domingo, 8 de septiembre de 2013

Warisata la Escuela Ayllu - Parte 17

Texto original de la obra escrita por Elizardo Perez sobre su revolucionaria experiencia educacional para los pueblos originarios y que fue la primera en el continente americano.

Original text of the book written by Elizardo Pérez about their revolutionary educational experience for the native peoples and that it was the first one in the american continent.

Partes anteriores de este libro: 12 - 13 - 14 - 15 - 16.

2.- FUNDACIÓN DE NÚCLEOS ESCOLARES CAMPESINOS.
La República de Bolivia tiene una extensión de 1.069.000 Km2., con una población de 3.990.200 habitantes, lo que supone una densidad de 3.7 habitantes por kilómetro cuadrado (censo de 1960) (Las cifras han variado grandemente en la actualidad – N. de. E.).

La Dirección General de Estadística calcula el mismo año en 54% a la población indígena, cálculo que a mi juicio debe tomarse con reserva, pues la impresión objetiva es que los grupos indígenas de Bolivia constituyen un porcentaje mayor. Los indios habitan en el altiplano y los valles andinos, entregados en su totalidad a la agricultura y la ganadería, cultivando las industrias familiares, cuando no son atraídos por el trabajo en las minas durante los períodos no agrícolas (migración que tiende a desaparecer).
Étnicamente la mayoría indígena está constituida por aymaras y quechuas, los primeros en los departamentos de La Paz y parte de Oruro, integrando un grupo no menor de un millón de habitantes. Los quechuas habitan las provincias paceñas de Muñecas y parte de Camacho y los departamentos de Potosí, Chuquisaca y Cochabamba. En el Oriente existen muchos grupos idiomáticos como los pachacura, guarayos, sirionós, chiquitos, chiriguanos, chaneses, morés, matacos, tobas, chimanes, etc. La misma Dirección General de Estadística calcula que estos grupos constituyen el 5% de la población total de la República. Debo también poner mis reservas respecto a esta apreciación, pues considero que dicho número es inferior debido a que el selvícola ha sido objeto de una verdadera cacería, y otras veces su número disminuyó por las epidemias.

Anotados estos datos, volvamos al asunto de nuestra tarea. El resultado parcial del recorrido que efectuamos, se tradujo en un informe que el 13 de abril de 1936 elevé al Ministerio de Educación, y que se publicó dos días más tarde en “La Gaceta de Bolivia”, la revista que por entonces dirigía el ilustre escritor Carlos Medinaceli. Hay algunos trozos que es necesario citar porque constituyen puntos de vista fundamentales para el posterior desarrollo de la educación indigenal en el país.

La educación e instrucción de las masas indígenas -decía en el informe- no puede llevarse a cabo con resultados benéficos si antes no se establece y determina el tipo económico de la región sobre la que se va a actuar, lo que permitirá, de hecho, establecer y determinar el grado de aptitud intelectual de la población infantil...
La República de Bolivia se divide en tres zonas o grupos agrarios: zona de tierra de comunidad, zona de tierras de latifundio y zona de colonización. En las dos primeras tenderemos a la tecnificación de los medios de trabajo, sobre el conocimiento ancestral de la agricultura aborigen, ensayaremos métodos modernos de colectivización en el ayllu... Pero la tercera escuela deberá tener un carácter eminentemente colonizador y, por lo tanto, poseerá los medios que le permitan ejecutar vastas y enérgicas campañas de captación de las tribus selvícolas para organizarlas en granjas de propiedad del Estado. Fuera del personal de educadores que se conceptúa necesario en esta zona, se precisa de la colaboración del misionero, pero siempre bajo el control directo de las autoridades de instrucción.
La simple alfabetización es un postulado mediocre si no va acompañada de una congruente política de capacitación industrial. Mucho tendría que extenderme en este asunto; pero, dejamos sentado que lo que nos proponemos es producir frente a un mínimo porcentaje de obreros de fábrica un fuerte y máximo porcentaje de agricultores y de pequeños industriales de campo.
Desarrollar la industria indígena y estilizarla; diferenciar con criterio científico el género económico del grupo para equiparar los conocimientos de la escuela a las necesidades de la producción, tal es el corolario de la obra educativa estructurada en una concepción realista. Comprendiéndolo así, se ha dispuesto que en toda escuela agraria se instale maquinarias para fabricación de tejas y ladrillos, con ánimo no sólo de amparar las tareas de construcción del local, sino de influir sobre la técnica de la construcción indígena, modo, al mismo tiempo, de establecer un espíritu de cooperación entre la escuela y los terrígenas que contribuyen a su sostenimiento. Todos estos principios y otros más, se hallan puntualizados en el proyecto de Estatuto de Educación Indigenal... que ha sido puesto en vigencia para el presente año.

