lunes, 30 de septiembre de 2013

Warisata la Escuela Ayllu - Parte 34

Texto original de la obra escrita por Elizardo Perez sobre su revolucionaria experiencia educacional para los pueblos originarios y que fue la primera en el continente americano.

Original text of the book written by Elizardo Pérez about their revolutionary educational experience for the native peoples and that it was the first one in the american continent.

Partes anteriores de este libro: 29 - 30 - 31 - 32 - 33.

IRRADIACIÓN BOLIVIANISTA.
Tal manera de entender las cosas no ha sido captada por los detractores de nuestra obra, quienes con una pedantería propia de la ignorancia se burlaron del amauta, e inclusive desconocieron su esfuerzo consciente y patriótico aún allí donde se alzaba su escuela y acudía a la defensa del solar patrio cuando las fronteras fueron amenazadas por el invasor. Para quienes dudan de la eficacia de esta institución, conviene decir que el Parlamento de Amautas de Warisata, durante la guerra del Chaco, reunió productos para el ejército y los envió al Estado Mayor, reunió a sus hombres jóvenes y los envió a las trincheras, y es que de esta manera daba a la escuela la representación social de una colectividad que en otras manifestaciones nacionales no existe.

Veamos pues que el núcleo de irradiación escolar indígena es esencialmente boliviano, profundamente tradicionalista en cuanto se refiere a los factores del espíritu nacional; que busca expresión boliviana a la vida y que trata de que los indios no aprendan de los karas a sentir la patria sino que sean ellos los que enseñen a comprenderla, sentirla, amarla y defenderla, por lo mismo que son ellos quienes la han heredado en el espíritu y en la carne.
Un día decía yo a los viejos amautas en momentos de descanso cuando en las florestas de Sorata derribábamos árboles para nuestras construcciones:
-Ustedes tienen que ser tan dignos por la conducta como por el esfuerzo, como fueron nuestros antepasados.

PROFESIÓN DE APOSTOLADO.
La profesión del magisterio en las escuelas indigenales tiene que ser una profesión de apostolado. El maestro que no lo sabe, no debe ir al campo.
Y, como el mejor conocimiento es el que viene de los hechos, yo creo que un maestro ha dado la tónica en este concepto. Es el profesor Enrique Quintela, normalista, y su señora esposa, que se establecieron en el centro de una población guaraní en la región del Alto Parapetí; y realizaron una obra abnegadísima que estaba en todo momento más allá de sus obligaciones. La esposa del apóstol visitaba las chozas de los indios, para confortarlos en el empeño de prosperar y culturizarse. El esposo construía la escuela -siempre un palacio- una obra grande, desde su volumen hasta su significación y la construía con los indios, mientras la señora hacía de ángel tutelar de esa sociedad naciente. Vino la epidemia. Cayeron contagiados los esposos Quintela. La señora se mantenía en pie y proseguía repartiendo medicinas, luchando contra la muerte y el hambre que hacía víctimas diariamente.
Una mañana, ya casi vencidos, arrastró a su esposo, privado de la vista por efecto de la enfermedad, hasta el camino y lo puso sobre una carreta, rumbo a Santa Cruz. Eran dos enfermos en estado casi agónico. Dejaban su puesto sólo ante el peligro de la muerte. Curaron, por felicidad, y volvieron al teatro de sus luchas. No luchas contra la selva y el salvaje, luchas contra la incomprensión del inevitable Consejo Nacional de Educación que finalmente acabó por vencer esa voluntad apostólica.

Los esposos Quintela se hallan hoy fuera de la instrucción, llenos de pesadumbre y amargura.

