Texto original de la obra escrita por Elizardo Perez sobre su revolucionaria experiencia educacional para los pueblos originarios y que fue la primera en el continente americano.
Original text of the book written by Elizardo Pérez about their revolutionary educational experience for the native peoples and that it was the first one in the american continent.
Partes anteriores de este libro: 01 - 02.
Para acallar mi protesta, se me ofreció la dirección de otra escuela. Preferí volver a Warisata como simple maestro. En el interín, monstruosas calumnias se acumulaban en contra mía. Aún ahora subsisten. Y creen los estúpidos que eso puede acallarme.
En Warisata el desastre era total. El morbo se había apoderado completamente del organismo. Elizardo fue despojado de su cargo hallándose en México. Su esposa, Jael Oropeza, sufrió el mismo trato. Mientras tanto, Raúl Pérez era escarnecido con saña. En la confabulación intervinieron los ministros Solares y Otero (por ingenuidad o por qué?) haciéndose cómplices de Donoso y sus áulicos.
¡Warisata mía!
En la época final, destellaba todavía un luminoso espíritu: el de la maestra Anita Pérez. Después de diez años, todos los anhelos fecundos de Warisata, todas nuestras luchas, llegaron a sintetizarse en ella. Pero en septiembre de 1940, Anita abandonó la escuela. Fue el final.
La Cámara de Diputados se encargó de damos el golpe de gracia, al imponer a un bandolero borracho en el sitial que Elizardo Pérez había honrado con altísima dignidad, talento y hombría.
¿Sabías esta historia, pueblo de Bolivia?
Es bien sencilla: no es más que una escuela socialista que pretendió afrontar al régimen. No es más que un grupo de maestros -tan pocos!- que tuvo la osadía de defender al indio.
¡Y ahora, acuérdate, pueblo de Bolivia! Acuérdate cómo se nos infamó y cómo se nos arrojó! ¡Acuérdate cómo te prometieron, los simuladores, grandes progresos, grandes reformas! ¡Y ahora ve, Warisata en ruinas, Warisata despedazada y aniquilada! ¡Acuérdate que este drama es parte de tu propio drama, pueblo mío ultrajado!
Por eso, ahora que sé que asestan la última puñalada a Warisata, digo:
¡Warisata mía!
Y lo digo con dolor y cólera. Porque los cuervos han concluido su festín. Porque Warisata nunca más será la morada de poetas y artistas. Porque nunca más tendrá maestros como nosotros. Porque nunca más podrán llenar aquellas aulas con el aliento de grandeza, de lucha y esperanza, que nos permitió resistir tanto tiempo.
He escrito lo que tenía que decir como ciudadano, como maestro y como hombre. Esta página está hecha de lágrimas, desborda pasión y estalla en cólera. Porque la Historia de Warisata es también una historia de cólera, pasión y lágrimas.
¡Como toda historia de lucha!
La Paz, enero de 1943.
PRIMERA PARTE.
TRADICIÓN.
CAPITULO I.
LA SOCIEDAD INCAICA.
1.- FUNCIÓN DE LAS MASAS INDÍGENAS EN LA HISTORIA DE BOLIVIA.
Cuando se tiene por delante la tarea de educar masas de individuos pertenecientes a un estado de desarrollo primitivo, lo primero que el educador se pregunta es si tales grupos conservan vestigios de cultura ancestral, o si ya han perdido todo vínculo con su pasado histórico. Si haciendo prescindencia de lo que constituye el cosmos indígena, se tratara de aplicar métodos de educación ideados para grupos que se desenvuelven dentro de sistemas económicos y sociales diferentes de los grupos aborígenes, se violentaría su mentalidad y se la colocaría en una situación de estupor.
El análisis de estas cuestiones revela que las masas indígenas subsisten como expresión social y colectiva y, por tanto, deben sobrevivir como elementos históricos. La economía moderna no puede menos que hallarse influenciada por su número y por su capacidad de producción. He aquí cómo pueblos con una población indígena muy superior a la mestiza o blanca, necesariamente tienen que desenvolverse bajo la influencia de los modos de vida de esa mayoría, que marcará su ritmo histórico. Por eso debe reconocerse que Bolivia, y otras naciones como ella, en tanto no sean penetradas por la inmigración europea, son naciones indias, sometidas a minorías que explotan en su beneficio el capital humano que representan las masas indígenas.
Hay que partir, pues, de estos conocimientos previos, para determinar lo que debe entenderse por sistemas de creación y aplicación de procedimientos educativos para nuestros grupos indígenas, con fines de formación de una cultura indoamericana. Ignorar la prehistoria de un grupo étnico en tales momentos es anticientífico; desde el punto de vista social y humano sería un crimen y hasta un absurdo. En la prehistoria de nuestras Américas y en el período de la colonia, así como en el de la autonomía, lo que hoy es Bolivia se muestra esencialmente como un país de vigorosa raigambre india. Pensando en esto es que se ha concebido la escuela como un organismo de función integral y de raíz aborigen. Ese sentido biológico fundamentó el mecanismo de la Escuela de Warisata, es decir, de la escuela indígena boliviana. En ella la interpretación y ejecución de los postulados de la escuela única, activa y de trabajo, fueron una realidad, como resultado de esa íntima compenetración telúrica e histórica.
Y para escribir la historia del desarrollo de la educación indigenal en Bolivia, es preciso comenzar por describir las antiguas instituciones inkaicas y pre-inkaicas; a las que cuatro siglos de dominación española y republicana no han logrado extinguir, y en las cuales se mantiene, todavía con poderosa integración, la ancestral cultura autóctona.
2.- EL MEDIO.
A la llegada de los españoles el Imperio Inkaico tenía una longitud de 4.000 Kms. desde el río Ancasmayu, dos grados al Norte del Ecuador, hasta el río Maule en la República de Chile. Su superficie alcanzaba a seis millones de kilómetros cuadrados y su población a doce millones de habitantes, con una gran variedad de grupos lingüísticos, de los cuales los más importantes eran los chibchas, los puruhas, los cañaris, los quechuas y los jíbaros en el Ecuador; los quechuas y aymaras en el Perú, Bolivia y la región andina de Argentina; los atacamas en el litoral de Chile; y los chimúes, paracas y otros en la costa peruana.
