viernes, 15 de julio de 2011

Acerca de Sucre, el Mariscal y la ciudad – Parte 2

Autor: Varios.
Fuente: Suplemento del periódico La Razón, Bolivia, La Paz, marzo de 1995.

MIENTRAS TANTO… EN EL ALTO PERÚ.
Autor: INDEAA.

Mientras Francisco de Miranda, Santiago Mariño y Simón Bolívar enfrentaban “la guerra a muerte” y después de 10 años liberaban el territorio de Venezuela; en los días en que Francisco de Paula Santander consolidaba el territorio de la Nueva Granada como territorio libre del poder español; al mismo tiempo que San Martín desembarcaba en el Callao liberando la plaza fuerte del Virreynato de Lima; y cuando Sucre derrotaba a Aymerich en las faldas del Pichincha y se incorporaba el Ecuador a la Gran Colombia... Mientras tanto, en el Alto Perú:
CHUQUISACA, PRECURSORA.
El 25 de mayo de 1809 se produjo un cisma entre el Presidente de la Audiencia de La Plata, Ramón García Pizarro y el Arzobispo Benito María de Moxó y Francolí, por una parte, y por otra los oidores y miembros del Cabildo; los primeros representaban la corriente carlotina, mientras los oidores proclamaban la lealtad a la corona española.
Juan Antonio Álvarez de Arenales, al mando de la guarnición de Chuquisaca, se puso del lado de los oidores y apresó momentáneamente al presidente.
Los hermanos Manuel y Jaime Zudáñez y Bernardo de Monteagudo convocaron a la población para pedir el nombramiento de un nuevo Presidente. Ante ese estado de conmoción, nombrado Presidente por la Junta Central, procedente de Montevideo, llegó el brigadier Vicente Nieto, quien restableció el orden.
LA PAZ, DEL PASQUÍN A LA HORCA.
El 16 de julio de 1809 estalló la revolución de La Paz. Los revolucionarios de La Plata tuvieron tiempo para enviar emisarios hacia otras intendencias del Alto Perú. En La Paz, uno de ellos, Mariano Michel tuvo una influencia determinante.
El 16 de julio, el Cabildo de la ciudad destituyó al gobernador Tadeo Dávila y puso en entredicho la autoridad del obispo Remigio de la Santa y Ortega. De inmediato se formó una Junta Tuitiva, presidida por Pedro Domingo Murillo. La Junta redactó un Estatuto Constitucional que señalaba de una manera radical los fines del movimiento paceño.
Los revolucionarios lograron ejercer un dominio total de la ciudad; ante esos hechos, del Cuzco, a la cabeza del brigadier José Manuel de Goyeneche, partió un destacamento militar que pudo fácilmente restablecer la autoridad monárquica en La Paz. Los principales dirigentes de la revolución fueron condenados a distintas penas, entre ellas la horca
SE EXTIENDE LA REVOLUCIÓN.
El 14 de septiembre de 1810, en adhesión a la Junta de Gobierno de las Provincias del Río de La Plata, se produjo en Cochabamba una revolución acaudillada por Francisco de Rivero y Esteban Arze.
El 24 de Septiembre del mismo año, un movimiento parecido estalló en Santa Cruz de la Sierra, a la cabeza de Juan Manuel Lemoine y Antonio Vicente Seoane
LOS EJÉRCITOS DEL DESTINO.
A fines de 1810, la Junta de Buenos Aires destacó hacia el Alto Perú el Primer Ejército Auxiliar Argentino, (el historiador Charles Arnade los denominó Los Ejércitos del Destino), al mando de Juan José Castelli, el cual derrotó a los españoles en Suipacha, e ingresó a Potosí y Chuquisaca.
Derrotado este ejército en las cercanías de Guaqui, tuvo que abandonar el territorio altoperuano.
En 1813 un Segundo Ejército Auxiliar Argentino, al mando de Manuel Beigrano ingresó a Potosí, pero fue derrotado en Vilcapujio y Ayohuma. Beigrano se retiró de Potosí hacia la Argentina.
