jueves, 26 de septiembre de 2013

Warisata la Escuela Ayllu - Parte 29

Texto original de la obra escrita por Elizardo Perez sobre su revolucionaria experiencia educacional para los pueblos originarios y que fue la primera en el continente americano.

Original text of the book written by Elizardo Pérez about their revolutionary educational experience for the native peoples and that it was the first one in the american continent.

Partes anteriores de este libro: 24 - 25 - 26 - 27 - 28.

4.- RECUSACIÓN AL TRIBUNAL.
Toda la farsa en cuestión se realizó en mi ausencia, habiendo recaído el peso de la lucha principalmente sobre Raúl Pérez. Aunque yo podía haberme quedado en México, pues que me lo pedía con insistencia el propio Presidente Cárdenas, quien se valió inclusive del ex-embajador Alfredo Sanjinés para conseguir mi aceptación, tuve que volver a Bolivia para asumir mi defensa. Enterado de la composición del Tribunal, lo primero que hice fue negar a sus miembros el derecho a juzgar mi obra, pues no solamente eran mis acusadores y enemigos declarados sino que adolecían de antecedentes personales que los inhabilitaban para asumir el papel de jueces.
El lector comprenderá perfectamente las razones que me obligaron a hacer públicos tales antecedentes. Se me combatía con perversidad y yo tenía que defenderme de alguna manera.
El pánico cundió entre aquellos señores ante la noticia de que iba a pedir otro tribunal que juzgara imparcialmente el proceso de educación indigenal. Movilizando sus conocidos recursos, organizando plebiscitos para arrancar al magisterio votos en contra mía y deslizando la calumnia, siempre vil, Donoso Torres y Compañía trataron de impedir que el nuevo tribunal fuera nombrado. Pero mi recusación los paró en seco. A veinte años de escrita esa página, no tengo que cambiar ni una coma, aunque fui ciertamente duro al calificar a nuestros adversarios. La extensión del documento, no obstante, me obliga a reproducir solamente lo más esencial.

Ignoro, señor Ministro -decía- como ignora usted también, de qué se me acusa... Según el folleto del Vicepresidente del Consejo, don Vicente Donoso Torres, hánse cometido delitos de inmoralidad, de latrocinio, por profesores y Directores, cosa que se debe comprobar con documentos rigurosamente autenticados, y luego, de incapacidad pedagógica, demostrando que las Escuelas Indigenales han sido conducidas con un criterio de burdo empirismo, conclusión que me revela también que el señor Donoso Torres no ha comprendido ni en los aspectos exteriores ni el sentido pedagógico de las Escuelas indigenales, que autoridades mundialmente reconocidas estimaron como la más trascendental experimentación de una pedagogía vernacular.
Acepto, señor Ministro, que la incomprensión de mi obra haya determinado la actitud del Supremo Gobierno... Acepto que, ante la América, se haya proyectado el ambiente morboso que rodea la furia con que, en mi ausencia, se ha tratado de destruir una obra que no me honra a mí tanto como honra a Bolivia. Acepto que quien durante diez años dio su juventud, su modesto peculio, su tenacidad en el trabajo, a la realización de una obra patriótica, vaya a ocupar el banquillo de los acusados... Todo quiero aceptarlo precisamente porque si mi obra no resistiera el embate de la malevolencia y del antipatriotismo, creo que no justificaría los sacrificios que ha costado. Lo que no puedo aceptar, señor Ministro, es que los jueces de esta obra sincera y abnegada, sean los tradicionales delincuentes de la Educación Pública, los oportunistas de todos los partidos, los hombres que hicieron de sus necesidades venales un programa nacional...

