sábado, 13 de diciembre de 2014

El amor y el conformismo frente a los prejuicios sociales

Gran parte de la vivencia del amor es influida por una actitud pasiva y conformista frente a los condicionamientos y estereotipos vigentes en la sociedad actual.

Great part of the experience of the love is influenced by a passive attitude and conformist in front of the effective stereotypes in the current society.

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Nadie duda de que el aprendizaje de las normas sociales es importante para el desarrollo integral de los individuos y por ende de la cultura misma. Sin embargo, algunas pautas sociales, como por ejemplo las relacionadas con el amor de pareja idealizado, pueden resultar contraproducentes si se toman muy a pecho y se ignoran las excepciones a la regla.

Si el mandato social no reconoce salvedades, se convierte en un imperativo insalvable o en totalitarismo moral.
La palabra clave para flexibilizar los mandatos sobre el amor y la pareja es: “depende”.

¿Hay que luchar por el matrimonio? Depende; si la relación afecta mis principios, no.

¿La separación es sinónimo de fracaso? Depende; a veces es liberación o una suerte.

¿Hasta que la muerte nos separe? Depende; si todo va bien y no se vulneran mis derechos.

Esto no implica asumir una actitud negativa y generalizada frente a todos los preceptos sociales, más bien lo que sugiero es asumir una actitud crítica frente a ciertas exigencias y no tragar entero. Hay cuestiones personales, profundamente idiosincrásicas, que solamente uno puede elucidar. El conformismo o la adecuación ciega a los cánones culturales se llama "normatividad": la creencia de que las normas deben ser respetadas y acatadas a como dé lugar, no importa su grado de irracionalidad o de desajuste con la realidad.

El apego irrestricto a las reglas y el miedo a salirse de ellas hace que la capacidad de exploración se vea prácticamente reducida. La gente normativa o conformista no es capaz de tomar decisiones por sí misma y tiene dificultades para ensayar comportamientos nuevos que no estén autorizados por las "buenas costumbres".

Algunos imperativos sociales sobre el amor y el matrimonio, así como ciertas normas de urbanidad afectiva, parecen estar diseñados por fanáticos de la insensibilidad y el auto-castigo. Por ejemplo, se exalta la estabilidad afectiva como un valor que se debe emular, así sea "aguante" o simple resistencia, mientras que el placer y la felicidad son vistos como sospechosos de laxitud y falta de autocontrol.

Estoicismo amoroso, deberes más que derechos: "Nunca seas un desertor del amor", pero sí un suicida amoroso.
(A veces) los mandatos sociales … nos impiden resolver satisfactoriamente nuestra vida afectiva y ponerle límites al amor enfermo.

Fuente: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy".

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