Estructurada la escuela en la entraña del mundo indígena, no para negar ese mundo sino para organizarlo, se desprende que las tareas del maestro no son las del simple rábula del pedagogismo. No. El maestro de indios tiene que estar saturado de espíritu apostólico, ser una proyección de los más altos ideales de nacionalidad, conocer que la suya es una misión histórica y no una manera de obtener los centavos que forman el espíritu del burócrata, ir al campo a luchar, a trabajar y crear una patria. Quienes fueron allí donde nosotros trabajábamos desde el amanecer, hiciese buen tiempo o frío bravo, y quisieron regalías, fracasaron estrepitosamente. Fueron algunos pobres de espíritu que desertaron para formar después la trailla de lebreles que ladran en nuestro camino.

El profesor Anacleto Zeballos salió del claustro de Warisata una tarde cortado por el hielo a morir en el camino; el pintor Illanes, alma de niño, trabajó con devoción de místico en los murales de la escuela, sin exigir nunca prebenda alguna, por un sueldo mísero de maestro. Antes de morir en las trincheras del Chaco el profesor Zavaleta escribía al que habla, en una carta que revela la fuerza de un noble corazón; toda ella es un llamado a los ideales de Warisata. En fin, así como Cristo esperó que los pastores de almas acudieran de todos los puntos del planeta, la obra del indio veía que de todas partes llegaban quienes comprenderían su destino y ponían su esfuerzo para empujarlo. No era un ofrecimiento de placeres sino de sobriedad, no era para regalarse el cuerpo sino para martirizarlo. El maestro para demostrar al indio que la escuela era su punto de apoyo de defensa, fue preciso que éste viera que el profesor era un trabajador incesante como él.

El auténtico profesor de Warisata sabe que la retórica de la palabra, la cartilla y el silabario son bien poca cosa si antes no se va a remover la raíz psicológica del alumno y que si hay que enseñarle letras al indio, sobre todo hay que enseñarle a reencontrarse; porque es preciso saber que el indio es un extraviado en su propio pueblo; su mentalidad y su espíritu se han perdido en la esclavitud. La escuela yendo a su hogar humilde y primitivo, trabajando con él la gleba, protegiéndolo de sus explotadores, asistiendo a sus cultos tradicionales y ennobleciéndolos debe enseñarle que el único camino de encontrase es crear una patria noble y grande capaz de recibirlo como a hijo y no como a esclavo.

Si a mí me pidiera definir lo que el filósofo llama la entelequia, yo respondería como el Inka: ama súa, ama hulla, ama kella.

El maestro indigenal tiene que ser lo representativo de la nacionalidad boliviana; poseer el orgullo de su historia y la ciencia de su porvenir. Ser, ante todo, no un burócrata prendido del presupuesto, sino un trabajador apto para levantar escuelas y construir una pirámide; no ser un intelectual libresco sino un gañán dispuesto a labrar la tierra; no un politiquero sin honor, sino un patriota de romántica inspiración. Echado en la soledad de las pampas, o las florestas, en las punas o en los valles alejados de centros de corrupción colonial, que son las aldeas y cantones, el profesor indigenal tiene que ser apóstol de una Bolivia nueva, o no es nada.

SISTEMA CELULAR.
Hemos procedido biológicamente como procede la energía vital en el organismo, y aún creo poder decir a ustedes que en tal manera nuestra organización afecta las condiciones del organismo biológico, que es muy posible que cuando los núcleos hayan muerto asesinados por un reaccionarismo descabellado, quedarán vivas algunas escuelitas prendidas en los riscos o perdidas en la floresta, como cuando el individuo muere y pierde el control de sus centros sensoriales pero los electrones y protones que formaron su personalidad siguen viviendo y hasta es posible que sigan pensando.
Nuestra organización ha querido también imitar en esto a la naturaleza, antes que a los libros de la Europa intelectualizada. Por eso es que hombres como Tannembaum, profesor de toda pedagogía, pueden cuando ven nuestra obra decirnos: esto es original, esto no se ha hecho en ninguna parte del mundo. Es decir, esto es Boliviano.

