jueves, 19 de septiembre de 2013

Warisata la Escuela Ayllu - Parte 24

Texto original de la obra escrita por Elizardo Perez sobre su revolucionaria experiencia educacional para los pueblos originarios y que fue la primera en el continente americano.

Original text of the book written by Elizardo Pérez about their revolutionary educational experience for the native peoples and that it was the first one in the american continent.

Partes anteriores de este libro: 19 - 20 - 21 - 22 - 23.

5.- CUATRO PERSONALIDADES DE LA NUEVA GENERACIÓN.
Para citar algunos casos, de los muchos, en que se plasmó como viva realidad el genio de Warisata, me bastará hablar de Máximo Wañuico, Celestino Saavedra, Casimiro Flores y Máximo Miguillanes.

Wañuico llegó a la escuela a los diez años de edad aproximadamente; era el típico indiecito del ayllu, descalzo, sin otro idioma que el ayrnara, vestido con la bayeta de la tierra; como todos los niños de la pampa, ya era un experto agricultor y conocía todos los secretos inherentes al oficio. No he de hacer su biografía. Sólo quiero referirme a un aspecto de sus actividades: apenas penetrado del alfabeto castellano, se puso a imitar nada menos que a don Antonio Gonzáles Bravo, el harawico de la pampa. A los pocos años la muchachada warisateña apareció cantando una canción que no había sido escrita por el maestro, sino..., por el alumno. Se trataba de la Kusitica (La Pastorita), una versión del anhelo de la chica aymara para conocer la ciudad de La Paz. Acaso, gramaticalmente hablando -en gramática vernácula- tenga algunas fallas; pero he ahí al jovenzuelo poniéndole letra a la música autóctona, composición que desde entonces pasó a formar la pieza favorita del extenso repertorio warisateño. Se trata, ciertamente, de una canción en la que fluye la mágica ternura de la tierra, y fue escuchada por cuantos fueron a visitarnos a la escuela (era algo así como el “plato fuerte” con que querían lucirse los muchachos).

Sin embargo, quizá se piense que hacer una canción no constituye prueba alguna de carácter general; pero el caso es que Wañuico reincidió y escribió el “Illampu”, un “kullawa” (La Kusitika es un huayfio) en el que dice cómo la escuela se asemeja a la montaña, y si ésta fluye arroyuelos vivificantes y da nombre a todo ser viviente, aquella nutre los espíritus de las gentes, etc. Su estructura es mucho más sólida que la del Kusitika, las imágenes son exactas y precisas, las metáforas brillantes a la par que dulces:

Illampu pampanacana jakiri
tajpacha lakonaca sutí
warilak o condor mallcu
take toketawa kjununtí
Illampu sumawá
jankkota wilawa mistuskí.

Illampu pamparu isthasini
Takpacha samanampi phusthata
kjunu willjta jamachinaca
karkantata jachasqui larusqui
Illampu sumawa
jankko wilaru kkajasqui.

¡Toda una pieza literaria! Pues bien, como ambas canciones tuvieran extensa resonancia, Wañuico se introdujo de cabeza en el maravilloso mundo que había descubierto, y las poesías brotaron una tras otra: en 1940 llegaban a doce composiciones, todas aplicadas a melodías autóctonas.
Estimo inútil hacer consideraciones respecto a la importancia que para nuestra obra tenía esta revelación. El hecho habla por sí solo. Sin embargo, relataré lo que después le aconteció a Wañuico:

Caída nuestra escuela en manos del Consejo Nacional de Educación, Wañuico, como otros muchachos leales a la causa, fue expulsado y perseguido, no sin haber sido objeto de burlas y sarcasmos sangrientos. Una vez lo vi, y poco después también lo vio Carlos Salazar, en una esquina de la calle Illimani... convertido el dulce poeta en varita de tránsito, humillado y abatido hasta la muerte.
¡He ahí lo que hacían los gamonales del intelecto, los sórdidos jerarcas de la escuela boliviana! Para ellos, Wañuico era un indio, y corno a indio había que tratarlo, sin detenerse ni un instante a valorar las excelencias de ese espíritu tierno y delicado.