El Inkario nació en un medio hostil y avaro, en una naturaleza desprovista de los elementos propicios para el desarrollo de un pueblo. Su territorio lo formaban tres zonas diferenciadas: la costa, la altiplanicie andina, la cordillera, y la selvática u oriental.
La costa peruana es desértica, seca, árida; a su suelo sin rastro de vegetación ni de vida animal, jamás llegan las lluvias; el viento en su soplar constante transporta la arena formando promontorios por doquier. El color del paisaje desde la cumbre de las montañas hasta que llega el mar, es eternamente grisáceo y monótono. Esta unidad de invariable aspecto parecería trasponer lo infinito del tiempo y la distancia. A manera de oasis y separados por grandes distancias se encuentran valles a lo largo de los ríos que descienden de la cordillera. En ellos han florecido culturas de pueblos laboriosos dedicados a la agricultura y a la pesca.
La zona altiplánica o meseta andina da la impresión de una inmensa sabana verde a una altura que varía entre los 1.500 a 4.500 metros sobre el nivel del mar; es de temperatura templada y las lluvias de diciembre a marzo permiten madurar las sementeras. Pasada esa época las faldas de las montañas y las pampas se tornan amarillentas y grises. Principian los fríos invernales con todo su rigor sin permitir la vida vegetal, a no ser en las laderas donde por razón de la humedad crece la paja brava, planta tan peculiar de la puna, único alimento de llamas, ovejas y vicuñas. En las pampas abiertas la temperatura desciende hasta 12 grados bajo cero haciéndose la vida sumamente dura.
En ese ámbito todo es grandioso. En las nevadas crestas de la Cordillera Oriental se destacan picos como el Illimani, el Mururata, el Huayna Potosí, el Ollampu, el Cololo, etc., y el Sajama en la Cordillera Occidental; todas estas cumbres sobrepasan los 6.000 metros de altura. A 3.800 metros se extiende el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, de un azul límpido como su cielo, impresionante por su mansedumbre y su grandeza, y ante cuyo espectáculo el espíritu se eleva a místicas concepciones. Según la tradición, del Titicaca emergió la pareja real enviada por el dios Sol para fundar el imperio de los Inkas.
El habitante de la pampa y de la cordillera, tan próximo a las nieves eternas, está impregnado de la naturaleza hosca del Ande. La expresión hierática y severa del indio participa del silencio y soledad de esas tremendas alturas.
En este ambiente vivían los diferentes grupos humanos del Imperio, separados unos de otros por grandes distancias y a veces por accidentes casi insalvables de la topografía; tenían sus propios idiomas, diversos orígenes étnicos, distintas creencias religiosas, factores que desvinculaban la población y hacían muy difícil organizarla en un sistema nacional.
3.- EL TRABAJO Y EL ESFUERZO, FUNDAMENTOS DEL DESARROLLO IMPERIAL.
El paisaje así descrito pretende hacer ver las condiciones hostiles en que floreció la cultura inkaica. Es evidente que para la subsistencia de la sociedad era necesario realizar grandes esfuerzos y organizar una acción conjunta para dominar los elementos de la naturaleza. El colectivismo brota así determinado por las mismas necesidades de la lucha por la vida, y a través de sus instituciones se sistematiza el esfuerzo y el trabajo, motores con los que el Imperio robusteció su economía y se extendió territorialmente.
No fue el pueblo indio un pueblo inculto. Poseyó todo lo que en su tiempo constituía un acervo mental y espiritual altamente evolucionado. Las investigaciones de Toledo han dado mucha razón al cronista mestizo Gutiérrez de Santa Clara, que, con el Padre Morúa, dejó testimonios para el estudio de ese período de transición de la behetría o señorío feudal, que coagula con el Imperio bajo la acción política del Cusco. Cuando se haya profundizado en sus anotaciones se podrá descubrir que la época preinkaica estuvo muy lejos de ser cerril o primitiva. El Inka representa un socialismo de Estado que disuelve la feudalidad, la que a su vez había disuelto al comunismo primitivo.
El Inkario, si bien no conoció la máquina, evolucionó hacia formas de aprovechamiento sistemático del trabajo y del esfuerzo humanos, lo cual constituye sin lugar a dudas, una forma socialista de producción. Baudin, al apreciar el permanente esfuerzo realizado por los inkas expresa: “Ningún país ofrece tan bella ilustración de la ley de Malthus como el Imperio de los inkas; el aumento de población en relación con los medios de subsistencia ha sido uno de los factores dominantes de la política imperial, y las conquistas, los progresos técnicos, la organización social traducen el esfuerzo continuo de los quechuas para extender e intensificar el cultivo de la tierra” (Louis Baudin, “El imperio socialista de los Incas”).
4.- FUNDACIÓN DEL IMPERIO INKAICO.
Veamos ahora cómo se fundó este gran Imperio y cuáles fueron las formas de organización que le dieron tanto esplendor, por qué razones ellas han llegado hasta nuestros días y perduran como signo vital del pueblo indio, sin que cuatro siglos de esclavitud y la superposición de otras culturas hubieran bastado para borrarlas.
Garcilaso de la Vega, es entre los cronistas españoles el que ofrece la versión más elocuente acerca de la organización social del Inkario; si bien muchas de sus afirmaciones históricas carecen de fundamento, en realidad lo que nos interesa no es el fondo histórico, sino el cuadro sociológico. Y hay que leer en Garcilaso, a través de su fantasía, de sus vagos recuerdos y de las leyendas, todo un proceso evolutivo señalado con la mayor exactitud. Precisamente los relatos acerca de Manco Kápac y Mama Okllo, por mucho que constituyan una leyenda o un mito, encierran grandes elementos de información para comprender cómo los clanes y tribus del Cusco alcanzaron el grado de una confederación tribal, primero, y de una nación, después, conducidos quizá por una nueva y más alta cultura proveniente de las migraciones polinesias.
