miércoles, 19 de noviembre de 2014

Yo tuve las manos del Che Guevara en mis manos

Recuerdos del militar boliviano Antonio Arguedas quien tuvo en su poder las manos cortadas del guerrillero Ernesto Che Guevara, y que después fueron llevadas a Cuba.

Memories of the Bolivian military Antonio Arguedas who had in their power the Ernesto Che Guevara’s cut hands, and that later they were carried to Cuba.

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Retirado, con 66 años encima (a 1995), Arguedas es otro de los que cree que los restos del Che están en Vallegrande. Dice guardar documentación “abundante” que no desea publicar, y afirma que la versión del “cablecito” que se atravesó cuando se cayó el helicóptero de Barrientos, ha “dejado de ser una creencia para las personas interesadas en descubrir la verdad”.
Indiferente, considera que el haber tenido parte del Che “no fue algo extraordinario, excepto el respeto que me puede inspirar cualquier cadáver de acuerdo a la tradición cristiana”.

Moreno, robusto y enfundado en su gorro de lana, Antonio Arguedas Mendieta nos abre las puertas de su casa para, una vez más, referirse a las manos del Che.
Con sus ojos vivaces, que se nublan cuando no quiere hablar de ciertas vivencias, se apoltrona en uno de sus simples sillones de living, a sus 66 años que no en vano han sido testigos de una parte de la historia guerrillera del Ñancahuazú y de la dramática suerte que corrieron los restos del Che Guevara en estas latitudes.

Como militar a cargo de la cartera de Gobierno en la presidencia de Barrientos Ortuño, asevera, como alguna vez lo hizo frente al poeta cubano Nicolás Guillén, que los militares han estudiado para matar gente, ocasión en que hizo sonrojarse a más de un coronel cubano en sus ocho años de vivencia en Cuba.
Fue este hombre quien, según indica, bajo la autorización del general Ovando Candia, se deshizo de las manos del Che y la mascarilla mortuoria, entregándoselas al periodista Víctor Zannier quien radica en Cochabamba.

¿Por qué entregó las manos del Che a Zannier?...
“Porque me dijo que era revolucionario y que estaba dispuesto a correr cualquier riesgo por la Revolución. Creí que era su oportunidad para quedar bien con las personas de su misma ideología, explica.
Comenta que se conocieron cuando cursaba la secundaria, oportunidad en que Zannier, como dirigente de la Federación Universitaria, dictaba charlas a los grupos de izquierda en el colegio”.

¿Usted se identificaba plenamente con esos grupos?...
“Pertenecí al Partido de la Izquierda Revolucionaria (PIR) y luego fui miembro fundador del Partido Comunista de Bolivia, hecho que no revelé durante largo tiempo para que no sindicaran al partido por alguna de mis acciones, ya que se trataba de una agrupación política interesada en promover una transformación profunda en la sociedad boliviana”, recuerda.

¿Qué sensación le provocó tener bajo su responsabilidad las manos y la mascarilla mortuoria del Che?
“Ninguna. Considero que no fue algo extraordinario, excepto el respeto que me puede inspirar cualquier cadáver de acuerdo a la tradición cristiana”, afirma.
Respecto al hecho de que se esté retomando el tema de la guerrilla de los años 67, en ocasión de esclarecer dónde fueron enterrados los restos del Che, Arguedas considera que “todavía existen personas que no se resignan a admitir la gran frustración que sufrió la sociedad al revelarse la verdadera naturaleza de los regímenes implantados en la Unión Soviética, China y Cuba”. Acotando: “piensan que todavía es posible promover movimientos pseudo-revolucionarios para favorecer los últimos vestigios ideológicos de agentes de la KGB, la Unión Soviética y la Internacional Comunista”.
La experiencia más significativa durante su cargo de Ministro de Gobierno fue una gran decepción: “a pesar de ser militar, toda mi vida me había considerado marxista, revolucionario, y triste fue descubrir que los rotundos fracasos de la Izquierda no se debían a los agentes infiltrados del imperialismo norteamericano, sino a la manipulación ejercida por la Unión Soviética en los partidos comunistas, así como la burocratización de sus dirigentes que estaban más preocupados en asegurar sus estipendios que en promover los ideales que profesaban”.

