Puedo estar equivocado…
Aunque la música que interpreta esta joven artista no es precisamente, lo que pueda decir, “santo de mi devoción”; la considero muy interesante. Sí señor.
Sin embargo, también entiendo a quienes dicen que las melodías y aspectos acústicos suenan a “más de lo mismo” dentro del género “que vende”, aunque no dejan de llamar la atención sus indiscutibles dotes vocales más los arreglos coreográfico-escénicos, que muestran su notoria originalidad en los video-clips que circulan, lo cual, junto a una estrategia de marketing claramente agresiva y acertada que refuerza el efecto, naturalmente, contribuyendo a captar mayor éxito en el mundo del “music bussines”.
Ahora bien, como mi inglés es lamentable, casi nada puedo decir del contenido literal de sus temas, aunque he oído por ahí que varios de ellos parecen aludir o sugerir veladamente a conductas no tan coincidentes con los valores y actitudes deseables para nuestra juventud. Al menos eso oí.
Sin embargo, no por eso puedo decir que Lady Gaga se merezca ninguna crítica enfática de mi parte, mucho menos reprobatoria, añadiendo, además, que no soy músico de profesión, dado que quien lo es podría opinar mejor. Siempre me enseñaron que, aunque todos tenemos derecho a opinar, en materia de juzgar hay que dejar eso “a los que saben”…
Sólo puedo decir que en el mundo del espectáculo, incluso más que en otros ámbitos, “de todo hay en el jardín del Señor…”
En este asunto, y desde mi perspectiva de cincuentón, estoy más de acuerdo con la corriente de considerar a esta damita como parte de una estrategia muy bien elaborada de music-bussines y marketing discográfico que está funcionando como máquina bien aceitada, y creo que aun lo hará por algún tiempo más, estrategia de la que, naturalmente es la pieza fundamental, pero alrededor también está gente muy avezada en eso de sintonizar las expectativas y sensibilidad del pùblico-meta.
Y es que los negocios son así…, y mientras la cosecha sea buena, hay que darle con todo…
Y por ello se explica la polvareda levantada por “Judas”, justamente en la Semana Santa del catolicismo, verdad?
Especialmente en el mundo de la música, cine o espectáculo –farándula en general-, encender y atizar polémicas, directamente o por quinta-columnismo, en torno al artista o su arte da notoriedad, y aun cuando ya se la tenga, la aumenta. Esta polémica puede activarse involuntariamente cuando algún cantante, actor o personaje (incluso muy “poco famoso”) dice o hace algo que “choca” con un estereotipo que si ha permanecido estable no tendría por qué afectarse; o, mejor, cuando con ayuda de esas personas “avezadas”, se lo provoca hábil y veladamente, “sin querer queriendo”.
De ahí quienes dicen que la “mitad menos uno” de líos conyugales, conflictos de intereses y trifulcas así son, en realidad, procesos controlados, como cuando Tom Cruise se separó justo al tiempo de estrenar una costosa producción, etc.
Será? No será?... lo más seguro es que “quién sabe”…
Hace algunos años hice un cursito de marketing político que lo dictó en mi país un especialista americano de muy alto nivel, las dos semanas que pasé y aprendí, sin excesos, equivalieron a muchos años de aprendizaje que hubiera tenido que dedicar si lo hubiera tenido que hacer por mí mismo. Una de las bases de dicho oficio es que, así como hay una ingeniería inversa, también hay una “psicología inversa”.
Qué tal?
Por eso muchos managers ya decían desde los cincuentas: “que hablen bien o mal de uno, no importa; pero que hablen…”
Y no dudo que quienes manejan a Lady Gaga piensan igual, es lo básico…, y una clara demostración, sin necesidad de buscar, es lo que ahorita mismo estoy haciendo…
¿Qué de la obra de Lady Gaga es espontáneo y qué cuidadosamente planeado? La distinción parece ser tan tenue y por eso mismo intrigante.
Pero, como siempre, hay algo en que todos estamos de acuerdo: hacer música como arte (de verdad) no es lo mismo que dedicarse al negocio de la música (music-bussines), y además, en cualquier caso, quien lo hace es, ante todo, una persona.