La misión de la pareja real para fundar la capital del Imperio, allá donde se hundiera la vara de oro de que era portadora, fue a cumplirse en el cerro Huanacante, situado en un valle de la quebrada formada por el Apurimac y el Urubamba, a una altura de 3.400 metros sobre el nivel del mar. Ese valle era el Cusco.
El Cusco es depositario de cuatro culturas, cada una de ellas representada por grandes monumentos arquitectónicos como Machupichu y Sacsahuaman y obras de arte como tallas, orfebrería, tejidos, cerámica, etc. El valle, por la fertilidad de su suelo, su extensión, su abundante riego, su clima suave y seco, es seguramente lo mejor de la zona andina. A medida que se va profundizando, su producción se hace más variada y rica. El nombre del Cusco (Khosko) dado a la capital del Imperio, quiere decir “ombligo” o “centro”, designación apropiada para su posterior extensión territorial.
Según Garcilaso, todo el valle era agreste y sin población. Asegura que una vez determinado el sitio donde se levantaría la ciudad, el Inka y su esposa convinieron en dividirlo en dos partes: al hijo del Sol le correspondió la del Norte, y a su hermana, hija de la Luna, la del Sur; que luego penetraron en sus respectivas secciones poniéndose en contacto con las poblaciones nómadas y selváticas para atraerlas y hacerlas sedentarias, enseñando el monarca, a los hombres, a labrar la tierra para hacerla producir mejor, a aprovechar el agua de las vertientes y ríos, a construir acequias, a edificar viviendas cómodas y permanentes, a tallar la piedra, abrir caminos y todas las tareas inherentes a su condición de varones. La Coya enseñó a las mujeres a hilar y tejer, y todas las labores propias del hogar y del cuidado de los hijos. Dice Garcilaso que los hombres fueron a poblar la parte alta, denominada Hanan Cusco, y las mujeres la parte baja, llamada Hurin Cusco, teniendo ambas fracciones los mismos derechos y prerrogativas por su condición de hermanos cohesionados por intereses comunes. Los Hanan eran, empero, considerados hermanos mayores, y estas designaciones fueron el indeleble símbolo recordatorio de la pareja real. En efecto, todas las ciudades, marcas y ayllus del imperio adoptaron esa división en Hanan y Hurin, que según el mismo Garcilaso, correspondían a linaje alto y linaje bajo, o a distrito alto y distrito bajo, según se aplicaran a los ayllus o a los suyus. Esta demarcación, como es sabido, ha llegado hasta nuestros días.
Los primeros habitantes de la región, como tenemos dicho, fueron personalmente atraídos por los soberanos. Estos dieron a los neófitos nuevas formas de vida que muy pronto los elevaron de su primitiva condición, creándoles instituciones tutelares que los amparaban asegurando su subsistencia; se instituyó el matrimonio y se les dio un gobierno patriarcal basado en principios religiosos, políticos, económicos y sociales con los cuales la nación se desarrolló rápidamente, lo que permitió enviar misiones de indios para que, en función reductora, se internasen en las agrestes regiones de la sierra o en las selvas en busca de grupos humanos nómadas para incorporarlos a la nueva sociedad. De esta manera se acrecentó la población y se formaron las primeras milicias equipadas de vestimenta apropiada, vituallas y armas corno arcos, flechas, lanzas, porras y escudos; así, la expansión del Imperio se realizaba creando simultáneamente los elementos de su seguridad contra agresiones exteriores.
Con ese gran sentido de orden que les era característico, los inkas dividieron políticamente a su territorio en cuatro partes o estados con el nombre de Tahuantinsuyo, que en quechua quiere decir “las cuatro partes del mundo”; división que correspondía a las cuatro partes del cielo o puntos cardinales. Estos estados eran los siguientes: Antisuyo al Oriente, con la provincia Anti, nombre tomado de la cordillera Andina (o ésta de aquella); Cuntisuyo al Occidente, Chinchasuyo al Norte y Collasuyo al Sur, correspondientes a cada una de las provincias Cunti, Chincha y Colla. Todos los territorios conquistados pasaban a formar parte del Estado contiguo; así el reino de Quito se adhirió al estado de Chinchasuyo, y el de Chile al Collasuyo. De la ciudad del Cusco partían cuatro grandes caminos que la vinculaban con cada uno de los estados, organizándose un servicio de postas o mensajeros, llamados “chasquis”, tan célebres por sus proezas.
Según Garcilaso, el primer Inka había extendido su territorio hasta el río Paucartampu, en el Este; hasta el río Apurímac en profundidad de ocho leguas, hacia el Oeste; al sud hasta Quesana, a nueve leguas; y al norte, siete leguas hasta el valle de Sacsahuaman. En estos territorios se crearon más de cien pueblos, el más grande hasta de cien casas. Para atender las crecientes necesidades impuestas por su desarrollo demográfico, era necesario aumentar la producción, descongestionar las regiones superpobladas y conquistar nuevos territorios. Tal programa se puso en acción y se desarrolló a través de toda la existencia del Imperio.
El período de Manco Kápac fue el de las grandes concepciones, en las cuales hemos de ver una resultante de la evolución de las antiguas sociedades gentilicias y territoriales, sobre cuya base se levantaron las instituciones inkaicas.
5.- RELIGIÓN.
El origen divino del monarca dio a sus leyes un sentido místico a los ojos de sus gobernados. Su violación era considerada como sacrilegio castigado con la pena de muerte. De ahí por qué el pueblo acataba las leyes que venían a constituir una poderosa fuerza de sometimiento por su carácter religioso.
En todas las tribus asimiladas se implantó el culto al Sol, con carácter general y obligatorio, aunque se permitió el ejercicio de la idolatría cuando no afectaba a la moral o a las buenas costumbres. El pueblo, que conforme a su condición más o menos primitiva, adoraba a las huacas (todo elemento natural que se distinguía de los demás de su especie) en una manifestación de su espíritu panteísta, encontró en el culto al Sol una forma de agradecer los evidentes beneficios que recibía la nueva organización social, quedando persuadido del origen divino de sus monarcas. No obstante el sabeísmo del pueblo indio, encontramos que la élite concibió, en oposición a este materialismo primitivo, la existencia de un Ser Supremo, abstracto, al que se denominaba Pachacamac; lo que demuestra el grado de evolución espiritual alcanzado por la clase gobernante.