En aquella oportunidad se fundaron cuatro escuelas ubicadas en cada uno de los departamentos del Beni, Santa Cruz, Cochabamba y Oruro. Describo a continuación algunas de sus características, anotadas en el informe:

ESCUELA DE CAÑADAS. En esta zona de Cochabamba encontramos como fundamento una población de unos veinte mil habitantes, de raza quechua, que conservaban una sorprendente pureza racial con respecto a los que vivían en los valles. Una buena parte de las tierras pertenecía a la comunidad; el resto era de tipo de latifundio, cuyo principal propietario era la Municipalidad de Cochabamba. Las rentas obtenidas se destinaban a la instrucción popular de aquella capital, sin beneficio alguno para los indios.
A solicitud nuestra, el Concejo Municipal de Cochabamba cedió treinta hectáreas de tierra para la nueva escuela. Situada la región a 3.400 metros de altura sobre el nivel del mar, su producción era similar a la del altiplano y podían ejecutarse las mismas experiencias que en Warisata.
A pesar de que la escuela había sido fundada en un medio completamente indígena, como era Cañadas, el señor Toribio Claure, nombrado Director, encontró más cómodo empezar la construcción de sus edificios… en la aldea mestiza de Vacas, a donde se trasladó sin más trámite.

ESCUELA DE HUACHARECURE. Era una región beniana de San Ignacio, zona de los antiguos moxos. Este grupo poseía una tradición cultural que nace y se pierde con los jesuitas, que alcanzaron grandes resultados con sus métodos de catequesis y reducción de los aborígenes; con la expulsión de la orden, la población volvió a ser absorbida por la floresta.
La escuela de Huacharecure -decía el informe- y con ésta todas las de la región oriental del país y de su género, debe sobre todo orientarse hacia la reconquista de los nativos, creando grandes granjas para el cultivo del arroz, del algodón, cacao, crianza de ganado, etc. Hay que considerar que son pocos los indios que se han salvado de los métodos tiránicos de la explotación industrial durante la República. Antes fueron objeto de un trato más humano por parte de las misiones de la época colonial; la República ha producido, paradójicamente, la desaparición de poblados con una demografía que pasaba muchas veces de 8.000 habitantes, realmente extraordinaria para esa región. La escuela, tal como la realizamos, tiene por objeto captar nuevamente a los grupos perdidos en la maraña y realizar una penetrante y sólida obra de civilización.
Hay que considerar que el tipo de propiedad es el latifundio, con indeleble raíz feudal, en la que el peón debe sufragar el alquiler de la tierra en trabajo y productos. Las concesiones de grandes extensiones cultivables que hace el Gobierno, por intermedio del Ministerio de Colonización, despojan al indio del uso de la tierra, cuando no se somete a las exigencias de la nueva explotación, debiendo abandonar sus chacos (parcela de cultivos) que poseyó desde épocas inmemoriales, para internarse en la selva.
No puede haber acción escolar beneficiosa en grupos de gente mal alimentada, esclavizada o en estado selvático...
Con todas estas consideraciones, la escuela quedó fundada en un sitio libre del peligro de las inundaciones, porque, como es sabido, la región de los Moxos sólo es seca durante la mitad del año; tan pronto como se inician las lluvias, cambian los medios de locomoción, desde el buey, el caballo y la carreta, a la canoa. El proyecto sugería la adquisición de motores para botes, capaces de transportar doscientas arrobas; lógicamente, la escuela debía contar también con carretas y bueyes.
Huacharecure estaba situada a 18 leguas de Trinidad, capital del Beni, hacia el Sur; a una legua de San Ignacio y a diez leguas del Mamoré, al que se une por el río Sécure y el Tejamuchí. Por lo menos, pues, las vías fluviales estaban aseguradas. Huacharecure era una hacienda del señor Gilfredo Cortéz, quien estaba dispuesto a cederla por bajísimo precio como una contribución patriótica a la obra; hay que decir que fueron los caciques e indígenas los que eligieron el lugar.
El contacto con los indios fue sumamente difícil; la gente era huraña y rehuía todo trato con gente blanca, de modo que tuvimos que valernos del párroco de San Ignacio, Fray J. Marcheni, que ejercía gran influencia sobre ellos, a fin de iniciar las relaciones preliminares. También nos colaboró mucho el alcalde de San Ignacio, señor Sócrates Parada.
Más tarde este Núcleo se trasladó a Casarabe.

