Sus espías eran preparados psíquicamente para aniquilar al enemigo sin piedad. Eran sometidos a un programa de lavado de cerebro. El periodista Yuri Vorobyovsky investigó el tema en 1995 y dio a conocer detalles insospechados de la llamada “guerra psicotrónica”, un método ultrasecreto de control mental.
Duros, firmes, mecánicos: los agentes de la KGB eran retratados casi como robots sin sentimientos, insensibles y capaces de matar sin remordimientos ni vacilación. Esta interpretación era producto de los crímenes terribles de su organización y también de un aspecto de la guerra fría: las películas norteamericanas. Pero las revelaciones de un periodista ruso indican que el retrato no era exagerado y que la KGB sí tenía un programa para lavarles el cerebro a sus agentes y transformarlos en fieles máquinas de matar.
La llamada “guerra psicotrónica” era un proyecto de programación mental de altísima tecnología, que utilizaba maquinarias y técnicas inventadas originalmente para uso médico. Yuri Vorobyovsky, el periodista que lo descubrió, investigó el proyecto supersecreto durante tres años hasta conocer cómo se les lavaba el cerebro a los agentes y se destruía psíquicamente a los prisioneros y disidentes.
Según el investigador, la KGB comenzó el proyecto en el mayor secreto a principios de los años setenta, con laboratorios en zonas aisladas de la Unión Soviética. Las herramientas para el lavado de cerebro incluían ondas de radio de alta frecuencia, sonidos hipnóticos, mensajes subliminales procesados por computadora, campos electromagnéticos y ultrasonidos. Incidentalmente, esta última tecnología permitió crear un rayo de ultrasonido capaz de matar a un gato a cincuenta metros de distancia.
Combinando estas tecnologías con drogas y métodos tradicionales —entrenamiento, privación de sueño, interrogatorios— el grupo de científicos de la KGB logró que los agentes perdieran sus inhibiciones morales y obedecieran órdenes sin cuestionarlas y sin pensar en su propia seguridad. Los prisioneros de la policía de seguridad también recibieron tratamiento forzoso. El objetivo, en este caso, fue transformarlos en pasivos y letárgicos internos, obedientes a cualquier orden y quietos como vegetales.
Una organización agrupa desde 1993 en Moscú a las víctimas de las técnicas psicotrónicas. El grupo denominado Víctimas de Experimentos Psicotrónicos es hasta hoy parte de la organización ecologista más grande de Rusia, y se dedica a ayudar a los que sufrieron lavados de cerebro y a reunir evidencias sobre los experimentos. La primera prueba surgió en 1991, cuando el presupuesto nacional ruso mostró una partida de 500 millones de rublos —mucho dinero en aquel entonces— dedicada a “tecnología para la guerra psicológica”. Era la primera vez que se publicaba un presupuesto nacional en la historia del país —los soviéticos jamás lo hacían— y todos los grupos independientes lo leyeron cuidadosamente buscando indicios de actividades hasta entonces secretas.
La siguiente confirmación vino de un protagonista central del sistema soviético. El general Víctor Barannicov perdió su puesto de ministro de seguridad del estado y del interior después del intento de golpe contra Boris Yeltsin, en 1993. Barannicov, un “duro” y feroz opositor de la democracia, se dedicó desde el llano a denunciar que la mafia rusa se estaba apoderando de poderosas armas del ejército. Entre ellas, el general incluyó a parte del arsenal psicotrónico.
La policía investigó el asunto y encontró muy poca evidencia material. Sin embargo, alcanzó para convencer a la Duma —el parlamento ruso— de votar una ley especial sobre “seguridad del individuo”, que incluye la prohibición de la propaganda subliminal, las sectas pseudorreligiosas y la posesión de cualquier equipo que pueda ser usado como armamento psicotrónico. Sólo Bulgaria, otro país de la ex órbita soviética, tiene una ley similar. “Nuestra principal preocupación es prevenir”, explicó el secretario del subcomité parlamentario que preparó el proyecto de ley, Viadimir Lopatkin, “y evitar que el equipo que existe actualmente en laboratorios del estado sea vendido al sector privado y mal utilizado”.
Según el periodista Vorobyovsky, estos equipos ya estaban siendo utilizados por particulares. Para un programa especial de la televisión moscovita, el periodista filmó laboratorios donde se usan máquinas psicotrónicas para tratamientos de salud. La clínica Biovolna, en Selenograd, cerca de Moscú, se dedicó a los tratamientos privados cuando se acabó el financiamiento de la KGB y el Ministerio del Interior. Las mismas instalaciones que sirvieron para lavajes de cerebro de agentes se usaron para tratar a más de 7.000 pacientes, aunque la clínica jamás obtuvo una licencia del Ministerio de Salud.