EL INTERNADO CAMPESINO.
Esquemáticamente, la escuela es un núcleo plantado en un centro de producción, que es unitario o mixto, como puede ser agrícola-ganadero o simplemente agrícola. La matriz es el eje del núcleo; es un palacio que reemplaza -sin que pretenda excluirla- a la capilla; es una capilla de estudios y trabajo que se levanta desde los cimientos por la colaboración del Gobierno y de la colectividad.
Ya he demostrado cuáles son los métodos de este trabajo. Esta matriz es un palacio, como con sarcasmo la denominan los necios de la burocracia educacional. Tiene un internado, no, empero, de tipo medieval, sino un internado de tipo boliviano; es el internado del ayllu, de la jatha, pues para crearlo yo no me propuse como ejemplo la Universidad de Pavía ni el Convento Asiático, sino la sensación de familia que ofrece la colectividad indígena en su medio social y en vez de cerrar el internado lo abrí. No hice sino trasladar niños a los dormitorios de la escuela, dejar abiertas las puertas del internado y hacer que los propios padres vigilaran la vida de sus hijos. Ellos sabían que los niños, por estos procedimientos, serían más cultos y hábiles que sus padres. Y en este internado se han dado casos de que el padre viniera a dormir con su hijo, porque al visitarlo quería comprobar qué funciones cumplía antes de dormir. Cuando en el Congreso de Pátzcuaro los representantes norteamericanos y mexicanos sostuvieron la tesis de que los internados habían fracasado, hice ver que fue porque se propusieron sistemas artificiales y exóticos y que en Bolivia se propuso el modelo de la naturaleza.

DEFICIENCIAS DEL CRECIMIENTO.
Pero por ventura, señores: ¿era perfecta esta organización? No. En ningún momento hemos llegado a la perfección. Cada día se revelaban nuevas deficiencias que corregir, nuevos errores que enmendar. Jamás pretendimos haber arribado a lo perfecto y habría sido ingenuo suponerlo; una obra que no responde al dogmatismo de una escuela determinada, que tiene como elemento magistral la vida y sus múltiples y cambiantes perspectivas no podía hacerse perfecta de la noche a la mañana.
La cocina de la escuela a mí nunca me satisfizo. Tenía el Director que comer solo. Los profesores aparte. No se podía romper el prejuicio. Pero, cuando ví al profesor Carlos Salazar en el comedor, con sus alumnos, servirse la misma comida, comprendía que íbamos ascendiendo. Y no me satisfacía la comida porque el presupuesto que para dar de comer a nuestros niños poseíamos era pobrísimo. Hoy es diferente.
Y esa pobreza nos obligaba a miles de abstenciones.
Los maestros no operaban con desenfado, resquemores prejuiciosos no los dejaban moverse como pioneros, y sin embargo, un intelectual no se resistió inclusive a cargar adobes. Es un talentoso escritor joven que hoy día comprende, talvez mejor que entonces, cuán alta y noble era para el mismo maestro, la enseñanza de la escuela.
La Dirección de Educación Indigenal, a cargo del profesor Juvenal Mariaca, normalista de los más distinguidos que egresaron de Sucre me pedía presentar planes y programas y yo en respuesta me negué a ello. ¿Planes de qué? Estábamos creando una vida nueva, y planes para una acción futura podríamos ofrecerlos solamente después de los ensayos y las experiencias. A eso había ido yo a Warisata. Y si algo debía marcar nuestra actividad era el conocimiento de la vida indígena y sus necesidades a fuerza de superación y creación febriles. Así la obra alcanzó un desarrollo que ya podía ofrecerse como ejemplo para semejantes intentos.