GUERRILLEROS DE LA LIBERTAD
Mientras tanto, entre los años 1812 y 1814 se organizaban las guerrillas del Alto Perú. Se ha dado por hecho que los comandantes guerrilleros fueron 102 a lo largo y ancho de todo el territorio. Considerando su distribución geográfica, podemos señalar a siete más importantes:
Al norte del Lago Titicaca, en Sorata y Yavi, estaba el cura Ildefonso de las Muñecas; en el sudoeste, entre Camargo y Cotagaita, se situaba Vicente Camargo; entre los ríos Grande y Pilcomayo, en La Laguna, combatían Manuel Asensio Padilla y Juana Azurduy; en el este, entre Valle Grande y Santa Cruz de la Sierra, estaba Ignacio Warnes; en el centro, entre Mizque y Vallegrande, se situaba Arenales; en Ayopaya y Sicasica, combatían Lira, Chinchilla y Lanza; y, por último, en el sur, Manuel Rojas, Francisco Uriondo y Eustaquio Méndez.
Sin embargo, la guerrilla fue diferente en todos los lugares donde surgió. En algunos casos alcanzó un nivel organizativo y político que nos permite definirla como un germen de un estado independiente, regional o que abarcase todo el territorio de Charcas. Esta cualidad creemos que tuvo la guerrilla de Padilla, en Tomina y la Laguna; y la guerrilla de Lira, Chinchilla y Lanza, en Ayopaya e Inquisivi.
La guerrilla de Ayopaya fue la única que subsistió hasta la llegada del Mariscal Sucre. José Miguel Lanza fue su último caudillo.
Los guerrilleros del norte evitaban el ingreso de las tropas realistas provenientes del Perú y los del sur abrían las puertas a los ejércitos argentinos.
A principios de 1815, los guerrilleros ocuparon las ciudades de Chuquisaca, Potosí y Cochabamba, facilitando, de esa manera, el ingreso del General José Rondeau al mando del Tercer Ejército Auxiliar Argentino.
El 29 de noviembre de 1815, el general español Joaquín de la Pezuela derrotó a Rondeau en Sipe Sipe y los argentinos se replegaron hasta sus provincias del norte.
UN EJEMPLO: LA GUERRILLA EN SANTA CRUZ.
Corría el año 1813 y a la llegada de los porteños a Santa Cruz, a la cabeza de Ignacio Warnes se reavivaron las consignas iniciadas en el año diez. A sus tropas se incorporó el caudillo popular Cañoto.
La situación en los llanos se modificó a raíz de la muerte de Warnes en la batalla de Pari (22 de Noviembre de 1816). Cañoto se convirtió en el líder de una fracción de la guerrilla oriental para salir a combate abierto y hacer “sonar” a los “tablas”. En 1819 los patriotas en veloz incursión toman toda la ciudad. Entrado el año 20 Aguilera retorna a Santa Cruz y rompiendo monte los patriotas toman la retirada hacia el Río Grande. La fracción de Cañoto se dispersa, pero él, con el grado de oficial se incorpora a las filas de Guemes.
Cañoto es licenciado de las milicias salteñas y se incorpora con grado de Capitán a las tropas del Coronel Mercado que sigue firme en la Chiriguanía.
En los primeros meses de 1825 se conoce que los realistas han sido derrotados. El pueblo ganó las calles y por doquier explotaban las ansias patriotas reprimidas. Pocos días después, el 14 de febrero, la guarnición realista de Santa Cruz, dejada por Aguilera, se pronuncia por la patria. A Cañoto, en diciembre de 1825, lo nombran administrador de San José de Chuiquitos.
DESDE EL NORTE, ANDRÉS DE SANTA CRUZ.
El general Andrés de Santa Cruz, enviado por Sucre, inició su marcha hacia el Alto Perú y en agosto de 1823 ingresó a La Paz. Para esta acción contó con la ayuda del ejército de Ayopaya comandado por Lanza.
Los realistas enfrentaron al ejército de Santa Cruz en Zepita. Posteriormente Santa Cruz ingresó a Oruro. Ante la evidencia de un nuevo enfrentamiento con los españoles, se retiró hacia el Bajo Perú. Lanza quedó solitario y cuando se retiraba hacia Ayopaya, fue sorprendido por los ejércitos españoles que lo vencieron.
LA GUERRA DOMÉSTICA.
Mientras tanto el comandante de las tropas españolas en el Alto Perú, Pedro Antonio de Olañeta, se sublevó ante el Virreynato de Lima, aunque eso no significaba que Olañeta se incorporase a las tropas patriotas. Por esta razón no marchó en ayuda del Virrey La Serna para contrarrestar el avance de los Ejército Unido.
