Después de muchos años de silencio, este personaje anónimo cuenta la manera en que llevó el Diario de Ernesto Che Guevara desde Bolivia hasta Cuba, para su posterior publicación.
After many years of silence, this anonymous man says about the way in that took Ernesto Che Guevara personal Notebook from Bolivia to Cuba, for his publishing
Otros artículos:
Cómo el Che Guevara llegó a luchar (y a morir) en Bolivia.
René Barrientos fue asesinado por su amigo Alfredo Ovando?.
Presidentes de Bolivia: René Barrientos Ortuño.
Presidentes de Bolivia: Luis Adolfo Siles Salinas.
Presidentes de Bolivia: Alfredo Ovando Candia.
“Manden diez ejemplares del Desafío Americano, de Jean Jacques Servant Schreiber”, ese fue el mensaje (en clave) con el que, desde Bolivia, se autorizó a La Habana la publicación del diario del Che. Las copias del documento fueron llevadas a Cuba en un operativo en el que un boliviano tuvo el papel protagónico. Varios microfilms camuflados dentro de seis Iong-plays de música nacional fueron el medio de transporte. Hoy, años después, este hombre rompe el silencio y cuenta su historia. Revela haber recibido los escritos de Ernesto Guevara, de manos de Antonio Arguedas Mendieta, y haberlos confiado a militantes izquierdistas, en Chile, quienes entregaron el documento al propio Fidel Castro.
Cuáles fueron las circunstancias iniciales del operativo que culminó con la entrega del diario del Che Guevara a Fidel Castro?
Por esas cosas circunstanciales, un día de esos, Antonio Arguedas me llamó por teléfono y me dijo: “Necesito verte con urgencia. No me falles. Voy a aparecer a tal hora en la esquina Potosí y Socabaya, en un automóvil azul. Al dar la vuelta voy a abrir la puerta y tú subes”. Todo misterioso. Concurro a la cita y subo al automóvil. Conversamos en plena marcha.
Precisemos la fecha, si es posible.
Marzo o abril de 1968. Arguedas aborda el tema:
“Quiero encomendarte una misión y me vas a decir si tienes posibilidades de hacerlo... Te entrego una copia del diario del Che y después tu sabrás lo que haces con eso”. Acepté sobre tablas. Yo estaba buscando la forma de cómo conseguir una copia. Luego soy convocado a su casa. Las copias fueron acondicionadas dentro de seis long-plays de música nacional. Eran microfilms. En ese momento me pregunto: “Qué contacto hay? Qué organización? O voy a hacerlo solo?”. No sabía qué hacer. Finalmente pienso que lo más aconsejable era ir a Chile.
Por qué a Chile?
Me acordé de mi amistad con Salvador Allende, Volodia Tantel Boim y otros dirigentes que podían colaborar.
A qué atribuye que Antonio Arguedas haya pensado en usted?
Él sabía que yo, antes de pertenecer al MNR, fui militante del PIR. Nos conocíamos. Hubo versiones de que participé en la fundación del Partido Comunista. Arguedas fue militante del PC. Atribuyo a eso.
Arguedas le dijo algo del por qué de su actitud?
No, absolutamente. Simplemente me dijo: “Tú sabrás lo que haces”.
Sin ninguna explicación ni poses heroicas?
No. Atribuyo todo esto a un convencimiento profundo de Arguedas y al hecho de que él jamás ha querido, ni siquiera, figurar como el hombre que tomó esta decisión. Yo atribuyo la totalidad del mérito de esta operación a Arguedas.
De manera que estamos hablando de una actitud personal de Antonio Arguedas y de una misión, también personal, de usted. Sin aparato, sin partido y sin contactos previos?
Absolutamente.
Cómo fue el viaje a Chile?
Por vía aérea. Llegamos a Arica y resulta que Luis Gayán Contador tenía un negocio allí. Fuimos con él hasta la ciudad haciendo hora para la combinación a Santiago. Gayán ve los discos y me dice: “Esta música te ha mandado Dueri para mí?”. Le digo que no, que se trataba de un encargo. Toma un disco y lo pone en el aparato. Al escuchar la música quiere quedarse con dos de los seis discos. Insistió, pero ante mi promesa de enviárselos a la vuelta me los devolvió. Luego alzamos vuelo a Santiago.
Quiénes? No es que iba solo, en misión personal?