Otro caso presentado en el programa de televisión es el del doctor Yacov Rudakov, un médico que trabajaba en uno de los laboratorios de investigación psicotrónica del Ministerio de Defensa. Cuando su laboratorio fue cerrado por falta de fondos, Rudakov decidió usar lo que sabía para ganarse la vida y construyó una máquina electromagnética de alto poder como las que usaba en el laboratorio militar. El médico comenzó a ofrecer sus servicios a la población general, afirmando que puede curar desde la depresión hasta el insomnio. Uno de los miembros del equipo periodístico de Vorobyovsky se presentó como paciente y se sometió a una sesión de electromagnetismo. “Fueron apenas minutos”, contó el periodista, “pero me sentí mareado, adormecido y muy confuso. Si hubiera pasado por más horas de tratamiento, creo que hubiera tenido consecuencias permanentes“.
Los investigadores también lograron filmar un estudio de sonido ubicado en el mismo Ministerio del Interior, del que dependía la KGB. En el estudio, oficiales de seguridad y funcionarios de Inteligencia eran sometidos a mensajes subliminales procesados por computadora que les decían que fueran más audaces y decididos. Esta técnica es la misma que se utilizó con los comandos militares especiales Spetsnaz, que se destacaron por su ferocidad y violencia durante la guerra de Afganistán.
“Es un caso que podríamos llamar de Ciencia Negra”, definió Vorobyovsky, “en el que científicos de primer nivel desarrollaron técnicas muy eficientes durante años y gastando millones y millones de rublos de dinero estatal. Disponían de voluntarios entre los agentes de la KGB y de prisioneros políticos como cobayos. Y ahora están haciendo fortuna usando esas técnicas siniestras”.
Vladimir Voinovich, un escritor disidente, fue una víctima de estas técnicas. En sus memorias, Voinovich cuenta cómo una parte temprana de su encarcelamiento consistió en largos interrogatorios en los cuales sus guardias le daban cigarrillos drogados y lo ataban a una camilla para recibir ondas electromagnéticas. “El resultado era una profunda desorientación y una falta de voluntad total. No podía resistir a las preguntas y no podía rebelarme contra ninguna orden que me dieran”, escribió el ex-preso político.
“El real peligro, ahora”, dijo en su programa el periodista Vorobyovsky, “es que las técnicas sean usadas sin que nos demos cuenta. Mensajes subliminales por televisión y por teléfono, asesinos entrenados por sistemas psicotrónicos trabajando para criminales comunes... el panorama es potencialmente siniestro”.
Autor: Indeterminado
Fuente: Revista “Conozca Más”.
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Duros, firmes, mecánicos: los agentes de la KGB eran retratados casi como robots sin sentimientos, insensibles y capaces de matar sin remordimientos ni vacilación. Esta interpretación era producto de los crímenes terribles de su organización y también de un aspecto de la guerra fría: las películas norteamericanas. Pero las revelaciones de un periodista ruso indican que el retrato no era exagerado y que la KGB sí tenía un programa para lavarles el cerebro a sus agentes y transformarlos en fieles máquinas de matar.
La llamada “guerra psicotrónica” era un proyecto de programación mental de altísima tecnología, que utilizaba maquinarias y técnicas inventadas originalmente para uso médico. Yuri Vorobyovsky, el periodista que lo descubrió, investigó el proyecto supersecreto durante tres años hasta conocer cómo se les lavaba el cerebro a los agentes y se destruía psíquicamente a los prisioneros y disidentes.
Según el investigador, la KGB comenzó el proyecto en el mayor secreto a principios de los años setenta, con laboratorios en zonas aisladas de la Unión Soviética. Las herramientas para el lavado de cerebro incluían ondas de radio de alta frecuencia, sonidos hipnóticos, mensajes subliminales procesados por computadora, campos electromagnéticos y ultrasonidos. Incidentalmente, esta última tecnología permitió crear un rayo de ultrasonido capaz de matar a un gato a cincuenta metros de distancia.
Combinando estas tecnologías con drogas y métodos tradicionales —entrenamiento, privación de sueño, interrogatorios— el grupo de científicos de la KGB logró que los agentes perdieran sus inhibiciones morales y obedecieran órdenes sin cuestionarlas y sin pensar en su propia seguridad. Los prisioneros de la policía de seguridad también recibieron tratamiento forzoso. El objetivo, en este caso, fue transformarlos en pasivos y letárgicos internos, obedientes a cualquier orden y quietos como vegetales.
Una organización agrupa desde 1993 en Moscú a las víctimas de las técnicas psicotrónicas. El grupo denominado Víctimas de Experimentos Psicotrónicos es hasta hoy parte de la organización ecologista más grande de Rusia, y se dedica a ayudar a los que sufrieron lavados de cerebro y a reunir evidencias sobre los experimentos. La primera prueba surgió en 1991, cuando el presupuesto nacional ruso mostró una partida de 500 millones de rublos —mucho dinero en aquel entonces— dedicada a “tecnología para la guerra psicológica”. Era la primera vez que se publicaba un presupuesto nacional en la historia del país —los soviéticos jamás lo hacían— y todos los grupos independientes lo leyeron cuidadosamente buscando indicios de actividades hasta entonces secretas.
