lunes, 24 de noviembre de 2014

Che Guevara: traicionado o no? Parte 2

Segunda parte del dossier basado en el libro “La vida en rojo”, de Jorge Castañeda, que cuenta la desafortunada aventura guerrillera del Che Guevara en Bolivia.

Second part of the dossier based on the book “The life in red", of Jorge Castañeda, that narrates about the unfortunate adventure fighter of the Che Guevara in Bolivia.

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EL CHE GUEVARA TRAICIONADO… ¿POR QUIÉN, EN DÓNDE?

La vida cesó de sonreírle al Che Guevara, pero su prodigiosa voluntad y suerte le alcanzarán para una aventura final. El hombre que emerge de la derrota del Congo no pesaba ni cincuenta kilos y el asma y la disentería lo azotaban con una crueldad y frecuencia descomunales. Pero también conserva su fuerza interna, sus convicciones y los grandes rasgos de su carácter.
Durante varias semanas yace tendido en una minúscula habitación y una oficina acondicionadas para su convalecencia en la embajada de Cuba en Dar es Salaam. Sin embargo, pronto comienza a reponerse, primero de las diversas enfermedades que lo agobian, y del decaimiento psíquico que empieza a desvanecerse conforme avanzan sus planes para el futuro. Como recuerda Colman Ferrer, quien lo acompañó durante esos meses en Tanzania, fue allí que el Che tomó dos decisiones terminantes: no volvería a Cuba, y su próximo destino sería Buenos Aires. Lo recuerda bien Benigno (Daniel Alarcón Ramírez): “El no quiere regresar a Cuba por nada”.

La razón era transparente: la lectura pública de su carta de despedida por Fidel Castro. Ni siquiera en la más hermética clandestinidad deseaba violar su compromiso; si había renunciado a todo en Cuba, no podía retornar vencido y cabizbajo.
Además, el rumbo que seguía la economía cubana le resultaba ya ajeno; sus colaboradores habían sido marginados del Comité Central del flamante Partido Comunista; sus tesis internacionales se estrellaron contra las duras realidades del atraso y la idiosincrasia africanas. No tenía, en el fondo, dónde regresar. Por ello, volvió al punto de partida: ahora sí, emprendería el retorno, no como hijo pródigo que se reintegra al seno patrio y familiar, sino para hacer la revolución donde siempre quiso hacerla: en la Argentina.

Ángel Braguer, Lino, uno de los encargados de Bolivia en los servicios cubanos, no albergaba dudas al respecto. Desde su postración en Dar es Salaam, el Che no perseguía más que un solo propósito: dirigirse a Buenos Aires, con o sin preparación, recursos y acompañantes: En el intenso forcejeo entre La Habana y Dar es Salaam, Guevara sigue lanzándose de manera incesante para el sur, y Castro y Cuba inventando nuevos subterfugios para evitar una tragedia en manos de la Gendarmería argentina. Una de las primeras armas que Castro utiliza para evitar ese viaje es Aleida; otra será Ramiro Valdez, el amigo más cercano del Che en Cuba y tutor de sus hijos en caso de fallecimiento.

Pablo Ribalta recuerda el paso de Aleida por Tanzania: “Su esposa llegó a Dar es Salaam. Paraban en la cancillería. El Che estaba muy afable, muy contento, hablaban de los muchachos, se abrazaron... Ella se quedó hasta después. “Según una fuente del aparato cubano: “Se da un juego con Fidel para que no vaya a la Argentina y regrese a Cuba. Fidel manda a Aleida y a otros a verlo. El Che quería ir directamente a Buenos Aires. Fidel le inventa Bolivia, usando los recursos que existen en ese país, para convencerlo de regresar a Cuba y no ir a la Argentina”.

El Che se convence paulatinamente de la aventura boliviana, o en todo caso de pasar por Bolivia camino a la Argentina, mas no de volver a Cuba.
Despacha a José María Martínez Tamayo, Papi, para preparar la ruta a su país de origen; éste llega en marzo a La Paz. También gira instrucciones a Pombo y a Tuma para que se dirijan al país andino, recuperen unas valijas cargadas de dólares y lo esperen en la frontera con la Argentina; en realidad sus dos ayudantes se detienen en Cuba, donde las autoridades los hacen cambiar de planes, por lo menos hasta julio, cuando también desembarcan en la capital boliviana.
Aprovecha también el tiempo libre para su actividad preferida, después del combate y la lectura: escribir. Con las notas de siete meses de estancia en el Congo, inicia “Pasajes de la guerra revolucionaria (el Congo)”. Colman Ferrer, un joven secretario de la cancillería cubana comisionado en Dar es Salaam, funge como asistente; el Che le dicta, Ferrer transcribe; Guevara revisa y corrige.