PROYECCIÓN DE LA ESCUELA MATRIZ.
La escuela matriz se proyectó no solamente en cuanto a sus métodos de levantamiento material, sino que todo su bagaje de reivindicación indigenista y su espíritu de esfuerzo y austeridad fue a germinar con alegría en cada una de las escuelas seccionales. Estas adoptarían las mismas características de la escuela madre, pero generalmente constituirían el alma del ayllu o comunidad; pues el hogar indio reunido alrededor de esta célula habría visto dignificada su existencia; pues la unidad comunal o política en la que se agrupa la colectividad indígena aparece desde entonces representada por la escuela.
La matriz recibe delegaciones de internos de todas las seccionales, y sus talleres trabajan para todas ellas. Sus alumnos de cursos superiores, visitan constantemente una y otra seccional, no sólo para establecer relaciones sociales de cordial vecindad, sino para colaborar en efectivo. Así cuando la seccional de Cheje se techaba, asistieron más de veinte alumnos con sus maestros de Warisata a realizar esta operación. Por entonces algunos periodistas paceños se encontraban presentes.
Tal el sistema de colaboración mutua, pues la seccional, a su vez, se preocupa por ofrecer materias primas imprescindibles para el trabajo de la central, estuco, unas veces, paja otras y trabajo personal las más.

ESCUELA ANTIRRACISTA.
De aquí se desprende un tema que conviene no perderlo de vista: ¿Debe el núcleo, compuesto de la matriz y sus seccionales, estar constituido por un grupo de unidad antropológica? No. Respondemos enfáticamente.
No hay razas en la tierra y menos puede haberla en nuestra América, a menos que juzgue convencionalmente. El grupo idiomático no constituye una raza. Así en las zonas de intersección aimara y quechua, por ejemplo, tenemos frente a frente dos ayllus pertenecientes a los dos grupos.
¿Deberá la escuela separar aimaras y quechuas e inventar diferentes enseñanzas para unos y otros? También respondemos que no.
Quienes sostienen esto son racistas, los que en su afán de charlatanismo creen que debe hacerse tres grupos, con sus núcleos respectivos: uno para quechuas, otro para aimaras y otro para selvícolas. El selvicola es un término geográfico. Quechua y aimara no es racial, es idiomático. El error parte de Rusia. Se ha imitado en México con resultados negativos. Nosotros no queremos, y a este fin nuestro esfuerzo ha tendido desde un comienzo, formar repúblicas idiomáticas de aimaras y quechuas, sino la república de Bolivia, fundida en la unidad de la cultura terrígena heredada de nuestros antepasados.
Lo ideal sería que todos los bolivianos hablemos español, quechua y aimara, porque tales, son, en realidad los idiomas nacionales. Negar lo español sería tan necio como negar lo aimara o lo quechua en la formación de la conciencia o la mentalidad nacional. Nuestra escuela es pues bilingüe; y lo es porque los idiomas maternos no deben desaparecer, con el objeto de que concurran a ese gran proceso de interpretación idiomática, que dará con el tiempo un idioma estrictamente boliviano, así como el inglés que siendo de origen sajón y de influencia latina, es hoy un idioma original.

No hacemos pues, en la tarea educativa, diferencia de razas ni de idiomas. Tratamos de crear un tipo boliviano y a ese fin concurren nuestros esfuerzos, tanto es así -y esto es frecuente- que si en el sistema de acción o influencia del núcleo hay niños blancos que hablan o no español, tales niños tienen la escuela para ellos en su calidad de bolivianos, como cualquier niño campesino.

NUESTRA INFLUENCIA EN LA AMÉRICA.
Tal es, señores, a grandes rasgos, lo que nos propusimos al crear la actividad educacional de Warisata, que cuando ha irradiado a todo el territorio nacional, habiendo establecido sus puntos de influencia en el Beni, Santa Cruz, Tarija, Cochabamba, Chuquisaca, Potosí, Oruro, etc., ha sufrido una inesperada acometida de elementos neutros para la acción educacional del país, o de intelectuales que no buscan sino medios de medrar a la sombra de cualquier espectáculo teatral.

Nuestra lucha ha sido denodada. Fuimos ambiciosos. Una vez plantada la acción sobre nuestro país, quisimos proyectarla al Continente. Y dimos origen al Primer Congreso Interamericano de Indigenistas, que debió realizarse en esta ciudad. Quienes tienen ambiciones y odios superiores a todo ideal y a todo sentimiento patriótico, y sólo por inferir un daño personal, privaron a Bolivia de constituir el epicentro de esta irradiación cultural; y el Congreso, como ustedes saben, tuvo que llevarse a cabo, y felizmente por cierto, en México, a donde todavía, esos espíritus malignos hicieron llegar su odio, decretando en mi ausencia, sin proceso ni documentos fehacientes, la calidad delictuosa de nuestra obra.