ESCUELA DEL PARAPETÍ. Esta escuela la ubicamos en Caipipendi, provincia Cordillera, a diez leguas de Santa Cruz, tres de Charagua y tres del río Parapetí. Su zona de influencia abarcaba a toda la población establecida sobre el alto y el bajo Parapetí. Los caminos eran carreteros. El grupo étnico más importante era el de los guaraníes.
Aquí la propiedad era de tipo comunitario. La población era numerosa, pues sólo el ayllu escogido para levantar la escuela, denominado Altí, poseía unos quinientos habitantes, y los ayllus circunvecinos, no menos de mil cada uno. Quien ejercía el gobierno político era el Cacique Santos Ayreyu, con el título de Gran Capitán, cargo hereditario. Por muchas razones, tal grupo era un vestigio antiquísimo de organización social que debía ser estudiado seriamente. Los ayllus eran grupos clánicos que conservaban relaciones endogámicas. El jefe poseía varias mujeres y sus súbditos le guardaban un religioso respeto. A poca distancia existían tribus primitivas o en estado bárbaro, por lo que el tipo de la escuela del Parapetí debía ser mixto.
El Capitán Ayreyu, que prestó eminentes servicios al país durante la guerra, fue quien colaboró para la iniciación de nuestro programa, reuniendo a los indios, haciéndoles conocer el objeto de nuestro viaje, cediendo tierras y hablándoles, de acuerdo a nuestras indicaciones, del sistema de trabajo cooperativista que habíamos implantado en Warisata.
En el Parapetí las perspectivas eran promisorias por su gran riqueza productiva y la disposición de las gentes; había maíz, algodón, frutas, maderas, ganado -sobre todo caballar-; tenía algunas industrias llamadas a gran desarrollo, como la de sombreros “jipi-japa’ tan excelentes como los del Ecuador; tejidos de algodón, muebles de mimbre, etc. En 1937 encontré que la escuela central había sido definitivamente ubicada en San Antonio del Parapetí, sede de la antigua misión.
La dirección de esta escuela fue confiada al normalista Enrique Quintela, y debo decir que esta vez mis prevenciones contra los normalistas las hice a un lado, y no sin razón: Quintela fue uno de los grandes valores de la educación campesina, y su escuela un ejemplo de constancia y de trabajo.

ESCUELA DE TARUCACHI. Aquí ya estamos en pleno altiplano, en la provincia de Carangas; estaba situada la escuela a 24 leguas de Oruro, 4 de Corque y 8 del río Desaguadero. El régimen de propiedad era mixto. La zona era de suma pobreza, a tal punto que las ocupaciones agrícolas eran mínimas, dedicándose la gente a la crianza de llamas y alpacas; comerciaban con Chile, llevando lana, y con Oruro, donde vendían carbón vegetal.
A esta escuela debía asignársele fondos especiales para impulsar los métodos de cultivo y crianza de ganado. Las experiencias en este sentido serían aleccionadoras, para ver hasta qué punto una escuela podía producir el resurgimiento económico en zonas de tanta pobreza. Posteriormente la escuela fue trasladada a otro lugar, y ya puede ver el lector la similar suerte que corrieron estos cuatro Núcleos: ninguno permaneció en el lugar en que primitivamente había sido fundado.
No obstante, se había definido que en el altiplano, la cañada o el valle andino, el tipo de establecimiento a fundarse debía ser el de la Escuela-ayllu, y en la floresta, el de Escuela-granja.

3.- SE INTERRUMPE INESPERADAMENTE LA CREACIÓN DE NÚCLEOS.
Satisfecho del resultado obtenido en mi viaje, esperaba yo que se despachasen los presupuestos destinados a las fundadas escuelas, a fin de dirigirme a Chuquisaca y Tarija para continuar creando núcleos; cuando recibí, como respuesta a mi informe, un memorándum del Ministro por el cual se me hacía saber que “se daba por terminada la misión”.
Era tanto más inesperada la noticia, cuanto que el Ministro en persona me había manifestado su plena conformidad con el desarrollo de mi tarea. Se adivinará, pues, que detrás de su actitud se movían influencias de aquellas que, más tarde, se desenmascararían por completo: se veía un peligro en la creación de núcleos de tipo Warisata.
No me quedaba sino un camino: el de la renuncia de mi cargo de Director de Warisata en señal de protesta por tan arbitraria determinación. Así lo hice en tono que cuadraba a las circunstancias.