Yo viajaba con una cobertura de turismo con dos bolivianos, que nunca sospecharon lo que llevaba. Llegamos a Santiago. En el hotel mi preocupación era dónde dejar los discos. Opté por caminar por las calles con los discos en la mano. Así me encontré con Hernán Uribe, un periodista chileno, que después iba a escribir el libro “Operación Tía Victoria”, donde atribuye todo esto a los chilenos, diciendo que no estaba autorizado a revelar el nombre del boliviano.
O sea que usted le habló de la misión que cumplía?
Uribe me preguntó acerca del motivo de mi viaje. Al principio le dije que estaba de vacaciones, pero finalmente le confié que llevaba una copia del diario del Che. “Quiero tomar contacto con la dirección del Partido Comunista o del Partido Socialista. Mañana intentaré hablar con Salvador (Allende), porque esto es muy importante”, le dije. A lo que él respondió: “Tú me estás hablando porque me conociste en el PC. Yo ya no soy del PC”. Entonces pensé que había cometido la primera equivocación del viaje. Y Uribe agregó: “Has hecho muy bien en acudir a nosotros. Si ibas al Partido Comunista te hubieran mandado de un lugar a otro. Has caído en buenas manos. Vamos a hacer las gestiones”. Luego me presentaron a un senador del Partido Socialista, de apellido Pérez, quien fue el que organizó mi viaje. Primero a París. Allí me dieron otro pasaporte, como cubano, con nombre supuesto. Luego pasé por Moscú.
Antes de continuar, dígame, ¿Uribe, Pérez y los otros conocieron el material?
Ellos se quedaron con el material. Por el libro “Operación Tía Victoria” sé que ellos enviaron a una persona a La Habana, antes que yo, y luego de allí me dijeron que vaya a Cuba.
Es obvio que esa persona llevó la copia del diario, ¿por qué se desprendió de tan valioso material?
Ellos me dijeron: “Esta es la situación. Nosotros podemos hacerlo”. Les dije que yo había cumplido mi parte. Pero se ve que de Cuba ordenaron que yo vaya. Entonces viajé a Moscú y, vía Murmansk -el puerto que está al norte del Círculo Polar Artico-, fui a dar a La Habana. Llegué y luego fui recibido por Fidel (Castro). Charlamos. Se ve que revisaron mis antecedentes. Tuve largas conversaciones con él.
Qué le dijo Fidel Castro?
Muy agradecido, me dijo: “Avisa a los amigos que somos muy receptivos”. Me pidió autorización para publicar el diario. Le dije que yo no estaba autorizado para hacerlo. Convinimos en que era urgente publicar aquello y que yo iba a enviar un mensaje una vez que tenga la autorización. Volví a Bolivia, informé a Arguedas de cómo me había ido y pasamos un cable a una dirección que me dieron en París. El cable decía: “Manden diez ejemplares del Desafío Americano, de Jean Jacques Servant Schreiber”. Esa era la indicación de que podían publicar. Fidel, en un acto público dijo algo así como que “la revolución también tiene amigos y ha llegado esto a nuestras manos sin que nos cueste un centavo”. Ese fue el elogio que hizo Fidel a nosotros, los bolivianos.
Por qué aceptó esa misión?
Porque responde a mis profundas convicciones. No sé si equivocada o justamente, si yo hubiese tenido menos años, es probable que me hubiese enrolado en la aventura.
Usted desconocía el contenido de lo que llevaba, pero finalmente se trataba del diario del Che. ¿Pensó en las consecuencias?
Naturalmente ignoraba el contenido, pero lo hice sin ningún temor. Consideré que lo correcto era que ello fuera difundido, para impedir cualquier cosa que pudiera perjudicar, en líneas generales, a la política internacional de Cuba y de los países socialistas.
Qué contingencias le ocasionó este hecho?
Una de las cosas que recuerdo es que durante la dictadura de Bánzer, la gente que conocía esto creía que yo corría riesgos. Una vez me llamó Regis Debray, me dijo que yo era un irresponsable, que cómo podía permanecer dentro del país, que por qué no salía. Le respondí que tenía un margen de seguridad grande y que el momento en que yo vea que no era así, iba a abandonar el país. Sé que recolectaron fondos para sacarme de Bolivia, mediante una operación comando. Yo me opuse y les pedí que desistieran, que hasta donde yo sabía, no corría ningún riesgo.
Autor: Eduardo Ascarrunz: Habla el hombre que llevó del diario del Che.
