Fuente: “Enciclopedia Popular”. Editores Asociados S. A. Buenos Aires. Abril. 1992.
Tiene entre once mil y catorce mil años. Se trata de la bacteria más antigua del mundo y representa, además, la forma de vida más antigua hasta ahora conocida.
Como todos los descubrimientos –éste no podía ser la excepción–, el hallazgo de la bacteria se produjo más o menos por casualidad. Científicos y paleontólogos se hallaban investigando en el Golfo de Ohio, cuando se encontraron con el esqueleto completo de un mastodonte. Y en lo que fue su intestino, la bacteria de marras.
El microscopio permite describir a este organismo que, hasta ahora, es el más viejo que ha podido estudiarse. Ellas son marrones o rojizas y con forma de pequeños tubos que, según los paleontólogos y microbiólogos que actualmente las están estudiando, adoptaron este formato debido al contenido del intestino del gigantesco animal.
Según el microbiólogo Gerad Goldstein, de la Universidad local, nadie hubiera sospechado que esta bacteria es la Enterobacteria Cloacae que, con algunos cambios, sobrevive en la actualidad en los intestinos de los más diversos mamíferos. El estudio en el laboratorio de los cultivos hallados en el lugar le dio la razón a Goldstein, a pesar de que muchos de sus colegas todavía se muestran escépticos.
Ellos opinan que la bacteria no tiene por qué haber vivido en el intestino del mastodonte y que en cambio puede haberse instalado allí, después de la muerte del animal, encontrando en el fósil intestinal un hábitat adecuado para desarrollarse.
El doctor Goldstein tomó, entonces, una docena de muestras de cultivos diferentes y los trasladó a su laboratorio. Sólo en los que la muestra provenía directamente de las entrañas del animal fue posible hallar la E. Cloacae, no existiendo rastro de ella en el resto de los cultivos. De ser válida la tesis planteada por los otros microbiólogos, algún rastro de la bacteria tendría que haberse hallado en la turba circundante al esqueleto del animal y esto no ocurrió, según el investigador.
El descubrimiento no sólo ayudará a los científicos a revelar los secretos de la evolución bacteriológica sino, también, de la humana. Goldstein se encuentra actualmente trabajando en la comparación del ADN de sus cultivos con el ADN de sus parientes contemporáneos, mirando sus diferencias genéticas para averiguar cómo las bacterias pudieron evolucionar tan rápidamente.
Las bacterias poseen un tiempo generacional de alrededor de 20 minutos. Los tienen un tiempo generacional de alrededor de 20 años o sea que once mil años de tiempo bacteriológico equivalen a billones de años de tiempo humano afirma el científico.
Los microbiólogos no son los únicos que están estudiando los contenidos de estos ancianos intestinos. Los paleobotánicos también tienen interés en ellos. La idea es descubrir cuál era la flora existente en la época de los mastodontes y el papel que ella ocupó en la extinción de esta gigantesca especie, confirma la doctora Dee Anne Wymer, paleobotánica de la Universidad de Pensylvania.
Cuando el clima se acaloró bruscamente, al final de la edad de hielo –diez mil años atrás– la dieta de los mastodonte debió transformase dramáticamente. Se cree que con los incendios forestales, ellos comenzaron a morir. Sin embargo, todas son, hasta el momento, teorías. Contra la expuesta está la que señala que los mastodontes nunca se alimentaron de las hierbas altas y que sí, en cambio, lo hacían de las malezas de las lagunas, de lirios de agua y de otros vegetales que, sin dudas, no se extinguieron con la llegada del calor abrasador.
Los estudios de las tripas del mastodonte de Ohio no sólo develarán la evolución bacteria!, sino que también ayudarán a tener un poco más claro cómo fue el planeta nada menos que once mil años atrás.
Tiene entre once mil y catorce mil años. Se trata de la bacteria más antigua del mundo y representa, además, la forma de vida más antigua hasta ahora conocida.
Como todos los descubrimientos –éste no podía ser la excepción–, el hallazgo de la bacteria se produjo más o menos por casualidad. Científicos y paleontólogos se hallaban investigando en el Golfo de Ohio, cuando se encontraron con el esqueleto completo de un mastodonte. Y en lo que fue su intestino, la bacteria de marras.
El microscopio permite describir a este organismo que, hasta ahora, es el más viejo que ha podido estudiarse. Ellas son marrones o rojizas y con forma de pequeños tubos que, según los paleontólogos y microbiólogos que actualmente las están estudiando, adoptaron este formato debido al contenido del intestino del gigantesco animal.
Según el microbiólogo Gerad Goldstein, de la Universidad local, nadie hubiera sospechado que esta bacteria es la Enterobacteria Cloacae que, con algunos cambios, sobrevive en la actualidad en los intestinos de los más diversos mamíferos. El estudio en el laboratorio de los cultivos hallados en el lugar le dio la razón a Goldstein, a pesar de que muchos de sus colegas todavía se muestran escépticos.
Ellos opinan que la bacteria no tiene por qué haber vivido en el intestino del mastodonte y que en cambio puede haberse instalado allí, después de la muerte del animal, encontrando en el fósil intestinal un hábitat adecuado para desarrollarse.
El doctor Goldstein tomó, entonces, una docena de muestras de cultivos diferentes y los trasladó a su laboratorio. Sólo en los que la muestra provenía directamente de las entrañas del animal fue posible hallar la E. Cloacae, no existiendo rastro de ella en el resto de los cultivos. De ser válida la tesis planteada por los otros microbiólogos, algún rastro de la bacteria tendría que haberse hallado en la turba circundante al esqueleto del animal y esto no ocurrió, según el investigador.
El descubrimiento no sólo ayudará a los científicos a revelar los secretos de la evolución bacteriológica sino, también, de la humana. Goldstein se encuentra actualmente trabajando en la comparación del ADN de sus cultivos con el ADN de sus parientes contemporáneos, mirando sus diferencias genéticas para averiguar cómo las bacterias pudieron evolucionar tan rápidamente.
Las bacterias poseen un tiempo generacional de alrededor de 20 minutos. Los tienen un tiempo generacional de alrededor de 20 años o sea que once mil años de tiempo bacteriológico equivalen a billones de años de tiempo humano afirma el científico.
Los microbiólogos no son los únicos que están estudiando los contenidos de estos ancianos intestinos. Los paleobotánicos también tienen interés en ellos. La idea es descubrir cuál era la flora existente en la época de los mastodontes y el papel que ella ocupó en la extinción de esta gigantesca especie, confirma la doctora Dee Anne Wymer, paleobotánica de la Universidad de Pensylvania.
Cuando el clima se acaloró bruscamente, al final de la edad de hielo –diez mil años atrás– la dieta de los mastodonte debió transformase dramáticamente. Se cree que con los incendios forestales, ellos comenzaron a morir. Sin embargo, todas son, hasta el momento, teorías. Contra la expuesta está la que señala que los mastodontes nunca se alimentaron de las hierbas altas y que sí, en cambio, lo hacían de las malezas de las lagunas, de lirios de agua y de otros vegetales que, sin dudas, no se extinguieron con la llegada del calor abrasador.
Los estudios de las tripas del mastodonte de Ohio no sólo develarán la evolución bacteria!, sino que también ayudarán a tener un poco más claro cómo fue el planeta nada menos que once mil años atrás.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se agradece cualquier comentario sobre este artículo o el blog en general, siempre que no contenga términos inapropiados, en cuyo caso, será eliminado...