sábado, 20 de diciembre de 2014

Egoísmo versus altruismo en el amor de pareja

Entre el egoísmo excluyente del amor enfocado en uno mismo y el altruismo excesivo que deriva en la negación de la autoestima está el amor equilibrado que combina ambos espíritus.

The balanced love that combines both spirits is among the excluding selfishness of the love focused in oneself and the excessive altruism that it derives in the negation of the self-esteem.

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EN QUÉ QUEDAMOS: ¿EGOÍSMO O ALTRUISMO?

Las teorías clásicas sobre este lema postulan o bien que el egoísmo es una condición innata de los seres humanos (Hobbes) o que las personas estamos naturalmente inclinadas a la benevolencia y la simpatía (Hume).

Como suele pasar en casi todos los debates, los extremos son válidos solamente para casos excepcionales. La mayoría de nosotros está ubicada entre el egoísmo narcisista y el altruismo de la madre Teresa: ni monstruos acaparadores ni bellas almas. La filósofa Victoria Camps, en el libro “Paradojas del individualismo”, sobre la oposición egoísmo/altruismo, afirma: Éstos no son tan dicotómicos, no es fácil distinguir en ellos el puro egoísmo de la voluntad del bien. En la práctica, todo aparece más ambiguo y mezclado, porque en realidad, ni el individuo es tan egoísta ni su razón es capaz de conocer el bien absoluto. La vida interpersonal del día a día parece estar más cerca de una teoría pluralista: somos egoístas y altruistas a la vez.

Los investigadores han encontrado que los comportamientos benévolos esconden tintes egoístas y que ponen en duda el desinterés total e inexorable. Cuando hacemos el bien, podemos sentirnos alegres ("Me siento feliz cuando hago el bien"), esperar una recompensa a largo plazo ("Iré al cielo"), recibir refuerzo social ("Soy un héroe") o evitar sentirnos mal ("Hago el bien porque sufro con el dolor ajeno"). Cuando le damos un caramelo a un niño para que deje de llorar, no somos altruistas ni generosos, sino pragmáticos.

El problema aparece cuando la entrega entra en conflicto con nuestras creencias y principios. Por ejemplo:

Si tu pareja te suplica que lo ayudes a conseguir su dosis personal de cocaína, ¿lo harías?

Si tu marido te pide que le permitas seguir viendo a su amante por un tiempo porque no es capaz de renunciar a ella, ¿aceptarías?

Si tu novio te pide que cambies de profesión porque se siente "desplazado", ¿harías a un lado tu vocación?

Si tu pareja "necesita" ir a jugar al casino y te pide parte del dinero que han ahorrado, ¿la complacerías?

La abnegación que practicamos la mayoría de los humanos transita puntos medios, que no necesariamente son los óptimos. Si aplicamos la fórmula aristotélica, diríamos que para alcanzar un justo medio entre el egoísmo y el altruismo, habría que entregar aquello que consideramos justo, en el momento y durante el tempo apropiado, por un motivo noble y correcto. La virtud de la moderación: razón, buen sentido y sabiduría. La pregunta que surge es apenas obvia: ¿quién es capaz de transitar esos caminos de templanza óptima y no salirse del cauce de vez en cuando? No sé de ninguno. ¿Qué hacer entonces?

Una solución elegante es lo que se conoce como altruismo recíproco: yo te doy y espero que tú me des, así sea algún día, no con avaricia, sino en aras de la supervivencia de la pareja o el grupo.
Cuando se practica por todos los miembros de una comunidad determinada, el beneficio es general y si la comunidad es de dos, mucho más fácil. No se trata de recuperar necesariamente la "inversión" con creces, sino de cooperar sabiendo que si algún día estoy en las mismas, la retroalimentación estará disponible.

A veces eres tú, a veces soy yo: acuerdo humanitario. No tiene que ser exacto el balance, pero sí proporcionado.

Lo importante es que en todo intercambio, los "individualismos responsables" se conecten y trabajen conjuntamente a favor del bien común. Con eso basta. Por tanto, puedes decir un rotundo "no", cuando la exigencia de tu pareja se devuelve en tu contra o afecta tu bienestar y no sentir culpa por ello.

Miguel de Unamuno, en el libro el “Sentimiento trágico de la vida”, plantea una diferencia que resume muy bien lo que quiero decir. Una cosa es afirmar: "Ama a tu prójimo como a ti mismo" (que incluye el amor propio como punto de referencia) y otra muy distinta decir: "¡Ámate!", a secas (lo cual sería una invitación al narcisismo). Por eso, Unamuno se refiere al egoísmo bien entendido como el principio de la "gravedad psíquica", el punto de conexión a tierra donde el yo se consolida.

Recapitulemos:

"¡Ámate!": inducción al narcisismo (tendencia al individualismo irresponsable).
"¡Ama a tu prójimo!": inducción al sacrificio por el sacrificio (tendencia al altruismo radical).
"¡Ama a tu prójimo como a ti mismo!": síntesis saludable; suma valorativa. Inducción a la ética como amor propio (individualismo responsable, altruismo recíproco, sabiduría afectiva).

¿Dónde quedan los sentimientos, entonces? Son el motor, la energía de la entrega. En la dedicación saludable, amorosa y sensata, existen tres posibilidades:

Congratulación: "Tu alegría me alegra". (Ojo: cuando la alegría de tu pareja ya no te alegra y/o por el contrario te produce fastidio, ya no la amas).
Compasión: "Tu dolor me duele". (Ojo: cuando el dolor de tu pareja ya no te duele y/o por el contrario te fastidia, ya no la amas).
Empatía:"Me identifico con tus emociones, sean buenas o malas". (Ojo: cuando ya no hay conexión, no hay relación. Si no procesas las emociones de tu pareja, ya no la amas).

El secreto de toda dedicación saludable, en la que nadie sobra y la independencia nos acerca a la persona amada, es la mezcla del individualismo y el altruismo, un poco de cada uno, pero ambos amenizados por el sentimiento del amor.

Fuente: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy".

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