La siguiente confirmación vino de un protagonista central del sistema soviético. El general Víctor Barannicov perdió su puesto de ministro de seguridad del estado y del interior después del intento de golpe contra Boris Yeltsin, en 1993. Barannicov, un “duro” y feroz opositor de la democracia, se dedicó desde el llano a denunciar que la mafia rusa se estaba apoderando de poderosas armas del ejército. Entre ellas, el general incluyó a parte del arsenal psicotrónico.
La policía investigó el asunto y encontró muy poca evidencia material. Sin embargo, alcanzó para convencer a la Duma —el parlamento ruso— de votar una ley especial sobre “seguridad del individuo”, que incluye la prohibición de la propaganda subliminal, las sectas pseudorreligiosas y la posesión de cualquier equipo que pueda ser usado como armamento psicotrónico. Sólo Bulgaria, otro país de la ex órbita soviética, tiene una ley similar. “Nuestra principal preocupación es prevenir”, explicó el secretario del subcomité parlamentario que preparó el proyecto de ley, Viadimir Lopatkin, “y evitar que el equipo que existe actualmente en laboratorios del estado sea vendido al sector privado y mal utilizado”.
Según el periodista Vorobyovsky, estos equipos ya estaban siendo utilizados por particulares. Para un programa especial de la televisión moscovita, el periodista filmó laboratorios donde se usan máquinas psicotrónicas para tratamientos de salud. La clínica Biovolna, en Selenograd, cerca de Moscú, se dedicó a los tratamientos privados cuando se acabó el financiamiento de la KGB y el Ministerio del Interior. Las mismas instalaciones que sirvieron para lavajes de cerebro de agentes se usaron para tratar a más de 7.000 pacientes, aunque la clínica jamás obtuvo una licencia del Ministerio de Salud.
Otro caso presentado en el programa de televisión es el del doctor Yacov Rudakov, un médico que trabajaba en uno de los laboratorios de investigación psicotrónica del Ministerio de Defensa. Cuando su laboratorio fue cerrado por falta de fondos, Rudakov decidió usar lo que sabía para ganarse la vida y construyó una máquina electromagnética de alto poder como las que usaba en el laboratorio militar. El médico comenzó a ofrecer sus servicios a la población general, afirmando que puede curar desde la depresión hasta el insomnio. Uno de los miembros del equipo periodístico de Vorobyovsky se presentó como paciente y se sometió a una sesión de electromagnetismo. “Fueron apenas minutos”, contó el periodista, “pero me sentí mareado, adormecido y muy confuso. Si hubiera pasado por más horas de tratamiento, creo que hubiera tenido consecuencias permanentes“.
Los investigadores también lograron filmar un estudio de sonido ubicado en el mismo Ministerio del Interior, del que dependía la KGB. En el estudio, oficiales de seguridad y funcionarios de Inteligencia eran sometidos a mensajes subliminales procesados por computadora que les decían que fueran más audaces y decididos. Esta técnica es la misma que se utilizó con los comandos militares especiales Spetsnaz, que se destacaron por su ferocidad y violencia durante la guerra de Afganistán.
“Es un caso que podríamos llamar de Ciencia Negra”, definió Vorobyovsky, “en el que científicos de primer nivel desarrollaron técnicas muy eficientes durante años y gastando millones y millones de rublos de dinero estatal. Disponían de voluntarios entre los agentes de la KGB y de prisioneros políticos como cobayos. Y ahora están haciendo fortuna usando esas técnicas siniestras”.
Vladimir Voinovich, un escritor disidente, fue una víctima de estas técnicas. En sus memorias, Voinovich cuenta cómo una parte temprana de su encarcelamiento consistió en largos interrogatorios en los cuales sus guardias le daban cigarrillos drogados y lo ataban a una camilla para recibir ondas electromagnéticas. “El resultado era una profunda desorientación y una falta de voluntad total. No podía resistir a las preguntas y no podía rebelarme contra ninguna orden que me dieran”, escribió el ex-preso político.
“El real peligro, ahora”, dijo en su programa el periodista Vorobyovsky, “es que las técnicas sean usadas sin que nos demos cuenta. Mensajes subliminales por televisión y por teléfono, asesinos entrenados por sistemas psicotrónicos trabajando para criminales comunes... el panorama es potencialmente siniestro”.
Autor: Indeterminado
Fuente: Revista “Conozca Más”.
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es cierto les falto hablar sobre la silla y las luces de colores , el biochip y como le lavavan el cerebro a tus parientes mas cercanos a fin de que no puedan entenderte o a traves de psicosociales lo cual ocaciona que no puedan vincular la palabra ''inteligencia'' con uno, es asi como se hablaba delante de ellos cosas que no podian entender y si las entendian cosa que lo dudo,, al menos no las podian repetir,
ResponderEliminarTu comentario es muy punzante pero, como suele ocurrir en estos temas, hay muchas cosas más de las que hablar, ya que gran parte de esta temática aun permanece en la penumbra de los rumores y medias verdades, lo que, como tú lo sugieres, puede que hayan ocurrido aunque la verdad toda creo que nunca se sabrá...
EliminarUn abrazo y gracias por visitar el blog