Mi renuncia se publicó el 17 de abril de 1936 en el diario “Ultima Hora” y en sus partes salientes dice:

La forma y contenido de su memorándum, me hacen comprender que no sólo no ha sido aprobada mi labor en Santa Cruz, Beni, Cochabamba y Oruro, sino que soy, injustamente, víctima de un desaire que hiere mi honorabilidad de maestro.
He trabajado, señor Ministro, cuatro años en Educación Indigenal habiendo creado un ambiente de simpatía y confianza para este movimiento que es considerado por nacionales y extranjeros como el principal capaz de salvar la nacionalidad. Para lograr esta situación ventajosa, he sido combatido con rudeza por elementos negativos sin contar jamás por parte de los organismos oficiales, encargados del gobierno de educación indígena, sino con la negligencia o las campañas subterráneas. Así, contrariando constantemente a las autoridades del ramo, he orientado la educación indigenal sacándola del plano de calificada simulación en que se debatía para ponerla en el camino de realizaciones fecundas en que se encuentra. El país dirá si mi labor ha sido útil. Ahí la muestro al análisis del público.
Por mi parte obré no como un asalariado del Estado sino con el único fin de realizar un ideal patriótico y, por tanto, en ningún momento consideré un beneficio los emolumentos del presupuesto. Pido pues a usted que, en homenaje a la justicia, se digne nombrar una comisión que avalúe las construcciones y existencias de Warisata; forma de esclarecer el valor de mi trabajo, en el cual no sólo puse mi esfuerzo sino también casi la totalidad de mi economía personal.
En el viaje que da usted por terminado -al cual fui obligado por repetidas instancias suyas- tampoco he gravado al Erario habiendo corrido los bagajes por mi cuenta, tanto como el movimiento de profesores y comisiones indígenas que ha sido preciso realizar.
Por tanto, en vista de la actitud que importa el memorándum firmado por usted -y del cual tengo que protestar altivamente- formulo renuncia del cargo de Director de la Escuela de Warisata, reservándome el derecho de exponer en su oportunidad, ante el país, la realidad de estos hechos, a los cuales, señor Ministro, creo honradamente que es usted ajeno.

El diario “La Calle”, en su edición de la misma fecha, hizo también un comentario que decía:

Esta escuela (Warisata) honra al país y revela un indiscutible espíritu de trabajo y dedicación profesional. Algunos profesores extranjeros que estuvieron en Warisata han manifestado que en la América del Sur no hay nada que pueda parangonarse con esta escuela. Nos parece que este concepto favorece a Bolivia. Se cree inclusive que por su espíritu y orientación Warisata es superior a las escuelas mexicanas... Resulta ahora que el Director de Warisata ha renunciado este cargo, por haber sido víctima de un desaire que él considera injustificado... El Ministro de Instrucción no sólo no agradece a este buen maestro, sino que, con lógica incomprensible, en vez de estimularlo lo destituye...

En otros comentarios la prensa censuró la actitud del Ministro solidarizándose con la mía. Además, ciudadanos de prestigio me hicieron llegar sus simpatías por mi obra y su protesta por la conducta ministerial. Entre los documentos que guardo de esa ocasión, tengo una carta de Carlos Montenegro, el autor de “Nacionalismo y Coloniaje”, en la cual me dice:

Tengo la satisfacción de hacer llegar a su conocimiento que el Partido Socialista, por unanimidad, ha votado la resolución cuyo texto transcribo a usted, como la ofrenda que nuestra organización ofrece al ilustre maestro y educador que es usted”.
A continuación venía la resolución, en cuya parte principal se expresa que “…el Partido Socialista de Bolivia, en nombre de las masas de trabajadores de la ciudad y del campo representados en su seno, pronuncia un voto de simpatía por la obra cultural del profesor Elizardo Pérez y hace constar su vehemente amparo al ilustre maestro, frente a la política de atropello, incomprensión y hostilidad que contra aquél se ha seguido”. Y finalmente: “Con este motivo y reiterando a usted la firme voluntad del Partido Socialista para secundar, fomentar y sostener su nobilísima labor, salúdolo cordialmente como su atento camarada.- (Fdo.) Carlos Montenegro, Secretario General del C.C.E.”.