Wañuico volvió a su ayllu y se dedicó a la labranza de la tierra. Y cuando lo visitamos, veinte años después, pensando encontrar la ruina de un hombre, he aquí que se nos aparece Wañuico, para el que no había pasado el tiempo, vigoroso y alegre como antaño.. y haciendo versos. Aunque ahora carecía de público, había continuado escribiendo para sí, másculo artista que veía lo relativo de la fama y de la popularidad, y que no se cuidaba de sus seducciones. Ya tenía algo así como cuarenta poesías...

El segundo hombre de este capítulo es Celestino Saavedra.

Es un kolla nacido en Llica, en la frontera chilena, y como todos sus paisanos, conocía la mayor parte de los usos modernos: idioma castellano, vestimenta, alimentación. Llegó a Warisata después de haber prestado su servicio militar y concurrido a la campaña del Chaco; era, pues, un hombre hecho y derecho. Sólo que en Saavedra había cualidades insospechadas de lealtad, empuje e inteligencia. Se sorbió las enseñanzas con facilidad y se tituló maestro indigenista, con la misma facilidad con que años más tarde, en Pátzcuaro, México, llegó a ser el primer alumno entre varias decenas de becarios de todo el continente.
Saavedra no se “desclasó” como tantos otros; había nacido con ese temperamento típico del luchador, del hombre destinado a servir a la sociedad renunciando a toda ventaja personal. ¿Cuántas escuelas habrá edificado este menudo líder aymara? El ámbito de sus actividades abarca varias provincias occidentales del yermo altiplánico, y en todas partes Saavedra puso el sello de su valor y de su honradez para el trabajo. Fue el primer director indio que tuvimos en educación indigenal -creo haberlo dicho- y condujo al Núcleo de Llica con verdadero brillo, aplicando con la máxima eficiencia las doctrinas warisateñas.

Similar biografía tiene Casimiro Flores, al que le eran familiares todos los aspectos de la “educación fundamental”. Viajó a Estados Unidos, aprendió inglés y se nutrió de la cultura occidental con verdadera hambre de conocimientos, no para encallar, luego, en la burocracia educacional, sino para continuar luchando por el indio en su mismo medio.

El caso de Máximo Miguillanes es algo distinto, por el hecho de que no fue alumno, lo que no impide que sea asimismo un neto producto de la escuela. Este hombre fue en Llica lo que Avelino Siñani en Warisata, amalgama de valor, constancia y energía hasta el máximo grado.

Saavedra, Flores y Miguillanes fueron el trío que logró mantener vivo el espíritu en Llica, mientras en los demás núcleos todo era negado y destrozado. De ese modo se ha conservado Llica como el único que, en la actualidad, muestra en toda su potencia las virtudes aimaras, y para apreciar su extraordinario desarrollo, bastará saber que allá todo lo es el indio, desde la Subprefectura hasta el último profesorado. Me dicen que en la actualidad ese hecho persiste, y es sin duda el factor que ha permitido que la Escuela de Llica sea, hoy en día, la herencia viva, más cabal y epopéyica de nuestra infortunada Warisata.

He ahí la resurrección del indio y su incorporación a la nacionalidad; los indios de Llica son hoy ciudadanos plenamente responsables, trabajadores empeñados en mantener y defender ese lejano jirón patrio. Conviene anotar en este aspecto que los aimaras lliqueños comprendieron y llevaron a cabo la tarea de asegurar la frontera, tal como era nuestra primitiva intención, al fundar un cordón de escuelitas que eran las avanzadas de la nacionalidad. Ya he mencionado en otro lugar de este libro a la escuelita de Murmuntani, situada a un kilómetro de la frontera, creada apenas con ocho alumnos, y que hoy está en pleno florecimiento.

