Séptima parte del dossier basado en el libro “La vida en rojo”, de Jorge Castañeda, que cuenta la desafortunada aventura guerrillera del Che Guevara en Bolivia.
Seventh part of the dossier based on the book “The life in red", of Jorge Castañeda, that narrates about the unfortunate adventure fighter of the Che Guevara in Bolivia.
Otros artículos:
Che Guevara: traicionado o no? Parte 6.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 5.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 4.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 3.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 2.
Seventh part of the dossier based on the book “The life in red", of Jorge Castañeda, that narrates about the unfortunate adventure fighter of the Che Guevara in Bolivia.
Otros artículos:
Che Guevara: traicionado o no? Parte 6.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 5.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 4.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 3.
Che Guevara: traicionado o no? Parte 2.
ABRIR FUEGO.
Así cuando el jefe de la Cuarta División del ejército comisionó a una patrulla para inspeccionar la finca, ya habían recibido un buen número de señales que delataban la presencia de un grupo armado. Marcos y la vanguardia se cruzan con la patrulla del ejército; los guerrilleros matan a un soldado, y de inmediato se repliegan, evitando el combate y abandonando la finca, los militares se retiran a Camiri, vapuleados pero con el trofeo más preciado: la información segura sobre la existencia de un grupo de “alzados” en el cañón de Ñancahuazú.
La guerra había comenzado, en las peores condiciones imaginables.
En lugar de poder reponerse de la marcha, descansar, organizar a los nuevos reclutas, atender a las visitas y mejorar el abastecimiento, los combatientes recién reagrupados en su base deberán enfrentar de inmediato las consecuencias de haber perdido su carácter clandestino.
Marcos ya le había colmado la paciencia al Che durante la marcha, por sus repetidos pleitos, en particular con Pachungo, quien también fue víctima de varias descargas del argentino. Al restablecer contacto, enterado del repliegue de Marcos y del descubrimiento de la casa de calamina, Guevara explota. Insulta a su jefe de vanguardia, acusándolo virtualmente de cobarde por adoptar una posición defensiva y haber reculado.
Una guerrilla no se retira sin luchar; no se gana sin combatir, anota el Che en su diario. Según Regis Debray, la descarga fue violenta: “¿Qué pasa aquí? ¿Qué despelote es éste? ¿Acaso estoy rodeado de cobardes o traidores? Ñato, tus bolivianos comemierdas ya no los quiero ver, están castigados hasta nueva orden”.
No importa que la posición defensiva buscara montar una emboscada; no cuenta que se produjo una larga discusión entre Marcos, Rolando y Antonio (Orlando Pantoja) sobre el dispositivo idóneo.
Deprimido por la mala racha de acontecimientos, desgastado por el hambre, la sed y la enfermedad, atosigado por las eternas pugnas intestinas, las envidias y las mezquindades, en una palabra, en circunstancias terriblemente adversas, el Che Guevara toma entonces una de las decisiones más críticas y cuestionables de su vida. Contra sus propias teorías y experiencia, frente a la oposición callada pero expresiva de sus subordinados, organiza una emboscada para el destacamento militar que sin duda aparecerá en los próximos días, en cuanto el cuartel de Camiri reaccione al descubrimiento de los insurrectos y a la muerte de uno de sus hombres.
La guerrilla no estaba, de ninguna manera, preparada para iniciar las hostilidades; ni la precaria cohesión lograda, ni la estrategia escogida aconsejaban una iniciativa de esa índole. Por mucho que la primera escaramuza hubiera delatado su existencia, aun en esos momentos era factible huir y evadir el contacto con el enemigo. El Che optó por lo contrario.
