sábado, 2 de julio de 2011

Diego Torres, cantando tinku…?



Puedo estar equivocado…

Para empezar, yo también creo en América, no sé si al estilo de Rubén Darío (“hay mil cachorros sueltos del León Español”) pero mejor al estilo de Nino Bravo (“cuando Dios hizo el Edén pensó en América”), hoy un Edén algo maltratado, por cierto. Creo en América, a ratos con euforia, a ratos con angustia, a ratos con desasosiego, como cuando se cree en un amor, a pesar de que por momentos “no esté funcionando” (los adolescentes saben mejor de eso), lo cual se parece más a esperar que a creer…
Pero no es el asunto de hoy.
Como se sabe, los organizadores de la Copa América de Fútbol 2011 encomendaron a Diego Torres el tema oficial del evento, y ya millones pudimos apreciar la presentación que Diego hizo en el Obelisco, el lugar más emblemático de Buenos Aires, de “Creo en América”, y en la ceremonia de la apertura oficial, que todos creemos estuvo a su altura.
Pero casi de inmediato, tanto en Youtube y otros medios, siguieron las críticas de diversa especie y sazón, unas felices por lo fundamentadas y otras no tanto por lo temperamentales, más allá de que sean favorables o no, que a todos no toca el derecho de hacerlo, lo mismo para intentar ser críticos como para quedarnos en “criticones”.
Han notado el instrumento de cuerda que abre el tema? Es un charango, verdad? Claro…
El charango es un instrumento nativo de Bolivia, concretamente de la región andina. Muchos discuten todavía sus antecedentes. Pero, aunque nacido en Bolivia, no es precolombino sino, más o menos, del siglo XVII, cuando en América se hizo popular la guitarra (que a su vez surge de la cítara, creo), que quisieron imitar a su modo los americanos, fabricándola ellos mismos, pero de manera más sencilla y portable.
El resultado fue un cordófono (así llaman los músicos a este tipo de instrumentos) de sonido menos solemne que la guitarra, sino más estridente, alegre y ligero. Por su peculiaridad lo denominaron Charango, término no sé si aimara o quechua, que parece haber derivado de “ch’ajua” (ch’ajuaranku, charango) que se podría entender como bulla o murmullo, como el que inunda los estadios cuando se aclama un gol o casi-gol…
Pero no es este charanguito lo único boliviano que Diego Torres incorpora en el tema oficial de lo que llamaré CopAmérica 2011, sino también otro: el ritmo, que indiscutiblemente también es nativo de la zona andina: el Tinku…
Como dije al principio, puedo estar equivocado… Aunque los coros tienen un aire más bien llanero o de bosque, cuyas voces parecen imitar los cantos con que los aficionados argentinos suelen animar a sus equipos, y aunque la coreografía del tema sugiere los saltos de un baile carioca, o los de aficionados que festejan un gol, no puedo dejar de ignorar la subyacente cadencia, ritmo y compás de un ritmo auténticamente andino, como es el baile del tinku.

Y a partir de ello, esta asociación es más evidente…
Y aunque esta asociación sea forzada, muchos aspectos y significados, semiótica y simbolismos, la apoyan…

El tinku es un ritmo musical (un género?, musicólogos bolivianos, ayuda, por favor) cuya etimología indica Encuentro, pero no sólo encuentro físico o circunstancial sino más bien trascendental, a partir de lo cual surge una nueva realidad, aquella que no elimina lo que había, ni la supera, sino la que la transforma, misma y diferente al mismo tiempo.
El tinku, según dicen los historiadores de la cultura andina, era parte ritual de la marcha a la guerra, entendida no como un propósito de destrucción o aniquilación del adversario, ya que para el habitante andino, entendiendo la vida de modo muy diferente a nosotros hoy, la muerte era un evento cuya posibilidad no afectaba más que lo individual e inmediato, mientras que lo cósmico, lo macro de la vida más bien se retroalimentaba en su ciclo eterno. En este sentido, se iba a la guerra no a matar, talvez ni siquiera a vencer, sino a prevalecer, metáfora que hará reír a muchos pero a reflexionar a muchos más.
Aparte, el tinku también se practicaba –se lo hace todavía en algunos poblados bolivianos– como un ritual de pugilato violento y cruento, pero nunca con fines homicidas, simbolizando el ofrecimiento de sangre a la Madre Tierra (Pachamama, la Madre de Todo) en la esperanza que de ella siga fluyendo la vida.
Por qué cuento estas cosas…?
Quien compuso este tema musical, y quien lo cantó, proponiéndoselo o no, parece haber tomado de la cosmovisión andina un elemento que le viene “como anillo al dedo” al espíritu que tiene un campeonato como la CopAmérica 2011: un encuentro al que equipos y deportistas acuden no a destruir a los demás sino a prevalecer, poniendo a prueba toda su capacidad, plenitud y don de sobreponerse a las dificultades, o sea, no tanto al adversario sino a la adversidad.
Talvez de ahí surja el paralelo entre un deportista aguerrido y un gladiador, pero no uno que se solaza o regodea con el fracaso ajeno, que es la peor forma de vanidad y egoísmo, sino de quien experimenta en su propio espíritu, aun en la derrota (que como la muerte en la cosmovisión andina es una eventualidad, nada más), la sensación de haber intentado prevalecer, de sobreponerse a la adversidad, incluso más allá de las propias posibilidades.

