miércoles, 20 de julio de 2011

Gracias por los portables

Hice mis primeras armas en esto de las compus a fines de los 80’s, cuando en mi país todavía las últimas Atari se batían en retirada ante el altanero avance de las Commodore, hostigadas a su vez por las Talent que en la vecina Argentina hicieron época. Era la moda de revistas como “K-64” y otras que aumentaban mi ansia de saber más con la misma persistencia con que vaciaban mi billetera. Sin embargo, ya se había consolidado otro campo de batalla: comenzaban a llegar las primeras Apple compactas y, por su parte, también las PC compatibles con IBM que al final se adueñaron del escenario, más aún gracias a que, jubiladas las Wang, tan respetables como aparatosas, se apilaron en el desván del colegio en que trabajaba como docente de Computación para niños. Cómo las recuerdo, en ellas aprendí cosas tan trascendentales sobre informática que aun me sirven hoy, verdad, incluso en esta época de redes, networks, nubes y esas cosas, porque así como desde Pitágoras 2 más 2 es 4, también en informática, más allá de la “de consumo” que impera hoy, en verdadera informática, las bases fundamentales han cambiado realmente poco, porque son como las bases de una pirámide; lástima que a veces la gente sólo mira la cúspide o sólo “lo que se agradable de ver”… y aprovechar (aunque no es su culpa porque para eso está la tecnología, para que la gente se sirva de ella y no se atormente con ella, precisamente…).
La religiosa (Madre San Luis) que se aventuraba a poner computadoras en el colegio en que yo trabajaba, a pesar de que en los demás no las había ni en la oficina de su Dirección, fue la mentora de muchos quienes, sin su ánimo emprendedor, nunca hubiéramos podido tan siquiera comenzar el camino que luego recorrimos. Cuando ella trajo la primera PC-Junior IBM (sobre Intel 8080) comenzó una nueva época porque las Commodore, incluyendo algunas Amiga que aun quedaban, fueron aniquiladas en nuestras preferencias, y de nada les sirvió humillar a las Atari ante la estampa diminuta pero amenazante, y más que eso augural, o inaugural, de esa primera PC. Hermosos tiempos que todavía posibilitaban esa percepción romántica de los cambios, en comparación a hoy en que los progresos son el “pan de cada día”.
Luego llegaron las compatibles más grandes, sobre Intel 8088, que para maravilla nuestra tenían ¡640 Kb en RAM…!, y costaban “un ojo y la mitad del otro” (sí, no se rían…), más un disco duro de 32 Mb…!
Pero teníamos un problema…
De todas las máquinas del pequeño e improvisado laboratorio, sólo dos tenían disco duro: la que guardaba las calificaciones y registros del colegio y, cuándo no, la del Director del laboratorio, Don Alberto, de quien también aprendí muuucho… (qué tiempos aquellos…).
Entonces, ante tamaña injusticia obligada por limitaciones de dinero, un día hicimos fiesta cuando alguien de quienes frecuentábamos el salón de compus trajo una dramática novedad: utilizando parte de la RAM como un disco virtual, gracias a RAMDRIVE.SYS, se podía hacer correr programas como si lo hicieran desde disco duro, o mejor aun, como un programa Residente en Memoria…!
El protocolo era sencillo: encender, copiar el programa al disco virtual (en realidad a la RAM) y usarlo así, lo que daba una dinámica incluso algo más veloz que con disco duro… Un verdadero hallazgo para nuestra situación de “pobreza computacional” (algo que ahora parece ser una broma o historia de mal gusto, lo entiendo … y lo perdono, ji ji ji).
La idea era simular un disco duro, y en su caso, conservar intacto el que tenía alguna máquina. En el caso de los juegos, los beneficios en velocidad de ejecución eran igualmente mejores. Estoy seguro que mis amigos y yo que hacíamos esto no éramos los únicos.
En mi rústico entender, ese es el ancestro más antiguo de los actuales programas portables. Sólo que nuestros pendrives o unidades USB no eran sino disquetes de 5.25 o 3.5 pulgadas que, lógicamente no eran “plug and play” sino “plug, load and play”. Pero la idea ya existía.
Poco después aparecieron RAM y discos duros cada vez más grandes, el Windows reemplazó al DOS, los usuarios perdieron contacto con los protocolos de inicio y configuración del sistema, los programas se hicieron autoinstalables, los utilitarios venían con su lema “comprar, instalar, usar…”, y detalles, descubrimientos y trucos como el narrado pasaron a ser, de novedades a anécdotas, de anécdotas a nimiedades, y de nimiedades a tonterías (glup…).