Ya se sabe que en el Partido Socialista militaba lo más granado de la juventud de entonces, la cual, posteriormente, se dispersaría en varias organizaciones políticas de suerte diversa.
Don Gustavo Carlos Otero, otra de las grandes personalidades de entonces, también me hizo llegar una carta, con fecha 28 de mayo de 1936, en la que me decía:

Con sorpresa y con indignación me he enterado de su retiro de la instrucción, a causa de influencias que siempre han sido nocivas para todo elemento extraño a las camarillas y al exhibicionismo insulso que en la instrucción han sido casi siempre decisivos.
A mi paso por la administración pública he tenido oportunidad de apreciar su labor y he podido llegar a la evidencia personal de los sacrificios de todo orden que la escuela de Warisata le ha costado. Puedo asegurar que incluso su peculio particular ha sido agotado en ese monumento a su capacidad y a su vocación. Tengo la certeza de que la única afirmación promisora en cuanto a la educación indigenal la ha dado usted en Warisata... (pero) no me ha extrañado que en Bolivia hubiera sido causa de emulaciones y de intrigas, hasta procurar su retiro. Pecó usted de ingenuo al creer que sus esfuerzos merecían estímulo: su labor fue una demostración de que por otras partes todo era ficción, y eso no han de perdonárselo nunca”. (subrayado mío, E. P.).

Otero, como se ve, había puesto el dedo en la llaga en lo que se refiere a la sórdida envidia que mi obra despertaba en determinados profesionales.
En fin, la cosa se hizo tan abultada y el ruido tan grande, que el Ministro me pidió insistentemente que retirara mi renuncia. Así lo hice y volví a Warisata a reasumir mis funciones.

4.- EL MINISTRO PEÑARANDA RECORRE EL PAÍS PARA FUNDAR ESCUELAS.
Al poco tiempo de mi incidente con el Ministro, éste fue sustituido por el Teniente Coronel Peñaranda, de quien ya he hablado; era parco de palabras, sabía escuchar y era un temperamento ejecutivo y dinámico. En lugar de anegarse en el expedienteo burocrático del Ministerio, se echó a correr en camioneta por el haz de la República para ubicar personalmente, acompañado del Director General de Educación Indigenal y otros funcionarios, los nuevos núcleos en los cuales se aplicarían las experiencias de Warisata. De esta manera, Peñaranda fundó las escuelas de Mojocoya y San Lucas en Chuquisaca; las de Llica y Talina en Potosí, y la de Canasmoro en Tarija. En su oportunidad hablaremos de algunas de ellas.
El Ministro encomendó la escuela de Llica, en la lejana frontera de Chile, más allá del gran salar, a Bernabé Ledezma, compenetrado del espíritu de Warisata. Esta escuela fue ubicada por sugerencia del ciudadano peruano Ernesto Nieto, pero recién se organizó en 1937, cuando yo me hice cargo de la Dirección General.

Los resultados logrados por Peñaranda hubieran sido superiores si hubiera sabido apartarse de la influencia de cierto personaje, que so capa de “intelectual” había ido medrando en el Ministerio, hasta alcanzar en 1937 el cargo de Oficial Mayor de Asuntos Indígenas, cargo especialmente creado para él. Este hombre de oscura y siniestra trayectoria iba a convertirse, con el tiempo, en nuestro peor enemigo; astuto y solapado, simulador como nadie, usó su influencia burocrática para complotar en contra de Warisata. La buena fe de algunos Ministros no permitió que fuera descubierto en sus turbios propósitos, y así pasó su existencia sin haber recibido, hasta ahora, la sanción que merecía.
No obstante, las escuelas fundadas por el Ministro Peñaranda fueron encaminadas bajo los principios de Warisata. De esta manera quedaba definitivamente consagrada nuestra obra, aunque el desarrollo posterior de la educación campesina haya sufrido no pocos altibajos debido sobre todo al factor docente. Téngase en cuenta que todo esto constituía una empresa sin precedentes, estaba en el período de su gestación y no había, salvo excepciones, elemento preparado para conducir las escuelas. Más de un núcleo fracasó por completo; pero otros probaron, con su brillante desarrollo, hasta qué punto la experiencia de Warisata era adecuada a la fisonomía del país y de sus masas indígenas.
Con estas escuelas el país ya tenía doce núcleos, pues debemos contar a Caquiaviri y Caiza “D”, fundadas algunos años antes, la primera como ensayo de espíritu contrario al de Warisata -era escuela de aldea- y la segunda como primera escuela del grupo quechua. Posteriormente se fundaron los núcleos de Moré, Chapare, Cliza y Jesús de Machaca. Ya relataré algo de ellos.