6.- ORGANIZACIÓN ECONÓMICA.
El Inka sentó con verdadera sabiduría las bases de la organización económica mediante la introducción de nuevos sistemas de cultivo, ampliando las superficies de tierras cultivables con la construcción de plataformas o tacanas que llegaron a cubrir montañas enteras; enseñó a construir acequias y muros de contención; implantó industrias para la fabricación de calzados (usutas), sombreros, utensilios de labranza, armas, objetos de uso doméstico; enseñó a tallar la piedra, aunque tal arte ya hubiera sido desarrollado anteriormente; abrió caminos, levantó edificios destinados al culto y a la administración; inculcó nuevos hábitos de vida, estableció formas de concurrencia colectiva a los trabajos, etc. Durante los primeros años no se planeó la forma de distribución de la tierra. Tanto ella como su usufructo favorecían al culto, al Estado y al pueblo. Los rebaños estaban entregados a la responsabilidad y al cuidado de sus mismos súbditos, encargados también de recoger todo el ganado, sin dueño, compuesto por llamas, alpacas y vicuñas dispersas en las sierras.
La Coya, además de enseñar a las mujeres el hilado y el tejido, las preparó en todos los quehaceres relacionados con su sexo; echando, de este modo, las bases de la industria familiar con el aprovechamiento de materias primas vegetales y animales. La más importante de estas ocupaciones fue el tejido de lana de alpaca, de vicuña, de llama y de fibras de algodón, industria en la cual alcanzaron un extraordinario desarrollo.
7.- FORMAS DE GOBIERNO.
El sistema de gobierno era monárquico; el Inka era el jefe religioso, civil y militar del reino. Su régimen político fue el del socialismo de estado, y el colectivismo su sistema de trabajo. Hay autores que lo califican de comunista.
El Inka designó gobernadores que lo representaban en los pueblos conquistados, a quienes debían servir y defender procurando la paz y la tranquilidad, respetando sus costumbres y eliminando solamente aquello que fuera en desmedro de la salud física y espiritual del pueblo.
Manco Kápac instituyó el matrimonio obligatorio e indisoluble. La poligamia podía ser ejercida únicamente por el soberano y por los jerarcas, como una necesidad política y social. El adulterio era castigado con la pena de muerte. Los matrimonios debían realizarse a partir de los veinte años entre miembros del mismo grupo para mantener el linaje.
La élite que acompañaba al monarca estuvo constituida probablemente por sus compañeros de migración, que formarían un ayllu o clan; se le asignaron privilegios especiales y altas jerarquías, y a ella podían llegar los individuos de abajo por sus méritos o servicios especiales. Paralelamente a la formación de esta élite, el grupo social que había llegado a la exogamia a través de sucesivas generaciones, volvió a las formas endogámicas para constituir el ayllu imperial, cuya pureza debía ser celosamente conservada.
El monarca vestía típica y finísima vestimenta de lana; además de la borla imperial llevaba tres divisas: el llautu, trenza multicolor como de un centímetro de ancho que rodeaba la cabeza cuatro o cinco veces quedando a manera de guirnalda; el corte de pelo (“el trasquilarse” le llama Garcilaso) y las orejas perforadas. Sus colaboradores, como privilegio de casta, usaban el llautu, no polícromo como el suyo, sino negro. Más tarde se les concedió el corte de cabello en diferentes formas y tamaños según la familia o el ayllu; y por último, al correr del tiempo, les dio la última insignia de su realeza representada por el agujero en la oreja, cuyo diámetro debía ser no mayor de la mitad del que usaba él. Todos estos signos permitían establecer diferencias y jerarquías y señalaban a las personas o familias que se habían distinguido en la función pública. Poco antes de su muerte, Manco Kápac concedió a la élite el último privilegio, que era el de llamarse inkas, nombre y jerarquía vitalicios y hereditarios, con el cual pasaron a la historia como los “inkas de privilegio”, distintos de los inkas de estirpe o de sangre categorizados en primer lugar.
La pareja imperial, según la tradición, dedicó especial cuidado a la tarea de educar al pueblo; no solamente supo organizar el país sino que formó un tipo de hombre capaz de realizar las finalidades trascendentes y sagradas del Imperio asegurándole su permanencia y estabilidad. Los objetivos de la educación señalados por Manco Kápac podrían sintetizarse así: Hacer del indio una personalidad capacitada para atender a sus propias necesidades y a las de la comunidad, dándole fortaleza física y espiritual; prepararlo como buen soldado para la guerra y como elemento disciplinado y esforzado en el trabajo en tiempo de paz; hacer de él un agricultor eficiente; prepararlo en la técnica de la industria familiar; adoctrinarlo en el credo religioso del Sol, y por último, encaminarlo en las prácticas básicas de la moral, de acuerdo a su entelequia: ama súa, ama llulla, ama kella (no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas perezoso), para hacer de él un hombre trabajador y justo.
Fijados los objetivos de la política educacional del Imperio, la transmisión de conocimientos estuvo a cargo de los mismos monarcas y del hogar indígena. Las prácticas agrícolas eran obligatorias para todos los habitantes empezando por el mismo Inka. La industria familiar era también obligatoria. Uno de los soldados de la conquista, atormentado por los remordimientos, decía en su testamento: “Los inkas gobernaban a sus pueblos de tal manera que no había un ladrón, ni un hombre vicioso, ni un ocioso, ni una mujer adúltera o de mala vida” (Louis Baudin, Op cit. Pág 117).
Dando a su obra un sentido de continuidad histórica, Manco Kápac, poco antes de morir, reunió a sus hijos y vasallos y “mandóles que todo lo que les dejaba encomendado, lo encomendasen ellos a sus hijos y descendientes de generación en generación, para que cumpliesen y guardasen lo que su padre el Sol mandaba, afirmando que todas eran palabras suyas, y que así las dejaba por vía de testamento y última voluntad” (Gracilazo de la Vega. “Comentarios Reales. Lib. I, Cap. XIII).
Continuará...
Fuente: Elizardo Pérez, "Warisata - La Escuela Ayllu", Editorial Burillo, La Paz - Bolivia, 1962.