Y a la persona voy…
Hace algunas semanas pude ver una entrevista que la cadena CNN hizo a Lady Gaga (cuál será su nombre real?), y quien lo hacía hábilmente permitió ver a la persona detrás de la cantante. En mi básico entender, no es demasiado diferente de cualquier cantante muy atareada de veintitantos años aunque, eso sí, algo más ubicada, la verdad…
Entonces, mientras veía la entrevista no pude evitar pensar en las cosas extremas, loas de adolescentes y anatemas de “ya no tan jóvenes”, que se dicen de ella, viniendo a mi mente lo que también el público de su tiempo decía de otros artistas “por negocio” o por auténtica vocación creadora, pues los ha habido para todo gusto.
Y esta dinámica no es de ahora, sino que tiene larga data.
A ver…
Muchos, pero verdaderamente muchos, reprobaron acremente que Madonna, la “material girl”, haya “cometido” su “Like a prayer”, pero no por eso podemos sub-valorar tampoco sus buenas interpretaciones de baladas, al menos en su época de madurez.
De Michael Jackson, lo mismo, a pesar de su genio creador e interpretativo también se dijo mucho malo, pero hoy es indiscutible que sus temas “trascendentales”, es decir emblemáticos, durarán más que cualquiera de nosotros.
Cindy Laupper (así se escribe?) pudo haber tenido sus desplantes escénicos, injustificables ciertamente, pero no por eso dejaremos a ser sensibles ante su “Time after time” o “True colors”.
Si los Beattles se hubieran encogido cuando en ambos lados del Atlántico la acostumbrada mitad más uno de todos los “mayores” los consideraban poco menos que “el demonio en persona”, quizá no hubieran llegado a regalarnos su “Let it be”.
Y no digamos que Elvis Presley la tuvo fácil cuando comenzó a cantar con su “voz de negro” (como lo descalificaban los tradicionalistas de su tiempo, que aunque fueron pocos, los hubo también) varias baladas y especialmente “blues” estilizados a su propio modo, de forma que hasta el mismo Louis Armstrong hubiera sentido peligrar su imperio en ese campo.
Y, ¿qué podemos decir del tango en voz de Carlos Gardel? Música de “bajos fondos” alzada a las cumbres de la crítica especializada a fuerza de genio y persistencia.
Y la polémica no es sólo en el music-bussines, como uno podría creer, sino también que la hubo, igualmente ácida, en la que podríamos llamar “académica”. ¿Necesitamos ejemplos?
Cuando Giovanni Gabrielli exageró en eso de poner más gargantas y voces en los coros, muchos venecianos habrán preferido taparse los oídos ante el “griterío” a que no estaban acostumbrados; sin embargo es el precio “de los primeros pasos” que se pagó para que los géneros corales alcancen la complejidad maestra que lograron con el tiempo.
Talvez ustedes no sabían que a Schumann lo apodaban “el músico loco”, o peor aun, a Bussoni lo tildaron de creador de “música maldita”…!, y poco fuera que lo diga el público, lo anecdótico es que lo decían los críticos…!
Por su parte, cuántos bostezos y fastidio habrá causado Maurice Ravel en las primeras presentaciones de su hoy afamado “Bolero”, con su monotonía repetitiva; porque se necesitaron años para comprender que con tan pocos recursos se haya logrado efectos estético-musicales tan logrados, lo que literalmente equivale a componer un gran soneto con nada más que dos o tres sílabas sueltas y bien dispuestas, algo que sólo un genio se atrevería a emprender, lográndolo.
Y para colmo del escándalo, Stravinski… Talvez lo hayan olvidado, pero el gran Igor “casi fue linchado” (bueno, es un decir), a pesar de los aplausos que también cosechaba, al final del estreno de su “Consagración de la Primavera”, en un teatro de los Champs Elisées, pleno centro de la empaquetada y muy formal, aunque divertida, París de su tiempo…
Pero, por eso, habremos de apegarnos a “lo acostumbrado”, huyendo al riesgo que implica todo cambio? Yo creo sinceramente que no, y que si la música, incluso en su modalidad de espectáculo, ha de evolucionar, ello implica cambio, y, por su parte, casi siempre también experimentos y “chafas”.
