan entre sí hacen funcionar una sinergia que multiplica las posibilidades y resultados. Pero se necesitan creadores, emprendedores y visionarios que inicien esta dinámica, porque ella no nace de la nada.
Steve Jobs fue uno de ellos.
En 1975, Steve vivía el dilema entre encaminar seriamente su vida universitaria o lanzarse a la aventura de marcar su propio camino, a su modo. Así, finalmente, al año siguiente la decisión se había tomado, y con un amigo terminó por fundar la “compañía de la manzana”.
Lo demás es historia…
Aparte de 12 años de ausencia, entre 1985 y 1997, en que Apple experimentó con el Proyecto Newton, que al final no triunfó como negocio pero de todos modos marcó un horizonte, Steve y su compañía fueron literalmente uno, lo mismo.
En una época en que la compatibilidad computacional era el primer mandamiento para crecer, prevalecer y prosperar, Apple prefirió seguir el suyo, y sin aislarse por completo, evolucionó su propio Standard. En un ambiente que exigía “compatibilizarse o morir”, Apple no sólo sobrevivió sino prosperó.
En tiempos de la Mac la gente común pensaba: “es buena, pero no es compatible con las demás computadoras; además, no hay mucho software para ella”. En ese tiempo, la gente que conozco soñaba, clamaba y reclamaba que los productos de Apple se parezcan a IBM, HP, Epson o Sony. Ahora es al revés, la competencia busca parecerse lo más posible a los productos de Apple.
¿Por qué?
Sin ignorar ni menospreciar la fortaleza de la empresa, los 12 años de ausencia de Apple sin Steve demuestran que el genio, y muchas veces el ingenio de su fundador marcaron la diferencia.
Su estrategia: innovación e integración, eficiencia y calidad. Luchar para crear algo diferente y mejor, aunque resulte costoso, y luego luchar para que sea accesible, con equilibrio entre precio y desempeño. Desarrollar y ofrecer nuevos productos; pero no quedarse ahí sino ofrecer nuevas experiencias. Dar más importancia a lo beneficia al cliente, los beneficios para la empresa llegarán solos, por añadidura.
A la inversa de los magos, que extraen muchas cosas de un sombrero pequeño, Steve nos enseñó que es posible reunir muchos aparatos o dispositivos en un solo objeto pequeño. Antes de él, lo único parecido que conocía la gente común era el venerable “3 en 1”: receptor de radio, reproductor de cintas y tornamesa para discos. Y Steve inició una revolución que le sobrevive y se extenderá por siempre.
En mi país hay un refrán que dice: “lo bueno de los patos es que nadan y vuelan, pero lo malo es que ni vuelan bien ni nadan bien”. Steve nos demostró con el iPhone que ese “pato” hace varias cosas, y muy bien.
Pero ese no es su único legado.
Otra enseñanza de Steve, incluso más profunda que las anteriores, es su testimonio de vida: la entereza del revolucionario que trabaja sin descanso por lo que cree que está bien y es posible, el optimismo para asumir los problemas como desafíos y los imposibles como tareas, la entereza para sobreponerse a las dificultades, y vencerlas; la paciencia para reconocer los malos tiempos como oportunidades y las desventajas como motivaciones; la entereza para mantener un ideal y convertirlo en proyecto de vida; la sencillez para ser como se es y convertir lo sofisticado en cotidiano; y el amor a la vida para seguir viviendo aun a pesar de la muerte…
Steve nos regaló en forma de tecnología e innovación lo que Dios le dio en inteligencia, creatividad y fuerza vital. ¿Qué nos hubiera dado si él hubiera sido economista, poeta, músico, filósofo, sacerdote o político? ¿Acaso no fue Steve algo de esas cosas?
Steve nos enseñó con su ejemplo de vida que no se necesita ser rico para gozar de los progresos materiales, y se preocupó porque todos los jóvenes y adolescentes del mundo accedan a los productos tecnológicos. Ahí está el economista con vocación social.
Steve nos mostró cómo los sueños pueden convertirse en realidades, con trabajo, dedicación y perseverancia. Ahí está el poeta que anuncia y presenta la metamorfosis de la idea que se materializa en realizaciones.