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Original text of the book written by Elizardo Pérez about their revolutionary educational experience for the native peoples and that it was the first one in the american continent.
Partes anteriores de este libro: 01 - 02.
Para acallar mi protesta, se me ofreció la dirección de otra escuela. Preferí volver a Warisata como simple maestro. En el interín, monstruosas calumnias se acumulaban en contra mía. Aún ahora subsisten. Y creen los estúpidos que eso puede acallarme.
En Warisata el desastre era total. El morbo se había apoderado completamente del organismo. Elizardo fue despojado de su cargo hallándose en México. Su esposa, Jael Oropeza, sufrió el mismo trato. Mientras tanto, Raúl Pérez era escarnecido con saña. En la confabulación intervinieron los ministros Solares y Otero (por ingenuidad o por qué?) haciéndose cómplices de Donoso y sus áulicos.
¡Warisata mía!
En la época final, destellaba todavía un luminoso espíritu: el de la maestra Anita Pérez. Después de diez años, todos los anhelos fecundos de Warisata, todas nuestras luchas, llegaron a sintetizarse en ella. Pero en septiembre de 1940, Anita abandonó la escuela. Fue el final.
La Cámara de Diputados se encargó de damos el golpe de gracia, al imponer a un bandolero borracho en el sitial que Elizardo Pérez había honrado con altísima dignidad, talento y hombría.
¿Sabías esta historia, pueblo de Bolivia?
Es bien sencilla: no es más que una escuela socialista que pretendió afrontar al régimen. No es más que un grupo de maestros -tan pocos!- que tuvo la osadía de defender al indio.
¡Y ahora, acuérdate, pueblo de Bolivia! Acuérdate cómo se nos infamó y cómo se nos arrojó! ¡Acuérdate cómo te prometieron, los simuladores, grandes progresos, grandes reformas! ¡Y ahora ve, Warisata en ruinas, Warisata despedazada y aniquilada! ¡Acuérdate que este drama es parte de tu propio drama, pueblo mío ultrajado!
Por eso, ahora que sé que asestan la última puñalada a Warisata, digo:
¡Warisata mía!
Y lo digo con dolor y cólera. Porque los cuervos han concluido su festín. Porque Warisata nunca más será la morada de poetas y artistas. Porque nunca más tendrá maestros como nosotros. Porque nunca más podrán llenar aquellas aulas con el aliento de grandeza, de lucha y esperanza, que nos permitió resistir tanto tiempo.
He escrito lo que tenía que decir como ciudadano, como maestro y como hombre. Esta página está hecha de lágrimas, desborda pasión y estalla en cólera. Porque la Historia de Warisata es también una historia de cólera, pasión y lágrimas.
¡Como toda historia de lucha!
La Paz, enero de 1943.
PRIMERA PARTE.
TRADICIÓN.
CAPITULO I.
LA SOCIEDAD INCAICA.
1.- FUNCIÓN DE LAS MASAS INDÍGENAS EN LA HISTORIA DE BOLIVIA.
Cuando se tiene por delante la tarea de educar masas de individuos pertenecientes a un estado de desarrollo primitivo, lo primero que el educador se pregunta es si tales grupos conservan vestigios de cultura ancestral, o si ya han perdido todo vínculo con su pasado histórico. Si haciendo prescindencia de lo que constituye el cosmos indígena, se tratara de aplicar métodos de educación ideados para grupos que se desenvuelven dentro de sistemas económicos y sociales diferentes de los grupos aborígenes, se violentaría su mentalidad y se la colocaría en una situación de estupor.
El análisis de estas cuestiones revela que las masas indígenas subsisten como expresión social y colectiva y, por tanto, deben sobrevivir como elementos históricos. La economía moderna no puede menos que hallarse influenciada por su número y por su capacidad de producción. He aquí cómo pueblos con una población indígena muy superior a la mestiza o blanca, necesariamente tienen que desenvolverse bajo la influencia de los modos de vida de esa mayoría, que marcará su ritmo histórico. Por eso debe reconocerse que Bolivia, y otras naciones como ella, en tanto no sean penetradas por la inmigración europea, son naciones indias, sometidas a minorías que explotan en su beneficio el capital humano que representan las masas indígenas.
Hay que partir, pues, de estos conocimientos previos, para determinar lo que debe entenderse por sistemas de creación y aplicación de procedimientos educativos para nuestros grupos indígenas, con fines de formación de una cultura indoamericana. Ignorar la prehistoria de un grupo étnico en tales momentos es anticientífico; desde el punto de vista social y humano sería un crimen y hasta un absurdo. En la prehistoria de nuestras Américas y en el período de la colonia, así como en el de la autonomía, lo que hoy es Bolivia se muestra esencialmente como un país de vigorosa raigambre india. Pensando en esto es que se ha concebido la escuela como un organismo de función integral y de raíz aborigen. Ese sentido biológico fundamentó el mecanismo de la Escuela de Warisata, es decir, de la escuela indígena boliviana. En ella la interpretación y ejecución de los postulados de la escuela única, activa y de trabajo, fueron una realidad, como resultado de esa íntima compenetración telúrica e histórica.
Y para escribir la historia del desarrollo de la educación indigenal en Bolivia, es preciso comenzar por describir las antiguas instituciones inkaicas y pre-inkaicas; a las que cuatro siglos de dominación española y republicana no han logrado extinguir, y en las cuales se mantiene, todavía con poderosa integración, la ancestral cultura autóctona.
2.- EL MEDIO.
A la llegada de los españoles el Imperio Inkaico tenía una longitud de 4.000 Kms. desde el río Ancasmayu, dos grados al Norte del Ecuador, hasta el río Maule en la República de Chile. Su superficie alcanzaba a seis millones de kilómetros cuadrados y su población a doce millones de habitantes, con una gran variedad de grupos lingüísticos, de los cuales los más importantes eran los chibchas, los puruhas, los cañaris, los quechuas y los jíbaros en el Ecuador; los quechuas y aymaras en el Perú, Bolivia y la región andina de Argentina; los atacamas en el litoral de Chile; y los chimúes, paracas y otros en la costa peruana.