Llegará un día, señores, en que el pueblo boliviano pida cuentas a los responsables de este crimen contra la nacionalidad. Nosotros ya nada tendremos que hacer con la Educación. No fuimos de los normalistas presupuestívoros, sino de aquellos que honran y se unen a los hombres de trabajo, porque tales nos consideramos. Para ir a Warisata, dejamos nuestras actividades agrícolas, eminentemente lucrativas, y ahora estamos en la absoluta pobreza. Pero sabemos que hemos cumplido con nuestro deber y esto nos hasta por ahora.

ACUSO A LOS RESPONSABLES.
Desde este alto sitial que me brinda el primer instituto universitario de la patria, ante la historia y ante el pueblo boliviano declaro que cumplí mi deber, que lo cumplí con abnegación y sacrificio, sin escatimar mi salud ni mi bolsa. Asimismo declaro que este ensayo de pedagogía nacional ha sido destruido; acuso de este crimen al ex-Ministro de Educación, don Aniceto Solares, al actual Ministro, don Gustavo Adolfo Otero, que nos honra con su presencia, personajes en quienes se apoyó un elemento negativo, que es el destructor de la Escuela Normal de Sucre, don Vicente Donoso Torres, asistido, además, por Rafael Reyeros y otros en cuyas manos se puso el gobierno de las escuelas que ellos no crearon ni habían comprendido nunca, y, finalmente, para escarnio de la más elemental justicia, se puso también en sus manos la balanza con que había de pesarse el esfuerzo de esta dolorosa creación, privando al que habla y a los suyos de todo instrumento de defensa.

Desde el extranjero voces de caudalosa autoridad, desde las entrañas del pueblo alaridos de angustia, desde la prensa que nobilísimamente tomó a su cargo la defensa de los indios, de todas partes de la opinión partieron voces de reclamo, tratando de que las autoridades se convencieran del grave crimen que se cometía y en todos los medios de comunicación humana se pretendió abrir los oídos al sordo, los ojos al ciego, el entendimiento al necio; pero nadie quiso oímos, ni vernos ni entendemos.

Hemos tocado la puerta de la patria con la piedra de toque de la angustia, y la puerta se hallaba tapiada, imposible de que los que detrás de ella estaban, pudieran oírnos. Dos millones y medio de indios claman ahora la justicia.

Cuando el corazón de los hombres se endurece -dice el Evangelio-, hasta el Padre, que es la suma bondad, se resuelve a precipitarlo todo en el vacío y la muerte. Los que tienen oídos no oyen, los que tienen vista no ven, los que tienen entendimiento no entienden.

A los pueblos cuando les toca horas de liquidación por culpa de sus malos hijos, también se les cierra los oídos, la vista y el entendimiento; y esa es señal, señores, de graves crisis, y hasta de disolución. Nuestro deber es pues poner remedio a tanto mal. Si no tenemos el valor civil de señalar este crimen ante los pueblos, nosotros también seremos tan responsables como aquellos que han logrado el mal para la patria; porque el edificio nacional está corroído de ambiciones subalternas, de odios y de amargura tan profunda que sólo parece que los bolivianos quisiéramos desaparecer destrozándonos los unos a los otros.

Mientras tanto pongamos todavía pasión en el trabajo y sigamos esperando en que la luz de nuestras experiencias dolorosas y del conocimiento de nuestra bolivianidad ilumine el camino de una patria dignificada por el esfuerzo.