Steve nos enseñó que la música puede llegar a ser verdaderamente universal, traspasar cualquier barrera y reconciliarse con el mundo cibernético lleno de piratas que prosperan con el esfuerzo ajeno, ahí está el músico padrino del artista y compositor que espera una recompensa decorosa por su esfuerzo.
Steve nos enseñó que la vida diaria no tiene que subordinarse a la tecnología, sino que la tecnología debe servir a un mejor bienestar, que la máquina debe servir al ser humano y no al revés. Ahí está el filósofo que nos muestra un mundo en que arte, máquina y cotidianidad aportan por igual a la sensación y alegría por vivir.
Steve nos enseñó que cuando uno desea, espera, trabaja y pide con toda su fuerza y corazón, como decía Santiago, cualquier logro bueno es posible. Además, él también nos enseñó que predicar y practicar lo que se cree no son asuntos separados. Él predicó y practicó. Ahí está el sacerdote que dejó a las nuevas generaciones una lección de amor y compromiso con el ideal que se convierte en trabajo y éxito.
Steve nos enseñó que los progresos deben, y pueden, beneficiar a todos, que el conocimiento es poder, que ese poder bien utilizado contribuye al bienestar, y que el bienestar es un derecho humano. Ahí está el político que trabajó por democratizar el acceso a la tecnología, mucho más, y en silencio, que varios gobernantes o estadistas.
Pero Steve nos dejó algo más. Él creía, como nosotros, que todos somos valiosos, pero nadie es indispensable. Sabiendo que ninguna vida material es eterna, compartió su forma de pensar y de vivir con quienes le rodearon. La compañía Apple seguirá experimentando todavía el influjo de su genio innovador. A diferencia de otros que prefieren llevarse consigo sus virtudes, él se preocupó por “dejar escuela”, y mientras se deslizaba discretamente hacia más atrás de la escena, apoyó a sus seguidores hasta que su salud le dijo que era hora de detenerse.
Y Steve se fue.
¿Steve murió? No, sólo se fue…
La muerte material, comparada con la inmensidad de la Vida, es sólo una circunstancia. Steve vive y vivirá por siempre porque se ha hecho eterno. Es verdad, se hablará del él sucesivamente menos, como casi no se habla de los otros genios de la Historia, pero cuando se lo hace, se lo hace en presente y no en pasado. En esto, otro grande a quien admiro más cada vez que lo vuelvo a leer, José Ortega y Gasset, dice que ser eterno no consiste en extenderse en el tiempo, longevidad imposible, sino quedarse en el presente de uno mismo, de modo que la gente del futuro regrese a esa época para aprender de ella, y de su protagonista. Entonces, hacerse eterno no es prolongarse hacia el futuro sino que el futuro dirija la mirada hacia ese presente, por mucho que pertenezca al pasado.
Steve se ha convertido en un inevitable referente de esta época; no es el único, verdad, pero quizás es el que más ha tocado el corazón de quienes nos hemos quedado aquí y estaremos un tiempo más.
1975, 2011. Dos épocas distintas, dos realidades distintas, y Steve tuvo mucho que ver en eso...
Su partida no me llena de dolor sino de nostalgia. No se puede, no se debe sentir dolor por la partida de alguien que ha vivido intensamente, y nos ha enseñado a hacerlo. No lo conocí personalmente, pero es como si lo hubiera conocido. Al final, como me dice Gaboshi cuando escribo estas líneas con el corazón más que con la razón, los buenos tiempos son los que quedan, como si fueran fotografías. Personalmente yo guardo muchas “fotografías” como un tesoro inmaterial: Ariel pellizcándome el cuello sus primeros días de kinder, Carola ufanándose de haber salvado la cuchara aunque se haya roto el plato, o Gabo apurándose a su primer día de kinder “para estar en problemas”. Sí, así es, Gaboshi, en la ingenuidad de tu niñez tienes mucha razón…
Y mientras Steve intercambia bromas con Newton, Leonardo, Pascal, Von Neumann, Edison y sus demás amigos, nos corresponde a nosotros aprender lo bueno y positivo de su vida, persiguiendo nuestros ideales como él lo hizo, y lo logró.
Chau, Steve, es lo menos que podemos hacer en tu memoria…
Ukamau la cosa.
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