El Inkario nació en un medio hostil y avaro, en una naturaleza desprovista de los elementos propicios para el desarrollo de un pueblo. Su territorio lo formaban tres zonas diferenciadas: la costa, la altiplanicie andina, la cordillera, y la selvática u oriental.
La costa peruana es desértica, seca, árida; a su suelo sin rastro de vegetación ni de vida animal, jamás llegan las lluvias; el viento en su soplar constante transporta la arena formando promontorios por doquier. El color del paisaje desde la cumbre de las montañas hasta que llega el mar, es eternamente grisáceo y monótono. Esta unidad de invariable aspecto parecería trasponer lo infinito del tiempo y la distancia. A manera de oasis y separados por grandes distancias se encuentran valles a lo largo de los ríos que descienden de la cordillera. En ellos han florecido culturas de pueblos laboriosos dedicados a la agricultura y a la pesca.
La zona altiplánica o meseta andina da la impresión de una inmensa sabana verde a una altura que varía entre los 1.500 a 4.500 metros sobre el nivel del mar; es de temperatura templada y las lluvias de diciembre a marzo permiten madurar las sementeras. Pasada esa época las faldas de las montañas y las pampas se tornan amarillentas y grises. Principian los fríos invernales con todo su rigor sin permitir la vida vegetal, a no ser en las laderas donde por razón de la humedad crece la paja brava, planta tan peculiar de la puna, único alimento de llamas, ovejas y vicuñas. En las pampas abiertas la temperatura desciende hasta 12 grados bajo cero haciéndose la vida sumamente dura.
En ese ámbito todo es grandioso. En las nevadas crestas de la Cordillera Oriental se destacan picos como el Illimani, el Mururata, el Huayna Potosí, el Ollampu, el Cololo, etc., y el Sajama en la Cordillera Occidental; todas estas cumbres sobrepasan los 6.000 metros de altura. A 3.800 metros se extiende el Titicaca, el lago navegable más alto del mundo, de un azul límpido como su cielo, impresionante por su mansedumbre y su grandeza, y ante cuyo espectáculo el espíritu se eleva a místicas concepciones. Según la tradición, del Titicaca emergió la pareja real enviada por el dios Sol para fundar el imperio de los Inkas.
El habitante de la pampa y de la cordillera, tan próximo a las nieves eternas, está impregnado de la naturaleza hosca del Ande. La expresión hierática y severa del indio participa del silencio y soledad de esas tremendas alturas.
En este ambiente vivían los diferentes grupos humanos del Imperio, separados unos de otros por grandes distancias y a veces por accidentes casi insalvables de la topografía; tenían sus propios idiomas, diversos orígenes étnicos, distintas creencias religiosas, factores que desvinculaban la población y hacían muy difícil organizarla en un sistema nacional.
3.- EL TRABAJO Y EL ESFUERZO, FUNDAMENTOS DEL DESARROLLO IMPERIAL.
El paisaje así descrito pretende hacer ver las condiciones hostiles en que floreció la cultura inkaica. Es evidente que para la subsistencia de la sociedad era necesario realizar grandes esfuerzos y organizar una acción conjunta para dominar los elementos de la naturaleza. El colectivismo brota así determinado por las mismas necesidades de la lucha por la vida, y a través de sus instituciones se sistematiza el esfuerzo y el trabajo, motores con los que el Imperio robusteció su economía y se extendió territorialmente.
No fue el pueblo indio un pueblo inculto. Poseyó todo lo que en su tiempo constituía un acervo mental y espiritual altamente evolucionado. Las investigaciones de Toledo han dado mucha razón al cronista mestizo Gutiérrez de Santa Clara, que, con el Padre Morúa, dejó testimonios para el estudio de ese período de transición de la behetría o señorío feudal, que coagula con el Imperio bajo la acción política del Cusco. Cuando se haya profundizado en sus anotaciones se podrá descubrir que la época preinkaica estuvo muy lejos de ser cerril o primitiva. El Inka representa un socialismo de Estado que disuelve la feudalidad, la que a su vez había disuelto al comunismo primitivo.
El Inkario, si bien no conoció la máquina, evolucionó hacia formas de aprovechamiento sistemático del trabajo y del esfuerzo humanos, lo cual constituye sin lugar a dudas, una forma socialista de producción. Baudin, al apreciar el permanente esfuerzo realizado por los inkas expresa: “Ningún país ofrece tan bella ilustración de la ley de Malthus como el Imperio de los inkas; el aumento de población en relación con los medios de subsistencia ha sido uno de los factores dominantes de la política imperial, y las conquistas, los progresos técnicos, la organización social traducen el esfuerzo continuo de los quechuas para extender e intensificar el cultivo de la tierra” (Louis Baudin, “El imperio socialista de los Incas”).
4.- FUNDACIÓN DEL IMPERIO INKAICO.
Veamos ahora cómo se fundó este gran Imperio y cuáles fueron las formas de organización que le dieron tanto esplendor, por qué razones ellas han llegado hasta nuestros días y perduran como signo vital del pueblo indio, sin que cuatro siglos de esclavitud y la superposición de otras culturas hubieran bastado para borrarlas.
Garcilaso de la Vega, es entre los cronistas españoles el que ofrece la versión más elocuente acerca de la organización social del Inkario; si bien muchas de sus afirmaciones históricas carecen de fundamento, en realidad lo que nos interesa no es el fondo histórico, sino el cuadro sociológico. Y hay que leer en Garcilaso, a través de su fantasía, de sus vagos recuerdos y de las leyendas, todo un proceso evolutivo señalado con la mayor exactitud. Precisamente los relatos acerca de Manco Kápac y Mama Okllo, por mucho que constituyan una leyenda o un mito, encierran grandes elementos de información para comprender cómo los clanes y tribus del Cusco alcanzaron el grado de una confederación tribal, primero, y de una nación, después, conducidos quizá por una nueva y más alta cultura proveniente de las migraciones polinesias.
La misión de la pareja real para fundar la capital del Imperio, allá donde se hundiera la vara de oro de que era portadora, fue a cumplirse en el cerro Huanacante, situado en un valle de la quebrada formada por el Apurimac y el Urubamba, a una altura de 3.400 metros sobre el nivel del mar. Ese valle era el Cusco.