WARISATA
LIBRO DE APOSTOLADO LAICO
Por Eduardo Arze Loureiro

“Warisata” es un libro que documenta una realización histórica y una pasión creadora. No es solamente la historia de una institución indigenal martirizada sino un drama rural que rebasó los límites locales para proyectarse en el espacio y en el tiempo como una doctrina revolucionaria.
El Núcleo Escolar, gestado en la entraña social de la comunidad indígena por inspiración de un apóstol laico, vino a ser especie nueva con vida propia, igual que el árbol que es un producto vital de su ambiente. Es una institución moderna con raíces que penetran profundamente en la cultura rural latinoamericana para extraer de ella sus elementos constitutivos. Su calidad está certificada por su expansión a lo largo de América Latina. En la fecha en que escribo este comentario se cuenta núcleos escolares en el Uruguay, Chile, Bolivia -su cuna-, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Guatemala. En cada uno de los países el Núcleo Escolar representa y simboliza el pensamiento más avanzado de la educación rural. Acaso los indios sufridos de Warisata y su maestro consagrado a ellos, cuando celebraban sus consejos en un modesto recinto de adobe, nunca imaginaron que la obra que alentaban conquistaría en pocos años un imperio continental.

Verbo nuevo al servicio de los humildes, Warisata tuvo jubileo, calvario y resurrección. Aún queda por escribir un estudio que se titularía “La Pasión de Elizardo”. Fanático de su misión de servicio a la comunidad indígena, irreductible e infatigable en su empeño, este luchador se deslumbraba descubriendo la capacidad del ayllu indígena para construir una sociedad local digna y feliz. Cada revelación y cada paso de progreso eran afirmaciones de fe; cada golpe de sus perseguidores era evidencia de muerte sobre Warisata. Éxtasis y angustia, aurora y agonía, tal era el drama perpetuo de la ofrenda de su vida a su causa. El libro refleja esta ansiedad atormentada y a la vez feliz.

El correr de los años no ha reducido el espíritu forjador de Elizardo. Su libro es pasión, como su vida de luchador. También es desquite apasionado. Pero, aparte de los episodios personales, las páginas de “Warisata” son la tesis dramatizada de su admirable labor. Una comunidad servil y gemebunda, acomplejada por la presión secular de blancos y mestizos, aterrorizada por el cepo, el látigo y la exacción, admitió en su seno a Elizardo. Escuchó su invocación y abrió los ojos ante una nueva luz, vislumbró su camino y creó formas de organización local que cobraron extraordinaria consistencia. Los indios y su maestro tuvieron el mérito de ignorar patrones foráneos y recetas importadas.
Sin prejuicios ni sugestiones intelectualistas, se lanzaron con decisión al descubrimiento de sus propios valores culturales que yacían atrofiados, los cuales puestos nuevamente en función determinaron un despliegue de fervor, disciplina, esfuerzo y creación material y espiritual. La indolencia fatalista del derrotado se transformó en decisión colectiva de ser y de hacer. La primera y más importante emancipación lograda fue la del espíritu. No fue una emancipación con rencores y revancha, de hiel y apetitos reprimidos; todo lo contrario, fue una sublimación fervorosa para construir un orden de cooperación, de desarrollo equilibrado de la personalidad del individuo y de la conciencia de grupo. Creación original por acción colectiva, sin copias ni remedos, que vino a confirmar una vez más las leyes universales de la revolución en la historia.

Se puede hablar con propiedad de una mística laica, de la fe en el hombre y en la sociedad, de la renunciación del individuo a sus conveniencias temporales para consagrarse a una causa de liberación social. Bajo diferentes símbolos que corresponden a sus épocas respectivas, todos los procesos apostolarios contienen elementos comunes Desde Moisés o Calvino hasta los grupos anónimos de nuestros tiempos un fermento de consagración a un ideal abrasa y cohesiona a personas de temperamento superior.
En Warisata se vio indios viejos y jóvenes poseídos de mística. De ella se contagiaron algunos maestros, pocos desafortunadamente, que reeditaron corrientes de fervorización en varios puntos del territorio. Testigos de este hecho fueron visitantes ilustres. Uno de ellos, Frank Tannembaum, profesor de la Universidad de Columbia y autoridad indiscutida en asuntos latinoamericanos apreció este clima de fe, y en carta dirigida al mexicano Luis Chávez Orozco le decía: “De todo cuanto conozco en obra indigenal considero a Warisata como lo más interesante que se ha hecho en América. Su conductor, el profesor Pérez me impresiona como un santo”. No era por cierto un santo de hornacina que reclama tributo y adoración sino un luchador, mezcla de Juan Bautista y de Calvino; verbo y acción, disciplina y concepto, angustia y coraje. Si en los parajes desérticos de Palestina y en los valles suizos resonaron voces heréticas de apóstoles, es también alentador que en el páramo andino hubiese germinado una planta de fe y de organización, cuyas raíces abonan el suelo en que prosperan nuevas etapas.

