miércoles, 19 de noviembre de 2014

Los ojos del Che están emboscados

Aunque ya ha transcurrido muchos años desde 1967 la región de Ñancahuazú donde anduvo Ernesto Che Guevara parece conservar aun parte de su presencia fantástica.

Although it has already lapsed many years from 1967 the Ñancahuazú region where Ernesto Che Guevara walked it seems to even conserve part of his fantastic presence.

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El 9 de Octubre de 1967 el cuerpo del Guerrillero yacía inerte en una pequeña habitación de la Escuela Fiscal de La Higuera y en ese instante la Historia empezó a ser leyenda.

Cuando ha transcurrido más de un cuarto de siglo, las últimas fotografías del Comandante Guerrillero Ernesto Che Guevara La Serna, sorprenden con su mensaje llamando a los ciudadanos del mundo a que tomen partido.
Inmensamente abiertos cual centinelas de la Historia, los ojos del Che impactan. Están vivos y quizá como creen en los lugares donde combatió, en este justo instante recorren quebradas, arroyos, picachos, ríos turbulentos y atajos del monte.
El 9 de Octubre de 1967 el cuerpo del Guerrillero yacía inerte en una pequeña habitación de la Escuela Fiscal de La Higuera y en ese instante la Historia empezó a ser leyenda.

La Higuera es un rinconcito de pueblo ubicado en una lonja casi seca de tierra, en el cantón del mismo nombre, al oeste de Pucara y a casi mil kilómetros de la dudad de La Paz. Sus habitantes de sombrero alón y abarcas (sandalias) de cuero, diestros en caminar, creen “que los ojos del Che, burlando la vigilancia de los soldados del Ejército, salieron por la puertecita de la escuela el 9 de octubre de 1967 y que se elevaron como el águila. Rumbearon a la Quebrada del Churo (Yuro) donde el Guerrillero fuera capturado un día antes y después de posesionarse del terreno, se perdieron por el Abra del Picacho, pasando por el puntiagudo Cerro Crestón. Miraron al grupo de guerrilleros que trataba de reorganizar sus fuerzas y encontrar al Che”.

En efecto. La Historia de Ñancahuazú refiere que Inti Peredo, Pombo, Benigno, Ñato, Darío y Urbano buscaban al Che desde el 7 de Octubre, cuando ocurriera el enfrentamiento con las tropas del Ejército, en la Quebrada del Churo. Inti había encontrado rastros de las “abarcas” —especie de sandalias— y el plato del Comandante. Como los demás pensó que el Che y sus acompañantes se dirigían al Río San Lorenzo.
Dos días después, el grupo vio sobrevolar un helicóptero del Ejército, pero jamás imaginó que el piloto de la nave, Capitán Jaime Niño de Guzmán, transportaba el cuerpo sin vida del Che. Por la tarde, Benigno escuchó en la radio de Coco Peredo (muerto en combate cerca de La Higuera el 27 de septiembre), que habían apresado al Che.

El 10 de octubre, el grupo se enteró aproximadamente a las 13 horas que el Guerrillero había sido ejecutado junto a Simón Cuba Saravia y Juan Pablo Chang.
Entre el 11 y 12 de octubre, los sobrevivientes cercados por las tropas regulares alcanzaron la cima de los cerros que bordean a La Higuera y se refugiaron en una isla de árboles, rodeada de un inmenso terreno descubierto. El diminuto monte parecía una pequeña mancha en una inmensa sabana.
Esperaron la noche para romper el cerco. De lo contrario, con la luz del día siguiente, no había duda, llegaría la muerte. Una espléndida luna impedía la fuga.

“Entonces –prosiguen los higueranos– en forma de nube llegaron los ojos del Che encegueciendo a los soldados un instante y permitiendo a los guerrilleros romper el cerco de la muerte, dirigiéndose rumbo a Mataral”.
Esta leyenda surge después del paso de la Guerrilla del Che por la extensa región de Vallegrande, hecho que constituye para los pobladores el dato histórico más importante de su vida.

La Guerrilla está latente entre ellos. Es una herencia popular contada de padre a hijo en las quebradas de monte cerrado, de espinas agudas y de escasas aguadas. Las nuevas generaciones viven la leyenda. Ayudan los montes de algarrobos, los altos picachos y los arroyos de largas travesías a que recuerden minuto a minuto las jornadas de Octubre de 1967.
Tantos años después, parece que los Ojos del Comandante volvieron a La Higuera, y descendieron por la Quebrada del Churo, justo para detenerse en las tres piedras coloradas desde las cuales el Che resistiera el ataque del Ejército hasta que su carabina M-2 fuera perforada por una bala de ametralladora punto 30.

Autor: Clovis Díaz.
Fuente: Periódico “Última Hora”. La Paz, 29 de diciembre de 1995.

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