Pero había derecho a una reivindicación.
Hace pocos años, con el auge de la tecnología USB, la cada vez mayor capacidad de personalización de los sistemas y programas, la informática móvil, los viruses y otros condimentos más de “nuestra informática de cada día”, los programas portables han tomado fuerza y posicionamiento. Y la idea es sencilla: se trata de usar una máquina y al final dejarla intacta, sin que nada de lo que hayamos hecho le afecte, y viceversa. Por eso hay sistemas operativos portables, programas portables, antivirus portables, etc.…
El viejo truco ha vuelto, aunque con la tecnología y las posibilidades de hoy.
Para apreciar su utilidad y sentido, un ejemplo: supóngase que debo realizar un trabajo importante que recordé a última hora, y estoy a kilómetros de casa, olvidé mi netbook (aun no la tengo, pero hagamos de cuenta que sí) y el tiempo apremia; sólo dispongo del ciber-café de la esquina…
Pido una máquina y lo que encuentro es fatal: está preparada para jugar Counter Strike, no tiene procesador de textos, sólo cuenta con Notepad, y quién sabe cuántos viruses y alimañas de tal ralea dormirán en su disco duro… Solución?
Tomo mi pendrive, activo mi propio antivirus, luego mi procesador favorito, personalizado a mi gusto, incluso mi propio navegador y/o gestor de descargas si lo necesito,.. y a trabajar. Al final, imprimo mi trabajo, y si el ciber no tiene impresora grabo todo, pago y me voy campante a otro lugar, con la seguridad de que me llevo todo lo trabajado conmigo, y que nada de esa máquina desconocida se me pegó. Fin del cuento.
Sólo un pequeño detalle… no olvidar el pendrive… (ji ji ji).
No entiendo, como para enseñar, las diferencias exactas que hay entre los programas “residentes o instalados en disco duro” y sus similares portables, pero creo que es más o menos así:
En la prehistoria del software, un programa, como un procesador de textos (Pop-word, por ejemplo), era exactamente eso, un programa, no más. Si bien para su tiempo era “una maravilla”, la gente evolucionó sus exigencias al tiempo que la tecnología en hardware y software lo hacía posible. Velocidades y memorias más grandes, procesadores más complejos, al mismo tiempo que estrategias y recursos de programación permitían cada vez mejores prestaciones. A ello también hay que añadir el aspecto de la compatibilidad, que antes era difícil, aun entre máquinas de la misma marca y diferente modelo.
Entonces, los programas devinieron en “paquetes de programas” o “aplicaciones” que constan de una batería de programas, de varios archivos: el programa principal, que actúa como hub de tareas y procesos propios, y de otras acciones genéricas o básicas que, al estar ya disponibles en el sistema (en el Windows, digamos) no es necesario que los tenga el mismo programa sino que sólo los invoque para que funcionen con los datos o parámetros a proporcionar.
Así, por ejemplo, si Word está procesando una tabla de nombres lo está haciendo con sus propias rutinas; pero cuando se le ordena imprimir, empaqueta la información y le pide al Windows que lo haga. Cuando presionamos Ctrl-P, en realidad, Word dialoga con el módulo de procesamiento de impresión del ordenador pues no puede hacerlo por sí mismo.
Pero también hay otro aspecto a considerase…
Cuando un programa, como el Word de nuestro ejemplo, se activa, no salta todo entero a la RAM, porque dada su complejidad y tamaño, no habría RAM que lo contenga… En lugar de ello, se activa el programa principal, y luego, dependiendo de lo que requiera el usuario o la tarea en particular, salen a la RAM rutinas o componentes que la ejecuten, desalojando otros para no saturar la memoria. Por eso un programa instalado tiene su arrancador (archivo .EXE, cuyo nombre e ícono son claramente reconocibles en el directorio) más numerosos procesos dependientes o DLLs (dynamic link libraries) que van a la RAM y se ejecutan cuando se los invoca internamente. Por eso es que cuando realizamos una tarea particular, la luz del disco duro destella: es que el programa está cargando un DLL para hacer algo concreto, y así, sucesivamente.
Ahora bien, entonces, hacer que un programa instalado en el disco duro se “convierta” en portable resultaría “juego de niños”, bastaría con instalarlo e, instalado como está, trasladarlo a nuestro pendrive y… voilá…!