CAPITULO XI. LAS FUERZAS DE LA REACCIÓN FRENTE A WARISATA.
1.- EL INTELECTUAL EXTRANJERO Y NUESTRA OBRA.
Autoridades extranjeras de verdadero valor intelectual, experimentadas en cuestiones sociales, pedagógicas y de economía agraria, no escatimaron sus elogios para Warisata, considerándola como un esfuerzo afortunado y certero en la revalorización del indio. Pero nuestros connacionales, fueran latifundistas, normalistas o intelectuales, consideraron que los núcleos de educación indigenal con Warisata a la cabeza, eran un fraude y un peligro. Al frente de criterio tan estrecho, se destacan opiniones valiosísimas como las que hemos citado anteriormente, a las cuales agregaré ahora la del pedagogo peruano J. M. B. Farfán, quien realizó un viaje a Bolivia con el único objeto de conocer Warisata por el prestigio de que gozaba en su país. Después de una permanencia de veinte días en la escuela, expresa su admiración por ésta en los siguientes términos:

“La Escuela de Warisata es el tipo de la Universidad Aymara. Allí he encontrado un admirable espíritu de revalorización humana integral del indio: poetas, pintores, escultores, están entregados al trabajo más honesto y abnegado por hacer su obra... La educación del aborigen se lleva a efecto en Bolivia en notables centros de culturización. La más grata impresión que recibí fue el constatar que los niños no perdían su sentido de continuidad con el contexto ambiente. Con la natural espontaneidad iban loe niños y las niñas dueños de sus destinos y de un futuro lleno de responsabilidades. No hay atmósfera de regimentación, sino de orden, de seriedad y de respeto. Empero aquí se debe mencionar el silencioso esfuerzo de su Director Raúl Pérez, cooperado por su esposa, señora Sofía de Pérez”. (“La Calle”, 21 de mayo de 1938).

El indólogo peruano Uriel García, autor de un famoso libro titulado “El nuevo indio”, fue también de los que nos visitó en la escuela. Posteriormente me envió una emocionada carta donde decía: “Entre los resultados positivos de mi viaje por allí, uno de ellos es haber encontrado su gran escuela de Huarisata...”.

También estuvo en Warisata don José Antonio Encinas, ex-Rector de la Universidad de San Marcos de Lima, pedagogo y escritor de prestigio internacional. Este hombre, sabio e ilustre, convivió con nosotros varias semanas y dictó un curso a nuestros profesores, ya que la mayor parte de éstos no habían tenido una formación profesional. Carlos Salazar me contó una divertida anécdota acerca de Encinas: invitado una vez por el Alcalde de Achacachi -que quería dárselas de intelectual- para dar una conferencia en el Salón Municipal, allá se fue acompañado de los profesores de Warisata, los que, con el alcalde y uno o dos funcionarios, fueron el único público que tuvo el conferencista...

Encinas continuó su amistad con nosotros por mucho tiempo y fue uno de los que luchó por Warisata y por Bolivia en el Primer Congreso Interamericano Indigenista, reunido en Pátzcuaro en 1940. Esta actitud, por provenir de un hombre tan sabio como recto, es de la más grande importancia para nosotros. Y del mismo modo podríamos ofrecer numerosos testimonios brindados por una larga serie de escritores e intelectuales que conocieron Warisata; las referencias a nuestra obra se multiplicaron en revistas y publicaciones de toda América; y expresiones verbales de admiración tuvimos incontables.

Esos testimonios, de gente ponderada y entendida, valían más que toda la podre que se acumuló en contra nuestra; pero, desgraciadamente, fueron ineficaces para detener el derrumbe.

2.- CÓMO VEÍA A LA ESCUELA UN SEÑOR SECRETARIO.
Cierta vez, un profesor de Warisata fue detenido en la cárcel de Achacachi por haber ido a reclamar justicia para un indio que había sufrido un atropello. Denunciado el hecho por el Director, la Prefectura comisionó a su Secretario para que levantara el proceso informativo que correspondía.
El Secretario elevó un informe con el que creyó sin duda poner en descubierto nuestros “nefandos” propósitos, cuando en realidad lo único que logró fue revelar en toda su magnitud la mentalidad feudal altoperuana que dominaba en aquellos tiempos. Este curioso documento se publicó en “El Diario”, de La Paz, el 1º de septiembre de 1938. Vale la pena conocerlo siquiera en parte.