5. EL BALANCE DE 1936.
En estas páginas hemos mencionado varias veces todo lo que habíamos hecho en cuanto a productividad, pero sin duda el lector se sorprendería viendo los datos numéricos que complementan esas referencias. La escuela de Warisata había hecho verdaderamente milagros, y eso con una dotación bastante escasa de herramientas y recursos. En este sentido, había una emulación singular entre el taller de carpintería y el de mecánica, a ver cuál de los dos era más importante para el desarrollo de nuestras labores.
En la carpintería la cosa marchaba como si fuera una maestranza, y los niños se disputaban el turno de entrada. La obra realizada por el maestro Quiterio Miranda era asombrosa: había dotado de puertas y ventanas a todo el primer pabellón, con sus cinco cuerpos y dos pisos; las había fabricado también para las escuelas seccionales y estaba preparándolas para el nuevo edificio del Pabellón México. Intervino en la preparación de vigas para los pisos y techumbres, viguillas para tejas, entablado para pisos y otras labores de construcción; produjo todo el mobiliario, y más, del que necesitaba la escuela, a saber: mesas unipersonales, bipersonales y cuatripersonales para las aulas, suficientes para cuatrocientos alumnos, en las tallas requeridas para jardín infantil, secciones media y profesional; sillas corrientes y plegadizas, mesas, sillas y bancos para el comedor, pizarrones de primera calidad, a polea, para todos los cursos; grandes telares para el taller de alfombras; cujas para el internado, etc. Solía verse en el taller de carpintería a campesinos que llevaban sus listones para aserrarlos, ayudados por los alumnos, y algunas veces se prestaban herramientas para trabajar en sus hogares. Los muchachos, llenos de iniciativa, hicieron hasta objetos de arte como candeleros, bases para tinteros, repisas; y cuando la fiebre del ajedrez invadió la escuela, no había alumno que no estuviera fabricando su propio juego, en todas las formas imaginables. Con el taller de carpintería los viajeros de la zona empezaron a abandonar el folklórico bulto o atado, para reemplazarlo por la maleta, que la fabricaban de madera, y que fue también una desarrollada industria. Y por otra parte, ya solía verse en el hogar campesino, el velador, el catre y alguno que otro mueble, que empezaban a ser apreciados por los indígenas junto con las correspondientes nociones de limpieza y ventilación. Toda esta obra fue continuada después por el profesor Luis Cano, que se hizo cargo del taller desde 1937.

Parecida historia puede contar el taller de mecánica: hizo doscientos catres plegadizos de hierro para el internado, más de seiscientas sillas para aulas y comedores, rejas para puertas, tanques para almacenamiento de agua, bajantes y canaletas para los techos, innumerables utensilios de cocina y comedor, dos cocinas económicas y otros enseres. Demostrando su habilidad, reprodujo en todos sus detalles el telar americano que teníamos en el taller de tejidos, lo mismo que las hiladoras mecánicas; en fin, hizo sus propias herramientas y otras para uso de alumnos y campesinos, adquiriendo éstos muchas notables habilidades en la materia.

En todo el tiempo que estuvimos en Warisata, y aún después, no supe de ningún alumno que hubiera abandonado las labores especificas del campo para convertirse en artesano en las ciudades. Desmentido suficiente a quienes veían un peligro de “despoblación del campo a consecuencia de la instalación de talleres en las escuelas.
Además del taller de tejidos, que se autoabastecía y pagaba jornales a las hilanderas, se instaló, como hemos dicho, el taller de alfombras. Los dos maestros tenían gran habilidad, y Garibaldi era todo un artista de inspiración vernácula: sus alfombras tiwanacotas son de justificada fama. Obsequiamos una al Presidente Busch, para el Palacio de Gobierno. Además de su intensa productividad, preparaba especialistas para que más tarde fueran a instalar talleres en otros núcleos.
También se instaló un taller de costura, donde el espectáculo era grato y pintoresco: niñas y mujeres adultas cosiendo polleras, delantales, camisas y hasta ropa para niños necesitados. Cuando los alumnos, por propia iniciativa, inventaron el uniforme warisateño, este taller produjo todas las blusas de las niñas.
Teníamos también un taller de sombrerería, vista la gran demanda que había en la comunidad; los sombreros eran de buena calidad, al estilo de los que se usan en la altipampa. Y como todos los otros, también este taller se autoabastecía, sin gravar un centavo al erario.

En lo que se refiere a la sección de ladrillos, su trabajo fue también de grandes alcances, a pesar de las dificultades que ofrecía la extracción de la materia prima y su transporte, primero a lomo de acémila y luego en camión. Lo menos que produjo fueron 180.000 ladrillos de diferentes dimensiones y formas para arcadas, pilares, bóvedas, bovedillas y otros fines. Niños y adultos alimentaban los hornos con empeño. Más tarde se instaló una maquinaria para fabricar tejas, con miras al abastecimiento de este material a las seccionales y a los hogares indígenas, para reemplazar el techo usual de paja por el de teja. Tal idea prosperó sólo relativamente, porque una vez que fuimos echados, los “pedagogos” que nos reemplazaron, lo primero que hicieron fue deshacerse de la referida maquinaria...