En música, en producción cultural en general, siempre es bueno que, sin renunciar a nuestras ideas y valores, tengamos la mente abierta y tolerante…
Si el contenido literal de sus temas fuera negativamente insinuante, como ya me lo dijeron muchos y me preocuparé por saberlo yo mismo, sería algo ciertamente reprobable y destructivo, y autodestructivo para la misma Lady Gaga, porque como “a palabra suelta no hay vuelta”, su público cautivo, el bueno que exige calidad y no fanfarria estridente, al darse vuelta no lo hará para tomar aire sino la puerta de salida. Si sólo es el pensar o sentir de los críticos quisquillosos, o son insinuaciones de las que pueden tener un sentido u otro, será cuestión de lo que se quiera entender de tamaña ambigüedad.
Depende de nosotros, quienes tenemos a disposición el encendido de la radio o el control de la tele, es decir, la última palabra…
No es bueno, al pensar, comenzar siempre pensando lo malo.
Por mi parte, y, como dije al principio, la música de Lady Gaga me llama la atención aunque sin cautivarme tampoco, y prefiero esperar a que de la paja surja el trigo, es decir, a que ojalá ella nos sorprenda un día de estos con un tema que valga la pena poner a sonar de aquí a veinte años, o sea, duradero o perdurable. Entonces, si ello sucede, a varios años adelante, nos contentaremos de haber esperado, y de que de su parafernalia adolescente haya florecido alguna canción digna de tal, que no es mucho pedir.
Por todo ello, quienes la aplauden sigan haciéndolo mientras ella se lo gane legítimamente, quienes la vemos con expectativa dejemos que el tiempo haga su obra, y esperemos que sea siempre para bien, que de todo “habemos” en el jardín del Señor.
Dejémosla tranquila, no les parece?
Ukamau la cosa.
Aunque la música que interpreta esta joven artista no es precisamente, lo que pueda decir, “santo de mi devoción”; la considero muy interesante. Sí señor.
Sin embargo, también entiendo a quienes dicen que las melodías y aspectos acústicos suenan a “más de lo mismo” dentro del género “que vende”, aunque no dejan de llamar la atención sus indiscutibles dotes vocales más los arreglos coreográfico-escénicos, que muestran su notoria originalidad en los video-clips que circulan, lo cual, junto a una estrategia de marketing claramente agresiva y acertada que refuerza el efecto, naturalmente, contribuyendo a captar mayor éxito en el mundo del “music bussines”.
Ahora bien, como mi inglés es lamentable, casi nada puedo decir del contenido literal de sus temas, aunque he oído por ahí que varios de ellos parecen aludir o sugerir veladamente a conductas no tan coincidentes con los valores y actitudes deseables para nuestra juventud. Al menos eso oí.
Sin embargo, no por eso puedo decir que Lady Gaga se merezca ninguna crítica enfática de mi parte, mucho menos reprobatoria, añadiendo, además, que no soy músico de profesión, dado que quien lo es podría opinar mejor. Siempre me enseñaron que, aunque todos tenemos derecho a opinar, en materia de juzgar hay que dejar eso “a los que saben”…
Sólo puedo decir que en el mundo del espectáculo, incluso más que en otros ámbitos, “de todo hay en el jardín del Señor…”
En este asunto, y desde mi perspectiva de cincuentón, estoy más de acuerdo con la corriente de considerar a esta damita como parte de una estrategia muy bien elaborada de music-bussines y marketing discográfico que está funcionando como máquina bien aceitada, y creo que aun lo hará por algún tiempo más, estrategia de la que, naturalmente es la pieza fundamental, pero alrededor también está gente muy avezada en eso de sintonizar las expectativas y sensibilidad del pùblico-meta.
Y es que los negocios son así…, y mientras la cosecha sea buena, hay que darle con todo…
Y por ello se explica la polvareda levantada por “Judas”, justamente en la Semana Santa del catolicismo, verdad?