Las autoridades de Achacachi -dice el informe- al hacer su defensa en audiencia pública..., a la que concurrieron todas las autoridades judiciales, eclesiásticas, de instrucción (los profesores de Warisata no asistieron, E.P.) y vecindario (como se ve, no faltaba nadie) fuera de corroborar abundante prueba escrita, se ha llegado a establecer que los hechos denunciados, por atropellos y aplicación de fuertes multas a los indígenas, son completamente falsos.

Sentado este antecedente, el Secretario afirma un poco más abajo que

“…es naturalmente razonable que las autoridades de Achacachi, en las demandas administrativas de amparo, resuelvan en contra de los indígenas de hacienda, ya que sus tierras, según escrituras, están vendidas legalmente a los poseedores de Haciendas. Cuando por estos fallos, son objeto de arrestos y multa, según la Ley Reglamentaria de Policías, los profesores de Warisata califican de parciales e injustas.
Las autoridades y vecindario al contrario, han protestado por la propaganda subversiva y absorcionista (sic) que hacen los profesores de Warisata calificándola de un pequeño Comisariato Soviético... Que las autoridades educacionales de Warisata, sin que tengan competencia para ello, absorben funciones administrativas, en una palabra consideran que únicamente la Escuela es la que debe y puede resolver las controversias de indígenas, puesto que ocurrir a las autoridades legalmente constituidas, no es sino perder el tiempo y obtener atropellos e injurias por el fallo favorable al blanco o patrón.
He llegado a la conclusión, aunque doloroso es decirlo, que los profesores de Warisata se apartan completamente de la misión a que están llamados, o sea la de educar al indio, para hacer de él un individuo útil a la sociedad... No es raro que en la Escuela de Warisata y núcleos de su dependencia, se obliga a los indígenas a usar gorros colorados y se les recalque la idea de que las tierras deben ser revertidas a ellos... En los consejos de Amautas, según declaración del preceptor Loayza (Luis) de la Escuela Normal de Santiago de Huata, no hacen sino en todos ellos, pensar en la reacción enérgica que deben adoptar contra las injusticias que a diario son objeto de parte de los patrones y autoridades. La escuela de Warisata debe, pues, ajustarse a la función a que está llamada, cual es de hacer del indio un elemento productor y consumidor, sacándolo del estado de abyección... en que se encuentra..., pues sería un absurdo establecer que los gamonales, curas, etc., ante las prédicas de la Escuela Indigenal, no tomen represalias con los indios..., los propietarios y mayordomos, son enemigos de la Escuela de Warisata, no por la educación que reciben los indígenas, sino por las ideas subversivas de que son imbuidos y ser el refugio de los colonos perturbadores del orden.
Es necesario -continúa diciendo el Secretario- en resguardo del orden público, poner reparos serios en Warisata, y obligar a los profesores que circunscriban su función a la actividad educacional, sin que puedan abocarse funciones de ninguna índole (Rafael Reyeros repetiría estas frasee casi al pie de la letra, ya en su calidad de interventor de Educación Indigenal, en 1940).

Por último,

...las autoridades superiores deben dictar medidas radicales a fin de salvar a las Escuelas Indígenas, pues al presente están amenazadas por la justa reacción de los propietarios y vecinos que no cesan de protestar por las ideas de redención violento que se inculca a los indios. Debo hacer presente que ciertos mayordomos han ultrajado a algunos indígenas, y estos casos no pasan de dos o tres, pero estas medidas se deben a que los indígenas se niegan a cumplir con sus obligaciones de Hacienda y se creen obligados a Warisata.