A partir de mediados del año 1824 la confrontación entre el Virreinato del Perú y los ejércitos de Olañeta se manifestó en lucha armada. El Virrey La Serna envió un ultimátum a Olañeta para que se rindiera y con él destacó al general Valdés, al mando de tropas del Bajo Perú. Ambos realistas se enfrentaron en los territorios del sur de Charcas desde junio de ese año 24 hasta fines del mes de agosto, fecha en la que Valdés marchó al norte enterado de la derrota de Junín.
Después vendrían los ejércitos de Sucre...

PASQUINES Y PERIÓDICOS.
Autora: María Luisa Kent Solares.

Durante el siglo XIX la prensa americana fue una trinchera de ideas, donde se defendieron, confrontaron y atacaron diversas posiciones políticas
Con la certeza de que la revolución se hace en las cabezas de las élites antes que en la calle, los pasquines y las imprentas volantes fueron el soporte ideológico de la Guerra de la Independencia americana, como “El Correo del Orinoco”. Luego, al despuntar la República se fortaleció el poder de la prensa, por ello, en ciudades americanas se crearon periódicos para implantar ideas y sustentar proyectos políticos.
Esta preocupación por difundir ideas escritas, contó con el aporte del Mariscal Sucre y fue su compañera permanente en las regiones en las que desempeñó un rol militar o político. El 5 de junio de 1823, bajo el impulso de Sucre, entre avances y retrocesos libertarios, empezó a circular en Quito el primer número del semanario “El Monitor Quiteño”, cuando el Mariscal ya se encontraba en el Perú al mando de tropas colombianas, con una doble misión militar y diplomática; expulsar a los realistas y concluir el proceso de independencia política. El periódico salió a la luz la víspera de la batalla de Junín, en la que Sucre no tuvo participación directa por encontrarse al mando de la rezagada infantería.
“EL PEROGRULLO” Y “EL CÓNDOR DE BOLIVIA”.
En Cuenca, región ecuatoriana que formó parte de la Gran Colombia, al igual que en otras ciudades, existió un relevante activismo ideológico. Es destacable la figura de Fray Vicente Solano (1791-1865), cuencano literato, periodista, analista político y entomólogo. Se asegura que Bolívar escribía artículos anónimos para “El Eco del Azuay” fundado en 1828 por Solano, al cual siguieron “El Perogrullo”, “El Telescopio”, “La Alforja”, “La Razón”, “La Luz” y “La Escoba”. Solano fue un distinguido polemista y sus ideas y algunas obras motivaron la censura de la Iglesia.
En la región de Charcas la ideología también se difundió en pasquines. Las imprentas volantes de los ejércitos libertadores fueron un soporte de la causa revolucionaria y en la etapa republicana los primeros periódicos sustentaron ideas vanguardistas y respaldaron los proyectos reformistas del Gobierno. El semanario “El Cóndor de Bolivia” fundado bajo el auspicio del Mariscal, en diciembre de 1825 cuando Bolívar se encontraba en Chuquisaca, constituye una valiosa fuente documental para conocer el pensamiento de los grupos sociales que tenían acceso a la cultura y podían leerlo, y el discurso de los nuevos actores políticos.
La inclinación de Sucre por el periodismo tuvo el propósito de avivar la conciencia republicana y formar opinión en torno a valores y preceptos liberales.

AYACUCHO, UNA CAPITULACIÓN GLORIOSA.
Autor: INDEAA.

Cuando uno habla o escribe sobre Antonio José de Sucre no es fácil salir de la palabra elogiosa o del tono laudatorio. Los contemporáneos que le conocieron personalmente, quienes le vieron en los campos de batalla o los políticos que le trataron como gobernante, reconocieron en él no pocas virtudes. Su lealtad ejemplar que a veces llegaba a la debilidad hacia el Libertador Bolívar o su desinterés por el poder y sus fruiciones. Como en ningún otro testimonio, en el acta de capitulación de Ayacucho está inscrita su generosidad para el vencido.
