Fuente: “Enciclopedia Popular”. Editores Asociados S. A. Buenos Aires. Abril. 1992.
Los testimonios son coincidentes: los chamanes curan. ¿Magia o superchería? Contra esa presunción, últimos estudios científicos revelan que el poder chamán surge del cerebro, y de la utilización plena de su hemisferio derecho, lo cual tendría efectos verdaderamente importantes.
"Yo ignoraba el motivo pero nuestra conversación me había agotado. Tenía ganas de dormir. Él (don Juan) me pidió parar por el camino y me dijo que, si deseaba descansar, debía trepar a la cima plana de una loma al lado de la carretera y acostarme boca abajo con la cabeza hacia el este. Parecía tener un sentimiento de urgencia. Yo no quise discutir, o acaso me encontraba demasiado cansado hasta para hablar. Subí a un cerro e hice lo que él me había indicado. Dormí sólo dos o tres minutos, pero fueron suficientes para que mi energía se renovara".
Así refiere Carlos Castañeda en su Viaje a Ixtián, una de las tantas experiencias con el poder del chamán, Don Juan Matus, un brujo yaqui de la región mexicana de Sonora, lo fue instruyendo pacientemente en las prácticas necesarias para llegar a convenirse en un hombre de conocimiento.
Infinidad de testimonios similares pueden encontrarse en los relatos de gran cantidad de investigadores en los lugares más dispares del globo terráqueo y entre los pueblos más diversos. Curas milagrosas, remedios sorprendentes, en sesiones de un dramatismo mucho mayor que el de la escena citada, a través de danzas rituales, golpes de tambor, humo, máscaras y toda una parafernalia que sume a los espectadores-participantes en un estado de conciencia especial.
Estos individuos capaces de producir semejantes efectos en quienes los rodean y que, según han documentado fehacientemente estudiosos de irreprochable seriedad (Mircea Eliade, Claude Levi-Strauss, Egon Schaden, Metraux, etc.), existieron en todas las épocas y conservan su vigencia en numerosas comunidades, quizás aisladas de lo que habitualmente llamamos civilización pero dignas, por eso mismo, de ser consideradas dado que por algo han sobrevivido al paso de los siglos manteniendo prácticas antiquísimas.
Son los chamanes: hombres-médicos, magos, que pueden curar como todos los médicos y efectuar milagros como los magos y, sobre todo conducir las almas al lugar que les corresponde después de la muerte; sacerdotes, místicos, poetas...
La palabra deriva del tungús shamán y designa, en toda una inmensa área del centro y norte de Asia, al gran maestro del éxtasis, en torno del cual gira toda la vida mágico-religiosa de la sociedad.
Pero el chamanismo como técnica del éxtasis se ha observado en toda América, en Indonesia, en Oceanía, y en otras partes del mundo. En pueblos que no han mantenido contacto alguno pero evidencian conductas similares al resolver problemáticas análogas.
Cualquier “mataburros” nos dice que el éxtasis es un estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de admiración, alegría, que en su aspecto exterior se caracteriza por la suspensión de los sentidos. Generalmente se atribuye en las religiones a los místicos, quienes en esos estados lograrían una unión con el dios correspondiente.
Pero a diferencia de cualquier extático, el chamán es capaz de producirse él mismo esos estados y es especialista en un trance durante el cual se cree que su alma abandona el cuerpo para viajar al cielo o al infierno. Una viaje.
Claro que esto no se consigue así nomás y no cualquiera está capacitado para hacerlo. En general, podría decirse que el chamán es un elegido por la divinidad que manifiesta la elección a través de ciertas señales: rasgos físicos especiales, determinada habilidad, etc. Y luego habrá de efectuar un duro aprendizaje para vencerse a sí mismo y lograr trasponer los límites de lo humano para comunicarse permanentemente con el mundo de los dioses.
Largas vigilias, ayunos prolongados, esfuerzos físicos intensos, forman parte del entrenamiento. Se trata de una verdadera iniciación, que es el proceso por el cual alguien deja de ser para convertirse en otro.
En el período de instrucción, al candidato a chamán le enseñan a producirse sueños y a entrar en trances. Usando términos de la psicología, aprende a dominar su inconsciente. Los sueños obedecen a un modelo simbólico: no se trata de soñar cualquier cosa.
Logra dominar el fuego y hay documentación de caminatas sobre brasas sin recibir quemaduras. El chamán llega a controlar la circulación de la sangre.
¿SUPERCHERÍA O VERDAD?