No acepto que Vicente Donoso Torres sea mi acusador con poderes del Estado... Donoso Torres no puede valerse de una situación que ha logrado en momentos de turbación política y desconcierto cívico, para dar contenido grave a sus ideas de retórico consuetudinario. Además, ¿es posible que un maestro que demolió la Escuela Normal de Sucre, como lo ha demostrado el profesor Rouma, en un libro brillante..., pueda aún poseer beligerancia para acusarnos a los obreros de las Escuelas Indigenales que trabajamos hasta la pobreza por esta obra, de venales, de inmorales, de explotadores? ¿Cree usted, señor Ministro, que un Director de la Escuela Normal, capaz de fabricar, como se sostiene, tesis para alumnos fallidos, a precio de billetes, como ha hecho repetidamente este ilustre catedrático, posea solvencia intelectual o moral para acusar a quienes no hicieron sino trabajar como obreros por la grandeza de Bolivia? Un funcionario que se vale del cargo que ocupa para “coimar” a los maestros con cargos que distribuye a destajo a cambio de informaciones interesadas contra Educación Indigenal, como hay ejemplos mil que usted, de querer, señor Ministro, puede tomar conocimiento, ¿tiene aún personería para acusar a trabajadores que hicieron su deber por devoción patriótica rayana en la locura? No puedo, como ciudadano, como maestro, como trabajador, aceptar un juez de este linaje. Que mi juez me honre con su fallo, aunque éste sea adverso, que me compruebe mis errores y yo honraré la mano de ese juez. Donoso Torres carece de personería para juzgarme y juzgar mi obra, porque solamente puede ser juez quien se sintió en un plano de elevación moral y de honestidad cívica.
Tampoco puede ser juez mío ni de la obra de Educación Indigenal, el profesor Max A. Bairon...

El lector me disculpará que interrumpa este párrafo; prefiero que la historia no recoja lo que entonces me vi obligado a decir, pues hay cosas que se escriben una sola vez y basta, sobre todo si el adversario no tuvo la suficiente entereza para responder en la forma pública que yo lo hacía (Ver las ediciones de “INTI” y “LA CALLE” del 20 de julio de 1940, en las cuales se publica mi recusación).
Recusaba a continuación a Rafael Reyeros, eterno enemigo de Warisata, hoy convertido en nuestro juez; terminando la recusación con Alfonso Claros.

5.- NUEVO TRIBUNAL RESTABLECE LA VERDAD.
Mi carta al Ministro, publicada en varios periódicos, despertó sensación extraordinaria. El gobierno no tuvo más remedio que nombrar otro tribunal, avergonzado, como no podía ser de otro modo, del cinismo con que se había conducido aquél proceso. Vicente Mendoza López, Roberto Zapata y el Coronel José Capriles fueron los encargados de la nueva tarea, cuyo fallo iba a ser decisivo para nuestra causa.
El 25 de octubre de 1940 se publicó en “La Calle” el veredicto, de cuya imparcialidad no cabe duda por ser aquellos elementos ajenos a uno u otro bando. Sin comentario, transcribo sus puntos principales.

Los suscritos -dice el informe- (nos pronunciamos) teniendo a la vista los legajos que han servido de antecedente al Jurado anterior y escuchadas las extensas exposiciones de defensa de... Elizardo y Raúl Pérez... y del Coronel D. Alfredo Peñaranda... llegamos a las siguientes conclusiones...:
No encontramos cierto el cargo de que las escuelas carezcan de plan. Desde luego, existe el estatuto orgánico de educación indigenal y un reglamento que se ha ido elaborando poco a poco y a medida que la experiencia permitió descubrir las necesidades de la labor educacional campesina dentro de su ambiente característico y propio, que no tiene similitud con el de otros países. Y no se copió ni trasplantó programas exóticos, como frecuentemente ha ocurrido, sino que se realizó el primer proceso de creación de una pedagogía nacional.
El reglamento de educación campesina o indigenal, promulgado por el Supremo Gobierno en fecha 25 de mayo de 1939, es lo más completo que se ha dictado en la República. A diferencia de las prescripciones adaptadas y adoptadas, que generalmente permanecen alejadas de la realidad boliviana, y que son estériles frutos de escritorios, el citado reglamento... se ha inspirado en la observación directa de los hechos... formulando un plan integral..., la definición de los núcleos escolares, de la escuela matriz y sus filiales, que deben desarrollar una función educativa en cada radio geográfico, según se trate del altiplano, los valles o la selva... La escuela en sí misma está constituida por cinco secciones: jardín infantil... (sección) elemental.. .vocacional... profesional... y de retardados. El sentido doctrinal, la orientación pedagógica y el desarrollo administrativo están reglamentados con claridad y detalle. Dicho reglamento... establece que el carácter integral de la educación e instrucción en la escuela-ayllu se basa en los fundamentos sociales de la escuela única y activa, siendo su función la preparación del alumno para la lucha por la vida en las condiciones de su medio económico: el campo, la mina o la floresta. En su radio de acción practica el aula, los talleres y los campos de cultivo. Su orientación es eminentemente industrial y persigue la finalidad máxima de que se organice la pequeña industria campesina, capacitando a la población y dotándola de semillas, sementales, aperos de labranza y de instrumentos necesarios a sus construcciones y talleres”.