Especialmente en el mundo de la música, cine o espectáculo –farándula en general-, encender y atizar polémicas, directamente o por quinta-columnismo, en torno al artista o su arte da notoriedad, y aun cuando ya se la tenga, la aumenta. Esta polémica puede activarse involuntariamente cuando algún cantante, actor o personaje (incluso muy “poco famoso”) dice o hace algo que “choca” con un estereotipo que si ha permanecido estable no tendría por qué afectarse; o, mejor, cuando con ayuda de esas personas “avezadas”, se lo provoca hábil y veladamente, “sin querer queriendo”.
De ahí quienes dicen que la “mitad menos uno” de líos conyugales, conflictos de intereses y trifulcas así son, en realidad, procesos controlados, como cuando Tom Cruise se separó justo al tiempo de estrenar una costosa producción, etc.
Será? No será?... lo más seguro es que “quién sabe”…
Hace algunos años hice un cursito de marketing político que lo dictó en mi país un especialista americano de muy alto nivel, las dos semanas que pasé y aprendí, sin excesos, equivalieron a muchos años de aprendizaje que hubiera tenido que dedicar si lo hubiera tenido que hacer por mí mismo. Una de las bases de dicho oficio es que, así como hay una ingeniería inversa, también hay una “psicología inversa”.
Qué tal?
Por eso muchos managers ya decían desde los cincuentas: “que hablen bien o mal de uno, no importa; pero que hablen…”
Y no dudo que quienes manejan a Lady Gaga piensan igual, es lo básico…, y una clara demostración, sin necesidad de buscar, es lo que ahorita mismo estoy haciendo…
¿Qué de la obra de Lady Gaga es espontáneo y qué cuidadosamente planeado? La distinción parece ser tan tenue y por eso mismo intrigante.
Pero, como siempre, hay algo en que todos estamos de acuerdo: hacer música como arte (de verdad) no es lo mismo que dedicarse al negocio de la música (music-bussines), y además, en cualquier caso, quien lo hace es, ante todo, una persona.
Y a la persona voy…
Hace algunas semanas pude ver una entrevista que la cadena CNN hizo a Lady Gaga (cuál será su nombre real?), y quien lo hacía hábilmente permitió ver a la persona detrás de la cantante. En mi básico entender, no es demasiado diferente de cualquier cantante muy atareada de veintitantos años aunque, eso sí, algo más ubicada, la verdad…
Entonces, mientras veía la entrevista no pude evitar pensar en las cosas extremas, loas de adolescentes y anatemas de “ya no tan jóvenes”, que se dicen de ella, viniendo a mi mente lo que también el público de su tiempo decía de otros artistas “por negocio” o por auténtica vocación creadora, pues los ha habido para todo gusto.
Y esta dinámica no es de ahora, sino que tiene larga data.
A ver…
Muchos, pero verdaderamente muchos, reprobaron acremente que Madonna, la “material girl”, haya “cometido” su “Like a prayer”, pero no por eso podemos sub-valorar tampoco sus buenas interpretaciones de baladas, al menos en su época de madurez.
De Michael Jackson, lo mismo, a pesar de su genio creador e interpretativo también se dijo mucho malo, pero hoy es indiscutible que sus temas “trascendentales”, es decir emblemáticos, durarán más que cualquiera de nosotros.
Cindy Laupper (así se escribe?) pudo haber tenido sus desplantes escénicos, injustificables ciertamente, pero no por eso dejaremos a ser sensibles ante su “Time after time” o “True colors”.
Si los Beattles se hubieran encogido cuando en ambos lados del Atlántico la acostumbrada mitad más uno de todos los “mayores” los consideraban poco menos que “el demonio en persona”, quizá no hubieran llegado a regalarnos su “Let it be”.
Y no digamos que Elvis Presley la tuvo fácil cuando comenzó a cantar con su “voz de negro” (como lo descalificaban los tradicionalistas de su tiempo, que aunque fueron pocos, los hubo también) varias baladas y especialmente “blues” estilizados a su propio modo, de forma que hasta el mismo Louis Armstrong hubiera sentido peligrar su imperio en ese campo.
