Esta es la que fue la niña enana Virgilia Cabrita mencionada por el Che Guevara en su diario de campaña cuando cuenta su caminata por la quebrada del Yuro.
This is the one that was the dwarf girl Virgilia Cabrita mentioned by the Che Guevara in their campaign diary notebook when he says about their walk at the Yuro´s place.
Otros artículos:
Los ojos del Che están emboscados.
Juan Coronel: las manos del Che quemaban las mías. Parte 2.
Juan Corornel: las manos del Che quemaban las mías. Parte 1.
Yo Antonio Arguedas Mendieta no robé el Diario del Che Guevara.
Yo tuve las manos del Che Guevara en mis manos.
Virgilia Cabrera (“Cabrita”), la enana mencionada por el Che Guevara en su Diario de campaña, gozaba de buena salud en 1995.
Después de visitar la “Cueva del Che” en la profundidad de la Quebrada del Churo (Yuro), uno tiene la oportunidad de ascender al lado derecho de este empinado cerro cubierto de árboles de algarrobo y de enormes peñascos. La terrible cuesta parece no tener fin y sin embargo, a los 20 minutos, desaparece el monte comido por una árida planicie.
El visitante se sorprende por tan brusco cambio y mucho más cuando descubre una casita sostenida en lo alto por una docena de fuertes troncos secos que vencen la ley de la gravedad.
El curioso palafito tiene una inclinación más que increíble y supera un abierto ángulo agudo respecto al terreno. El ángulo recto ha sido descalificado. Impera la diagonal.
No hay lógica que explique cómo, la casa levantada sobre troncos torcidos exageradamente hacia adelante, no se estrella contra la horizontal del piso. La construcción hecha de cañahueca, barro, paja y troncos, está a tres metros del suelo y tiene de gradas, un tronco en cuya corteza se abrieron pequeñas ranuras para descansar el pie mientras se sube.
Al lado de esta increíble morada, están otras dos que apenas emergen metro y medio del suelo. Tienen sus paredes hechas de enormes piedras planas, techo de paja y palos de algarrobo. El aire se cuela por las grietas pero está negado el ingreso de luz. Son oscuras como la boca de lobo. Una de las pequeñas habitaciones, hace de cocina. La otra separada por medio metro, es el dormitorio.
Quién es la dueña?
Virgilia Cabrita, la enana mencionada por el Che Guevara en su Diario de campaña.
Hasta la vivienda de esta criatura, que soporta su diminuto tamaño luciendo un torcido y elevado palafito, llegamos el domingo 3 de diciembre de 1995, guiados por José Benavides, su antiguo compañero de escuela, y por John Lee Anderson, el periodista que desempolvara a los Generales de Nancahuazú.
Ella es de regia personalidad, aunque no puede enfrentar en igualdad de condiciones, los golpes de su normal marido. Tiene dos hijos bien crecidos. Su madre, arrastrando los pies y casi muda, la acompaña en aquella soledad.
Virgilia Cabrita tiene 35 años, y ha hecho de su vivienda una trinchera contra los usurpadores de tierra que están tras su propiedad. Lleva sombrero desteñido en la cabeza. Sus ojos están más cerca de la cavidad craneana que de la superficie. Por eso mira desde adentro, con sus pícaros ojos negros.
Ha envejecido.
Su boca dibuja un rictus semejante a una sonrisa sin ser sonrisa. Viste polera a rayas que intenta salirse del pequeño cuerpo y casi arrastra una vieja pollera azul-negra. Sus brazos son vigorosos y sus manos fuertes pues, la mayor parte debe hacer el trabajo de los hombres. No se distinguen sus pies bajo la pollera y este detalle disminuye más su estatura.
No preguntamos el nombre de su esposo, pero podríamos bautizarle “Espina de algarrobo” por lo duro que es con la pequeña mujer.
Cuando vio al Che por primera y última vez, tenía siete años y estudiaba en la Escuela de La Higuera. El guía José Benavides dice que era la mejor alumna.
Entre el 6 y el 7 de octubre, los guerrilleros y el Che, que subían en sentido contrario a la corriente de la aguada del Yuro, fueron avistados por el padre de Cabrita que tenía su casa cien metros arriba de la mortal Quebrada.
El padre de Virgilia –cuenta ella–, temeroso, envió a su maltrecha hija hacia otra morada, vecina a Las Juntas y cerca al campamento guerrillero. En esa casucha estaban su madre y “la vieja” que recibió 50 bolivianos de Aniceto y Pablito; pero que por ignorancia y miedo no resistió a la triste vocación de Judas.
A manera de propia observación, quizás, el camino que tomara el grupo de Inti Peredo, más arriba de la actual casa de Cabrita, habría permitido eludir el cerco tendido en los dos brazos de la Quebrada del Churo.
“La vieja” que describe el Che el 7 de Octubre, fue uno de los delatores del paso de la guerrilla. El otro y más importante fue un campesino que por la noche regaba su plantación de papa, donde estacionó el Che y en cuyas tres piedras se defendió el día 8 hasta que su arma quedó inutilizada.
Cabrita mencionó a un tal Peña, el campesino que apagara su mechero al escuchar el avance del Che y detectar el precario campamento instalado en el bajío; callejón sin salida del Churo.
En la retina de los profundos ojos de la “Enana del Churo”, está grabada la primera impresión de la niña que conoció al Che. Su mente lo ha convertido en un Santo y con esta visión convive.
Sus recuerdos la han estacionado en el pasado del cual no quiere salir, y por ello asomándose a la parte que da a la Quebrada donde fuera capturado el Che, revive la escena y se persigna.
Su mundo abarca su palafito, el patio árido de su casa y la imagen del Che.
No precisa más para olvidar su espantosa miseria en la que, el pan es un lujo.
