No importa lo que digan los poetas porque no amamos con el corazón sino con el cerebro.
It doesn't care what the poets say because we don't love with the heart but with the brain.
Otros artículos:
Mi novio resulta ser mi hermano.
Nos enamoramos por culpa de la química.
Gente enamoradiza.
Ese chispazo llamado amor a primera vista.
Amor real versus enamoramiento.
No importa qué digan los poetas, no amamos con el corazón, sino con el cerebro. Podemos inventar el “amor de pareja” en el día a día, construirlo a nuestra imagen y semejanza, e incluso trascenderlo o abandonarlo.
Si el amor sólo fuera sentimiento y emoción pura, quedaríamos inevitablemente a la merced de sus altibajos y fluctuaciones. Sin embargo, los consultorios psicológicos están repletos de mujeres y hombres valientes que rebaten la idea de que el amor es incontrolable y totalmente irracional.
El amor completo, el que incluye pasión (eros), amistad (philia) y ternura (ágape), no llega de improviso como un demonio o un ángel que se apodera de nosotros, también existe la voluntad de amar o de no amar. No sólo el amor nos "posee", también lo poseemos a él: nadie es víctima del amor sin su propio consentimiento.
Nuestra cultura ha hecho una apología al amor incondicional, el cual parte de una idea altamente peligrosa: "Hagas lo que hagas te amaré igual". Es decir, que a pesar de los engaños, los golpes, el desinterés o el desprecio, si los hubiera, en nada cambiarían mi sentimiento. Más allá de mi dignidad y a cualquier precio, hagas lo que hagas, te amaré “per sécula seculórum”.
Amor ilimitado, irrevocable y eterno.
¿A quién se le habrá ocurrido semejante estupidez?
Si el amor lo justificara todo, estaría por encima de los derechos humanos, la justicia y la ética. Entraríamos en un "todo vale" afectivo que funcionaría como una bomba de tiempo, donde el "ser para el otro" quedaría automáticamente validado y el "ser para sí" sería considerado una herejía.
No importa qué digan los románticos: el ser incondicional en el amor, amparado en la quimera del amor verdadero, promueve el sufrimiento feliz, el desinterés por uno mismo y la renuncia al yo.
Algunos pensadores y personajes se han referido al amor romántico con innumerables epítetos: doloroso e inexpugnable; como una conmoción (Werther), duelo anticipado (Barthes), terror/ansiedad (Winnicott), enfermedad (Platón), amargo ejercicio (Gabriela Mistral), tristeza placentera (Campoamor), ímpetu ciego (Marañen), curiosidad superior (Flaubert), en fin, la lista sería de nunca acabar.
Pero insisto: el amor pasional, la manía, el arrebato que nos transporta y apega es sólo una parte de la experiencia afectiva.
Autor: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy"
It doesn't care what the poets say because we don't love with the heart but with the brain.
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Mi novio resulta ser mi hermano.
Nos enamoramos por culpa de la química.
Gente enamoradiza.
Ese chispazo llamado amor a primera vista.
Amor real versus enamoramiento.
No importa qué digan los poetas, no amamos con el corazón, sino con el cerebro. Podemos inventar el “amor de pareja” en el día a día, construirlo a nuestra imagen y semejanza, e incluso trascenderlo o abandonarlo.
Si el amor sólo fuera sentimiento y emoción pura, quedaríamos inevitablemente a la merced de sus altibajos y fluctuaciones. Sin embargo, los consultorios psicológicos están repletos de mujeres y hombres valientes que rebaten la idea de que el amor es incontrolable y totalmente irracional.
El amor completo, el que incluye pasión (eros), amistad (philia) y ternura (ágape), no llega de improviso como un demonio o un ángel que se apodera de nosotros, también existe la voluntad de amar o de no amar. No sólo el amor nos "posee", también lo poseemos a él: nadie es víctima del amor sin su propio consentimiento.
Nuestra cultura ha hecho una apología al amor incondicional, el cual parte de una idea altamente peligrosa: "Hagas lo que hagas te amaré igual". Es decir, que a pesar de los engaños, los golpes, el desinterés o el desprecio, si los hubiera, en nada cambiarían mi sentimiento. Más allá de mi dignidad y a cualquier precio, hagas lo que hagas, te amaré “per sécula seculórum”.
Amor ilimitado, irrevocable y eterno.
¿A quién se le habrá ocurrido semejante estupidez?
Si el amor lo justificara todo, estaría por encima de los derechos humanos, la justicia y la ética. Entraríamos en un "todo vale" afectivo que funcionaría como una bomba de tiempo, donde el "ser para el otro" quedaría automáticamente validado y el "ser para sí" sería considerado una herejía.
No importa qué digan los románticos: el ser incondicional en el amor, amparado en la quimera del amor verdadero, promueve el sufrimiento feliz, el desinterés por uno mismo y la renuncia al yo.
Algunos pensadores y personajes se han referido al amor romántico con innumerables epítetos: doloroso e inexpugnable; como una conmoción (Werther), duelo anticipado (Barthes), terror/ansiedad (Winnicott), enfermedad (Platón), amargo ejercicio (Gabriela Mistral), tristeza placentera (Campoamor), ímpetu ciego (Marañen), curiosidad superior (Flaubert), en fin, la lista sería de nunca acabar.
Pero insisto: el amor pasional, la manía, el arrebato que nos transporta y apega es sólo una parte de la experiencia afectiva.
Autor: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy"
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