A principios de marzo de 1966, el Che acepta partir a Praga para planear su próxima etapa. El encargado de conducirlo fue Ulises Estrada, el responsable para África de los servicios de Manuel Piñeiro (Barbarroja, jefe de Inteligencia del Ministerio de Interior, en La Habana).
En Praga el Che residirá cuatro meses recluido —Castro envía a sus médicos de cabecera a atenderlo—, pero organizando la nueva expedición. Los cubanos que los reciben, entre ellos José Luis Ojaldo, del equipo de Piñeiro, inicialmente lo alojan en un apartamento citadino, para después ocupar una casa en las afueras. Ulises será relevado por Juan Carretero, quien posteriormente adquirirá fama como Ariel, el destinatario y emisor de los mensajes cifrados entre La Habana y Bolivia, y por Alberto Fernández Montes de Oca, alias Pacho o Pachungo, con quien Guevara viajará a Bolivia en noviembre.

Estrada recuerda su estancia en Checoslovaquia, el estado de ánimo del Che, la incertidumbre sobre el futuro: “No salíamos a la calle y cuando salíamos con el compañero José Luis (Ojaldo) siempre íbamos a las afueras de Praga, a restaurantes alejados de la ciudad, en el campo. Yo llamaba mucho la atención, las camareras me tocaban el pelo, y entonces él conversó conmigo y me dijo: “Mira, no me vayan a descubrir por ti, porque tú llamas mucho la atención, donde quiera que vamos te miran, tienes el privilegio de ser negro y en otro lugar te discriminan y aquí te admiran, yo voy a pedirle a Fidel que me mande a otra gente”.

Según una versión verosímil pero no comprobada, el Che tardó semanas en recuperarse de una especie de intoxicación provocada por algún caduco medicamento antiasmático. Los meses se alargaron, interrumpidos únicamente por el esfuerzo de guardar el sigilo, y de organizar, a control remoto, una nueva tentativa de encendido revolucionario.
Los checos nunca comprobaron la presencia en su país de Ernesto Guevara, o por lo menos eso suponen hasta hoy sus acompañantes. Los soviéticos tampoco se enteraron: la obsesión guevarista por guardar el secreto aseguró que sus desplazamientos no se detectaran fácilmente, aunque parece dudoso que Fidel Castro se haya abstenido de avisar a Moscú del paradero de su famoso y conflictivo compañero.
En todo caso, los movimientos de diversa índole deben haber despertado alguna sospecha. ¿Por qué de repente aparecen en el centro de Europa tantos cubanos?

TANIA FASCINADA, LA ESPECULACIÓN EN MARCHA.

En la lucha que emprende Castro para persuadir al Che por lo menos de posponer el retomo a Buenos Aires y realizarlo con una preparación adecuada, se vale de todo tipo de recursos.
Aleida lo visita de nuevo, instándolo a regresar; Ramiro Valdez viaja nuevamente a Praga; Benigno se topa con él en Moscú en un cambio de avión, y hoy cree que Ramiro es quien convence al Che de volver a Cuba. Tamara Bunke, Tania, la traductora argentino-alemana transformada en agente de los servicios cubanos, también se traslada a Praga, de acuerdo con Ulises Estrada, quien fue algo más que su amigo durante más de un año. Al cortarse la comunicación cubana con Tamara en La Paz, es convocada a Praga para evaluar su trabajo y las diversas posibilidades que aquel país ofrece: “Tania se quedó sin comunicaciones durante un año en La Paz —aseguró Estrada—. Finalmente, hubo un contacto con ella en México y después en Checoslovaquia. Ahí se le cambiaron las claves. Fue en Checoslovaquia donde se rehizo su preparación y se le enseñaron los códigos, el horario radial y toda esa serie de cosas operativas. Se hicieron en Praga”.