La producción de estuco ya la he mencionado; su industrialización produjo no menos de 2.000 fanegas, destinadas a nuestros edificios, casas de profesores y escuelas seccionales; no pocos indios recibieron gratuitamente este material para el blanqueado de sus casitas.

El aserradero de Sorata, cuyo trabajo era extraer la madera, elaborarla y transportarla, produjo enorme riqueza para la escuela; en ese tiempo, se calculaba en Bs. 250.000 el total producido (unos cincuenta mil dólares). La madera se consumía en grandes cantidades, y se iba acumulando para el Pabellón México, viviendas para maestros y hogares indígenas, que principiaron a recibirla gratuitamente. También en este aspecto los destructores de la escuela echaron mano de la madera dilapidando impiadosamente lo que tanto trabajo nos había costado reunir.
El aserradero de Sorata nos proporcionaba también combustible de excelente calidad, que agregado al de los yacimientos de turba descubiertos cerca, permitían la alimentación constante de hornos y cocinas.

Otro aspecto de gran desarrollo fue la explotación de una cantera de piedra que había en Chiquipa. Se trataba de un excelente asperón rosado que hoy puede admirarse en la fachada del Pabellón México. Este trabajo era sumamente difícil porque la cantera estaba situada en una colina, y la extracción y transporte de los bloques demandaba mucho esfuerzo. El maestro Suxo se distinguió en su elaboración, y más tarde dos talladores indígenas de Comanche, de apellido Otto, fueron los artífices que orientados por el artista Manuel Fuentes Lira, realizaron las maravillosas portadas del Pabellón.

La industria del adobe, con la colaboración de los campesinos, alcanzó cifras fantásticas: calculo en un millón y medio de unidades producidas, y conste que al retirarnos, teníamos todavía cientos de miles no utilizados.

La sección construcciones no he de describirla: creo que las fotografías de los diversos pabellones demuestran con suficiente elocuencia el inmenso trabajo realizado. Fuera de los edificios escolares, se construyó varias casitas para maestros solteros y casados. Las primeras fueron utilizadas por Ibáñez, De la Riva, Carlos Álvarez y el “Secretario” Rufino Sosa.
Esta sección construyó también un muro de tapialera que circunda todo el recinto de la escuela, incluyendo edificios, campos de deporte, jardines, campos de experimentación de cultivos, etc. Más tarde se alzaría otro para los recintos de las fábricas de tejas y ladrillos, almacenes y otros. También realizó el empedrado de todas las avenidas y callejuelas formadas por jardines y lotes de cultivo.
Otro trabajo que no llegó a ser terminado, fue la construcción de casas para los indígenas, alineadas alrededor de la plaza de Warisata; se alzaron cimientos y muros, y después vimos que sólo pocas de ellas habían sido concluidas.
Para entonces, la escuela pudo contar con alumbrado eléctrico, gracias a un motogenerador obsequiado por D. Hugo Ernst, un hacendado que no tenía miedo a la educación del indio.
Por último, la sección de construcciones, destacando a sus “expertos”, alzó sucesivamente los edificios de muchísimas escuelas seccionales, empezando por las del valle de Sorata (donde teníamos excelentes maestros como los hermanos Jorge y Moisés Sanjinés Ergueta, don Néstor Salazar y Emiliano Marín); todas estas construcciones eran de adobe, con techo a dos aguas, algunas de dos pisos, con puertas y ventanas que permitían buena iluminación.
En los trabajos agrícolas, ya he dicho que no teníamos tierras en propiedad, utilizando unas diez hectáreas cedidas por los campesinos. Los promedios anuales hasta 1936 eran significativos: se había llegado a una producción de 90 quintales de trigo, experiencia interesantísima por cuanto en la zona, frígida y ventosa, nunca se había ensayado este cultivo. Las primeras semillas de este cereal nos fueron obsequiadas por la Sociedad Triguera de La Paz y de ellas se beneficiaron también con éxito los indígenas de la comunidad. Para la molienda del trigo utilizábamos un molino particular.
Se introdujo también el cultivo de arvejas, cuyo promedio era de 5 fanegas, de habas, que por entonces llegó a 30 fanegas, y de maíz, con una producción experimental limitada, con semilla traída de Tiquina. Estos nuevos cultivos mejoraron grandemente el standard de vida de los indios.