“El arte de vencer se aprende en las derrotas…” (Bolívar).
Es decir, más que vencer a los demás, vencer-se.

Y es precisamente lo que implica la trascendentalidad del Tinku, encuentro del hombre consigo mismo, con el universo, con la adversidad y con su destino…
Acaso no es eso lo que los deportistas, los verdaderos deportistas, van a hacer cuando acuden a un campeonato, en el deporte que sea…?
Aparte de que, como en el Mundial USA-94, a Bolivia le ha tocado en suerte abrir el campeonato, frente a Argentina en la CopAmérica 2011 (David contra Goliat, otra vez, pero con mucha mejor suerte), también la canción conmemorativa del evento continental guarda para siempre un sabor que talvez pocos habrán notado, pero genuinamente boliviano: el Tinku, que comienza con su arpegio inconfundible, al son del charango.
Ahora, si este charanguito tiene cuna humilde, no se puede negar que, bien ejecutado, se parangona sin desventajas con la guitarra o la misma arpa clásica. Basta oírlo y apreciarlo en las manos de Ramón Stagnaro, el talentoso cuerdista (¿está bien dicho?) de “seven/eight” que Yanni, el admirable melenudo, se despacha en el Taj Mahal o el Palacio Prohibido cuando entrega al mundo su Tribute.

Volviendo a Diego Torres…

Al revisar ligeramente las opiniones que circulan por el ciber-mundo acerca del tema, se pueden leer elogios, sinceros unos, y otros que más parecen de compromiso o cortesía, así como críticas, algunas de ellas ácidas, la verdad…

Aunque “de genio, poeta y loco todos tenemos un poco”, la crítica auténtica es mejor dejarla a los que saben.

De todos modos, el Tinku, ritmo, significado, instrumento y todo, está en la CopAmérica 2011, y quedará por siempre en la historia del fútbol continental, como una “marca de agua”, aunque desde la técnica musical haya sido adecuado al ambiente pop que impone la cultura posmoderna de hoy.
Podría decirse que “Creo en América”, en ritmo de “pop-tinku” (sigo forzando la asociación, ji ji ji…), cantado por Diego Torres, no resultó precisamente lo que en Bolivia, tierra de origen de esta manifestación musical-cultural, se tiene hábito de oír, cantar y bailar. Pero no importa, así como no importó que “Los cuatro de Córdoba”, memorables, le hayan dado su propio estilo, medio morenada – medio humahuaqueño, al tema “Cuando yo me vaya lejos de Oruro”, allá a principios de los 70:

Cuando yo me vaya lejos de Oruro,
Morenada cantaré,
Morenada sí, uyyy…
Morenada bailaré,
Con todito el corazón…

Como tampoco importó que Gloria Estefan, la cubana hermosa (con el permiso de Emilio), resultara dándole un aire poco acostumbrado pero igual interesante al huayño (hayno, en peruano) al tema “Hoy“, del polifacético Gianmarco:

Tengo guardado en el pecho
Todos los días que el tiempo
No me dejó estar aquí…

O que, finalmente, el grupo Kaoma hubiera enriquecido (y enriquecido también) el “chuntunqui” de Los Kjarkas”, adaptado a lambada:

Llorando se fue
Y me dejó solo sin su amor;
Sola estará
Recordando este amor
Que un día no supo cuidar…

Para luego seguir su saga, con el tema cantado originalmente por Luisa Molina:

Así como yo
Nunca encontrarás
Otro amor igual
Que te quiera de verdad…

Lo que importa es que la música como arte sublime es así, versátil, transformable, o incluso deformable. Por ello, contra gustos no hay disgustos…
Si resulto tener razón (la crítica y el tiempo dirán su veredicto), Diego, con su natural don, le ha dado talvez sin proponérselo una nueva dimensión al Tinku boliviano. Que sea en buena hora…

Y finalmente, sólo como ejemplo para apreciar las similitudes y diferencias que tiene este nuevo estilo o variante que creo ver del Tinku boliviano, ahora hecho más internacional que antes, aquí va el enlace hacia un tema ejecutado en ese ritmo, de los muchos que pueden degustarse.
Podría servir a este propósito, por ejemplo, uno de los tantos del grupo orureño Llajtaymanta (Desde mi pueblo, en quechua):

Para qué la vida, para qué el cariño
Si no hay felicidad,
Imilla bandida, por amor te pido,
Vámonos a la ciudad.

Por qué tus papás
Nos quieren separar…!
Dicen que soy casado…

O el que el grupo Waliky (Está bien, en aimara) dedica a la tierra del tinku:

Esta es mi Bolivia,
Tropical y andina;
Este es mi terruño
De llajua y de chuño,
Mi llajta querida…

Pero, para variar, que sirva este otro ejemplo de los mismos Waliky:

Pero… dices que no importa,
Dices que no importa,
Que no importa ya…
Lo importante es vivir,
Lo importante es amar
Como yo te estoy amando…

Bien, Diego, por tu tinku “Creo en América”.

Sólo te faltó un detalle: alzar al inicio el puño derecho cerrado, como desafiándonos a creer más en este sufrido continente, y exclamando a voz en cuello, como sólo Gaboshi lo hace “alma, vida y corazón”:

SHOOOoooooo…!

Ukamau la cosa…

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