Las personas que estudian el rol del hombre en la historia encontrarán en este libro símbolos brillantes de identificación del creador con su destino y su obra. El prólogo, que es pórtico, simboliza típicamente esta unidad con su título “Warisata Mía”. Sus párrafos son lágrimas candentes de cólera y de amor. Es la madre rebelde que apostrofa a los verdugos y sostiene en sus brazos los despojos de su criatura. La imagen de Warisata humanizada predomina en la voz de Elizardo y del ayllu. No es para ellos la escuela una “Central”, término administrativo y burocrático hoy tan difundido: Warisata es la escuela matriz, madre de todas las escuelas y de pueblos. Es hogar, regazo, catacumba y templo. La conjunción vital del destino y la obra, del cuerpo y el alma de la institución y el pueblo.
El vigor del estilo deriva del drama viviente. Abundan capítulos que son fragua y yunque donde se templó el espíritu. Lo sublime aflora en vetas de oro fino dentro del conjunto de acero que es tormenta psicológica, reivindica nombres de indios y maestros modestos que sucumbieron en la faena, valerosamente, sin pretender honores y gloria, sino bajo un manto de silencio y de olvido. Su evocación nos brinda una galería de varones nobles que volcaron su alma sobre la vida gris de los eriales para que el progreso, la dignidad y la esperanza florecieran entre los hombres y los frutos cuajaran abundantes en el surco.

El continente agradecerá pronto la contribución de este libro a la educación de la comunidad rural. En ciertas áreas la concepción del Núcleo Escolar sufre mutilaciones y se reduce a un sistema de administración y supervisión técnica de escuelas; mero burocratismo cadavérico. Sin embargo, por la misma naturaleza creadora de la institución hay buenos maestros que columbran que el Núcleo y la escuela rural deben ser obra de las propias comunidades. Una parte íntima de su vida colectiva en que participen con el mismo interés los hijos y los padres.
Los buenos maestros de hoy intentan sus pasos con timidez y aún así logran frecuentes aciertos. Para ellos, el relato de Warisata y los Núcleos escolares hasta el año 1940 será un mensaje que ilumine su camino. Sabrán de aquellos Consejos locales, de la coordinación de vecindarios, de la movilización de masas y del fervor consciente por el progreso y la dignificación. Al decidirse por la acción verán que a su voz orientadora y de estímulo responderá un despertar de los oprimidos; presenciarán el nacimiento de fuerzas creadoras multiplicándose en una labor coordinada y constructiva. Chispa que se levanta de sus cenizas.
El impacto descorrerá los velos que ensombrecen la vida rural; los labradores formarán conciencia de su capacidad de grupo social para tomar en sus manos la resolución de sus problemas y para convertirse en señores de su propio destino.
Con la publicación de este libro, de los escombros de una Warisata que fue, emerge en nueva resurrección el pensamiento vivo, combatiente, fecundo y generoso que se forjó en el ayllu. Nueva estrella de pasión, de angustia y de esperanza.
Manizales, junio de 1963.

FIN DEL LIBRO.

Fuente: Elizardo Pérez, "Warisata - La Escuela Ayllu", Editorial Burillo, La Paz - Bolivia, 1962.

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