Aunque en muchos casos eso funciona, no es tan así…
Pienso que un programa portable, en todo el sentido del término, debe poder funcionar sin conflictos, y para ello, aparte de contener todo sus componentes (DLLs y demás folklore) en una misma carpeta, además recurrir a los recursos del sistema con igual eficacia. Sin embargo, no siempre es así: muchos programas, al arrancar, crean archivos transitorios (.TMP y similares) en lugares distintos a la propia carpeta, algunos de sus componentes no son invocados “desde la carpeta actual en que está el arrancador” o la ubicación que uno tomaría por obvia sino desde otra particular y exclusiva. Es así que, por ejemplo, el kernel del NOD32 se invoca forzosamente desde el disco duro físico y, aunque yo he tratado de convertirlo en portable no he logrado resolver este impedimento. Puede que sea un requisito de seguridad o una estrategia propia de los programadores… (si alguien sabe cómo resolver este problema le pido que nos lo comparta. De todos modos, esta no es una invitación a la piratería sino una legítima inquietud info-cultural).
Por ello, creo de buena fe que si bien hay estrategias sencillas para convertir muchos programas en portables, el hacerlo de modo “profesional”, que funcionen con alta confiabilidad, es oficio de “los que saben”. Pero no hay por qué desilusionarse, en la Red ya hay docenas si no cientos de los más utilizados, y la mayoría de ellos gratis. Sólo es cuestión de buscar con paciencia, y probarlos antes de trabajar “en serio” con ellos, porque por cada uno eficiente y eficaz (como dicen los auditores) hay docenas que ofrecen gato por liebre.
En lo que a mí respecta, desde que Arile Atahuel (pseudónimo de andovago.blogspot.com) un día me preparó una pequeña suite de portables en mi pendrive, con explorador, compresor, gestor de descargas, procesador de textos y todo, vivo feliz…
Puede que la “nube”, poco a poco, haga innecesarios los sistemas operativos, programas y soportes físicos, como parece ya insinuarlo el juguetito con que Google viene amenazando a su competencia. La confrontación y sus resultados, problemas de confiabilidad, seguridad y costos asociados mediante, está por verse en el futuro mediato. Pero avances son avances…
Por lo pronto, y para quienes todavía estamos en el subdesarrollo informático, para quienes venimos de una época hoy impensablemente básica, para quienes oímos por radio La Voz de América lo que dijo Neil Armstrong al dar su primer paso en la Luna, adonde llegó en una nave cuyas computadoras eran inferiores a lo que es hoy cualquier calculadora de colegial, los portables son una alternativa a considerar.
En la época de los Pentium solía comentar, ciertamente con nostalgia, que ojalá se pudiera usar una compu con nuestros propios programas alojados en memoria, nada más, como cuando yo usaba mi nunca olvidado Lotus 1-2-3 o mi Word Perfect 4.3, alojados los dos juntos en RAM, sin excesos minimalistas pero con total autonomía de lo que la máquina pueda o se encapriche en hacer… o no hacer… Con los portables, gran parte de lo que digo se puede, y bien podido, sí señor…
Hasta antes de los portables, cuando solía prestarme la máquina de algún amigo, personalizada a su “imagen y semejanza”, debía preguntar a ratos: ¿dónde tienes tu Word?... o reclamar: no entiendo tu explorador…, para recibir como respuesta: ¿Qué no eras profe de computación…?
Ahora, cuando tengo urgencia de usar una compu de algún amigo, si éste me dice: haz lo que quieras pero déjamela tal como al encenderla, sin modificar nada…, yo digo: anótalo que te lo firmo…
Pero esto, por los viejos tiempos, y por otras cosas más: gracias por los portables…

Ukamau la cosa.

3 comentarios:

  1. Oye, éste tipo de artículos si que me gustan más. Expresas más tu punto de vista que los anteriores en los que sólo haces índices y resúmenes de libros para descargar... Son más interesantes de leer, la verdad. Que bueno que te hayan servido los portables. Un saludo grande a la distancia! A.

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  2. Muchas gracis por tu comentario... Haré todo lo posible por elaborar el tipo de artículos que te gustan.... Un abrazo

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  3. Perdón, "gracias" quise decir.... ji ji ji

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