Después de otras consideraciones, que revelan la seriedad con que se estudió nuestra doctrina indigenista, contrariamente a la desaprensiva actitud del anterior tribunal, el informe continúa:

Ha tenido que vencerse, por cierto, la oposición y resistencia natural de los hacendados, de las autoridades locales de los centros poblados inmediatos y hasta de los mismos indígenas..., se requería abnegación y espíritu de sacrificio...
No puede decirse que haya sido ineficaz o nugatoria la obra de la escuela. Todo lo contrario, ha dado resultados apreciables y sería imperdonable que se la dejara en suspenso, con falta de perseverancia y retrogresión a la inercia, volviendo otra vez al punto de partida... con el consiguiente desaliento del indio. En efecto, hemos visto que si antes el indio colaboraba con entusiasmo y hasta sin cobrar jornales por las edificaciones, hoy se muestra huraño y receloso, al frente de obras paralizadas..., y con el temor de que pudiera la escuela sufrir una transformación que arrebate a los propios indios su intervención en el establecimiento, que con razón, lo consideran suyo (temores plenamente confirmados, E. P.).
La obra en su conjunto está bien planeada y por ningún concepto debe abandonársela, sino más bien impulsarla por todos los medios.
Pero tenemos que hacer una salvedad importante. Las escuelas matrices o núcleos indigenales no deben prodigarse (lo mismo opinaba el profesor Tannembaum, E. P.). Se trata de empresas complicadas, en que no solamente juega lo pedagógico o lo técnico, sino también lo administrativo, lo económico para su subsistencia con sostenimiento de internados, funcionamiento de talleres, explotación de terrenos, construcción de locales y una multitud de aspectos secundarios, además de la relación que necesariamente debe mantener la escuela matriz con sus filiales.

Respecto a las tendencias de la escuela indigenal, se han deducido tres cargos: a) Que son meramente alfabetizadoras; b) Que con los talleres preparan más artesanos de ciudades que cultivadores del campo; c) Que se ha descuidado el cultivo de las granjas y la orientación agrícola pecuaria.
Tocante a lo primero, hemos constatado en la escuela de Warisata que solamente en los últimos tiempos, y debido al desaliento que ha cundido entre los padres de familia indígenas, se viene dando preferencia a la instrucción de fines alfabetizadores (es decir, bajo la nueva orientación de la Intervención, E. P.). Pero no es tal la verdadera finalidad de la escuela-ayllu. Más bien se ha tratado de preparar al indio para el trabajo y con este objeto se implantaron talleres manuales y se ha estimulado la ayuda voluntaria en las edificaciones y el interés en el cultivo de la tierra. He ahí la misión social que se dio a la escuela. Sin sacar al indio de su esfera propia y de sus ocupaciones habituales, se perseguía suministrarle aquellos elementos que han de darle capacidad para sus faenas. Y es claro que esta tarea, práctica y complicada a la vez, dista bastante de soplarle al oído conocimientos elementales o rudimentarios de cotorrilla escolar.
Los talleres son necesarios en todo núcleo indigenal por dos motivos: primero, el práctico consistente en que se provean de muchas cosas útiles, que de otro modo sería necesario encargar a maestranzas o talleres de fuera; segundo, el de capacitar a los alumnos para trabajos que no han de serle extraños en su vida.

A continuación el informe observa el modo cómo, a su juicio, funcionan los talleres, estimando que se trata de profesionalizar a grupos reducidos; y por otra parte, anota que para superar las deficiencias en la práctica agropecuaria se debe dotar de tierras propias a los núcleos indigenales para salir de su rutina y dar una enseñanza moderna. Más abajo, el informe dice que... “en cuanto al derroche, no encontramos que lo hubiera habido en Warisata, cuyas tierras de expropiación ni siquiera han sido pagadas. El mal está en que después de erogarse sumas para el funcionamiento de la fábrica de tejas, por ejemplo, se la deje inactiva por falta de materiales..., que se deje arrinconado un camión valioso por no acudirse con una reparación que pudieron y debieron hacerla quienes lo estropearon en una excursión... en que se deje inconcluso un edificio o a medio hacer un trabajo o un taller... (estos aspectos se refieren a la labor de la Intervención, cuya misión, como se sabe, era destruir todo lo que había encontrado, E. P.).

