Fuente: “Enciclopedia Popular”. Editores Asociados S. A. Buenos Aires. Abril. 1992.
Esta extraña enfermedad, que ataca mayoritariamente a las mujeres de más de 60 años, es la responsable de millones de fracturas al año, con un pronóstico incierto, ya que por causa de la osteoporosis, el cuerpo pierde el mineral más valioso que compone los huesos: el calcio.
Cuando envejecemos, nuestros huesos nos traicionan. El blanco y duro esqueleto literalmente se nos derrumba. La mayoría de nosotros nos volvemos más bajos con la edad porque los huesos de la espalda están perdiendo calcio, el mineral fundamental que los compone. Cuando somos jóvenes, nuestros huesos son resistentes y se hallan perfectamente construidos; el calcio que naturalmente se pierde se recupera con facilidad. Pero, cuando deviene el envejecimiento e incluso a mediana edad, los huesos aumentan la pérdida de calcio, a un ritmo mucho mayor que el de su recuperación.
A esta pérdida anormal de material óseo se la denomina osteoporosis, también conocida como la “enfermedad del hueso hueco”. Este mal provoca, sólo en los Estados Unidos, casi un millón y medio de fracturas al año. Las ancianas de baja estatura muestran ser particularmente vulnerables a las caídas, quebrándose usualmente la cadera o las muñecas. Cuando la enfermedad ha avanzado, la menor tensión puede ocasionar la fractura de una cadera que, por la osteoporosis, se ha vuelto frágil como el yeso. La columna vertebral sufre frecuentes fracturas y, por compresión, colapsa la columna hacia adentro, formando la espalda encorvada, conocida como la “joroba de viuda”.
Los principales síntomas de la osteoporosis son, pues, los siguientes: los pacientes pierden estatura, debido a la compresión de los huesos de la columna vertebral que, al igual que los del resto del esqueleto, se hacen frágiles y quebradizos. En la mayoría de los casos la espalda se encorva, formándose la característica “joroba”.
Aún no se conocen las causas de la enfermedad. Un hueso sano presenta dos partes bien diferenciadas: la exterior, conocida como hueso compacto, es gruesa y resistente. El tejido interior, esponjoso, presenta numerosos espacios como pequeñas burbujas, donde se generan las nuevas células del hueso. Por alguna razón, en la osteoporosis se reduce críticamente el flujo de calcio necesario para compensar el natural desgaste de los huesos. Así, el espesor del hueso compacto adelgaza hasta el mínimo, y los espacios en el tejido esponjoso triplican su tamaño. La fragilidad de los huesos se hace tan notoria que las fracturas –en especial de muñecas o cadera– se producen sin ningún motivo aparente.
Por razones que son motivo de gran investigación, existen sectores de la población con más chances de contraer la enfermedad que otros. Estos grupos de riesgo están formados por: las mujeres, que padecen la enfermedad mucho más que los varones; las mujeres blancas se enferman en mayor número que las negras, y las ancianas más que las jóvenes. La enfermedad ataca más frecuentemente a mujeres delgadas que a obesas, y a quienes llevan una vida sedentaria.
No existe hasta ahora una terapia verdaderamente efectiva. Sin embargo, las medidas de prevención han mostrado ser muy eficaces:
Consumir al menos un gramo de calcio diariamente. Esta cantidad se encuentra en tres vasos grandes de leche. Otras fuentes de calcio son los productos lácteos, las verduras verdes de hoja, brócoli, conserva de sardinas y algunos mariscos como las ostras.
Realizar ejercicios livianos como caminatas, a diario.
Periódicamente, y bajo prescripción médica, ingerir suplementos de calcio e incorporar estrógenos (hormonas femeninas).
Esta extraña enfermedad, que ataca mayoritariamente a las mujeres de más de 60 años, es la responsable de millones de fracturas al año, con un pronóstico incierto, ya que por causa de la osteoporosis, el cuerpo pierde el mineral más valioso que compone los huesos: el calcio.
Cuando envejecemos, nuestros huesos nos traicionan. El blanco y duro esqueleto literalmente se nos derrumba. La mayoría de nosotros nos volvemos más bajos con la edad porque los huesos de la espalda están perdiendo calcio, el mineral fundamental que los compone. Cuando somos jóvenes, nuestros huesos son resistentes y se hallan perfectamente construidos; el calcio que naturalmente se pierde se recupera con facilidad. Pero, cuando deviene el envejecimiento e incluso a mediana edad, los huesos aumentan la pérdida de calcio, a un ritmo mucho mayor que el de su recuperación.
A esta pérdida anormal de material óseo se la denomina osteoporosis, también conocida como la “enfermedad del hueso hueco”. Este mal provoca, sólo en los Estados Unidos, casi un millón y medio de fracturas al año. Las ancianas de baja estatura muestran ser particularmente vulnerables a las caídas, quebrándose usualmente la cadera o las muñecas. Cuando la enfermedad ha avanzado, la menor tensión puede ocasionar la fractura de una cadera que, por la osteoporosis, se ha vuelto frágil como el yeso. La columna vertebral sufre frecuentes fracturas y, por compresión, colapsa la columna hacia adentro, formando la espalda encorvada, conocida como la “joroba de viuda”.
Los principales síntomas de la osteoporosis son, pues, los siguientes: los pacientes pierden estatura, debido a la compresión de los huesos de la columna vertebral que, al igual que los del resto del esqueleto, se hacen frágiles y quebradizos. En la mayoría de los casos la espalda se encorva, formándose la característica “joroba”.
Aún no se conocen las causas de la enfermedad. Un hueso sano presenta dos partes bien diferenciadas: la exterior, conocida como hueso compacto, es gruesa y resistente. El tejido interior, esponjoso, presenta numerosos espacios como pequeñas burbujas, donde se generan las nuevas células del hueso. Por alguna razón, en la osteoporosis se reduce críticamente el flujo de calcio necesario para compensar el natural desgaste de los huesos. Así, el espesor del hueso compacto adelgaza hasta el mínimo, y los espacios en el tejido esponjoso triplican su tamaño. La fragilidad de los huesos se hace tan notoria que las fracturas –en especial de muñecas o cadera– se producen sin ningún motivo aparente.
Por razones que son motivo de gran investigación, existen sectores de la población con más chances de contraer la enfermedad que otros. Estos grupos de riesgo están formados por: las mujeres, que padecen la enfermedad mucho más que los varones; las mujeres blancas se enferman en mayor número que las negras, y las ancianas más que las jóvenes. La enfermedad ataca más frecuentemente a mujeres delgadas que a obesas, y a quienes llevan una vida sedentaria.
No existe hasta ahora una terapia verdaderamente efectiva. Sin embargo, las medidas de prevención han mostrado ser muy eficaces:
Consumir al menos un gramo de calcio diariamente. Esta cantidad se encuentra en tres vasos grandes de leche. Otras fuentes de calcio son los productos lácteos, las verduras verdes de hoja, brócoli, conserva de sardinas y algunos mariscos como las ostras.
Realizar ejercicios livianos como caminatas, a diario.
Periódicamente, y bajo prescripción médica, ingerir suplementos de calcio e incorporar estrógenos (hormonas femeninas).
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