3.- CÓMO VEÍA A LA ESCUELA UN PERIODISTA URUGUAYO.
Veamos, por contraste, lo que pensaba acerca de la función de la escuela indígena el uruguayo Lepanto García Fernández, periodista de jerarquía internacional, que había visitado Warisata precisamente cuando los ataques recrudecían en forma de despojos, flagelamientos, cárceles, multas y todos los medios conocidos de intimidación, a pesar de lo cual nuestras actividades se desarrollaban normalmente. García Fernández publicó sus impresiones en “La Calle” el 12 de junio de 1938.

En esta escuela modelo -dice- existe una comisión de sanidad, compuesta por un preparado equipo de jóvenes alumnos dirigidos por un experto profesional sanitario de la misma escuela, donde regularmente efectúan visitas semanales a los numerosos hogares de los indígenas, atendiendo con idoneidad a los enfermos y proporcionando con regularidad normas de higiene social.
La dirección de la escuela está controlada por los amautas e intervienen los padres de los niños; cuyos intereses primordiales, radican a elevar el nivel de la población para liquidar el analfabetismo debido a que están constantemente amenazados por los latifundistas en todo su perímetro; pues aún existiendo todas estas dificultades los alumnos se reúnen a discutir la planificación de sus trabajos y estudios cada semana. Los sábados discuten sus problemas en asamblea los amautas, que son las autoridades escolares.
El lunes, la integridad del gobierno de la escuela está representada así: amautas, alumnos y profesores. Los profesores actúan sólo en calidad de asesores o consejeros. En las reuniones los amautas exteriorizan con autocríticas los trabajos que deben realizarse durante cada semana en la que presentan proyectos, exponen quejas, etc. El gobierno autónomo de la escuela está compuesto por una amplia directiva de diez comisiones: Secretario de Gobierno, de relaciones, de hacienda, de construcciones, de justicia, de agricultura, de higiene y edificaciones, de industria, de estudio de expropiaciones, de educación y de deportes. Estas comisiones se reúnen disciplinadamente a objeto de reformar, de ampliar y considerar las labores realizadas... La composición del núcleo indigenal sustenta en todas sus formas el principio de la coeducación infantil. Se compone según la nueva pedagogía conocida por los métodos siguientes: de un kidergarten, de cursos elementales, de un curso preparatorio profesional y de la sección normal mixta. Esta reciente creación pedagógica conduce a que el trabajo quede repartido entre las aulas, los talleres y el campo, convirtiéndose en la verdadera escuela agrícola, en la simplificada escuela rural; de tal manera que el alumno toma una instrucción de acuerdo a sus inclinaciones y a una determinada especialización en concordancia a que desarrolle su capacidad mental en el sentido de las disciplinas pedagógicas que ejercitan sus actividades manuales, industriales y culturales.
Actualmente se trabaja con la máxima intensidad el pabellón denominado México, que es en realidad un palacio con escalinatas y columnas de piedra rosada. Aquí se ubicarán todos los importantes talleres de la escuela.
No puedo negar que la escuela indigenal de Warisata ha dejado marcada en mi mente una profunda impresión por el espíritu activo, trabajador, disciplinado y enérgico que es una condición genérica de la raza aymara que en aquél campo de experimentación socialista, demuestra una labor efectiva y de conciencia que desarrolla con criterio pedagógico el director Raúl Pérez. He participado con viva emoción de una asamblea de Amautas.

Además, García Fernández relata todas las múltiples actividades de la escuela: internados, comedores, aulas, talleres, industrias, actividades agrarias, constructivas, cooperativa, etc.

4.- CÓMO VEÍAN A LA ESCUELA DIPUTADOS ORIENTALES Y ESTUDIANTES.
En junio de 1938 toda la representación camaral del Beni y Santa Cruz viajó a Warisata para comprobar los hechos personalmente. Los resultados de su visita se pueden apreciar en todos los periódicos de La Paz, de fecha 21 de ese mes, donde con mucho aparato de propaganda y a grandes titulares se informó respecto a tal experiencia. Copiamos algo de lo que decía “La Noche”:

Inaugurado el acto (la reunión del Parlamento Amauta) el director de la escuela usó de la palabra cediéndola luego al amauta Avelino Siñani, viejo luchador de la causa indígena. Expresó éste que la escuela es el hogar de los indios, su refugio y su esperanza; que con sacrificio habían construido Warisata y la cual es verdaderamente una gran escuela, debido al esfuerzo creador de ella don Elizardo Pérez
Contestó el diputado por el Beni señor Rioja Aponte, cuya palabra ante la reunión de indios profundamente inquietados por su escuela, dejó constancia del sentimiento que en su ánimo y en el de sus colegas, había despertado Warisata. Después de escuchar a otros amautas que hicieron constar la fe de los indios por la obra de su recuperación, y que expresaron también las dificultades, obstáculos y sufrimientos que deben sobre llevar por la oposición sistemática de los latifundistas, habló el doctor Mario Ortiz, representante por Santa Cruz, quien hizo constar la profunda emoción que recibían al visitar Warisata. “Creímos -dijo- encontrar una escuela como todas las del país, y nos hallamos que ésta es una obra que llega al corazón, una obra grande donde sobra la vida”.

En otra oportunidad fueron a Warisata los estudiantes del quinto año de la Facultad de Derecho de la Universidad de La Paz. Fue para todos ellos una experiencia imponderable y decidieron ayudar en lo que fuera posible. Fruto de esa visita fueron varios artículos que publicaron en la prensa local. Entre los visitantes en cuestión, se hallaban Luis Taborga, Antonio Sevilla y otros. “Objetivamente pude apreciar la organización y fines de la escuela indigenal -dice uno de ellos, Juan José Vidaurre, en artículo publicado en “La Calle”-: “el campesinado vivía con la sonrisa en los labios, trabajaba y rendía mucho más que cualquiera, sin sentir la menor fatiga; para él, cada día era una nueva etapa de superación... su gobierno funcionaba en la forma democrática más perfecta...”.

5.- LA ACTITUD DE LOS GAMONALES.
La lucha estaba planteada en todos los terrenos. El gamonalismo achacacheño, estimulado por la parcialidad del informe prefectural, emprendió nueva ofensiva contra los indios de Warisata preparándose a la ejecución de medidas de violencia, entre las cuales la más efectiva consistía en el “lanzamiento” de quienes colaboraban a la escuela. El “lanzamiento”, según hemos dicho, consiste en arrojar a los indios de sus tierras como resultado de las conocidas tácticas leguleyescas de los gamonales.
Pues bien, el Director de Warisata supo que el Subprefecto de Achacachi había notificado a varios de nuestros indios, que serían “lanzados” el día 22 de julio. Gestiones rápidas lograron que el Ministerio de Gobierno requiriera al Fiscal de Distrito su intervención inmediata para impedir tal atentado. El Fiscal telegrafió al Subprefecto conminándole a prestar amparo a los indios amenazados. Piro a pesar de todo esto, el lanzamiento se produjo en el día señalado.
La perpetración de este atropello fue censurada por todos los diarios de La Paz. Hasta “La Razón”, que tanto nos combatía y seguiría haciéndolo, en esta ocasión no pudo menos que solidarizarse con la protesta general, manifestando el 24 de julio que “se impone una enérgica sanción contra todos los culpables, la destitución inmediata de las autoridades comprometidas y la concesión de garantías eficaces en favor de los indios y de sus escuelas...”, “... ha de plantearse una situación que no puede diferirse más tiempo, y ella no es otra que saber cómo el gobierno reaccionará ante la barbarie de algunos hacendados de Achacachi...”.
Ante la gravedad de los hechos consumados, el Ministro de Gobierno ordenó al Fiscal de Distrito, Dr. Julio Calderón, que levantara una información sobre el despojo sufrido. Los indígenas perjudicados eran los de la familia Cruz, que habían quedado en completo desamparo.
No sé qué influencias poderosas se moverían, pero el caso es que cuando el Fiscal, acompañado de personal de su oficina, de un delegado del Departamento de Propaganda y del Director de Educación Indigenal, se dirigía a Warisata, recibió orden de volver estando a cinco kilómetros de “El Alto” de La Paz.
“El Diario” de 30 de julio dio la noticia de este hecho, de suyo grave, con el título siguiente:

Se ha impedido ayer que el Fiscal de Distrito compruebe nuevo crimen cometido en Warisata.

