lunes, 15 de diciembre de 2014

El (disparate de) vivir solamente para ti

Es positivo y placentero que en la vida de pareja la otra persona sea parte de nuestras prioridades pero sin el exceso de asfixiar las que tenemos por derecho como personas con ideales y sueños propios.

It is positive and pleasant that in couple's life the other person is part of our priorities but without the excess of suffocating those that we have for right as people with ideals and own dreams.

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La cultura de "vivir para el otro", como decía Auguste Comte, y desconocer los propios intereses a costa de la felicidad y el olvido de sí (cosa que sucede en muchísimas relaciones) es un atentado a la salud mental.

El culto al martirio, que caracterizó una época en la que los deberes eran más importantes que los derechos, está revisándose a la luz de una nueva propuesta básica: el retorno a uno mismo. Rescatar el "yo" entre las ruinas de una sociedad que privilegió, principalmente en las mujeres, el "ser para el otro" antes que el "ser para sí".
Hay que inclinar el péndulo hacia el "sí mismo" y llevarlo del "tú exclusivo" a un "nosotros" más democrático.

Te amo y me quiero, todo a la vez, porque no es incompatible.

Para romper el esquema de un “tú” afectivo despótico ("Tú eres más importante que yo", "Tú tienes más derechos que yo", "Sólo me interesa tu bienestar") que exige sacrificios a manos llenas, hay que alimentar un yo digno que permita equilibrar el intercambio afectivo y crear un amor de ida y vuelta.

No se trata de aferrarse a un individualismo posesivo y rapaz que desaparezca al otro ("Después de mí, que se acabe el mundo") o de exaltar una autonomía tajante y egocéntrica que raye en la patología. Estamos de acuerdo en que a la autonomía (independencia) hay que completarla con ciertos deberes racionales y necesarios, pero ella misma, per se, no es negociable. Podemos modularla, hacerla más empática y considerada, pero no reprimirla, porque hacerlo sería anular la esencia misma del ser humano.

La propuesta, entonces, no es promover una indolencia interpersonal, sino que te incluyas en la relación afectiva salvando el amor propio. Insisto: no significa que no te importe tu pareja, sino que tú también importas. El péndulo va y viene, a veces tú, a veces yo, pero el balance debe incluirnos a ambos.

¿Depende de qué? De la gravedad y/o la trascendencia de tus necesidades y de las mías; de las ganas, de que no haya resentimiento, del sentimiento amoroso, de los principios, de nuestros intereses vitales y así, "viajar" hacia la persona amada sin olvidar la propia supervivencia.
Puedes ser solidario y aun así no descuidar tu plan de vida. No necesitas inmolarte psicológicamente para sentir que realmente quieres a tu pareja, no eres ni Romeo ni Julieta, afortunadamente.

Cuando estamos enamorados nos gusta hacer feliz y cuidar a la persona amada. Eso es evidente. Preferimos la proximidad a la distancia, la sensibilidad a la insensibilidad, la cooperación al control, sin embargo, si el amor de pareja no es auto-afirmativo, si no promueve la búsqueda y la defensa de lo que es más beneficioso para cada uno, es destructivo.

Un amor inteligente busca lo que es provechoso para ambos, pero "ambos" significa dos individualidades, porque aunque lo intentemos una y otra vez y aunque nuestra más oscura fantasía lo anhele, no somos uno, sino dos.

¿Hay excepciones en las que el yo se repliega de manera no enfermiza? Sin duda. Ante la innegable adversidad para uno de los miembros (enfermedad, estrés laboral, muerte de un familiar, problemas financieros graves), puede estar justificado que el "yo" pase a un segundo plano, tal como dije antes. Pero incluso en estos casos extremos, la ayuda y el cuidado al otro no significan que debamos renunciar a nuestra autoestima.

Negarse a que el estilo de vida personal esté regido por el sacrificio y no aceptar la auto-destrucción como prueba de amor implica una transformación positiva en las relaciones.

Fuente: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy".

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