En el documento, firmado el día 9 de diciembre de 1824, al final de la batalla, por Sucre y José Canterac “encargado del mando superior del Perú, por haber sido herido y prisionero en la batalla de este día el Exmo. señor virrey Dn. José de La Serna”, el gobierno del Perú se obligaba a pagar a los españoles la mitad de sus socorros a los miembros del ejército español que regresasen a su patria, quienes se comprometían a no tomar las armas contra la causa americana y habría total olvido de sus opiniones anteriores. Podrían trasladarse a cualquier otro país, cualquiera fuera su condición, y la propiedad de los bienes que poseyeran les sería garantizada.
Mediante la capitulación, la continuidad de los empleados en sus puestos de trabajo sería confirmada por el gobierno del Perú, de acuerdo a su comportamiento. Sus propiedades serían sagradamente respetadas.
Dentro de un plazo de veinte días, la plaza del Callao sería entregada al Ejército Unido Libertador, con todos “sus enseres y existencias” y un procedimiento parecido se impondría para las provincias.
Los buques de guerra y mercantes españoles dispondrán de seis meses para habilitarse en los puertos del Perú, pero no podrán tocar en Chiloé ni en ningún puerto de América.
Los jefes y oficiales prisioneros quedaban en libertad, con la facultad de conservar sus uniformes, pudiendo trasladarse al lugar que eligieran con la garantía de que no tendrían ninguna molestia “hasta que lleguen a su destino”.
En suma, la capitulación estuvo inspirada en el principio que alguna vez Antonio José de Sucre expusiera claramente, de que el resultado de un hecho de armas no altera los derechos anteriores.
Al enviar a Bolívar una copia del documento, Canterac le expresaba: “…no puedo menos que felicitar a Vuecencia por haber terminado su empresa en el Perú con la jornada de Ayacucho”.

TRES MESES DE GUERRA TÁCTICA. DE AYACUCHO A TUMUSLA.
Autor: José Luis Roca.

Apenas disipado el humo de los cañones de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824, Antonio José de Sucre empezó a cavilar sobre los próximos pasos a darse para lograr el control total del Bajo y Alto Perú. En virtud de los términos de la capitulación firmada en el mismo campo de batalla, el general Agustín Gamarra acompañado de un edecán del derrotado Canterac, recibe el mando del departamento de Cuzco. Igual ceremonia con otros oficiales se lleva a cabo en los departamentos de Arequipa y Puno.
Desde su cuartel general en Huamanga, Sucre informa al ministro de guerra del Perú que pronto iniciará su marcha hasta Cuzco. “Desde allí estableceré mis relaciones con el general Olañeta pero como los españoles me han dicho que dudan de él, estableceré también mis comunicaciones con el general Aguilera que todos reputan por patriota...” (V. Lecuna, Documentos referentes a la creación de Bolivia, 2da. Edición, Caracas, 1975, Tomo 1, p 23, en adelante “Lecuna”).
LA INCÓGNITA SOBRE EL DESTINO DEL ALTO PERÚ.
Sucre no tenía instrucciones del Libertador sobre si debía o no cruzar el Desaguadero, mucho menos sobre qué hacer con las provincias que se encontraban al sur de él. Así comienza una súplica que, reiterada y obsesivamente, se va a repetir a lo largo de los tres años siguientes: “Yo desearía más que nada y lo ruego con todo encarecimiento, que se me exima de toda obligación de ir más allá del Desaguadero.” (ibid).
Por su parte, Pedro Antonio de Olañeta que durante todo aquel año 24 había librado una exitosa campaña contra el virrey La Serna (a quien Sucre acababa de propinar el tiro de gracia) tenía intenciones parecidas. No quería cruzar el Desaguadero, pues consideraba que sus derechos terminaban en la margen sur del río. Pero la dinámica de la larga guerra que estaba terminando y la otra breve e incruenta que empezaba, determinó que ambos pese a sus intenciones iniciales, cruzaran el sacrosanto río que servía de limite a los virreinatos del Perú y de Buenos Aires.
La capitulación de Ayacucho puso en manos del Ejército Unido Libertador, únicamente los territorios que hasta ese momento estaban en poder de “las armas del rey”, significando con ello que las provincias del Alto Perú no lo estaban, pues allí regía el general Olañeta que había logrado dividir el ejercito español facilitando así los triunfos patriotas de Junín y Ayacucho. Las provincias de Tarapacá y Tarija tampoco entraron en los términos de la capitulación pues también estaban ocupadas por las tropas de Olañeta. Ayacucho no definió entonces la libertad del Alto Perú sino que le brindó la posibilidad cierta de convertirse en república independiente.