Para quien la experiencia más notable de su cargo político no fue tener en su poder las manos del guerrillero más recordado en América Latina, ni haber sido sindicado de robar el Diario del Che, los años han pasado y estima que “ya no podrían resurgir grupos guerrilleros movidos por el idealismo”. Sin embargo, asegura que desde el derrumbe del sistema socialista han aparecido grupos delincuenciales, citando el caso de Sendero Luminoso en el Perú, que a su entender “de guerrilleros han devenido en delincuentes”.
Resistiéndose a opinar sobre la personalidad del Che Guevara, Arguedas Mendieta dice que su pensamiento no guarda la relación con el de hace 28 años: “alguna vez dije públicamente que mi máxima aspiración era coger un fusil y forjar la Revolución”. Aparentemente, hoy esos ímpetus se han sosegado en aras de una vida reposada.

A propósito del hurto del Diario, ratifica que fue una acusación del general Ovando Candia. “Los hechos demostraron que el Diario del Che se hallaba en la Caja Fuerte del Comando de las Fuerzas Armadas, que fue robado y luego llevado a Londres para posteriormente ser recuperado por el gobierno. Reitero que entregué la copia que la CIA distribuía en los servicios de inteligencia de América Latina; ya que ni el Gobierno ni las FF.AA. confiaron en mí para hacerme conocer la documentación guerrillera, no tenía ninguna obligación moral, ni legal, de cuidar secretos norteamericanos. El pueblo de Bolivia fue el único en ignorar estos hechos que luego salieron a la luz pública gracias al matutino “Presencia”, explica.

¿Cree que los restos del Che están en Vallegrande?...
“Sí, al menos eso me dijeron algunos amigos, pero no sé si están en una fosa común. Como se sabe, sólo son tres las personas que saben del lugar”, sugiere sin dar a conocer esos nombres.

¿Su opinión sobre (el entonces capitán Gustavo) Sánchez Salazar?
“Creo que él hizo una carrera meteórica y nadie sabe cómo. Su deber sería aclarar el magnicidio del general Barrientos Ortuño porque aquello del “cablecito”, cuando se cayó el helicóptero, ha dejado de ser una creencia para las personas interesadas en descubrir la verdad”.
A esta altura de la conversación que ha tomado cierto calor, Arguedas Mendieta asevera tener en su poder “abundante documentación que no desea publicar porque considera que sectores de derecha y ultraderecha intentarían echar mano de la imagen de Barrientos para imponer sus puntos de vista”. Además, dice, “su muerte es inverosímil, si consideramos quiénes la promovieron, posibilitaron los medios y la ejecutaron”.

¿Sánchez Salazar estaba implicado?...
“El era prefecto de Ovando y estaba metido en ese grupo de poder, así que por lo menos tiene que saber algo: lo mismo con respecto a la muerte del dirigente Jorge Soliz”. Alega que a Sánchez Salazar no le gusta referirse a esos hechos y a otros operativos de narcotráfico ocurridos en el Beni, donde “gran número de narcos obtuvieron libertad o solicitaron su internación clínica, antes de “enfermarse”, por orden del Ministerio de Gobierno”.

Resistiéndose a opinar sobre Fidel Castro, porque su criterio sería ofensivo, según indica, este militar alejado de los acontecimientos en que alguna vez lo ubicaron como protagonista, considera que se debe hacer algo en favor de la libertad y la justicia, eso sí desde una plataforma pragmática, “valores por los que se ha luchado desde hace siglos y que son enarbolados por las diferentes religiones, especialmente el cristianismo”. Aunque subraya que las estructuras sociales y algunos rasgos del hombre han impedido que las grandes aspiraciones de los mejores pensadores de la humanidad no puedan aproximarse a la realidad.

Entre preparativos navideños, arbolitos, papanoeles y olor a galletas de jengibre, Antonio Arguedas Mendieta, con aspecto de tener frío, culmina los últimos sorbos del pequeño café para relatar que nunca se fue del país y que muchas veces “se queda mirando al Illlmani al que nunca podrá escalar”.

Autora: Carolina Virreira C.: “Antonio Arguedas Mendieta, depositario de las manos del guerrillero”
Fuente: Periódico “Presencia”. La Paz, 9 de diciembre de 1995.

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