Yo tuve que seguir el viaje a Warisata con el Delegado del Departamento de Propaganda. Llegados a la escuela, fuimos informados de otro atentado incalificable: un mayordomo había propinado una brutal paliza al anciano Leoncio Cruz, de 66 años, por el hecho de haberse resistido a abandonar su sayaña. En el acto organizamos una comisión que se trasladó al lugar del suceso para auxiliar a la víctima, la cual yacía en su choza y habría perdido la vida a no ser nuestra oportuna intervención.
Así iban multiplicándose los ataques, sin permitirnos un solo día de tranquilidad. Conste que estos casos que relato son únicamente aquellos de que se hizo eco la prensa; pero los pequeños incidentes, los denuestos, las multas, las detenciones y los atracos menudeaban, y no obstante el indio continuaba ayudando a la escuela, único bastión donde se sabía defendido. Las persecuciones llegaron a afectar a los mismos alumnos y maestros. Era una ofensiva general contra la cual poco podíamos hacer.

“La Razón”, el órgano del magnate estañífero Aramayo, a los cinco días de haber protestado por el “lanzamiento” de los indígenas, esto es, el 31 de julio, publicó un editorial enteramente contrario, atribuyéndonos la comisión de muchos delitos. Según eso, éramos “un centro de subversión”, “una célula de levantamiento social”, ya que “desde el momento en que ampara el derecho de los indios ya es un arma comunista erguida contra el principio de propiedad que desde épocas inmemoriales poseen sobre las tierras americanas los latifundistas de estirpe colonial” (subrayados míos, E.P.).
Como se ve, los terratenientes tenían tal poder para trastrocar la verdad, que ahora se sentían dueños “desde tiempos inmemoriales” de las tierras usurpadas a los indios.

6.- EL DÍA DEL INDIO Y LA SOCIEDAD RURAL BOLIVIANA.
Con el 2 de agosto se cumplía el séptimo aniversario de la fundación de Warisata, fecha que, como se recordará, fue instituida como “Día del Indio” por el Presidente Busch. Era ya tradicional esa celebración, pero este año adquirió singular brillo. Los diferentes números del programa fueron vistos y escuchados por muchas personalidades, como lo decía “La Noche” del 3 de agosto en un artículo titulado: “Treinta personalidades de esta ciudad se trasladaron ayer a Warisata, entre otros los Ministros de México, España y el Ministro de Educación”. Todas estas personas podían atestiguar la índole de los festejos y desmentir a nuestros enemigos.

Los números salientes del programa fueron la concentración de más de treinta mil indígenas, impresionante multitud cuyo sólo número, sin duda, llenó de pavor a los gamonales. Hubo un desfile general de alumnos de la escuela central y de las elementales, que en tal ocasión venían desde sus ayllus, muchos de ellos viajando desde lejanos puntos. La jornada la hacían a pie, entusiastas como siempre, llenándose los caminos con muchachos vestidos de uniforme (chamarra teñida con nogal, pantalón blanco y chullu (gorro) los niños; y blusa azul y pollera roja, las mujercitas; este uniforme fue creación del alumno Pedro Miranda) al son de canciones y portando banderas, y cada escuela trayendo sus respectivas provisiones. Llegaban además bandas de músicos de todas partes. Había números de danza, competencias deportivas entre las escuelas y, como culminación, un gran Parlamento Amauta al que concurrían todos los visitantes. En varias oportunidades tuvimos la presencia de Ministros y aún Presidentes de la República.

Era, a no dudarlo, un espectáculo grandioso y confortante, menos para el gamonal que permanecía vigilante y al acecho.