Tanto Bolívar como Sucre abrieron correspondencia con Olañeta, con su lugarteniente Francisco Xavier de Aguilera, y con el secretario y sobrino del primero, el célebre doctor de Charcas Casimiro Olañeta. Este, aún antes de Ayacucho, se dio cuenta de que la situación de su tío era insostenible y resolvió plegarse al bando de los Libertadores. Pero el general, deseoso de mejorar su posición negociadora mediante una exhibición de fuerza desconoció privadamente la capitulación. Así lo hizo saber al comandante de la escuadra española en el Pacífico, y a Pío Tristán, hasta ese momento gobernador de Arequipa, y a quien reconoció el título de virrey en sustitución del derrotado La Serna. La correspondencia donde constaba esa desafiante actitud, cayó en poder de Sucre. [Manuscritos Corbacho, Colección particular, documento 713, en adelante, “Corbacho”].
En posesión de estos informes, el vencedor de Ayacucho sitúa puestos avanzados de su ejército en los puntos aledaños al Titicaca y el Desaguadero. Los pone bajo el mando del veterano Rudecindo Alvarado, colaborado por José Videla y Francisco Anglada, todos ellos argentinos.
A partir de ese momento, Sucre comienza una marcha ordenada hacia el sur, sin descuidar un solo momento los detalles tácticos y demostrando sus profundos conocimientos en el arte de la guerra. Todo eso va a hacerse patente en los primeros días de 1825. El 10 de enero de ese año, Alvarado recibe el testimonio de Juan Briseño, evadido de la isla de Estevez en el lago Titicaca donde había caído prisionero luego de la batalla de Moquegua. Briceño proporciona valiosos datos sobre el ejército de Olañeta al que considera débil y totalmente desmoralizado. [Corbacho, 702).
Por su parte, Alvarado desde Puno resuelve replegarse sobre Lampa, por ser un punto que protege a un tiempo los caminos de Cuzco y Arequipa y único que proporciona algún forraje” [Corbacho, 687]. Sabía que en ese momento las avanzadas de Olañeta al mando del coronel José María “Barbarucho” Valdez, ya habían cruzado el Desaguadero, violando así las promesas hechas a Sucre en sentido de que no lo harían.
El 13 de enero, Alvarado desde Acora informa a Sucre que las fuerzas de Olañeta habían avanzado hasta Pomata y se dirigían a Juli con la manifiesta intención de internarse hasta Puno. “Dígnese VS.” dice Alvarado a Sucre, “mandar que los cuerpos adelanten en lo posible su marcha, previniéndoles tomen la dirección que indique el oficial de estado mayor que yo ponga en Ayaviri, y sírvase comunicarme las órdenes que tuviera a bien” [ibid].
Al frente de un “Comando de Observación” situado en Pomata, en la misma fecha Anglada informa a Sucre: “Son las siete de la mañana; los enemigos han sido avistados a una hora distante de este pueblo en número de cien, con caballos según he podido calcular”. Y agrega: “en la madrugada se me dio parte haber entrado anoche a Zepita con 600 infantes”. [Corbacho, 699].
El 12, Sucre hace su entrada triunfal en Arequipa, y Pío Tristán a quien Olañeta había nombrado “virrey”, le dice: “Entregado a los dulces traspasos de esta grandiosa metamorfosis, yo tributo a VS. los mensajes de reconocimiento que el nuevo mundo le consagrará hasta la consumación de los siglos”. [Corbacho, 709]. A fin de hacer más convincente su “metamorfosis”, Tristán no sólo da la espalda a Olañeta, sino que entrega a Sucre la correspondencia confidencial que aquel le había enviado. [Corbacho, 713, cit.].
El 14 desde Puno, Videla informa a Sucre que “los enemigos a marchas redobladas se dirigen a esta ciudad en número de 700 hombres y a pesar de la premura del tiempo, me hallo tomando las medidas más expeditivas para la extracción de caudales, víveres y demás artículos que hayan colectado para el ejército en estos almacenes en dirección a Lampa”. [Corbacho, 688]. Dos días después, Videla completa su informe a Sucre: “el enemigo con la fuerza se ha replegado a este punto [Lampa] donde permanecerá si el enemigo no ha avanzado desde Puno. El señor general [Alvarado] se halla a cuatro leguas de aquí con la caballería donde dormirá esta noche sobre el camino de Cavanilla. Nuestra pequeña fuerza no nos ha permitido hacer un reconocimiento del enemigo, tanto por el mal estado de los caballos como porque aquel ha traído su infantería por los cerros”. [Corbacho, 707].