El chamán opera con una visión integral del mundo que le da una perspectiva diferente, un ángulo de visión que al resto de los hombres se les escapa. Porque utiliza todo su cuerpo para conocer y no solamente su racionalidad. Se maneja con el hemisferio derecho del cerebro y por eso ve antes de que la razón explique. Así, tiene como una especie de radar para detectar los lugares propicios y no propicios, porque capta las cargas energéticas de cada sitio, y no es esoterismo: la física cuántica ha estudiado estos fenómenos de la energía y sin ir tan lejos ya se sabe de la ionización de la atmósfera y de la influencia sobre el carácter y los estados de las personas (o ¿nunca se sintieron inquietos cuando sopla el viento norte o se prepara una tormenta?) ¿Un niño no capta las malas ondas apenas entra a un lugar?
Estas capacidades están en nosotros, pero adormecidas por siglos de racionalismo. El chamán ejerce pleno uso de todas ellas. Actualmente, el ensueño dirigido se emplea en cursos de control mental como técnica novedosa y bastante efectiva de autoprogramación y el último grito en estudios de la conciencia habla de alfa para caracterizar esos estados similares al sueño en que la racionalidad no fija límites y se ven relaciones, imágenes, que la habitual vigilia no permite. ¿Cuántas veces no hemos encontrado la solución a un problema en esos momentos en que no estamos ni dormidos ni despiertos del todo, hemos visto esa solución?
El control de la respiración, que lleva a mejorar la circulación de la sangre, también se receta para optimizar nuestro funcionamiento intelectual.
Lo que trabajosamente Occidente y su ciencia van descubriendo, existía ya en comunidades prehistóricas como una práctica habitual y los chamanes eran –y lo son– sus operadores privilegiados.
DATA BANK.
Los chamanes son hombres-médicos (“medicine men”) y magos que curan como todos los médicos y obran milagros como todos los magos. Pero por sobre todo son psicopompos conductores de almas hacia el cielo o el infierno después de la muerte.
Chamén deriva de la palabra shamán, del tungús –lengua del pueblo homónimo de la Rusia asiática–. Designa al maestro del éxtasis.
El chamanismo como técnica del éxtasis se ha observado en toda América, Indonesia, Oceanía.
Al haber aprendido con el cuerpo se maneja con una noción de totalidad correspondiente al hemisferio derecho del cerebro, por lo cual ve antes de que la razón explique. Y obra en consecuencia.
Capta las cargas energéticas de los lugares en que está.
Algunas de las técnicas chamánicas –como el ensueño dirigido– se usan en los cursos de Control Mental para autoprogramarse. Tiene que ver con los estados alfa de conciencia.
Los testimonios son coincidentes: los chamanes curan. ¿Magia o superchería? Contra esa presunción, últimos estudios científicos revelan que el poder chamán surge del cerebro, y de la utilización plena de su hemisferio derecho, lo cual tendría efectos verdaderamente importantes.
"Yo ignoraba el motivo pero nuestra conversación me había agotado. Tenía ganas de dormir. Él (don Juan) me pidió parar por el camino y me dijo que, si deseaba descansar, debía trepar a la cima plana de una loma al lado de la carretera y acostarme boca abajo con la cabeza hacia el este. Parecía tener un sentimiento de urgencia. Yo no quise discutir, o acaso me encontraba demasiado cansado hasta para hablar. Subí a un cerro e hice lo que él me había indicado. Dormí sólo dos o tres minutos, pero fueron suficientes para que mi energía se renovara".
Así refiere Carlos Castañeda en su Viaje a Ixtián, una de las tantas experiencias con el poder del chamán, Don Juan Matus, un brujo yaqui de la región mexicana de Sonora, lo fue instruyendo pacientemente en las prácticas necesarias para llegar a convenirse en un hombre de conocimiento.
Infinidad de testimonios similares pueden encontrarse en los relatos de gran cantidad de investigadores en los lugares más dispares del globo terráqueo y entre los pueblos más diversos. Curas milagrosas, remedios sorprendentes, en sesiones de un dramatismo mucho mayor que el de la escena citada, a través de danzas rituales, golpes de tambor, humo, máscaras y toda una parafernalia que sume a los espectadores-participantes en un estado de conciencia especial.
Estos individuos capaces de producir semejantes efectos en quienes los rodean y que, según han documentado fehacientemente estudiosos de irreprochable seriedad (Mircea Eliade, Claude Levi-Strauss, Egon Schaden, Metraux, etc.), existieron en todas las épocas y conservan su vigencia en numerosas comunidades, quizás aisladas de lo que habitualmente llamamos civilización pero dignas, por eso mismo, de ser consideradas dado que por algo han sobrevivido al paso de los siglos manteniendo prácticas antiquísimas.
Son los chamanes: hombres-médicos, magos, que pueden curar como todos los médicos y efectuar milagros como los magos y, sobre todo conducir las almas al lugar que les corresponde después de la muerte; sacerdotes, místicos, poetas...