Siquiera como una lección de práctica educativa, reclamamos persistencia en la acción..., continuidad de pensamiento y de obra. Las escuelas campesinas con internado, requieren de una base propia de subsistencias y de industrias primordiales correspondientes a los recursos de cada zona... Su creación no ha de responder al concepto de una mera aldea, sino al de un establecimiento completo de educación campesina..., aún el mismo Tesoro podría ser aliviado en sus erogaciones por una organización metódica. Los cereales y frutos de la tierra, los trabajos de los talleres, no pueden dejar de suministrar recursos. En Warisata, por ejemplo, las despensas en gran parte se proveen con los mismos cultivos de chacarismo.

El informe dice finalmente:

Dejamos expresa constancia de que son infundados los cargos contra los meritorios educacionistas Elizardo y Raúl Pérez, quienes han obrado con desinterés, abnegación y patriotismo en la primera etapa de formación de los núcleos indigenales...

Y como conclusiones, sugiere el informe:

Poner en vigencia por lo menos durante diez años, con ligeras modificaciones, el Reglamento de Educación Campesina e Indigenal de 25 de mayo de 1939..., impulsar por todos los medios la obra iniciada y ejecutada por el ex-Director de Educación Indigenal, Elizardo Pérez..., mantener y perfeccionar el carácter de escuela de trabajo, que se ha dado a los establecimientos que funcionan actualmente..., concentrar los recursos fiscales y el esfuerzo de los profesores en los núcleos establecidos, evitando aumentar escuelas mientras no se dé cima al plan actual.

El comentario del informe lo hará el lector por su cuenta. No creo necesario manifestar que constituye, este documento, un rotundo mentís, no solamente al tribunal anterior, sino a toda la campaña que se nos hizo por varios años. La verdad había resplandecido.

¿Pero creerá el lector que esto sirvió para detener el derrumbe?

Nada de eso: el régimen feudal no podía permitirlo, y eso lo sabían perfectamente nuestros enemigos, que silenciados en el campo de la discusión, prosiguieron sus trabajos de zapa impidiendo que el nuevo fallo prosperase en una rehabilitación de la escuela indigenal. Con este último mensaje, concluyó el ciclo iniciado el 2 de agosto de 1931. Exactamente nueve años después de fundada la escuela de Warisata, la educación del indio caía en manos del aspirante a exterminador de indios, Max A. Byron, nombrado ahora Director de Educación Indigenal. La nueva autoridad no se atendría en absoluto al luminoso informe de Mendoza López, Zapata y Capriles, sino que actuaría al imperio de sus bajas pasiones y de su odio por el indio.

6.- LA MUERTE DE AVELINO SIÑANI.
El 16 de diciembre de 1961 tuve la visita de la señora Tomasa Siñani y de su esposo, profesor Florentino VilIca, ambos educados en Warisata y residentes en Llica. La conversación que tuve con ellos, en presencia de Carlos Salazar, me reveló algunos detalles que desconocía acerca de la destrucción de Warisata, entre ellos, el de la muerte de Avelino Siñani, padre de Tomasita.
Esta había conservado, a los 37 años, la simpatía y vivacidad de espíritu con que la conocimos como alumna de Warisata. De conversación culta y agradable, era el prototipo de la “india nueva”, convertida en madre de diez hijos a quienes educaba con plena conciencia y responsabilidad. Y mantenía, por cierto, los altos ideales que había captado en la escuela. Reproduzco lo que en aquella oportunidad me contó:

- Desde fines de 1940 -dice Tomasita- mi padre empezó a ser perseguido por las nuevas autoridades de la escuela, y como en ninguna parte faltan los inconstantes y los traidores, fueron ayudados en su tarea por algunos indios y aún por parientes nuestros. De ese modo Avelino Siñani perdió las pocas tierras que conservaba, y como antes, nuevamente tuvo que vivir escondido para evitar agresiones. Los otros amautas de Warisata también fueron objeto de burlas y desprecio y se los apartó de la escuela, suprimiéndose completamente el Parlamento Amauta.