El Cusco es depositario de cuatro culturas, cada una de ellas representada por grandes monumentos arquitectónicos como Machupichu y Sacsahuaman y obras de arte como tallas, orfebrería, tejidos, cerámica, etc. El valle, por la fertilidad de su suelo, su extensión, su abundante riego, su clima suave y seco, es seguramente lo mejor de la zona andina. A medida que se va profundizando, su producción se hace más variada y rica. El nombre del Cusco (Khosko) dado a la capital del Imperio, quiere decir “ombligo” o “centro”, designación apropiada para su posterior extensión territorial.
Según Garcilaso, todo el valle era agreste y sin población. Asegura que una vez determinado el sitio donde se levantaría la ciudad, el Inka y su esposa convinieron en dividirlo en dos partes: al hijo del Sol le correspondió la del Norte, y a su hermana, hija de la Luna, la del Sur; que luego penetraron en sus respectivas secciones poniéndose en contacto con las poblaciones nómadas y selváticas para atraerlas y hacerlas sedentarias, enseñando el monarca, a los hombres, a labrar la tierra para hacerla producir mejor, a aprovechar el agua de las vertientes y ríos, a construir acequias, a edificar viviendas cómodas y permanentes, a tallar la piedra, abrir caminos y todas las tareas inherentes a su condición de varones. La Coya enseñó a las mujeres a hilar y tejer, y todas las labores propias del hogar y del cuidado de los hijos. Dice Garcilaso que los hombres fueron a poblar la parte alta, denominada Hanan Cusco, y las mujeres la parte baja, llamada Hurin Cusco, teniendo ambas fracciones los mismos derechos y prerrogativas por su condición de hermanos cohesionados por intereses comunes. Los Hanan eran, empero, considerados hermanos mayores, y estas designaciones fueron el indeleble símbolo recordatorio de la pareja real. En efecto, todas las ciudades, marcas y ayllus del imperio adoptaron esa división en Hanan y Hurin, que según el mismo Garcilaso, correspondían a linaje alto y linaje bajo, o a distrito alto y distrito bajo, según se aplicaran a los ayllus o a los suyus. Esta demarcación, como es sabido, ha llegado hasta nuestros días.
Los primeros habitantes de la región, como tenemos dicho, fueron personalmente atraídos por los soberanos. Estos dieron a los neófitos nuevas formas de vida que muy pronto los elevaron de su primitiva condición, creándoles instituciones tutelares que los amparaban asegurando su subsistencia; se instituyó el matrimonio y se les dio un gobierno patriarcal basado en principios religiosos, políticos, económicos y sociales con los cuales la nación se desarrolló rápidamente, lo que permitió enviar misiones de indios para que, en función reductora, se internasen en las agrestes regiones de la sierra o en las selvas en busca de grupos humanos nómadas para incorporarlos a la nueva sociedad. De esta manera se acrecentó la población y se formaron las primeras milicias equipadas de vestimenta apropiada, vituallas y armas corno arcos, flechas, lanzas, porras y escudos; así, la expansión del Imperio se realizaba creando simultáneamente los elementos de su seguridad contra agresiones exteriores.
Con ese gran sentido de orden que les era característico, los inkas dividieron políticamente a su territorio en cuatro partes o estados con el nombre de Tahuantinsuyo, que en quechua quiere decir “las cuatro partes del mundo”; división que correspondía a las cuatro partes del cielo o puntos cardinales. Estos estados eran los siguientes: Antisuyo al Oriente, con la provincia Anti, nombre tomado de la cordillera Andina (o ésta de aquella); Cuntisuyo al Occidente, Chinchasuyo al Norte y Collasuyo al Sur, correspondientes a cada una de las provincias Cunti, Chincha y Colla. Todos los territorios conquistados pasaban a formar parte del Estado contiguo; así el reino de Quito se adhirió al estado de Chinchasuyo, y el de Chile al Collasuyo. De la ciudad del Cusco partían cuatro grandes caminos que la vinculaban con cada uno de los estados, organizándose un servicio de postas o mensajeros, llamados “chasquis”, tan célebres por sus proezas.
Según Garcilaso, el primer Inka había extendido su territorio hasta el río Paucartampu, en el Este; hasta el río Apurímac en profundidad de ocho leguas, hacia el Oeste; al sud hasta Quesana, a nueve leguas; y al norte, siete leguas hasta el valle de Sacsahuaman. En estos territorios se crearon más de cien pueblos, el más grande hasta de cien casas. Para atender las crecientes necesidades impuestas por su desarrollo demográfico, era necesario aumentar la producción, descongestionar las regiones superpobladas y conquistar nuevos territorios. Tal programa se puso en acción y se desarrolló a través de toda la existencia del Imperio.
El período de Manco Kápac fue el de las grandes concepciones, en las cuales hemos de ver una resultante de la evolución de las antiguas sociedades gentilicias y territoriales, sobre cuya base se levantaron las instituciones inkaicas.
5.- RELIGIÓN.
El origen divino del monarca dio a sus leyes un sentido místico a los ojos de sus gobernados. Su violación era considerada como sacrilegio castigado con la pena de muerte. De ahí por qué el pueblo acataba las leyes que venían a constituir una poderosa fuerza de sometimiento por su carácter religioso.
En todas las tribus asimiladas se implantó el culto al Sol, con carácter general y obligatorio, aunque se permitió el ejercicio de la idolatría cuando no afectaba a la moral o a las buenas costumbres. El pueblo, que conforme a su condición más o menos primitiva, adoraba a las huacas (todo elemento natural que se distinguía de los demás de su especie) en una manifestación de su espíritu panteísta, encontró en el culto al Sol una forma de agradecer los evidentes beneficios que recibía la nueva organización social, quedando persuadido del origen divino de sus monarcas. No obstante el sabeísmo del pueblo indio, encontramos que la élite concibió, en oposición a este materialismo primitivo, la existencia de un Ser Supremo, abstracto, al que se denominaba Pachacamac; lo que demuestra el grado de evolución espiritual alcanzado por la clase gobernante.