Fuente: Periódico “Presencia”. La Paz, 9 de diciembre de 1995.
After many years of silence, this anonymous man says about the way in that took Ernesto Che Guevara personal Notebook from Bolivia to Cuba, for his publishing
Otros artículos:
Cómo el Che Guevara llegó a luchar (y a morir) en Bolivia.
René Barrientos fue asesinado por su amigo Alfredo Ovando?.
Presidentes de Bolivia: René Barrientos Ortuño.
Presidentes de Bolivia: Luis Adolfo Siles Salinas.
Presidentes de Bolivia: Alfredo Ovando Candia.
“Manden diez ejemplares del Desafío Americano, de Jean Jacques Servant Schreiber”, ese fue el mensaje (en clave) con el que, desde Bolivia, se autorizó a La Habana la publicación del diario del Che. Las copias del documento fueron llevadas a Cuba en un operativo en el que un boliviano tuvo el papel protagónico. Varios microfilms camuflados dentro de seis Iong-plays de música nacional fueron el medio de transporte. Hoy, años después, este hombre rompe el silencio y cuenta su historia. Revela haber recibido los escritos de Ernesto Guevara, de manos de Antonio Arguedas Mendieta, y haberlos confiado a militantes izquierdistas, en Chile, quienes entregaron el documento al propio Fidel Castro.
Cuáles fueron las circunstancias iniciales del operativo que culminó con la entrega del diario del Che Guevara a Fidel Castro?
Por esas cosas circunstanciales, un día de esos, Antonio Arguedas me llamó por teléfono y me dijo: “Necesito verte con urgencia. No me falles. Voy a aparecer a tal hora en la esquina Potosí y Socabaya, en un automóvil azul. Al dar la vuelta voy a abrir la puerta y tú subes”. Todo misterioso. Concurro a la cita y subo al automóvil. Conversamos en plena marcha.
Precisemos la fecha, si es posible.
Marzo o abril de 1968. Arguedas aborda el tema:
“Quiero encomendarte una misión y me vas a decir si tienes posibilidades de hacerlo... Te entrego una copia del diario del Che y después tu sabrás lo que haces con eso”. Acepté sobre tablas. Yo estaba buscando la forma de cómo conseguir una copia. Luego soy convocado a su casa. Las copias fueron acondicionadas dentro de seis long-plays de música nacional. Eran microfilms. En ese momento me pregunto: “Qué contacto hay? Qué organización? O voy a hacerlo solo?”. No sabía qué hacer. Finalmente pienso que lo más aconsejable era ir a Chile.
Por qué a Chile?
Me acordé de mi amistad con Salvador Allende, Volodia Tantel Boim y otros dirigentes que podían colaborar.
A qué atribuye que Antonio Arguedas haya pensado en usted?
Él sabía que yo, antes de pertenecer al MNR, fui militante del PIR. Nos conocíamos. Hubo versiones de que participé en la fundación del Partido Comunista. Arguedas fue militante del PC. Atribuyo a eso.
Arguedas le dijo algo del por qué de su actitud?
No, absolutamente. Simplemente me dijo: “Tú sabrás lo que haces”.
Sin ninguna explicación ni poses heroicas?
No. Atribuyo todo esto a un convencimiento profundo de Arguedas y al hecho de que él jamás ha querido, ni siquiera, figurar como el hombre que tomó esta decisión. Yo atribuyo la totalidad del mérito de esta operación a Arguedas.
De manera que estamos hablando de una actitud personal de Antonio Arguedas y de una misión, también personal, de usted. Sin aparato, sin partido y sin contactos previos?
Absolutamente.
Cómo fue el viaje a Chile?
Por vía aérea. Llegamos a Arica y resulta que Luis Gayán Contador tenía un negocio allí. Fuimos con él hasta la ciudad haciendo hora para la combinación a Santiago. Gayán ve los discos y me dice: “Esta música te ha mandado Dueri para mí?”. Le digo que no, que se trataba de un encargo. Toma un disco y lo pone en el aparato. Al escuchar la música quiere quedarse con dos de los seis discos. Insistió, pero ante mi promesa de enviárselos a la vuelta me los devolvió. Luego alzamos vuelo a Santiago.
Quiénes? No es que iba solo, en misión personal?
