sábado, 20 de diciembre de 2014

Amor y desigualdad en el placer

Cuando solamente uno en la pareja obtiene placer a costa del sacrificio o abnegación de la otra persona tarde o temprano la relación acaba por convertirse en insostenible.

When only one in the couple obtains pleasure sooner or later to coast of the sacrifice or the other person's self-denial the relationship ends up to become in untenable.

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Síndrome de la geisha: La complacencia ilimitada.

¿Quién no sueña con un amor tranquilizador y pacífico? ¿Quién no ha deseado alguna vez una relación profundamente sosegada? Amor Prozac, Nirvana hecho a la medida y en casa.

En realidad muchos hombres no quieren un matrimonio, sino un spa, y cuanto más sofisticado, mejor. No desean una esposa o una novia, sino una geisha profesional, una cortesana de buena cepa, finamente perfumada y a punto. Aquí la metáfora no es la del hombre/niño, sino la del hombre/rey o el hombre/amo y la mujer/geisha, lo más curioso: algunos varones logran su cometido.

Estas mujeres asumen el papel de la amada/amante. Expertas en las artes del deleite y la relajación, su meta es hacer que el guerrero deponga las armas y entre al sereno mundo del resabio. Le sirven la mejor comida, le hacen masajes, lo bañan, lo calzan, lo escuchan, lo halagan, lo hacen reír, en fin, crean el ambiente propicio para consentirlo hasta el cansancio, siempre profundamente agradecidas con la vida por tener a su lado al hombre de sus sueños.

El comportamiento de complacencia ilimitada forma parte de una estrategia compensatoria que intenta darle un plus a la relación afectiva para evitar que algún día se llegue al desamor.

Cuando les pregunto a estas mujeres qué esperan a cambio de semejante entrega, la respuesta es unánime: sentirse deseadas y queridas, y volver al soberano dependiente de ellas.

Terapeuta: ¿En verdad no espera nada cambio?
Mujer/amante/geisha: "No. Me conformo con verlo bien y disfrutando de las atenciones que le brindo".
Terapeuta: ¿No le gustaría que a veces él también la mimara y la consintiera como usted lo hace con él?
Mujer/amante/geisha: No sé, no pienso en eso. Respeto su manera de ser, él es más receptor que dador, ¿me entiende? No lo educaron para dar. La entrega requiere de paciencia, buen humor y vocación de servicio.
Terapeuta: Bueno, pero no estamos hablando de los niños de Biafra o de los leprosos de Calcuta, sino de un ser humano en particular que puede cambiar y que no sufre de limitaciones básicas. En el amor de pareja siempre se espera retroalimentación, ¿o a usted no le gusta recibir?
Mujer/amante/geisha: ¿Por qué insiste con eso? Ya le dije que no espero nada a cambio, que yo no necesito lo que él necesita... Por ejemplo: para él la sexualidad es determinante y para mí el sexo es secundario. Lo único que quiero es que mi relación sea estable.
Terapeuta: ¿Pero no le gustaría tener orgasmos?
Mujer/amante/geisha: Puedo vivir sin ellos, no soy adicta al sexo.

En realidad, podemos sobrevivir con una ración diaria de comida, vivir debajo de un puente y reprimir toda manifestación de sexualidad, sin embargo, no es lo más aconsejable para la salud mental. La mujer que vive para consentir ilimitadamente a su hombre, esperando obtener estabilidad afectiva, se equivoca:.

Primer error de cálculo: a diferencia del hombre/niño, el hombre/rey/amo no se siente esencialmente atado a su pareja. Su egocentrismo le impide considerar el punto de vista de su compañera y su encumbramiento le imposibilita hacer conexión con ella. Otorga refuerzos, da golpecitos de espalda, pero le cuesta amar. Es más fácil reemplazar a la mujer/amante que a la mujer/madre: la .madre cansa, pero no sacia.

Segundo error de cálculo: las geishas también se cansan, también tienen un límite a partir del cual el "yo" se rebela.

¿Cambiar de rey? No, más bien dejar la esclavitud.

¿Cómo te das cuenta de que estás llegando al límite? Cuando un día cualquiera te miras al espejo y sientes la piel reseca por dentro o cuando te despierta un sueño erótico a medianoche o cuando un varón democrático te empieza a endulzar el oído y te dejas llevar por el murmullo.

Una de las estrategias preferidas para mantener cautivo al hombre/rey es el cuidado del aspecto físico: esclavitud estética, obsesión por la belleza, carne firme y dispuesta.

La mujer/geisha es una apasionada de los gimnasios, de la lógica decorativa (vestirse a la moda, joyas), el camuflaje (maquillarse, teñirse el pelo, depilarse con láser) y la reconstrucción (cirugías, bótox y mesoterapia).Todo en aras de ganarle ventaja a la vejez y hacer que su pareja se sienta orgullosa de su cuerpo sexy, esbelto y bien proporcionado.

Admiración lastimera: "Admiro tu peroné, tu rótula, tu tibia, tus mus/os, tus caderas, tus senos, tu piel sin arrugas, tus pantorrillas, tus dientes, tu pelo, tu delgadez, en fin, admiro tu composición molecular, tu estructura ósea y tu organismo en general"; el piropo de un cirujano plástico o el encargado del departamento de trasplantes de algún centro médico.

¿Cómo admirar solamente un pedazo de cuerpo y no desvirtuar al otro como ser humano, cómo hacerlo sin volverlo "cosa"?
¿Y el sexo?

Quizás sea el principal objetivo y la mayor fortaleza de la mujer/geisha. Entrega por los cuatro costados, Kamasutra opcional y personalizado. La meta es atrapar al varón de la cintura para abajo, así haya cierta indignidad en el intento.

Maquiavelo enamorado: en el amor, el fin justifica los medios; por eso, el apego corrompe. Para el hombre/rey no hay sujeto del deseo, sólo objeto del placer.

Fuente: Walter Riso: "Los límites del amor. Hasta dónde amarte sin renunciar a lo que soy".

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