- El 30 de enero de 1941 llegaron a la escuela los señores Donoso Torres y Byron, reuniendo a la gente para hacemos saber cuáles eran sus propósitos. De lo primero que nos reprendieron fue de haber alzado edificios de dos pisos, cuando según ellos las escuelas para indios debían ser casitas de un piso. Después nos manifestaron que todo estaba mal hecho, y que ellos castigarían a los responsables, especialmente a usted y a Avelino Siñani. Increparon duramente a los amautas y a los alumnos y en fin nos hicieron ver que todo debía comenzar de nuevo. Nosotros escuchamos esas palabras con indignación y todo habría concluido si mi padre, que esta vez se hizo presente, no se hubiera levantado una vez más para responderles. Usted sabe, señor Pérez que Avelino Siñani hablaba siempre sin temor y como correspondía al fundador de la escuela. En esa ocasión pudimos verlo temblando de cólera, lanzando al rostro de nuestros enemigos las más amargas verdades, acusándolos de la destrucción de Warisata y levantando el nombre de usted y de su obra. Fue la última vez que la palabra de un indio se escuchó en aquellas concentraciones.

- Concluida aquella visita, mi padre tuvo que marcharse apresuradamente, y advertí desde ese momento que ya no era el mismo. Una gran turbación se apoderó de su espíritu, y en el refugio de nuestra choza me hablaba rememorando las luchas que desde hacia diez años sosteníamos para mantener la escuela. Yo traté de consolarlo como pude; mi propósito era llevarlo a Llica, donde aún podía hacerse algo ya que allá teníamos buenos amigos y allí iba a establecerme con Florentino Villca. Pero era visible que Avelino Siñani ya no podría viajar.

- Al día siguiente, 31 de enero, la tristeza lo había debilitado muchísimo. En la noche me llamó a su lado, y poniendo en sus palabras un acento que me llenó de angustia, me dijo:

-Hija mía, los indios que han permitido que el enemigo llegue a la escuela, pronto se arrepentirán de ello, cuando vean nuestra obra destruida y saqueada. Todo el fruto de nuestros afanes habrá sido vano, cuando los ladrones y los intrusos se lleven hasta la última brizna de paja. Y los mismos que han venido a acusarme, volverán a discursar y a poner flores sobre mi tumba.

- A media noche se puso a delirar, hablando siempre de Warisata. Una fiebre muy fuerte lo consumía, y yo tenía ni una aspirina para aliviarlo. Tuve que dejarlo unos instantes para correr, en medio de la soledad de la noche, a casa de un pariente para que nos auxiliara. Cuando volvimos, Avelino Siñani alentaba todavía, y poco después cerró los ojos. Se había extinguido la vida del fundador de Warisata, y a pesar de mi pena, yo no vi que era mi padre el que moría, sino la obra que él y usted habían realizado.

- Era el 31 de enero de 1941. Velamos el cuerpo de Avelino y lo enterramos en absoluta soledad. Pero a los treinta días más o menos, nuevamente se hicieron presentes los señores Byron y Donoso Torres, acompañados de numerosa comitiva, en una larga fila de automóviles que llegó hasta la misma tumba de mi padre. Y tal como había dicho Avelino, los mismos señores que lo habían matado, vinieron a pronunciar discursos sobre su tumba y ponerle flores.

Al transcribir las palabras de Tomasita, me es imposible hacerlo en la forma emocionada y sugestiva cómo brotaban al compás de los viejos recuerdos. Pero el lector habrá visto cómo los destructores de la escuela, los asesinos de Avelino Siñani, tenían todavía la suficiente desfachatez y audacia para profanar su tumba y verter sus lágrimas de Judas sobre el cuerpo del indio al que habían martirizado. Escarnecían, con su hipócrita actitud, a un hombre superior, enormemente superior a ellos, porque bajo la piel cobriza del fundador de Warisata, palpitaba un corazón provisto, como dije al comenzar este libro, de las más altas virtudes humanas.
Así había muerto Avelino Siñani, y poco después, destrozado por la misma congoja, lo seguiría Raúl Pérez. ¡En tanto los Pilatos y los Judas bailarían en la orgía alumbrada por el incendio de las escuelas!

Continuará...

Fuente: Elizardo Pérez, "Warisata - La Escuela Ayllu", Editorial Burillo, La Paz - Bolivia, 1962.

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