La debilidad de las guarniciones de Alvarado y sus lugartenientes ubicadas en sitios estratégicos, no los desanimaba pues según Videla, “el comandante Anglada se ha tiroteado [con los invasores] desde Juli retirándose con el mayor orden, y comportándose con mucha prudencia y honor”. [ibid].
El jefe de la expedición sobre Puno, era Barbarucho, y a todas luces resultó una aventura sin pies ni cabeza. El grueso del Ejército Unido Libertador al mando del propio Sucre, avanzaba desde Arequipa en formación de combate, y al saberlo, los invasores desocuparon la ciudad y se retiraron precipitadamente. Sucre estaba perplejo frente a estos acontecimientos, y le decía al ministro de Guerra: “Yo no me resuelvo a pensar definitivamente que Olañeta es enemigo, pero mis operaciones van a ceñirse a ese concepto. Sea lo que fuere, yo salgo de aquí [Cuzco] esta tarde [18 de enero] o mañana para acercarme a Puno. He prevenido al general Alvarado, que si es amenazado venga retirándose a Sicuani para atraer a Olañeta lo más distante posible del Desaguadero y darle un golpe que quite todos sus misterios”. [Corbacho, 695].
EL ARMISTICIO ELIZALDE-MENDIZÁBAL IMÁS.
El 2 de enero, o sea trece días antes de que Barbarucho invadiera Puno, Sucre decide enviar a su ayudante Antonio Elizalde para entrevistar con Olañeta y conocer sus intenciones. Las de éste no eran otras que convencer a los vencedores de Ayacucho que permanecieran al otro lado del Desaguadero, reconociendo así el derecho que él tenía de mandar sobre el territorio liberado por sus armas. No obstante de que este hecho fue reconocido explícitamente por Bolívar y Sucre, en su correspondencia con Olañeta, lo invitaban reiteradamente a incorporarse al Ejército Libertador como un comandante más de éste.
Elizalde se reunió en La Paz con el enviado de Olañeta, José Mendizábal Imás, quien hasta ese momento seguía fungiendo como gobernador de la ciudad y la intendencia, y allí firmó un convenio del todo favorable al jefe realista. Se acordó una “suspensión de hostilidades” durante cuatro meses debiendo cada ejército permanecer en sus respectivas márgenes del Desaguadero. Asimismo, se convino que el partido de Tarapacá (incluyendo el puerto de Arica) quedara a órdenes de Olañeta a cambio de que este incorporara al territorio de Apolobamba a la provincia de Puno.
Al respecto cabe puntualizar que es mérito de Olañeta haber querido ensanchar el litoral de la futura república incorporando Arica a ella. En ese momento, Sucre rechazó rotundamente tal proposición, entre otras cosas, por temor de que Olañeta introdujera por ahí las armas que necesitaba para librar la guerra. [Lecuna, 63]. Sin embargo al año siguiente, ya como presidente de Bolivia, él hizo exactamente la misma proposición a través del ministro Ortíz Zeballos, y ella fue rechazada por el general Andrés de Santa Cruz en ese momento jefe de gobierno del Perú.
Olañeta hizo circular profusamente el convenio Elizalde-Mendizábal el cual desorientó a sus partidarios creándoles la falsa sensación de que Sucre respetaría el territorio que prácticamente ellos habían conquistado en 1824, segregándolo de la jurisdicción del virreinato peruano. Pero Sucre lo desautorizó terminantemente, y así lo hizo conocer desde Tinta al ministro de Guerra “No tengo por qué detener la marcha del Ejército Libertador. Si gusta [Olañeta] se retire a Potosí donde puede proclamar la independencia y convocar a una asamblea de los pueblos para que decidan su suerte; entretanto el Ejército Libertador ocupará La Paz y Oruro”.