6.- ORGANIZACIÓN ECONÓMICA.
El Inka sentó con verdadera sabiduría las bases de la organización económica mediante la introducción de nuevos sistemas de cultivo, ampliando las superficies de tierras cultivables con la construcción de plataformas o tacanas que llegaron a cubrir montañas enteras; enseñó a construir acequias y muros de contención; implantó industrias para la fabricación de calzados (usutas), sombreros, utensilios de labranza, armas, objetos de uso doméstico; enseñó a tallar la piedra, aunque tal arte ya hubiera sido desarrollado anteriormente; abrió caminos, levantó edificios destinados al culto y a la administración; inculcó nuevos hábitos de vida, estableció formas de concurrencia colectiva a los trabajos, etc. Durante los primeros años no se planeó la forma de distribución de la tierra. Tanto ella como su usufructo favorecían al culto, al Estado y al pueblo. Los rebaños estaban entregados a la responsabilidad y al cuidado de sus mismos súbditos, encargados también de recoger todo el ganado, sin dueño, compuesto por llamas, alpacas y vicuñas dispersas en las sierras.
La Coya, además de enseñar a las mujeres el hilado y el tejido, las preparó en todos los quehaceres relacionados con su sexo; echando, de este modo, las bases de la industria familiar con el aprovechamiento de materias primas vegetales y animales. La más importante de estas ocupaciones fue el tejido de lana de alpaca, de vicuña, de llama y de fibras de algodón, industria en la cual alcanzaron un extraordinario desarrollo.
7.- FORMAS DE GOBIERNO.
El sistema de gobierno era monárquico; el Inka era el jefe religioso, civil y militar del reino. Su régimen político fue el del socialismo de estado, y el colectivismo su sistema de trabajo. Hay autores que lo califican de comunista.
El Inka designó gobernadores que lo representaban en los pueblos conquistados, a quienes debían servir y defender procurando la paz y la tranquilidad, respetando sus costumbres y eliminando solamente aquello que fuera en desmedro de la salud física y espiritual del pueblo.
Manco Kápac instituyó el matrimonio obligatorio e indisoluble. La poligamia podía ser ejercida únicamente por el soberano y por los jerarcas, como una necesidad política y social. El adulterio era castigado con la pena de muerte. Los matrimonios debían realizarse a partir de los veinte años entre miembros del mismo grupo para mantener el linaje.
La élite que acompañaba al monarca estuvo constituida probablemente por sus compañeros de migración, que formarían un ayllu o clan; se le asignaron privilegios especiales y altas jerarquías, y a ella podían llegar los individuos de abajo por sus méritos o servicios especiales. Paralelamente a la formación de esta élite, el grupo social que había llegado a la exogamia a través de sucesivas generaciones, volvió a las formas endogámicas para constituir el ayllu imperial, cuya pureza debía ser celosamente conservada.
El monarca vestía típica y finísima vestimenta de lana; además de la borla imperial llevaba tres divisas: el llautu, trenza multicolor como de un centímetro de ancho que rodeaba la cabeza cuatro o cinco veces quedando a manera de guirnalda; el corte de pelo (“el trasquilarse” le llama Garcilaso) y las orejas perforadas. Sus colaboradores, como privilegio de casta, usaban el llautu, no polícromo como el suyo, sino negro. Más tarde se les concedió el corte de cabello en diferentes formas y tamaños según la familia o el ayllu; y por último, al correr del tiempo, les dio la última insignia de su realeza representada por el agujero en la oreja, cuyo diámetro debía ser no mayor de la mitad del que usaba él. Todos estos signos permitían establecer diferencias y jerarquías y señalaban a las personas o familias que se habían distinguido en la función pública. Poco antes de su muerte, Manco Kápac concedió a la élite el último privilegio, que era el de llamarse inkas, nombre y jerarquía vitalicios y hereditarios, con el cual pasaron a la historia como los “inkas de privilegio”, distintos de los inkas de estirpe o de sangre categorizados en primer lugar.
La pareja imperial, según la tradición, dedicó especial cuidado a la tarea de educar al pueblo; no solamente supo organizar el país sino que formó un tipo de hombre capaz de realizar las finalidades trascendentes y sagradas del Imperio asegurándole su permanencia y estabilidad. Los objetivos de la educación señalados por Manco Kápac podrían sintetizarse así: Hacer del indio una personalidad capacitada para atender a sus propias necesidades y a las de la comunidad, dándole fortaleza física y espiritual; prepararlo como buen soldado para la guerra y como elemento disciplinado y esforzado en el trabajo en tiempo de paz; hacer de él un agricultor eficiente; prepararlo en la técnica de la industria familiar; adoctrinarlo en el credo religioso del Sol, y por último, encaminarlo en las prácticas básicas de la moral, de acuerdo a su entelequia: ama súa, ama llulla, ama kella (no seas ladrón, no seas mentiroso, no seas perezoso), para hacer de él un hombre trabajador y justo.
Fijados los objetivos de la política educacional del Imperio, la transmisión de conocimientos estuvo a cargo de los mismos monarcas y del hogar indígena. Las prácticas agrícolas eran obligatorias para todos los habitantes empezando por el mismo Inka. La industria familiar era también obligatoria. Uno de los soldados de la conquista, atormentado por los remordimientos, decía en su testamento: “Los inkas gobernaban a sus pueblos de tal manera que no había un ladrón, ni un hombre vicioso, ni un ocioso, ni una mujer adúltera o de mala vida” (Louis Baudin, Op cit. Pág 117).
Dando a su obra un sentido de continuidad histórica, Manco Kápac, poco antes de morir, reunió a sus hijos y vasallos y “mandóles que todo lo que les dejaba encomendado, lo encomendasen ellos a sus hijos y descendientes de generación en generación, para que cumpliesen y guardasen lo que su padre el Sol mandaba, afirmando que todas eran palabras suyas, y que así las dejaba por vía de testamento y última voluntad” (Gracilazo de la Vega. “Comentarios Reales. Lib. I, Cap. XIII).
Continuará...
Fuente: Elizardo Pérez, "Warisata - La Escuela Ayllu", Editorial Burillo, La Paz - Bolivia, 1962.
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