La prueba es que el 5 de agosto, el Presidente de la Sociedad Rural Boliviana publicó en “La Razón” un brulote de gran calibre, perdiendo los estribos de tal manera que hasta se permitió calumniar a personas que nada tenían que ver con educación indigenal ni urbana; tal el caso de mi hermano Arturo, víctima de innobles acusaciones de aquél personaje.
El documento en cuestión revela, a través de sus amenazas, un miedo cerval por la educación del indio; el terrateniente veía en las auroras de Warisata la terminación de su omnipotente dominio económico y social, y no le faltaba razón: la escuela indigenal implicaba la liquidación del feudalismo y todo su cortejo de miseria, opresión e incultura. Por eso se desataba en una explosión de furia, profiriendo denuestos a más y mejor. Según ello, mis hermanos y yo éramos “falsos profetas” y sobre todo “mercaderes” y cosas por el estilo.
“La Calle”, el diario de Armando Arce que en toda ocasión nos defendió, también esta vez salió al frente de la Sociedad Rural.

La escuela -decía- no es sólo un aula destinada a repetir la letra sino destinada a dirigir el espíritu de la letra, a aplicar sus relaciones en beneficio del grupo social. La escuela indigenal tiene que ver que a los indios no se les robe, no se les explote, no se los envilezca so capa de que así se ha hecho “desde tiempos inmemoriales”; y como si estas razones de orden ético y especulativo no bastaran, la escuela indigenal boliviana tiene el deber de nutrir el cerebro del indio del concepto de sus derechos ciudadanos, a fin de que en lo sucesivo no siga siendo el pongo miserable retenido en el umbral de la República como una momia del pasado de esclavitud que heredamos de nuestros abuelos, los garratierras españoles; pues ellos -los indios- son los auténticos y verdaderos propietarios, jurídica y socialmente, de la tierra; y es deber nuestro darles las armas que requieran para que se pongan en marcha, para que se superen y constituyan en elemento vivo, activo, enérgico, de la vida nacional, y no sólo “pongos” de los “ñitos” como hasta hoy. Y si en este intento es preciso cortar las uñas del gamonalismo ignorante y retardatario -excluimos de este juicio al propietario progresista y moderno- el Estado no debe esperar a hacerlo, porque su deber no es contemplar arrobado la riqueza paupérrima -válganos la paradoja- de estos ricachones sin imaginación ni técnica, sino labrar la grandeza del país, pese a quien pese, cueste lo que cueste. Pero el señor N. N. -continúa diciendo “La Calle”- localiza en un plano sui géneris la elucidación del problema... sus palabras... en el fondo encierran un amargo resentimiento, resentimiento morboso en el sentido que Schiller dio a esta palabra.
Elizardo Pérez llegó joven y vigoroso a Warisata; se soterró en el ayllu, vivió la vida miserable del indio, trabajó con él día y noche, soportando las amenazas de muerte del gamonalismo, su boycot, y como el Estado no reconocía para su obra -sueldos y construcciones- sino unos cinco mil bolivianos, invirtió sus economías y en tres meses levantó un palacio en la pampa. ¿Qué el Estado ha invertido mucho dinero allí? Falso. Warisata está avaluada en un millón de pesos bolivianos; el Estado no ha sufragado más de cincuenta mil. El resto lo han puesto ese “mercader’ y “falso apóstol” y los indios.
He aquí que los gamonales están sanos, ricos y gordos, y el profesor Pérez enfermo, pobre y flaco. ¿Quiénes son los mercaderes entonces?
Se achacará a pasión la defensa que hacemos de este hombre y de sus hermanos. Bien. Es pasión por la belleza que irradian las vidas entregadas al ideal y al sacrificio. Si el señor N. N. analizando su conciencia encuentra que es un apóstol como Pérez, que lo diga; pero si por defender con menguada dialéctica su derecho de propiedad quiere hundir el porvenir del país, honradamente debe abandonar un plano donde sólo campea de su lado un interés putrescible: su hacienda!

Continuará...

Fuente: Elizardo Pérez, "Warisata - La Escuela Ayllu", Editorial Burillo, La Paz - Bolivia, 1962.

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