Tanto Humberto Vázquez Viaña, integrante de la red urbana y hermano del Loro, como Gary Prado, el militar boliviano que captura al Che en la Quebrada del Yuro en octubre, convienen en que la elección de Guevara se antoja inevitable y planeada. Vázquez Viaña considera que tanto la localización como el momento eran los originalmente planeados, y que el Che nunca pensó durar meses sin someter a sus cuadros —bolivianos neófitos y cubanos mal acostumbrados— a la prueba de fuego. El motivo del fracaso no radica, en su opinión, en el carácter prematuro de los combates sino en otros múltiples factores. El militar boliviano Gary Prado, por su parte, juzga acertada la decisión del Che, en vista de las circunstancias, ya que las alternativas —huir sin dar la cara, o disolver la guerrilla— eran menos atractivas. La fuga no remediaba el descubrimiento por el ejército, y la disolución no era factible.
Pero el propio Fidel Castro ha declarado que el inicio anticipado de los combates le costó caro a la guerrilla del Che. No es difícil creer que la confusión del ejército y su tendencia natural a evitar los combates les hubiera permitido a los guerrilleros alejarse y empezar de nuevo sin demasiadas dificultades. Los servicios de inteligencia de Estados Unidos subrayaron repetidamente cómo las patrullas de la Cuarta División acuartelada en Camiri sólo persiguieron a los guerrilleros con gran renuencia y a regañadientes.
LA PRIMERA EMBOSCADA.
El 23 de marzo, en la quebrada del río Ñancahuazú, la mitad del contingente militar de ochenta hombres enviados al campamento del Che fue atacada por los guerrilleros, en una emboscada de pizarrón.
Los sobrevuelos de la aviación alertaron a los “alzados”; la larga experiencia del Che y de sus compañeros les permitió ejecutar la operación con meticulosa perfección. En el enfrentamiento murieron siete integrantes de las fuerzas armadas, incluyendo un oficial; 14 más se rindieron, entre ellos cuatro heridos; en tanto que la guerrilla no sufrió ninguna baja. El botín capturado abarca 16 fusiles y dos mil tiros, tres morteros con proyectiles, dos metralletas Uzi, una subametralladora y dos equipos de radio.
Desde el punto de vista estrictamente militar y táctico, la operación constituye todo un éxito: un bautizo de fuego victorioso, eficaz y económico. Pero a partir de ese momento, una pequeña banda aislada y agotada de hombres mal armados y subalimentados deberá enfrentar todo el poder de un ejército indudablemente mediocre, pero respaldado por Estados Unidos.
Ya nadie puede disimular: existe una guerrilla en Bolivia, y en ella participan extranjeros y bolivianos.
Su ubicación, fuerza y capacidad táctica son conocidas. Las reuniones programadas con la dirección del Partido Comunista, el reclutamiento de nuevos cuadros bolivianos, la construcción coordinada de la red urbana, la difusión oportuna de las tesis y realizaciones de la guerrilla: todos los planes minuciosamente diseñados se trastornan.
El 14 de abril el PCB es proscrito, obligando incluso a militantes marginados por la dirección como Loyola Guzmán, la dirigente de la juventud encargada de las finanzas de la red urbana, a sumirse en la clandestinidad; no podrán, por ende, desempeñar las funciones asignadas en las ciudades.
Debray recuerda que para el condottiere el saldo de la escaramuza no era enteramente negativo. Comprendía de manera cabal que desde un punto de vista estratégico no convenía, pero respiraba una cierta satisfacción ante el fin de la inactividad, por el término de la ambivalencia reinante: el combate endurecía a la tropa, elevaba la moral, aclaraba las cosas. Es preciso recordar el contexto de derrotismo y apatía que impera cuando el Che incurre en esa orientación fatal; también conviene enfatizar el estado de ánimo personal del comandante. Se había vuelto más taciturno e introspectivo que nunca:
“Apartado, sentado en la hamaca, fumando una pipa, bajo una cobertura de plástico, leía, escribía, pensaba, tomaba mate, limpiaba su fusil, escuchaba Radio Habana en su transistor por la noche. Ordenes lacónicas. Ausente. Encerrado en sí mismo. Atmósfera tensa en el resto del campamento. Disputas, susceptibilidades nacionales, discusiones sobre la táctica a seguir, todo avivado por el agotamiento, el hambre, la falta de sueño y la permanente hostilidad de la selva. Otro se habría mezclado con la tropa, hablando o bromeando con todos. El Che ponía la disciplina al desnudo, sin adornos ni relaciones personales”.