La idea de ocupar el altiplano norte y central, dejando al ejército de Olañeta posesionarse del sur, la tuvo Sucre desde que inició su larga marcha desde Arequipa. Así lo comunicó el primero de enero a Olañeta, Aguilera, José Miguel Lanza, Pedro Arraya, y los cabildos de las ciudades del Alto Perú [Lecuna, 39-40]. Era una proposición transaccional que sin embargo Olañeta no aceptaba pues él se sentía como legítimo amo de las cuatro provincias de la Audiencia de Charcas.
Habiendo quedado sin efecto el singular armisticio, Sucre entró a Puno el primero de febrero, dos días de cumplir sus treinta años.
PEDRO ANTONIO DE OLAÑETA SE QUEDA SOLO.
La pretensión de Olañeta de tratar de igual a igual con los vencedores de Ayacucho, no tenía base alguna. La fuerza, la moral, el armamento, el número y el prestigio continental de éstos, eran abrumadoramente superiores. Abandonado por su sobrino Casimiro y por su antiguo conmilitón Pío Tristán (veterano de los ejércitos realistas del Perú desde las épocas de su primo hermano Goyeneche), el empecinado jefe altoperuano esperaba el respaldo de su lugarteniente Francisco Javier de Aguilera quien se encontraba al mando de un destacamento armado en Vallegrande. Pero desde allí, Aguilera ya había ofrecido su adhesión a Sucre en correspondencia directa con él. Sin embargo, su lenguaje un tanto ambiguo (aunque no al extremo del que empleaba Olañeta) hacía dudar a Sucre sobre sus verdaderas intenciones y lo indujo a no bajar la guardia un solo momento y a continuar avanzando en formación de combate.
Igual deserción protagonizaron Carlos Medinacelli, Francisco López y Pedro Arraya, quienes con sendas divisiones se pusieron a órdenes de Sucre.
Como fieras acorraladas, Olañeta y Barbarucho deambulan sobre el altiplano con su reducida, cansada y desmoralizada tropa. Sobre esto, dice Sucre al ministro: “Nada hemos sabido después de su marcha a Oruro [...] todo el departamento de La Paz está con nosotros excepto el partido de Sicasica y los pueblos entre la ciudad y el Desagudero. Cuatro subdelegados se han presentado a recibir órdenes sobre sus partidos y han ido a jurar la independencia”. [Corbacho, 724]
Mientras tanto, Aguilera, comandante de la estratégica guarnición de Vallegrande (que controlaba los movimientos entre Santa Cruz, Chuquisaca y Cochabamba), había hecho publicar el convenio Elizalde-Mendizábal y al parecer seguía aguardando nuevas comunicaciones de Olañeta o instrucciones más concretas de Sucre. Esa vacilación dio lugar a que sus propios oficiales encabezados por Pedro José Antelo, se le sublevaran en la madrugada del 13 de febrero y lo hicieran prisionero, lanzando a la vez un manifiesto de adhesión al Ejército Libertador. [Archivo Nacional de Bolivia (en adelante “ANB”), Ministerio del Interior, (en adelante “MI”), tomo 2, número 9].
Aguilera logra evadirse de sus captores y llega a Cochabamba el 24 del mismo mes donde es acogido por el jefe de esa plaza. Así lo evidencia el ayudante de éste, Mariano Guzmán, en comunicación enviada a Sucre: “Por certificado que acompaño, verá VE que en socorro del general don Francisco Xavier de Aguilera, se han erogado por las cajas del tesoro Público, doscientos doce pesos a consecuencia del oficio que al efecto me pasó el señor coronel comandante Antonio Saturnino Sánchez”. [ibid, folio 215]. El 1ro. de marzo, Aguilera se presenta al Mariscal Sucre en La Paz, y éste lo deja en completa libertad. [Gaceta Extraordinaria del Gobierno del Perú, N 27, y Lecuna, 115].
LA OFENSIVA TÁCTICA DESDE ORURO.
El coronel Ortega, comandante de Oruro, toma a su cargo los movimientos militares disuasivos de las acciones en que pudiera empeñarse Olañeta. Al tomar esa plaza, Sucre actuó de la misma manera en que lo hicieron los jefes realistas del Perú durante la larga guerra que estaba por fin terminando. Con su incomparable talento militar. El mariscal de Ayacucho se dio cuenta de la localización estratégica de Oruro (que además contaba con una inexpugnable fortificación construida al comenzar la guerra), que le permite dominar la ruta La Paz-Potosí-Chuquisaca, y guardar las espaldas de Cochabamba y Santa Cruz (las derrotas sucesivas de los ejércitos auxiliares argentinos, se explican desde el punto de vista militar, en que ellos nunca lograron ocupar Oruro).