Autor: Clovis Díaz.
Fuente: Periódico “Última Hora”. La Paz, 29 de diciembre de 1995.
This is the one that was the dwarf girl Virgilia Cabrita mentioned by the Che Guevara in their campaign diary notebook when he says about their walk at the Yuro´s place.
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Juan Coronel: las manos del Che quemaban las mías. Parte 2.
Juan Corornel: las manos del Che quemaban las mías. Parte 1.
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Yo tuve las manos del Che Guevara en mis manos.
Virgilia Cabrera (“Cabrita”), la enana mencionada por el Che Guevara en su Diario de campaña, gozaba de buena salud en 1995.
Después de visitar la “Cueva del Che” en la profundidad de la Quebrada del Churo (Yuro), uno tiene la oportunidad de ascender al lado derecho de este empinado cerro cubierto de árboles de algarrobo y de enormes peñascos. La terrible cuesta parece no tener fin y sin embargo, a los 20 minutos, desaparece el monte comido por una árida planicie.
El visitante se sorprende por tan brusco cambio y mucho más cuando descubre una casita sostenida en lo alto por una docena de fuertes troncos secos que vencen la ley de la gravedad.
El curioso palafito tiene una inclinación más que increíble y supera un abierto ángulo agudo respecto al terreno. El ángulo recto ha sido descalificado. Impera la diagonal.
No hay lógica que explique cómo, la casa levantada sobre troncos torcidos exageradamente hacia adelante, no se estrella contra la horizontal del piso. La construcción hecha de cañahueca, barro, paja y troncos, está a tres metros del suelo y tiene de gradas, un tronco en cuya corteza se abrieron pequeñas ranuras para descansar el pie mientras se sube.
Al lado de esta increíble morada, están otras dos que apenas emergen metro y medio del suelo. Tienen sus paredes hechas de enormes piedras planas, techo de paja y palos de algarrobo. El aire se cuela por las grietas pero está negado el ingreso de luz. Son oscuras como la boca de lobo. Una de las pequeñas habitaciones, hace de cocina. La otra separada por medio metro, es el dormitorio.
Quién es la dueña?
Virgilia Cabrita, la enana mencionada por el Che Guevara en su Diario de campaña.
Hasta la vivienda de esta criatura, que soporta su diminuto tamaño luciendo un torcido y elevado palafito, llegamos el domingo 3 de diciembre de 1995, guiados por José Benavides, su antiguo compañero de escuela, y por John Lee Anderson, el periodista que desempolvara a los Generales de Nancahuazú.
Ella es de regia personalidad, aunque no puede enfrentar en igualdad de condiciones, los golpes de su normal marido. Tiene dos hijos bien crecidos. Su madre, arrastrando los pies y casi muda, la acompaña en aquella soledad.
Virgilia Cabrita tiene 35 años, y ha hecho de su vivienda una trinchera contra los usurpadores de tierra que están tras su propiedad. Lleva sombrero desteñido en la cabeza. Sus ojos están más cerca de la cavidad craneana que de la superficie. Por eso mira desde adentro, con sus pícaros ojos negros.
Ha envejecido.
Su boca dibuja un rictus semejante a una sonrisa sin ser sonrisa. Viste polera a rayas que intenta salirse del pequeño cuerpo y casi arrastra una vieja pollera azul-negra. Sus brazos son vigorosos y sus manos fuertes pues, la mayor parte debe hacer el trabajo de los hombres. No se distinguen sus pies bajo la pollera y este detalle disminuye más su estatura.
No preguntamos el nombre de su esposo, pero podríamos bautizarle “Espina de algarrobo” por lo duro que es con la pequeña mujer.
Cuando vio al Che por primera y última vez, tenía siete años y estudiaba en la Escuela de La Higuera. El guía José Benavides dice que era la mejor alumna.
Entre el 6 y el 7 de octubre, los guerrilleros y el Che, que subían en sentido contrario a la corriente de la aguada del Yuro, fueron avistados por el padre de Cabrita que tenía su casa cien metros arriba de la mortal Quebrada.
El padre de Virgilia –cuenta ella–, temeroso, envió a su maltrecha hija hacia otra morada, vecina a Las Juntas y cerca al campamento guerrillero. En esa casucha estaban su madre y “la vieja” que recibió 50 bolivianos de Aniceto y Pablito; pero que por ignorancia y miedo no resistió a la triste vocación de Judas.
A manera de propia observación, quizás, el camino que tomara el grupo de Inti Peredo, más arriba de la actual casa de Cabrita, habría permitido eludir el cerco tendido en los dos brazos de la Quebrada del Churo.
“La vieja” que describe el Che el 7 de Octubre, fue uno de los delatores del paso de la guerrilla. El otro y más importante fue un campesino que por la noche regaba su plantación de papa, donde estacionó el Che y en cuyas tres piedras se defendió el día 8 hasta que su arma quedó inutilizada.
Cabrita mencionó a un tal Peña, el campesino que apagara su mechero al escuchar el avance del Che y detectar el precario campamento instalado en el bajío; callejón sin salida del Churo.
En la retina de los profundos ojos de la “Enana del Churo”, está grabada la primera impresión de la niña que conoció al Che. Su mente lo ha convertido en un Santo y con esta visión convive.
Sus recuerdos la han estacionado en el pasado del cual no quiere salir, y por ello asomándose a la parte que da a la Quebrada donde fuera capturado el Che, revive la escena y se persigna.
Su mundo abarca su palafito, el patio árido de su casa y la imagen del Che.
No precisa más para olvidar su espantosa miseria en la que, el pan es un lujo.
Autor: Clovis Díaz.
Fuente: Periódico “Última Hora”. La Paz, 29 de diciembre de 1995.
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