TANIA, OTRA VEZ.
Antes del regreso del Che, fueron introducidos al campamento tres personajes: Regis Debray, Ciro Roberto Bustos y Tamara Bunke. Esta última no debía encontrarse allí; su tarea consistía en encaminar a los reclutas y visitas al campamento y regresar a La Paz.
Pero en esta ocasión quemó, por así decirlo, sus propias naves.
Ya fuera por decisión deliberada, o porque habló su inconsciente —una madeja de fantasmas, culpas, deseos y obsesiones donde se cruzan la aspiración guerrillera, su probable amor por Guevara, el descuido y los nervios—, la agente de los servicios cubanos abandonó su jeep en la casa de calamina que fue ocupada por el ejército días después.
En el jeep, olvidó libretas de teléfonos, ropa y otros artefactos, que facilitaron su identificación a la sección de inteligencia del ejército. Como el Che diría en su diario, Tania ha sido “individualizada y se pierden dos años de trabajo bueno y paciente”.
Según la revista alemana Der Spiegel, Guevara la cachetea al volver al campamento después de la marcha y descubrirla instalada allí en tienda guerrillera. Uno de los escasos eslabones de la magra red urbana del Che Guevara en Bolivia se quebraba; en las siguientes semanas se desvanecerían los demás, dejando a la guerrilla totalmente desprovista de contacto con el exterior, con La Paz, y con La Habana.
¿Quién era Tania, y por qué se obstinó en incorporarse a una guerrilla para la que no estaba preparada físicamente y a la que podía servir con mayor eficiencia en la ciudad?
Conviene despejar el terreno de las versiones fantasiosas.
La tesis según la cual Tania era una doble agente de la KGB, o del Ministerio de Seguridad del Estado (MFS) alemán oriental, surgió por varios motivos, pero principalmente a través de una entrevista otorgada por un ex responsable de los servicios este-alemanes, Gunther Mannel, y publicada el 26 de mayo de 1968.
Mannel, que cambió de bando y se pasó a Occidente en 1961, contó que cuando vio de casualidad una foto de Tania después de su fallecimiento, la reconoció de inmediato.
Él había sido su “controlador” en los servicios de Alemania oriental; recordaba perfectamente que trabajaba para el MFS desde 1958. Se especializaba en la atención a visitantes extranjeros —en efecto así conoció al Che durante su primera estancia en Berlín en 1960— y recurría a todas las mañas femeninas de las espías de la literatura.
Según Mannel, en 1960 la KGB quiso ampliar su número de agentes en Cuba, y él fue el encargado de reclutar a Tania para ese propósito, misión que cumplió en una estación de tren de Berlín. Nunca fue posible confirmar esta información, y Mannel jamás proporcionó mayores datos. Daniel James retomó esta versión en su biografía del Che, pero no ofrece mayores pruebas ni precisiones.
Marcus Wolf, el renombrado jefe del contraespionaje alemán oriental, el deslumbrante personaje de las novelas de John LeCarré conocido como Karla, fue entrevistado en 1995 por los productores de un documental sobre el Che Guevara.
Allí señala que por lo menos en lo que a Wolf se refiere, Tania nunca trabajó para el MFS. Más aún, Wolf no la ha mencionado en ninguna de sus entrevistas públicas ni en los juicios que se le celebraron en Alemania después de la caída del Muro. Tampoco hace referencia a su carácter de agente en sus memorias, publicadas en 1997. Huelga decir que podría estar mintiendo, o que a los 80 años talvez no recuerda el nombre de todos y cada uno de sus subordinados. Pero la notoriedad de Tania no era precisamente minúscula, y resulta improbable que no recordara a una Mata Hari de semejante alcurnia, de haber trabajado bajo sus órdenes.