La palabra deriva del tungús shamán y designa, en toda una inmensa área del centro y norte de Asia, al gran maestro del éxtasis, en torno del cual gira toda la vida mágico-religiosa de la sociedad.
Pero el chamanismo como técnica del éxtasis se ha observado en toda América, en Indonesia, en Oceanía, y en otras partes del mundo. En pueblos que no han mantenido contacto alguno pero evidencian conductas similares al resolver problemáticas análogas.
Cualquier “mataburros” nos dice que el éxtasis es un estado del alma enteramente embargada por un sentimiento de admiración, alegría, que en su aspecto exterior se caracteriza por la suspensión de los sentidos. Generalmente se atribuye en las religiones a los místicos, quienes en esos estados lograrían una unión con el dios correspondiente.
Pero a diferencia de cualquier extático, el chamán es capaz de producirse él mismo esos estados y es especialista en un trance durante el cual se cree que su alma abandona el cuerpo para viajar al cielo o al infierno. Una viaje.
Claro que esto no se consigue así nomás y no cualquiera está capacitado para hacerlo. En general, podría decirse que el chamán es un elegido por la divinidad que manifiesta la elección a través de ciertas señales: rasgos físicos especiales, determinada habilidad, etc. Y luego habrá de efectuar un duro aprendizaje para vencerse a sí mismo y lograr trasponer los límites de lo humano para comunicarse permanentemente con el mundo de los dioses.
Largas vigilias, ayunos prolongados, esfuerzos físicos intensos, forman parte del entrenamiento. Se trata de una verdadera iniciación, que es el proceso por el cual alguien deja de ser para convertirse en otro.
En el período de instrucción, al candidato a chamán le enseñan a producirse sueños y a entrar en trances. Usando términos de la psicología, aprende a dominar su inconsciente. Los sueños obedecen a un modelo simbólico: no se trata de soñar cualquier cosa.
Logra dominar el fuego y hay documentación de caminatas sobre brasas sin recibir quemaduras. El chamán llega a controlar la circulación de la sangre.
¿SUPERCHERÍA O VERDAD?
El chamán opera con una visión integral del mundo que le da una perspectiva diferente, un ángulo de visión que al resto de los hombres se les escapa. Porque utiliza todo su cuerpo para conocer y no solamente su racionalidad. Se maneja con el hemisferio derecho del cerebro y por eso ve antes de que la razón explique. Así, tiene como una especie de radar para detectar los lugares propicios y no propicios, porque capta las cargas energéticas de cada sitio, y no es esoterismo: la física cuántica ha estudiado estos fenómenos de la energía y sin ir tan lejos ya se sabe de la ionización de la atmósfera y de la influencia sobre el carácter y los estados de las personas (o ¿nunca se sintieron inquietos cuando sopla el viento norte o se prepara una tormenta?) ¿Un niño no capta las malas ondas apenas entra a un lugar?
Estas capacidades están en nosotros, pero adormecidas por siglos de racionalismo. El chamán ejerce pleno uso de todas ellas. Actualmente, el ensueño dirigido se emplea en cursos de control mental como técnica novedosa y bastante efectiva de autoprogramación y el último grito en estudios de la conciencia habla de alfa para caracterizar esos estados similares al sueño en que la racionalidad no fija límites y se ven relaciones, imágenes, que la habitual vigilia no permite. ¿Cuántas veces no hemos encontrado la solución a un problema en esos momentos en que no estamos ni dormidos ni despiertos del todo, hemos visto esa solución?
El control de la respiración, que lleva a mejorar la circulación de la sangre, también se receta para optimizar nuestro funcionamiento intelectual.
Lo que trabajosamente Occidente y su ciencia van descubriendo, existía ya en comunidades prehistóricas como una práctica habitual y los chamanes eran –y lo son– sus operadores privilegiados.
DATA BANK.
Los chamanes son hombres-médicos (“medicine men”) y magos que curan como todos los médicos y obran milagros como todos los magos. Pero por sobre todo son psicopompos conductores de almas hacia el cielo o el infierno después de la muerte.
Chamén deriva de la palabra shamán, del tungús –lengua del pueblo homónimo de la Rusia asiática–. Designa al maestro del éxtasis.
El chamanismo como técnica del éxtasis se ha observado en toda América, Indonesia, Oceanía.
Al haber aprendido con el cuerpo se maneja con una noción de totalidad correspondiente al hemisferio derecho del cerebro, por lo cual ve antes de que la razón explique. Y obra en consecuencia.
Capta las cargas energéticas de los lugares en que está.
Algunas de las técnicas chamánicas –como el ensueño dirigido– se usan en los cursos de Control Mental para autoprogramarse. Tiene que ver con los estados alfa de conciencia.
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