El coronel Francisco López, recientemente separado por Olañeta, toma Chuquisaca proclamando la independencia, e inmediatamente es auxiliado por Ortega con refuerzos procedentes de Vallegrande y Cochabamba. Le dice a Sucre: “Luego que Olañeta sepa que marchan tropas sobre Chuquisaca, se abstendrá de cualquier invasión que piensa hacer [...] también mandó a López algunos oficiales de infantería para que aumente los 40 infantes que tiene allí”. [ANB, MI, tomo 3, N 12, folio 415]. Por su parte, Guillermo Marquiagui (el cuñado de Olañeta que el año anterior era presidente de la Audiencia en reemplazo del depuesto Rafael Maroto) se había replegado a Potosí, y Ortega se encargó también de neutralizarlos [ibid].
EL EJÉRCITO LIBERTADOR OCUPA POTOSÍ.
Carta de Sucre al ministro de Guerra, fechada en Potosí el 30 de marzo de 1825. “El 16, 17, 18 y 19 se movieron los cuerpos desde Oruro y se reunieron el 23 en Condo. El 24 continuaron la marcha a Vilcapugio, el 25 a Lagunillas, el 26 hicimos alto para aguardar se incorporaran compañías del Nº 2 que estaba basada en una diversión sobre Chuquisaca que había sufrido la invasión del coronel Barbarucho con 500 hombres. El 27, sabiendo que los enemigos tenían cubierta la difícil cuesta de Yocalla y la quebrada de San Bartolo, hice un movimiento sobre la derecha al pueblo de Urmiri, a trece leguas de Potosí. Al sentir al general Olañeta esta marcha por su flanco, desocupó el 28 esta ciudad, y nosotros sólo pudimos llegar a Cayara, a tres leguas de distancia. Habiendo allí forraje y comodidad para la tropa, dejé reposándola y me vine ayer con una escolta de húsares [...] según las medidas tomadas, pienso fundamentalmente que el coronel Medinacelli prenderá a Olañeta y lo presentará a mi disposición. Ayer han salido ya algunas partidas sobre La Lava: si mañana éstas lograran herrar los caballos, saldrá toda la caballería y al día siguiente la infantería. Yo iré con la división segunda, y que llegue el general Miller para que se encargue de terminar esta pequeña campaña, mientras yo me preocupo del más importante servicio de reorganizar el país. El general Miller llevará para concluir su campaña, 2.500 infantes y 1.000 caballos”. [Corbacho, 731]”.
BARBARUCHO SE ENTREGA AL GENERAL URDININEA.
Perseguido de cerca por Medinacelli y por el general irlandés Francisco Burdett O’Connor quien se dirigía a ocupar Tarija a nombre del Ejército Libertador, el intrépido e incansable José María Valdez, el “Barbarucho” de la historia, decide rendirse. En un punto llamado Chequelte, entre Tumusla y Cotagaita, Valdez encontró al general José María Pérez de Urdininea quien luego de comandar una expedición por cuenta del gobierno del Río de la Plata para combatir a Olañeta, decidió engrosar las filas del Ejército Libertador. Allí efectuó la ceremonia formal de su rendición y custodiado por una pequeña escolta fue conducido a Potosí a presencia del Mariscal Antonio José de Sucre quien se enteró de la noticia el 8 de abril, a la semana justa de haberse producido la derrota y muerte de Pedro Antonio de Olañeta, jefe de Barbarucho y su amigo de toda la vida. [Ch. Arnade, La dramática insurgencia de Bolivia, La Paz, 1964, p. 2006].
El 9 de abril se celebró en la Villa Imperial un solemne Te Deum de acción de gracias por la liberación total y definitiva del Alto y Bajo Perú. Seguramente los potosinos de esa época concurrieron a la ceremonia más por respeto y cálculo que por convicción o regocijo. Ya estaban acostumbrados. En los últimos 15 años habían asistido a la iglesia catedral a numerosas ceremonias como esa, en honor de algún general victorioso que procedente de otras tierras proclamaba la libertad y redención del pueblo.

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