Según Estrada, los cubanos consiguieron una finca fuera de Praga para efectuar ahí las reuniones del Che con Tamara Bunke, donde “estuvo él con Tania”. Así, el rumor sobre el romance del Che con la agente argentino-alemana, si bien no nació en Praga, ya que los múltiples encuentros casuales de ambos en reuniones y fiestas en La Habana alimentaban desde antes la especulación, se fortaleció sobremanera.
Entre los servicios cubanos circula incluso la especie de que el verdadero motivo por el cual Guevara se deshizo de Estrada en Praga fue para despejar el terreno con Tania. El caso es que todas estas visitas, maniobras y promesas comienzan a conformar el escenario de la expedición del Che a Bolivia. Todos —Aleida, Fidel Castro, Piñeiro, los subalternos clásicos del Che, sus amigos, Tania— se empeñan en construirle una opción y persuadirlo de su viabilidad.

No era fácil. Por un lado, para evitar una tragedia en la Argentina, era preciso diseñarle al Che una alternativa que fuera viable a sus ojos y de preferencia cercana a su patria. Se intentó Venezuela. Carlos Franqui recuerda cómo Castro empleó sus buenos oficios ante la guerrilla venezolana para que acogiera al Che en su seno. Teodoro Petkoff, el líder guerrillero venezolano, preso en aquel momento en la cárcel de San Carlos, hoy en día ministro de Estado, confirma que en efecto se recibió una petición de esa naturaleza, pero que fue rechazada. Germán Lairet, ex representante de las FALN en La Habana, recuerda que desde 1964 los cubanos habían sondeado acerca de una integración del Che a la guerrilla venezolana. Pero ésta agonizaba; las divisiones internas, la contraofensiva del gobierno y el entorno internacional no ofrecían garantías de seguridad para Guevara. A principios de 1967, con el Che en Bolivia y la guerrilla venezolana en las últimas, Fidel lanzará una diatriba feroz contra sus dirigentes, acusándolos de traición por haber abandonado las armas. No era ésa la tierra de asilo apropiada para el comandante Guevara.

Perú constituía otra opción. Por lo menos desde 1963 las luchas guerrilleras de Luis de la Puente y Hugo Blanco habían entreabierto posibilidades interesantes. Pero en realidad la movilización semitrotskista de Blanco concluyó con la detención de su líder en mayo de 1963; semanas después, otro núcleo, encabezado por el joven poeta Javier Heraud, fue aniquilado al ingresar al país desde Bolivia, en Puerto Maldonado. En cuanto al foco más típicamente castrista de De La Puente, al cabo de ciertos éxitos alcanzados en junio de 1965, sus columnas fueron diezmadas entre septiembre de ese año —cuando cae su líder en combate— e inicios del año siguiente.
El último suspiro, un nuevo frente dirigido por Héctor Béjar, desapareció en diciembre de 1965. Además, el PC del Perú se había opuesto a todos estos empeños, argumentando que las condiciones imperantes carecían de madurez, y que la vía armada no era la indicada. De tal suerte que los cubanos se ven obligados a informar a los peruanos de la decisión de “nuestro gobierno de comenzar la lucha primero en Bolivia, y posteriormente en Perú”.
Aducían que las condiciones no eran propicias. Invitan a los peruanos a seguir colaborando con ellos, enviando hombres a Bolivia para participar en la guerrilla en este país, y posteriormente formar el núcleo de su propia guerrilla.

Ya no quedaba mucha tela de donde cortar, si se deseaba evitar que las tradicionales rencillas entre fidelistas y comunistas en América Latina se erigieran en un obstáculo, tanto para el desarrollo de las operaciones como para inducir al Che a abandonar su despropósito argentino. Resultaba indispensable convencer al Che de que cualquier esfuerzo sustituto de la partida a la Argentina representaba únicamente un peldaño hacia su patria.
De allí brota la idea de organizar una guerrilla madre, de donde se efectuarían diversos desprendimientos, siendo el principal precisamente el que se adentraría en la Argentina.
Por todas estas razones y por los recursos de los que disponían los cubanos en Bolivia, este país ofrecía las mejores posibilidades de éxito. Sólo faltaba convencer de ello a los bolivianos y al Che.

Continuará…

Fuente: Periódico “Última Hora”. La Paz, 5 de octubre de 1997.

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