Yo viajaba con una cobertura de turismo con dos bolivianos, que nunca sospecharon lo que llevaba. Llegamos a Santiago. En el hotel mi preocupación era dónde dejar los discos. Opté por caminar por las calles con los discos en la mano. Así me encontré con Hernán Uribe, un periodista chileno, que después iba a escribir el libro “Operación Tía Victoria”, donde atribuye todo esto a los chilenos, diciendo que no estaba autorizado a revelar el nombre del boliviano.
O sea que usted le habló de la misión que cumplía?
Uribe me preguntó acerca del motivo de mi viaje. Al principio le dije que estaba de vacaciones, pero finalmente le confié que llevaba una copia del diario del Che. “Quiero tomar contacto con la dirección del Partido Comunista o del Partido Socialista. Mañana intentaré hablar con Salvador (Allende), porque esto es muy importante”, le dije. A lo que él respondió: “Tú me estás hablando porque me conociste en el PC. Yo ya no soy del PC”. Entonces pensé que había cometido la primera equivocación del viaje. Y Uribe agregó: “Has hecho muy bien en acudir a nosotros. Si ibas al Partido Comunista te hubieran mandado de un lugar a otro. Has caído en buenas manos. Vamos a hacer las gestiones”. Luego me presentaron a un senador del Partido Socialista, de apellido Pérez, quien fue el que organizó mi viaje. Primero a París. Allí me dieron otro pasaporte, como cubano, con nombre supuesto. Luego pasé por Moscú.
Antes de continuar, dígame, ¿Uribe, Pérez y los otros conocieron el material?
Ellos se quedaron con el material. Por el libro “Operación Tía Victoria” sé que ellos enviaron a una persona a La Habana, antes que yo, y luego de allí me dijeron que vaya a Cuba.
Es obvio que esa persona llevó la copia del diario, ¿por qué se desprendió de tan valioso material?
Ellos me dijeron: “Esta es la situación. Nosotros podemos hacerlo”. Les dije que yo había cumplido mi parte. Pero se ve que de Cuba ordenaron que yo vaya. Entonces viajé a Moscú y, vía Murmansk -el puerto que está al norte del Círculo Polar Artico-, fui a dar a La Habana. Llegué y luego fui recibido por Fidel (Castro). Charlamos. Se ve que revisaron mis antecedentes. Tuve largas conversaciones con él.
Qué le dijo Fidel Castro?
Muy agradecido, me dijo: “Avisa a los amigos que somos muy receptivos”. Me pidió autorización para publicar el diario. Le dije que yo no estaba autorizado para hacerlo. Convinimos en que era urgente publicar aquello y que yo iba a enviar un mensaje una vez que tenga la autorización. Volví a Bolivia, informé a Arguedas de cómo me había ido y pasamos un cable a una dirección que me dieron en París. El cable decía: “Manden diez ejemplares del Desafío Americano, de Jean Jacques Servant Schreiber”. Esa era la indicación de que podían publicar. Fidel, en un acto público dijo algo así como que “la revolución también tiene amigos y ha llegado esto a nuestras manos sin que nos cueste un centavo”. Ese fue el elogio que hizo Fidel a nosotros, los bolivianos.
Por qué aceptó esa misión?
Porque responde a mis profundas convicciones. No sé si equivocada o justamente, si yo hubiese tenido menos años, es probable que me hubiese enrolado en la aventura.
Usted desconocía el contenido de lo que llevaba, pero finalmente se trataba del diario del Che. ¿Pensó en las consecuencias?
Naturalmente ignoraba el contenido, pero lo hice sin ningún temor. Consideré que lo correcto era que ello fuera difundido, para impedir cualquier cosa que pudiera perjudicar, en líneas generales, a la política internacional de Cuba y de los países socialistas.
Qué contingencias le ocasionó este hecho?
Una de las cosas que recuerdo es que durante la dictadura de Bánzer, la gente que conocía esto creía que yo corría riesgos. Una vez me llamó Regis Debray, me dijo que yo era un irresponsable, que cómo podía permanecer dentro del país, que por qué no salía. Le respondí que tenía un margen de seguridad grande y que el momento en que yo vea que no era así, iba a abandonar el país. Sé que recolectaron fondos para sacarme de Bolivia, mediante una operación comando. Yo me opuse y les pedí que desistieran, que hasta donde yo sabía, no corría ningún riesgo.
Autor: Eduardo Ascarrunz: Habla el hombre que llevó del diario del Che.
Fuente: Periódico “Presencia”. La Paz, 9 de diciembre de 1995.
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