De hecho lo más probable es que, en 1961, Tamara Bunker, al igual que miles de jóvenes alemanes y de todo el bloque socialista, en efecto haya sido abordada por los servicios de inteligencia de su país. Como hablaba un castellano estupendo y provenía de la Argentina, constituía una candidata natural para trabajar en el ámbito internacional. No parece incluso inverosímil que al trasladarse a Cuba en agosto de aquel año lo haya hecho aún bajo las órdenes indirectas de Karla. Pero no existe absolutamente ningún indicio, ni en los archivos alemanes ni en Moscú, ni en el comportamiento de Tania en Bolivia, que sugiera un papel de provocadora o de doble agente. Otra cosa es que se haya enamorado del comandante Guevara, y que eso la haya inducido a cometer una serie de imprudencias o pifias indignas de alguien con su formación y experiencia.
Ulises Estrada lo reitera ahora, 30 años después: Tania estaba fascinada por el Che, más que enamorada, y quiso estar a su lado a como diera lugar.
Como Michele Firk en Guatemala durante los años 60 y las admiradoras del subcomandante Marcos en Chiapas, ansiaba ser guerrillera, no un enlace burocrático de los jefes y combatientes en La Paz, transportándolos de hotel a hotel y de contacto en contacto, siempre ajena a las decisiones trascendentes y a las grandes hazañas. Deseaba pasar de una vez por todas a la etapa de faenas y aspiraciones más épicas y ambiciosas.
El principio de las hostilidades que clausuran las salidas del cuartel guevarista imposibilitan su retorno a La Paz con la identidad de antes. Se cumple su deseo, consciente o no: deberá permanecer en el campamento, con Debray y Bustos.
RUMORES Y VERSIONES.
¿Fue amante del Che? Nunca lo sabremos a ciencia cierta, ya que los testimonios de los sobrevivientes que convivieron con ella y con Guevara son contradictorios.
De las cinco personas con vida que pudieran poseer una opinión fundada y a la vez independiente, dos de ellas—Debray y Bustos— se abstienen de aseverarlo, o lo niegan; otras dos, Urbano y Pombo, son appartchiks cubanos sin voz propia.
Debray atribuye su escepticismo a la carencia del nivel mínimo de energía necesaria para sostener cualquier amor más allá del platónico. Bustos jamás ha mencionado el asunto. Benigno, en su libro, no adopta una posición tajante, pero en una entrevista posterior a la publicación enuncia categóricamente la vigencia de un amorío, sin argumentos o pruebas muy convincentes. Dos factores alientan la especulación.
El primero reside en los antecedentes: Tania y el Che se conocían desde finales de 1960, compartieron infinidad de reuniones y fiestas, coincidieron una temporada en Praga en la primavera de 1966, y todo indica que ella, por lo menos, estaba perdidamente enamorada de él.
En segundo lugar, cuando fue rescatado el cadáver de Tania en agosto, proliferaron los rumores de que en su vientre cargaba un feto de tres meses de edad. Si bien no se ha aclarado si fue objeto de una autopsia —algunos dicen que el mismo médico que le cercenó las manos al Che ya muerto, el boliviano Abraham Baptista Moisés, hoy empleado del Hospital Universitario de la ciudad de Puebla, en México, efectuó una necropsia completa— siempre corrió el rumor de que Tania estaba embarazada al morir.
No es probable que el padre haya sido el Che; sin embargo, algún testimonio presencial y confiable debió haber aparecido a lo largo de los últimos treinta años. Resulta más razonable creer que Tania fue una especie de groupie revolucionaria, lógicamente fascinada por el embrujante personaje que conoció en Berlín seis años antes; que la situación se prestara a las más diversas interpretaciones y tentaciones, pero que el Che no reencontró encantos en los rasgos severos y en ocasiones masculinos de Tania.
Continuará…
Fuente: Periódico “Última Hora”. La Paz, 5 de octubre de 1997.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se agradece cualquier comentario sobre este artículo o el blog en general, siempre que no contenga términos inapropiados, en cuyo caso, será eliminado...