Y, ¿qué podemos decir del tango en voz de Carlos Gardel? Música de “bajos fondos” alzada a las cumbres de la crítica especializada a fuerza de genio y persistencia.
Y la polémica no es sólo en el music-bussines, como uno podría creer, sino también que la hubo, igualmente ácida, en la que podríamos llamar “académica”. ¿Necesitamos ejemplos?
Cuando Giovanni Gabrielli exageró en eso de poner más gargantas y voces en los coros, muchos venecianos habrán preferido taparse los oídos ante el “griterío” a que no estaban acostumbrados; sin embargo es el precio “de los primeros pasos” que se pagó para que los géneros corales alcancen la complejidad maestra que lograron con el tiempo.
Talvez ustedes no sabían que a Schumann lo apodaban “el músico loco”, o peor aun, a Bussoni lo tildaron de creador de “música maldita”…!, y poco fuera que lo diga el público, lo anecdótico es que lo decían los críticos…!
Por su parte, cuántos bostezos y fastidio habrá causado Maurice Ravel en las primeras presentaciones de su hoy afamado “Bolero”, con su monotonía repetitiva; porque se necesitaron años para comprender que con tan pocos recursos se haya logrado efectos estético-musicales tan logrados, lo que literalmente equivale a componer un gran soneto con nada más que dos o tres sílabas sueltas y bien dispuestas, algo que sólo un genio se atrevería a emprender, lográndolo.
Y para colmo del escándalo, Stravinski… Talvez lo hayan olvidado, pero el gran Igor “casi fue linchado” (bueno, es un decir), a pesar de los aplausos que también cosechaba, al final del estreno de su “Consagración de la Primavera”, en un teatro de los Champs Elisées, pleno centro de la empaquetada y muy formal, aunque divertida, París de su tiempo…
Pero, por eso, habremos de apegarnos a “lo acostumbrado”, huyendo al riesgo que implica todo cambio? Yo creo sinceramente que no, y que si la música, incluso en su modalidad de espectáculo, ha de evolucionar, ello implica cambio, y, por su parte, casi siempre también experimentos y “chafas”.
En música, en producción cultural en general, siempre es bueno que, sin renunciar a nuestras ideas y valores, tengamos la mente abierta y tolerante…
Si el contenido literal de sus temas fuera negativamente insinuante, como ya me lo dijeron muchos y me preocuparé por saberlo yo mismo, sería algo ciertamente reprobable y destructivo, y autodestructivo para la misma Lady Gaga, porque como “a palabra suelta no hay vuelta”, su público cautivo, el bueno que exige calidad y no fanfarria estridente, al darse vuelta no lo hará para tomar aire sino la puerta de salida. Si sólo es el pensar o sentir de los críticos quisquillosos, o son insinuaciones de las que pueden tener un sentido u otro, será cuestión de lo que se quiera entender de tamaña ambigüedad.
Depende de nosotros, quienes tenemos a disposición el encendido de la radio o el control de la tele, es decir, la última palabra…
No es bueno, al pensar, comenzar siempre pensando lo malo.
Por mi parte, y, como dije al principio, la música de Lady Gaga me llama la atención aunque sin cautivarme tampoco, y prefiero esperar a que de la paja surja el trigo, es decir, a que ojalá ella nos sorprenda un día de estos con un tema que valga la pena poner a sonar de aquí a veinte años, o sea, duradero o perdurable. Entonces, si ello sucede, a varios años adelante, nos contentaremos de haber esperado, y de que de su parafernalia adolescente haya florecido alguna canción digna de tal, que no es mucho pedir.
Por todo ello, quienes la aplauden sigan haciéndolo mientras ella se lo gane legítimamente, quienes la vemos con expectativa dejemos que el tiempo haga su obra, y esperemos que sea siempre para bien, que de todo “habemos” en el jardín del Señor.
Dejémosla tranquila, no les parece?
Ukamau la cosa.
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