Los cultivos regionales eran inmensos: la papa daba ochocientas cargas anuales, o sea unos mil doscientos quintales. Se producía además ocas, papaliza, quinua y cebada, con todo lo cual el internado tenía asegurado su mantenimiento. A esto se agregaban los campos de hortalizas, que producían cebollas, lechuga, repollo, coliflor, rábanos y hasta tomates.
Se plantaron además varios centenares de eucaliptos, sauces y pinos; estos últimos requirieron mucho trabajo al comienzo; teníamos que protegerlos contra la crudeza del clima fabricándoles cerquitos de barro y poniéndoles cada noche su respectiva capuchita de paja o totora; después se adaptaron y llegaron a cambiar el paisaje. En cuanto al kolli y la kiswara, arbolillos típicos de la zona, los teníamos en gran número, dando una extraordinaria belleza a los jardines y huertas; en los períodos de grandes nevadas, decenas de estos arbolitos solían aparecer abatidos, de suerte que nunca faltaban voluntarios, entre profesores y alumnos, que en media tormenta de nieve salían a sacudirles del peso que los oprimía.
La jardinería, ocupación favorita de maestros y educandos, alcanzó gran desarrollo. Teníamos un surtido prodigioso de flores, desde la simbólica kantuta inkaica, hasta pensamientos, rosas, siemprevivas, botón soltero, uchokaspas (margarita amarilla), bocaisapo y muchísimas otras, culminando con claveles. Cada curso tenía a su cargo un jardín y una huerta y todos se afanaban en tener el lote mejor cultivado y floreciente. Había profesores que se pasaban la vida tratando de aclimatar algunos ejemplares raros traídos de sus excursiones o viajes a La Paz. Y con todo esto, daba gusto pasear por los campitos de experimentación, simétricamente distribuidos, con sus avenidas bordeadas de margaritas y arbolillos, todo limpio y sin un yerbajo.

En la sección pecuaria, introdujimos porcinos y ovinos de raza, llevados de una hacienda mía. Los cuatro cerdos eran conducidos al pastoreo por turnos muy disputados de kapapolleras (niños de kindergarten), y las veinticinco ovejas también; en la época de celo, se prestaban a campesinos, con lo cual ya empezaron a aparecer cerdos de raza “gringa” como decían los niños, y ovejas cara-negra de gran alzada.

Instalamos asimismo un cuarto para sanidad, a cargo de los profesores y más tarde dirigida por un sanitario profesional. Ya he referido que otros servicios sociales eran ejecutados por los alumnos, que solían llevar jabones, estuco, escobas, tijeras de peluquería y cuanto se proponía la fértil imaginación de los niños, a los hogares cercanos.

A la cuestión educacional, ya referida varias veces, agregamos la enseñanza del modelado en barro, que Salazar solía dirigir en sus ratos libres; y más tarde, la talla en madera, con la que Fuentes Lira realizó trabajos de altísima categoría estética, como se ve en las puertas del Pabellón México. A tal arte llamóle “neo-indio” su fundador, y es esencialmente decorativo.
Desgraciadamente, para entonces ya no teníamos la colaboración de Illanes, que no pudo completar sus trabajos; y hasta ahora quedan, al lado de sus murales del primer piso, grandes paños blancos esperando que un resurgimiento de educación indigenal atraiga a nuevos artistas para dejar en esos muros el testimonio de su arte.
Ya que la ocasión se presenta, debo decir que en el Núcleo de Caiza “D”, otro artista estaba realizando iguales trabajos pictóricos en los muros: se trataba de Pablo Iturri Jurado, (a) Ramun Katari, que además de sus dotes pictóricas era también poeta y músico de hondas raíces indigenistas.

Continuará...

Fuente: Elizardo Pérez, "Warisata - La Escuela Ayllu", Editorial Burillo, La Paz - Bolivia, 1962.

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1 comentario:

  1. Este testimonio es verdaderamente asombroso. Soy una mujer con 2 niños. Desde la muerte de mi esposo, me encontré en problemas y tenía un montón de deudas a pagar antes de finales de enero y comenzar mi propio negocio. Le pregunté a mis vecinos y tengo mi banco de ayuda, pero que las personas no quieren ayudarme; Estaba en serios problemas. Yo le respondí unas cuantas ofertas de préstamo en el Internet y hacer trampa dos veces. Pero para continuar mi investigación,
    Leí un testimonio de préstamo, que habló con un discurso de la señora vadez, honesto y serio. Bueno esta señora me ayudó con un préstamo de 16.000 €. Usted garantizado que recibí el préstamo la semana pasada, y con ese dinero podía pagar mis cuentas. Es cierto que estuve de acuerdo en pagar por el dinero y no está mal como los otros ladrones. Si usted desea hacer el préstamo, asesorará y guiará a esta señora, y usted no será decepcionado. en contacto con ellos: correo electrónico: angelavadez8@gmail.com
    Contacto whatsapp + 33647161579

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